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Mi Sirvienta fea II

Mi Sirvienta fea II

Ya tenía más de dos semanas que no me culeaba a Sarah desde aquella noche del cumpleaños de mi papá, y por lo tanto mi calentura no me dejaba ni pensar bien.

No perdía la oportunidad para acercármele a Sarah, desgraciadamente cada vez que lo intentaba ella sólo me respondía con un tajante “No”, pero eso no calmaba mi impaciencia, un día por la tarde, me le acerqué sigilosamente mientras lavaba los platos y la abracé por detrás, restringiéndole así toda posible salida, ella ponía resistencia (pero sólo para aparentar, porque la verdad es que le gustaba), empecé a besarle el cuello, y a mordisquearle la oreja, mientras que con mi mano derecha sobaba su estomago delicadamente, ella me mostró más su cuello para que lo siguiera besando, apoyé mi otra mano en su vientre, empujándola así hacia mí, ella dio un respingo al sentir que mi miembro imploraba libertad, pero mi mano no dejaba que se alejara, empecé a subir mi mano derecha debajo de su playera hasta llegar a sus pechos, los cuales empecé a apretujar delicadamente, esto hizo que ella soltara un gemido, con mi mano izquierda empecé a levantar su falda (nunca supe por qué nunca usó shorts o pantalones, o por lo menos minifaldas, en fin), cuando la falda ya iba por su rodilla, ella me empujó y me dijo que no y se fue de la cocina, yo (sorprendido) la alcancé y le pregunté el por qué ya no teníamos sexo:

– Por que eres menor que yo… -respondió ella tímidamente

– ¡¿Qué?! -atiné a decir sorprendido pues al parecer la primera vez que culeamos no le importó mi edad.

– Tienes 17 y yo 19… esto no esta bien, además yo ya tengo novio -me respondió (en un tono que ni ella se lo creyó).

– Vamos -dije mientras me acercaba a ella- de verdad crees que me importa la edad -cómo me iba a importar si era un logro poder culearme a una “mayor”- lo único que me importa eres tú -y las noches que me puedas dar, pensé- y por lo que “sé” tu novio es un patán, no es posible que todavía lo quieras -dije, y para rematar la tomé entre mis brazos mientras le daba un tierno beso. – Mientras ella gemía, nuestras lenguas jugueteaban y yo sobaba su espalda, ella tomaba mi rostro entre sus manos (eso me hacía enloquecer), desgraciadamente ese beso quedo en sólo un momento muy apasionado, pues al ser interrumpidos por un llamado de mi padre desde la cochera ella salió corriendo en su ayuda; yo me encerré en mi cuarto para dormir un poco, pues ya le había perdido el gusto a la masturbación, en fin, poco tiempo después me desperté debido a que alguien tocaba mi puerta, me levanté para abrirla y vi que era Sarah que quería limpiar mi cuarto, al dejarla pasar, pude notar que no dejaba de ver mi miembro erecto (producto de un sueño erótico, protagonizado por ella), lo cual me produjo una sonrisa:

– Nada mal para un “niño” de 17 años, ¿no lo crees? -dije, con lo cual ella se sonrojó, me acerqué a ella y la abracé- no te vas a escapar esta vez… -ella me besó muy apasionadamente esto me encendió más rápido y empecé a desnudarla rápidamente, les juro que no respeté ninguna ley de decoro o de respeto por la vestimenta pues prácticamente le arranqué su ropa y la arrojé sobre la cama, después de esto me tumbé sobre ella, esto (al parecer) la excitó más pues gemía como vaca loca en celo, mientras nos besábamos ella me arañaba la espalda, le froté por encima de su vagina la punta de mi miembro, “ya métemela, párteme en dos…”, yo para excitarla más no lo hacía, sólo le mordisqueaba sus pezones, masajeaba sus senos, la besaba apasionadamente, hasta que me rodeó con sus piernas y me empujó dentro de ella, pegó un grito ahogado extraordinario que hizo estremecer todo mi cuerpo, empecé a bombearla lentamente mientras mordisqueaba sus pezones, “rápido, duro, rápido, rápido”, gemía, pero no le daba importancia pues sabía que eso la excitaba aún más, seguía bombeándola lentamente, ella gemía como loca, me detuve un momento para poner sus piernas sobre mis hombros, y seguí bombeándola lentamente, ella apretaba las sabanas de mi cama mientras gemía (casi susurraba) “vamos papi, más rápido más rápido, deja de torturarme, métemela más duro”, estuve bombeándola lentamente un rato más hasta que separé sus piernas al máximo (ella me ayudó, pues las sostenía con sus manos), y la penetré lo más duro que pude, daba unos gritos espeluznantes, tanto que tenía que besarla para callarla, en fin, mientras la penetraba lo más rápido y duro que podía, ella ponía unos gestos de puta ninfómana realmente excitantes para mí, hasta que soltó sus piernas y me apretujó entre ellas “estoy terminando, uuuy qué ricooo… sigue metiéndomela” pero la verdad es que ya no podía pues me estaba viniendo y tuve que sacarla para venirme fuera, pero en vez de venirme sobre la cama me vine sobre ella “Sí, sí, sí, no pares papi, vacíate sobre mí” me decía mientras se embarra todo mi semen sobre su cuerpo, me paré a un lado de la cama y le ordené que me la mamara, ella accedió y la tomó entre sus manos y lamió unas gotas que quedaron sobre mi pene “Hmmmm… qué rico, ¿tienes más para mí, papi?” decía, y la verdad es que su manera de ser cambiaba cuando culeábamos, pues cuando lo hacíamos era una ninfómana de lo peor, y cuando no lo hacíamos era la hermana de la castidad, en fin, ella mamaba de los más delicioso, se la tragaba toda, pasaba sus dientes sobre mi glande, pasaba mi escroto entre sus dedos, mordisqueaba mi miembro, era de lo mejor, yo estaba extasiado, me tumbé sobre la cama para descansar, pero ella no quería descansar, me montó y se dejó caer sobre mi miembro, era increíble verla actuar por sí sola: gritaba, brincaba, se movía, apretujaba, era impresionante, le dije que parara que ya me venía, ella rápidamente me desmontó y agarró mi miembro con su mano y empezó a masturbármelo, hasta que mi semen se impactó sobre su cara, ella tenía una cara de felicidad magnifica, me volvió a montar y se introdujo mi miembro semi-erecto en su vagina, me miró a los ojos con toda su cara embarrada de semen:

– ¿Te gusta verme así, papi? -me dijo sonriendo, mientras lamía de su dedo un poco de semen- Uhmmm ya “siento” que sí te gusta -y empezó a mover su pelvis, después de que terminó de lamer todo mi semen de su cara, se acostó sobre mí, y nos dormimos juntos, me desperté una hora después y bajé a la cocina:

– ¡Qué gritos! ¡Cuéntame tu secreto! -me dijo mi padre riendo mientras cenaba, me senté y cené con él, platicamos un rato y después me regresé a mi cuarto a “dormir” otra vez…

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