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Lo conocí en un aeropuerto y tres meses después lo tenía desnudo frente a mi

Lo conocí en un aeropuerto y tres meses después lo tenía desnudo frente a mi

En los últimos meses me ha tocado vivir una de la experiencias mas increíbles de mi vida.

Tengo 25 años, dicen que soy muy guapo y tengo un cuerpo muy proporcionado.

Siempre me relacioné con mujeres y observé una conducta heterosexual.

Si embargo, una experiencia de mi infancia, que luego entendí que se trataba de un acto de abuso sexual, hacía que tuviera un sueño recurrente en el que era poseído y poseía a personas de mi mismo sexo.

Lo que pasó en concreto es que cuando tenía unos seis o siete años, un primo mío de unos 19 años me tocaba e intentó, en una oportunidad penetrarme.

En esa ocasión sentí tanto dolor que amenacé con acusarlo con mis padres y el ofreció cesar esos tocamientos, cosa que cumplió y no se repitieron con el, ni con ninguno hasta hace pocos meses.

Entrando de lleno en mi relato.

Trabajo para una empresa de Relaciones Públicas en el Caribe, con distintos clientes a mi cargo en la zona y Latinoamérica en general, situación que me hace viajar constantemente.

Precisamente estaba haciendo tiempo en Miami para tomar mi avión hacia La Paz y se me acerca un chico de unos 18 años, al menos esa es la edad que le calculé, definitivamente bello, rubio, con unos ojos verdes impresionantes y un físico escultural, y me preguntó, en perfecto español, por el libro que estaba leyendo (La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa).

Bueno el chico era canadiense y apasionado de la historia latinoamericana, estaba haciendo la carrera de Historia en Yale.

Hablamos de mil cosas, yo debía esperar tres horas mas para la salida de mi vuelo y el como cuatro o cinco.

Comentamos sobre la política latinoamericana, la corrupción, los escritores hispanos que conocía, finalmente decidimos comer en el restaurante del hotel del aeropuerto.

En medio de la conversación, e inesperadamente, me dijo que yo tenía unos ojos y unos labios hermosos. Me quedé de una pieza.

No sabía que decirle, ninguna mujer me hecho un comentario de ese tipo.

Se dió cuenta inmediatamente de mi desconcierto y me dijo que no me asustara, que yo le gustaba mucho, que le parecía muy simpático y que quería seguir en contacto.

Que en el poco tiempo que habíamos estado conversando se había dado cuenta que había encontrado a una persona muy especial y que no quería perder la oportunidad de profundizar en esta relación.

No sabía que pensar, mientras el seguía hablando, casi sin escucharle, pensaba “No será éste un gringo loco. No será un maniático o un asesino obsesivo”.

Yo me sentí muy asustado porque me pidió mi e-mail, teléfono, etc. ya que tenía pensado ir a Bávaro (una playa muy conocida en el país en que vivo, República Dominicana) para sus vacaciones en le mes Julio y que quería tener la oportunidad de verme.

Yo le decía que haría todo lo posible, que para mi no era muy fácil, por mi trabajo, planificar vacaciones, un poco dejando el tema sin definición y procurando zafarme del asunto.

Luego de un rato me despedí porque llamaban a mi vuelo. Y el me acompañó a la puerta de embarque y aseguró que me llamaría. Todo esto sucedió en abril.

Me escribió dos veces y me llamó muchas más. Inclusive me mando la versión inglesa de un libro de una autora dominicana que me gusta mucho (Julia Álvarez) con una flor dentro y una nota en español de lo más profunda.

Por cierto que me pasaba muchas horas de noche pensando en esta situación y la inminencia de su visita. Soñaba con ello, me sentía fuera de base.

A ratos me decía que esto era una locura, y en medio de todo esto mi novia, quien por mis permanentes ausencias me presionaba y andaba medio disgustada conmigo.

A fines de Junio, la situación con ella se pudo insoportable y decidió dejarme y se fue de viaje a casa de sus padres en España.

Todo estos eran como señales de las que mis dudas se aferraban para hacer posible el encuentro con este chico.

Bueno, yo estaba peleado con mi novia.

El me llamó y me pidió precisar fechas para visitarme. Yo con algo de temor, pero con curiosidad y ansia, acepté encontrarme con él.

El siempre me decía (o escribía) cosas bonitas, no mencionó en ningún momento nada sobre un encuentro sexual, pero como que todo estaba preparando una situación de ese tipo.

Finalmente él vino a un hotel de Puerto Plata, es una zona de playa al norte de la isla, y yo fui un fin de semana para encontrarme con él.

Yo tome mi habitación independiente y cuando me llamó para invitarme a cenar lo hizo en su habitación.

Había tomado una suite, preciosa, con muchas velas y una mesa bonita, con flores, y tenía una pequeña piscina, más bien como un jacuzzi múltiple, pero de mosaicos, en la habitación.

Yo como me que sorprendí cuando vi eso.

Le dije que yo no estaba preparado para algo así, como romántico, que este era mi primer encuentro con un chico, que primero quería conocerlo un poco, que hasta ahora solo había tenido fantasías.

No me dejó seguir. Me dijo que había recorrido miles de kilómetros para estar conmigo, que no haría nada que yo no quisiera y que el era un ser libre, que no pensaba ni me pedía un compromiso de largo plazo, pero que eso no significaba que en nuestro encuentro no podía haber algo de magia.

Les juro que no creía lo que me estaba pasando, el me hablaba, tomando mi mano (no me toco en ese momento nada mas que la mano, la tenia cogida entre las suyas) y me decía que desde que me vio solo había pensado en estar conmigo, desnudos, aunque solo sea abrazados, y yo escuchaba esto y en mi cabeza pensaba “y si es un loco”, “pero parece un ángel”, “esto solo pasa en las novelas (mas bien en las historias gay) y revistas”, en fin.

Me pidió que me relajara y puso música suave. Nos sentamos a comer, pero después puso merengue (la danza nacional) y luego de un rato me dijo que quería que le enseñara a bailar.

Ahí fue cuando me tomo entre sus brazos y estuvimos intentando bailar (los gringos no tienen mucho ritmo) pero el hacía su esfuerzo y se reía, y me abrazaba y la verdad es que para ese momento yo ya estaba mas relajado y un tanto (bastante) excitado.

El es un hombre bello, de carita como aniñado pero no femenino, con rizos dorados y unos dientes perfectos y una sonrisa y una boca preciosa.

Y así entre risas y risas me dio un beso robado y otro y luego me comenzó a besar en el cuello y bueno, el cuerpo todo.

Me fue desvistiendo y el también y me dijo que quería besarme el pene y que quería que lo hiciera suyo.

Bueno, no quiero entrar en detalles, pero todo fue muy lento, bonito diría, me mamo y me corrí de una manera increíble. Yo me preguntaba, “en que momento me mete los dedos al ano” o todo eso que uno ha leído en los relatos, pero no.

Siguió besándome y luego me preguntó si se la quería meter. Le dije que si, pero de los nervios no lograba la misma erección de minutos antes y no podía ponerme el preservativo.

Así que me dijo que nos relajáramos y que fuéramos a la piscina.

Ahí estuvimos como una hora, el besándome y acariciándome, luego se dio cuenta que ya estaba muy excitado y erecto y volvimos a la cama, lo penetre y eso fue inenarrable.

Nunca había sentido esa sensación de presión, y movimiento. Es diferente a lo que había experimentado hasta ese momento. Y terminé dentro de el.

Una vez más, no me pidió ni que lo masturbe, ni se lo chupe, ni penetrarme. Pero yo me preocupé por él. Le pregunté si quería que lo masturbase, y me contestó “solo si lo quieres”, y así fue.

Pensé que si el me había permitido que lo penetre debía ofrecerle lo mismo, y también me dije, ya estoy en esto, es lo que he estado imaginando tantas veces, “Tengo que ir hasta el final” me dije, y me ofrecí, y entonces me preguntó si me habían penetrado antes, le dije que cuando niño, pero de adulto no.

Entonces con mucha delicadeza comenzó a besarme, desde la punta de los pies hasta la frente, luego la espalda, las nalgas, el ano. Se puso a dilatarme e intentó, con mucha delicadeza a introducir su glande en mi recto.

Me dolió mucho, muchísimo, no pude contener el llorar, a pesar que hice lo posible por aguantar. El me decía “mejor salgo”, de hecho se retiró dos veces, pero me sentía en la obligación de permitirle terminar.

Pudo hacerlo casi sobándose contra mis nalgas.

La verdad es que esta experiencia no me gustó, a pesar de su delicadeza y lo lindo que me trató. Me hizo dar vuelta, me besaba con suavidad, me masturbaba, pero no fue agradable.

Esa noche nos dormimos abrazados viendo la luna a través del ventanal de la terraza.

Al día siguiente tuvimos un largo encuentro de juegos y caricias, lo penetré de nuevo y me decidí a recibirle, pero a pesar de la excitación y de que yo había gozado dentro de él, tampoco pude en esta oportunidad.

Le pedí que me disculpara, me sentía tan mal por él, lo masturbé de nuevo y le mamé, fue la primera vez que tenía un pene en mi boca, pero no pudo penetrarme. Me dolía mucho y me resultaba desagradable, extraño.

El fue muy comprensivo, podría decir que ni siquiera percibí frustración en él o una mala cara, me dijo que él había disfrutado mucho y que me agradecía el esfuerzo y las ganas que le había puesto, pero que tal vez lo mío no era ser penetrado, solo penetrar.

Fueron dos días, ahí acabo todo. El Lunes el tomo su avión de vuelta para Estados Unidos.

Fue todo tan lindo, con excepción de lo relatado en estos últimos párrafos.

Pero me quedé muy triste por él, con un sentimiento de culpa, pero a la vez traté de hacer lo posible por satisfacerle, pero no pude. Ahora como que me saqué el clavo.

Creo que lo mío es la heterosexualidad. Al menos eso pienso ahora que puedo hablar desde mi propia experiencia.

Así acaba mi historia.

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