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Secuestrada I

Cuando abrió los ojos se encontró echada encima de una cama totalmente desnuda.

Al comprobar su desnudez rápidamente se cubrió con una manta que tenia a los pies de su cama.

Se sentó y empezó a inspeccionar el lugar donde se encontraba.

Una bombilla encendida en el techo iluminaba la estancia.

En un rincón estaba la cama y en el opuesto estaba un lavabo, un water y una ducha sin paredes de separación ni cortinas.

No había ninguna ventana.

En una pared estaba la puerta y en la opuesta había un agujero como a un metro del suelo que la intrigó y la motivó a levantarse de la cama para inspeccionarlo más de cerca.

Se arrodilló frente al agujero de la pared y no vió nada, estaba oscuro. Lentamente introdujo su mano y todo su brazo y no logró tocar nada. Se extrañó y volvió a la cama.

Al sentarse en la cama miró hacia la puerta que tenia enfrente y descubrió que junto a ella había un timbre, como de portero automático, que antes no había visto.

Al preguntarse por su situación recordó que iba de camino hacia el instituto y de pronto una mano con un pañuelo le tapó la nariz y la boca y ella peleó para liberarse pero no lo lograba. Esto es lo último que recuerda.

Su cuerpo se estremeció al constatar que estaba secuestrada. Instintivamente de cubrió con la manta

Quiso dormir. Su cabeza estaba a punto de estallar. Queria apagar la luz pero descubrió que no había ningún interruptor. Se cubrió enteramente con la manta y se durmió.

No sabía cuanto había dormido. Ya no le dolía la cabeza y de pronto le entró hambre.

Tímidamente se levantó y llamó al timbre que había junto a la puerta.

Una voz varonil y muy amable contestó a su llamada

– ¡Hola! Laurita ¿Has dormido bien? Ya veo que sí. Estás preciosa.

Al oir aquellas palabras corrió hacia la cama y se tapó con la manta.

Después de unas risas, la voz continuó.

– Laurita, como acabas de descubrir estás secuestrada. Ya sabemos que tu familia no tiene dinero para pagar un rescate, tampoco se lo vamos a pedir. Tu libertad depende de ti.

Sabemos que eres virgen. Lo hemos comprovado antes de encerrarte en la celda. Y la virginidad tiene un precio.

Tu virginidad es parte de tu rescate. Si voluntariamente consientes en dar tu virginidad a un señor muy amable que ha pagado una pasta por ella saldrás antes de esta celda si te niegas, perderás igualmente tu virginidad y tardarás más en salir libre, tu eliges.

Por toda respuesta Laura se echó y se cubrió con la manta

– Tienes dos días para pensártelo y para ayudarte a reflexionar no vas a tener ni agua ni comida en este tiempo.

Laura no pensaba rendirse fácilmente. Continuó echada y trató de dormir.

Ya no sabía el tiempo que llevaba escondida debajo de la manta. Se atrevió a sacar la cabeza para ver si todo seguía igual y todo seguía igual a excepción de un vaso de agua que había en el suelo junto a la puerta. Lo cogió y se lo bebió quiso beber más del grifo del lavabo pero no tenia agua. Volvió a la cama y se quedó profundamente dormida.

Quiso darse la vuela en la cama y notó que no podía abrió los ojos horrorizada y se encontró que estaba echada encima de una especie de columpio y cada mano y cada pie estaba atado a una cadena de este columpio. Tenia los brazos y las piernas levantadas y separadas. Estada atada e indefensa. Una luz la iluminaba a ella, el resto de la habitación estaba a oscuras. Tiró de piernas y brazos para liberarse pero lo único que consiguió fue lastimarse las muñecas y los tobillos. Se dio cuenta que su esfuerzo era inútil y paró.

La misma voz de siempre volvió a hablar

– Laurita como no contestaste a nuestra amable petición hemos tomado nosotros la iniciativa. Don Antonio es un señor muy rico que solo hace el amor con vírgenes. Ha pagado mucho dinero por tu virgo. Te ruego que seas amable con él y él lo será contigo.

Volvió a tirar con rabia de brazos i piernas para constatar de nuevo que no podía liberarse y solo hacerse daño.

Cuando paró de forcejear, a sus pies, apareció un hombre alto, gordo, lleno de pelo y con una caperuza en la cabeza. Le miró a los ojos y los encontró desorbitados. Al hombre que tenia delante le entusiasmaba lo que veía.

Don Antonio tenia delante a una jovencita de 15 años cuyo cuerpo dejaba de ser el de una niña sin ser, todavía, el de una mujer. Su piel era clara, blanca. El verano quedaba lejos y el bronceado hacia tiempo que había desaparecido. Sus pequeños y duros pechos apuntaban al techo y su pubis tenia tan pocos pelos que apenas lo cubrían. Sus piernas eran finas y largas como buena atleta que era.

Una manos grandes y bellosas acariciaron el cuerpo de la joven para comprobar que aquello no era un espegismo que era todo real.

Al primer contacto Laura quedó paralizada. Era la primera vez que un hombre la tocaba. Esta pasiva actitud de Laura la interpretó Don Antonio como que sus caricias surtían efecto y que a la niña le gustaban. Esto lo excitó todavía más.

Después de acariciar los pechos, Don Antonio, se inclinó para chupar sus pezones. Mientras sorbía, mordisqueaba y chupaba los pechos su enorme barriga peluda se iba restregando inocentemente en el pubis de la niña y estas caricias involuntarias no dejaron de hacer su efecto. Provocaron el primer suspiro de placer de la niña.

Después de de hartarse de chupar, lamer, amasar y tirar de los pechos, el desvirgador de arrodilló frente al coñito virgen que pronto dejaría de serlo. Pasó sus manos sobre él. Separó con delicadeza sus labios vaginales y su lengua lo recorrió todo.

Esto provocó el segundo suspiro de la niña.

La lengua volvió a recorrer el interior del coño y de pronto, como una sorpresa, descubrió el clítoris. La punta de la lengua dio vueltas a su alrededor, después unos dedos le dieron unos pellizcos. A continuación unos labios lo sorbieron para al fin ser machacado por un enorme dedo.

Este ataque en toda regla a su clítoris le provocó un rápido aumento de su temperatura corporal y no paró hasta provocar el primer orgasmo de su vida que no era fruto de una masturbación sino producido por un hombre.

Don Antonio paró de masacrar el clítoris para que la niña disfrutara libremente de su momento de éxtasis. Cuando las convulsiones pararon, el hombre habló por primera vez.

– ¡Bien, mi niña! Ya has obtenido el primer orgasmo. Vas a tener más pero yo no te penetraré hasta que tu me lo pidas. Yo no violo a las niñas, yo las desfloro porque me lo piden, porque insisten en que las penetre.

Laura pensó que lo tenia claro si pensaba que ella le iba a pedir que la penetrara un tipo gordo y peludo que podía ser su padre.

Estos pensamientos la tranquilizaron a pesar de la situación en la que se encontraba.

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