Fernando siguió enseñándome todo, hasta que llegamos donde estaba el aseo y la ducha. Allí empezó a meterme mano y abrazarme, diciéndome que quería volver a follarme. ¡Me vuelves loco, mariconcito! Muero de ganas por ponerte en pelotas, y follar ese culito que tienes.
De lo que no me había percatado, es que desde que había salido del puerto, un hombre me iba siguiendo, y por supuesto me vio entrar en la fábrica abandonada. El muy cabrón también había entrado sigilosamente a la fábrica, y espiaba lo que yo estaba haciendo. Cuando se dejó ver, yo me estaba metiendo un dedo en el culo, mientras con la otra mano me pellizcaba y estiraba los pezones. Al yo verlo allí, quedé petrificado; era lo que menos esperaba en aquellos momentos.
Yo también tengo que mear, dijo. Pasó por detrás mía hacia el Wáter, y al pasar me acarició el culo con una mano, luego se arrimó restregándome su paquete, mira cómo estoy de empalmado, me decía echando una mano a mi polla; quiero follarte hoy, estoy que reviento de ganas, me susurró al oído mientras me acariciaba los huevos y se restregaba por mi culo.
En una de las ocasiones en las que fui al aseo, entró Marcos, y después de magrearme el culo, me dijo que esa noche no me fuera que íbamos tener fiesta. Ya había avisado al viejo Venancio y que este estaba de acuerdo.
El viejo sacó 3 botes de cerveza, dejándolos en la mesa, me abrazó antes de que me sentara, empezando a magrearme, me decía, princesa, hoy estoy más salido que ayer, me tienes que reviento. Y sin soltarme ni un momento, empezó a desabrocharme el pantalón, bajándolo junto al slip, hasta que los tuve en los tobillos.
Anda se bueno, abre la boca y hazme una mamada, que estoy que reviento. Justo cuando estaba tragando aquella verga, se abrió la puerta, y aunque esta no pudo abrirse de todo, el que quería entrar, pudo ver perfectamente en qué situación nos encontrábamos el viejo tendero y yo.
Nada más entrar cerró la puerta de la tienda, y agarrado a mi espalda, me abrazó por detrás y sobándome el culo a la vez que me arrimaba su paquete, me susurraba al oído, esta noche no vas poder dormir por el placer que te voy dar. Te voy dejar preñado y el culito repleto de leche. Hoy vas a ser mi princesita, y tu papi te va hacer gozar como nunca.
Como veía que no le decía nada y me había quedado quieto, el viejo se iba animando, y ahora me estaba bajando poco a poco el pantalón del chándal. Primero me sacó los huevos y a la vez que me los agarraba, con la otra mano me iba bajando por detrás, para que me quedara el culo al aire.
Me había cogido en sus brazos, y había terminado por meterme toda aquella polla dentro de mi culito. Y luego ver como miraban aquellos 2 jovencitos con aquella cara de asombro y lujuria, al ver como me daba por el culo aquella tremenda polla, que no me extraña que no pudieran aguantar las ganas de volver a pajearse.
¡Dios!, estaba a mil por hora, y caliente a más no poder. Era la primera vez que estaba con un negro, y aquel semental además de joven alto y delgado, era guapo. Lo que tenía miedo era de su polla, no fuese a ser un monstruo de polla y me fuese a romper el culo.
¡Ahhh! ¡Dios! Parecía que estaba clavado en una estaca. Cada vez que me culeaba, me hacía poner de puntillas. Iba despacio y a la vez con su boca me mordía la nuca, y susurraba; que bueno estás, te voy a follar toda la noche. Te voy a llenar el culo de leche hasta dejarte preñado.
¿Ay! Grité, al sentir una tremenda punzada en mi hoyito. ¡Dios que dolor! Espera espera, le pedí. Aquella punzada que me había dado, hizo que mi polla se desinflara como si quedara sin vida, y el dolor que había sentido, subía por toda mi columna vertebral. El muy hijo de puta, ni siquiera dejó que mi culo se preparara para recibir aquella gruesa polla.
Estaba viendo como un jovencito maricón, tenía los pantalones y slip bajados hasta los tobillos, estando inclinado, chupando la polla a aquel viejo.
Cada vez que me mordía el cuello y nuca, hacía que se me pusieran los pezones de mis tetillas, duros y excitados, a tope; hasta la polla la tenía ya tiesa y dura de nuevo, y el culito, pedía guerra.
Cuando accedimos al pequeño claro que quedaba entre aquellos matorrales, la visión que tuvimos fue de campeonato. Allí se encontraba el viejo de pie, sin los pantalones, con aquella tremenda polla, ensartada en la boca del jovencito, que desnudo como dios lo trajo al mundo, se hallaba a cuatro patas, y siendo montado por el perro del viejo.
Eran ya más de las 3 de la tarde cuando despertamos. Notaba como me acariciaba el culo con su mano, y así, poco a poco fui despertando.
Allí me invitó a 2 cubalibres, que terminaron por colocarme por completo. Cuando vio como me tenía, me dijo que era mejor que nos fuéramos, y así lo hicimos. Me iba llevando hacia su casa, por el camino, se iba aprovechando de mí, metiéndome mano, morreándome, hasta ponerme bien cachondo.
Pasaron unos minutos, y ambos seguíamos en la misma posición, ambos simulando que estábamos meando. Nos mirábamos, pero ninguno se decidía a dar el paso, él me miraba a los ojos, como diciéndome ¿quieres esta verga? Claro que la quería.
Me estaba dando por el culo mientras con sus manos se aferraba a mis caderas y con su boca, me besaba la espalda, luego con una de sus manos, me agarraba la polla, haciéndome una suave paja.
Me dio por el culo, me hizo gozar, luego me utilizó. Me decía así mi niño, así, goza. Mira como tienes la pollita, la tienes empalmadita. Mira como te gusta, ves, mira como goza tu culito con el juguetito, mi niño.