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Tiene un accidente y se recupera con las caricias de su madre

Tiene un accidente y se recupera con las caricias de su madre

Me llamo Edu. Vivo en el Norte de España, y a mis 15 años tuve una experiencia increíble que me dio esa fuerza que necesitaba en un período crucial de mi vida.

Mi madre me crió siempre sola, pues mi padre salió corriendo literalmente cuando oyó que iba a ser Padre. Jamás lo ví.

La educación de mi madre era de lo más normal hasta que cumplí los 15 años. El día de mi cumpleaños mi familia me dio champán para beber, y como me gustó mucho, tomé tres copas, con lo que quedé medio trompa.

Bajé solo a casa para echarme un rato y como iba idiotizado, no vi a un camión que pasaba a bastante rapidez, y me atropelló.

Estuve en coma un mes, y tardé en despertarme mucho tiempo, ya en casa.

Además, me fui despertando poco a poco, ya fuera de peligro, y tardé justo dos meses en recuperar por completo la visión.

Mi Madre estaba histriónica, pues me iban a quitar la venda y hoy vería sin problemas. Era como renacer.

Al abrir los ojos, lo primero que vi fue a mi Madre (además del médico). Estaba allí, sonriente, juvenil, exultante.

Se llama Ana Rosa y tenía de aquella 40 años muy bien llevados.

Es alta, de 1.75, más bien tirando a delgada pero con carnes (un estilo de la J. López hoy de moda).

Un culo bien marcado y un pecho de 100, la hacían una mujer muy atractiva. Es morena, de media melena, y de cara de rasgos finos pero afilados.

Tan pronto como nos quedamos solos, me quedé mirándola fijamente, embobado.

– Mamá, qué guapa estás, qué gusto verte.

– Gracias, cariño. No sabes lo contenta que estoy.

Era Verano, y ella llevaba una blusa escotadísima, muy desabrochada, y debajo de ésta un sostén blanco. Hacía calor, estaba en su casa, estaba con su hijo, cómoda, y estaba escotada.

Yo no paraba de mirarle a su escote. Era precioso, y ella se daba cuenta, pero no le importaba, no paraba de sonreir.

Descaradamente desabroché el último botón que tenía todavía cerrado, para ver más redondez de su precioso pecho, y ella me acarició el cabello, pues quizá no se dio cuenta de mi descaro.

– Mamá, estás preciosa.

Y en ese momento le toqué un pecho con mi mano derecha, palpándolo, pesándolo, acariciándolo.

– Edu, ¿Qué haces?. ¡Estate quieto!.

Lo dijo sin enfadarse, y suavemente apartó mi mano de su pecho.

Pero enseguida volví al intento y esta vez metí los dedos por su sostén, acariciando su pecho con los nudillos.

Esta vez era yo quien reía, pues mamá estaba rendida a mí y podía tocarle su pecho a placer.

Ella consentía pues la situación no estaba para que se enfadase, y aproveché y mi mano ya descaradamente acariciaba la piel que va desde la aureola hasta el cuello, y porque lo hacía con suavidad, ella “se dejaba hacer”.

– Venga, Edu, deja de sobarme.

Pasados unos días fuimos a la Playa.

– ¿Te apetece un baño, Edu, cariño?

– Me encuentro todavía un poco débil como para nadar, la verdad.

– Pero no te preocupes, cielo, te llevo yo. Tú te agarras a mí y así no hay problema. ¿Vale?

Mi Madre fue campeona de Natación y tenía un cuerpo todavía bastante musculado.

Me llevó de la mano hasta el agua y nos adentramos en el tranquilo mar de la ría. Ella me ayudaba y nos paramos en un punto.

Yo me agarraba de su cuello y de sus hombros perfectos, musculados, y nos mirábamos con fijeza.

Y en esa situación, nuestros cuerpos estaban muy muy juntos. Mi pecho contactaba con el suyo, y nuestras piernas chocaban continuamente.

Clavé mi mirada en su pequeño bikini, y ella mi miró con mirada pícara:

– ¿Qué miras, Edu?. Eres un poco viciosillo tú, ¿Eh?.

– Esque eres muy guapa, y estás preciosa.

– Anda, ven aquí.

Y me dio un beso labio a labio.

– Estoy muy feliz, cariño, de que te vayas recuperando. Hoy podría darte cualquier cosa.

Yo me apreté más hacia ella y le besé sus labios pero esta vez abriendo mucho más yo los míos, babándola.

– ¿Edu ???

Al final, ella abrió del todo su boca y mi lengua penetró en mi madre, morreando como amantes auténticos.

Me apreté mucho más junto a ella y le toqué su culo. mientras lamía el cuello delgado de mi madre y ella nadaba.

– Ya está bien, vayámonos, cielo. Además, debes de estar a cien.

Su mano se dirigió hacia mi paquete, que estaba a mil, a estallar. Noté su mano palpando mi polla.

– ¡ Mamá !

– ¡Dios mío, edu, cómo estás!

Se giró y nos fuimos nadando. Ella nadaba y yo iba atrás de ella agarrado a sus hombros. Pero mi pene chocaba mucho con su culo, y me puso a cien.

De repente mis manos pasaron a apoyarse descaradísimamente en sus pechos, los apreté uno con cada mano, suavemente pero con firmeza.

Pero en ese instante ya habíamos llegado a la orilla.

Mi madre me notó pensativo.

– Eduardo, cariño, debe de ser normal lo que pasó en el agua. Estuviste inactivo meses y ahora estás despertando y por eso estás a cien. No te preocupes, mi amor, ¿Vale?. Que no me ha parecido mal. Te quiero con locura y lo que pasó no fue nada, no pasó absolutamente nada.

Al día siguiente tocaba que mamá me diese un masaje para favorecer mi circulación, por prescripción del médico.

Pero ese día, el masaje (después de lo ocurrido), ya tenía una connotación especial.

– Cielo, sácate la camisa para que te dé el masaje pues hace mucho calor. Quédate en calzoncillos. Venga, que no me voy a asustar, que ya te vi así muchas veces.

Me tumbé en la cama, boca arriba, y mi Madre me daba un masaje con aceites por todo mi cuerpo, empezando por mi cuello y el pecho.

Ella llevaba una camisa deportiva algo escotada, pero como se inclinaba para masajearme, se le veía todo.

Su mano en mi pecho, en mi barriga, su escote, su pecho, su olor… Mi pene estaba empalmadísimo, a cien, y el calzoncillo ya no conseguía pararlo.

– ¡Vaya hombrecito tenemos en casa!

Y llegó el masaje por las ingles.

– Ahhhhhhhhhhh (suspiré yo).

– ¿Te pasa algo, cariño?

– Esque me molesta mucho el calzoncillo, mamá. De verdad que me duele.

– No, si no me extraña. Se te puso tremenda. Pero es normal, y muy buena señal, indicio de que te estás recuperando por completo. A ver, cariño, te lo voy a sacar.

– ¿Seguro?.

– Que ya te vi desnudo en estos meses, mi amor…

Me lo sacó y enseguida dijo con gesto de sorpresa:

– Aunque nunca así ¡ Buf !.

Ella no dejaba de ver mi pene, y yo no le dejaba de ver su escote.

Sin poder evitarlo mucho, sus manos rozaban mi paquete constantemente.

– Ay, Mamá, eso me alivia mucho. Es que me duele. Parece que me va a estallar.

– ¿Esto?

Y me acarició el pene con su mano.

– Siiiiiiiiiiiiiiii

– Es normal, cariño, es que llevas meses inactivo y ahora explotas de fuerza, pero eso me alegra, cariño.

– No pares, Mamá, por favor, es que me alivias mucho.

Su mano abarcaba casi todo mi palo, y con el aceite, resbalaba mucho.

Me estaba haciendo mi Madre literalmente una paja en toda regla, acariciando lentamente el pene, deteniéndose en el glande.

– Edu…, esto no está bien. ¿Pero te alivia?

– Si, mami…

– Bueno, así veremos los dos cómo va tu recuperación.

Mi mano empezó a magrear su pecho, que por su inclinación, estaba en todo su esplendor. La reacción de mi Madre no me la esperaba.

– Edu, cariño, te quiero. Me alegra muchísimo que estés ya bien, mi amor.

Y me besó en la boca. En ese momento no aguanté más y exploté echando un chorrazo de semen que empapó la mano de mi madre.

– No pasa nada, cariño, ahora te lavo. Ya estás totalmente bien, y eso es lo único que importa.

Al día siguiente, ella estaba radiante, feliz por la total recuperación de su hijo. Y llegó la noche.

Salimos a la terraza a ver el ciello plagado de estrellas y con luna llena.

Era muy romántico, después de una buena cena y varias copas.

Me sentí lleno de amor hacia mi madre.

Ella llevaba un vestido negro, de noche, de lycra, y algo escotado, dejando ver el incipiente nacimiento de sus senos.

– Mamá, cómo te quiero.

– Ven aquí, Edu, cariño.

Y nos abrazamos al aire libre. Nos separamos un poquito y ella empezó a acariciarme cariñosamente la barriga.

Eso me hacía cosquillas, pero al mismo tiempo me la estaba poniendo caliente. Aproveché y empecé yo a tocarle a mi Madre su vientre plano y sin apenas grasa.

Nos sonreímos.

Ella, quizá sin darse cuenta, empezó a acariciarme el pecho. Y aproveché la ocasión para sobarle su precioso pecho.

– Edu, ¡Por favor!.

– Mamá. Me apena una cosa: Tú me has visto desnudo muchas veces, pero en cambio yo a ti no. Es una desventaja. Y no me gusta. Ya que me viste tú a mí desnudo, yo quiero verte desnuda a ti.

– No sé, Edu, no sé.

– Por favoooor, así estaremos empatados.

– Te diré lo que haremos: Nos ducharemos juntos para celebrar tu recuperación, pero sólo una vez, ¿Vale?

– Gracias, Mamá.

Y le besé en su boca.

Nos fuimos al baño, y mi Madre enseguida se puso en ropa interior. Eso me puso a cien. Y mi pene abultaba demasiado en mi calzoncillo.

– Edu, ¿No te atreves a desnudarte?

Dejé salir mi verga enhiesta.

– Huy, Edu. Estás excitado.

– Mamá, estás buenísima.

– Venga, cariño, enjabóname la espalda que así no me esfuerzo.

Se dió la vuelta y empecé a pasarle la esponja por el hombro y la espalda. Pero sin poder evitarlo, mi pene se pegaba a sus nalgas.

Era totalmente obvio el movimiento de mi pene en su raja del culo. Y se dió la vuelta.

– ¡ Edu, cómo la tienes !. Cariño, nunca te le ví así. Si la tienes tremenda.

Y ella me la cogió mientras decía eso. Quizá inconscientemente, como antes, me estaba haciendo una paja, con la espuma y el agua caliente lubrificando mi polla y su mano tocándola…

– Edu, buf, está ardiendo.

No pude más y eché un chorro de semen. Mi Madre quedó sorprendida, pues ella me masturbó aquí casi descaradamente. Para disimular, sonrió y me dijo.

– Otra vez te has corrido, cariño. Se nota que lo necesitabas.

Permitió que me abrazara a ella para desdramatizar la paja, y no impidió que la tocara. Mientras ella se reía y acababa de limpiar mi polla todavía entre sus manos, yo le tocaba sus tetas descaradamente, sopesándolas, y la besaba por el cuello con lujuria y pasión.

– Venga, a secarnos. Edu, cielo, me apetece ir a pasear. O podemos ir a un Pub. Son las 11 y no tengo sueño.

Llegamos a un Pub muy bueno, y con música y luz suaves, justo para parejas. Estábamos en un apartado, pero no lejos de otras parejas que se estaban magreando, y el ambiente era muy estimulante.

Me guiñó un ojo y me cogió de la mano.

Ese gesto decía más de mil palabras.

Poco a poco, nuestras caras se fueron juntando centímetro a centímetro, casi sin darnos cuenta. los dos nos olíamos lo que iba a pasar, después de todo lo vivido.

De repente, nuestros labios se juntaron, y empezamos a morrear como dos amantes.

Mordí y absorbí su labio inferior, y mi mano izquierda se posó en su pecho, entrando por la apertura de su escote.

Ella estaba en las nubes, y mi mano penetró en su escote, tocándole su carnoso y redondo pecho hasta llegar al pezón y a la base del pecho.

Ella me metió la lengua, y creí desmallarme.

– Ven, Edu, cariño, salgamos de aquí.

Nos metimos en el coche y a los 5 minutos llegamos al garaje.

– No te asustes de lo que vamos a hacer, Edu. Lo necesitamos los dos, y no quiero negártelo. Paso de lo que otros opinen. En este momento te quiero con locura y quiero ofrecerme a tí.

Fuimos a su habitación cogidos de la mano y yo le toqué el culo.

Mientras morreábamos, jugando con las lenguas, ella se desnudó por completo y me quitó el pantalón. Enseguida dirigió su mano al calzoncillo y vio mi excitación.

Le besé su cuello, que la volvía loca, y toqué a placer sus pechos grandes, ajustados, carnosos, duros.

De un empujón me tiró en la cama y me quitó el calzoncillo mientras besaba mi pecho. Fue bajando con su lengua y sus labios hasta el ombligo, y así, hasta el pene.

Se lo metió poco a poco en la boca y creí irme del placer.

No quise eyacular ahí, y me puse yo arriba, mientras le sobaba el pecho. pronto mi Madre cogió mi pene y lo dirigió a su húmeda cueva.

Y penetré a mi amor, a mi Madre a la primera.

Hundí mi falo en su cueva, en ella, la poseí, mientras ella se estiraba de placer y me ofrecía su cuello para que lo besara.

Me agarré a sus hombros y la besé en la boca, y así eyaculé mientras le acariciaba el cabello.

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