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Mi hijo, mi chulo

Mi hijo, mi chulo

Tuve a mi único hijo a los 19 años. Su padre y yo nos separamos al poco tiempo del nacimiento de David. Él fue y es el centro de mi vida.

Intenté educarle de manera liberal, pero dejando que eligiera su camino. No se parece ni a su padre ni a mí. Y desde pequeño se le vio una gran personalidad.

Desde que nos separamos, yo sólo había tenido esporádicas relaciones sexuales con hombres que no llegaban a conquistarme.

Una noche, cuando volvía de hacer el amor con un hombre también separado al que había conocido, y habiendo sito la cita un verdadero desastre, al menos para mí, mi hijo me estaba esperando en el salón en calzoncillos, como solía andar por casa. Me extraño que tan tarde no estuviera durmiendo, estaba de exámenes.

Le pregunté y me dijo que me esperaba. Pensé que tenía algún problema personal que compartir conmigo, quizás alguna chica, mi hijo ya tenía 16 años. Pero, sin embargo, preguntó sobre cómo me había ido la noche con el tío con el que había estado. Le dije que bien. Y el preguntó:

– ¿Estás satisfecha?, ¿te has corrido bien?.

Inmediatamente le regañé por esa falta de respeto. Él replicó que sólo quería saber cómo me lo había pasado, si tenía una vida sexual satisfactoria. Le contesté la verdad, que desde que me separé de su padre no había encontrado un buen hombre. Y seguido le recriminé por qué le importaba mi vida sexual.

– Porque yo sabía eso, yo sabía que te hace falta sexo. Buen sexo.

Sin timidez, se abalanzó sobre mi en el sofá. Yo lo aparté como pude y me enfade mucho. Pero él se levanto y siguió insistiéndome, diciéndome que era una puta y que me iba a follar, que sabía lo puta que era.

Yo no podía salir de mi asombro, que esas palabras salieran de la boca de mi hijo, que me besara el cuello, que estuviera totalmente empalmado…

Me quedé atónita, sin moverme, el comenzó a tocarme todo el cuerpo, en especial mis pechos, los cuales dejó al desnudo desatándome la blusa. Mis pezones reaccionaron a las caricias de mi hijo de forma natural.

Cuando me quitó las bragas y se bebió todo de mí, había llegado a un estado de excitación que era inevitable que me corriera jodiendo con mi hijo. Me dio la vuelta y sin vacilaciones me la metió de un golpe en mi coño.

No paró de empujarme con fuerza hasta que se corrió dentro de mí. Pero cuando terminó, su polla seguía dura como si no hubiera vaciado, al verla de esta forma, se la chupé con pasión hasta dejarla bien limpia, y él volvió a follarme.

Esta vez me corrí como una loca y él terminó eyaculando en mi cara, mientras me decía: “¡Qué madre más puta tengo!”.

Después de esa noche, vinieron muchas otras. Con el tiempo, a mí hijo se le acentuaba la vena sadomasoquista, y a mí la mía. Cuanto más me insultaba, me cachetaba o humillaba, más guarra me sentía y más disfrutaba. A él le pasaba lo mismo.

Ya habíamos fantaseado con la posibilidad de introducir a otro hombre en nuestras experiencias sexuales. A ambos nos excitaba mucho la idea.

Un Viernes por la noche, después de llegar del trabajo, mi hijo no se encontraba en casa. Imaginé que habría salido con sus amigos. Cuando estaba en la ducha, sonó el timbre.

Tuve que ir a ver quién era con una toalla liada. Era mi hijo, pero no venía solo, acompañado de tres chicos más que no conocía.

Mi hijo los presentó como sus amigos y dijo que habían venido a verla, que sus amigos me querían conocer.

Claro, en la situación que me encontraba no era para saludos, así que me disculpé para ir a vestirme. Mi hijo me siguió al dormitorio.

Mamá, son tus clientes.

¡Qué dices, David!.

Me han pagado 100 € cada uno por follarte. Tienes que portarte cómo una buena putita para dejarlos contentos. Bueno, no te costará mucho esfuerzo, verdad.

Me obligó a ponerme un camisón cortito, que se transparentaba todo. En el salón “los clientes” se habían instalado cómodamente.

Mi hijo fue a preparar unas bebidas y yo me quedé sentado en el brazo del sofá mirando hacia la tele avergonzada.

Sabía que tenía clavada las miradas de los tres chicos y que se estaban empalmando viendo mi cuerpo. Llegó mi hijo con las bebidas y unos aperitivos.

Estuvieron charlando de sus cosas y yo fingía ver la televisión. Al rato mi hijo se levantó y empezó a acariciarme delante de los muchachos.

Me dio vergüenza pero me dejé. Miré a los ojos de mi hijo para saber si él realmente estaba disfrutando de la escena y de lo que seguramente iba a pasar. Sus ojos estaban llenos únicamente de deseo y lascivia.

¡Habéis visto lo buena que está mi madre!. Los cuatro se reían. Dos de los espectadores ya estaban con sus pollas infladas en la mano.

Me dejó totalmente desnuda y les contó cómo me había follado la primera vez y lo putona que era. Me ordenó que me sentara en el sofá y abriese las piernas.

Mi chocho se encontraba totalmente mojado.

Mi hijo comenzó a tocármelo y a exhibirlo, concluyendo sobre lo guarra que era por lo empapada que estaba. El chico que no paraba de cascársela desesperadamente, se acercó y me metió su pene en la boca.

Otro de ellos también se acercó, pero para follarme el coño mientras mi hijo me masturbaba el clítoris.

Ambos se corrieron casi al mismo tiempo, pero se quedaron con las pollas tiesas.

Era la primera vez que follaban. Evidentemente, yo ardía en deseos y necesitaba más para llegar al orgasmo.

Durante todo el tiempo miré a mi hijo y sabía que él estaba disfrutando de lo lindo. Tenía la polla en la mano y se masturbaba.

Yo le limpie bien la polla al que se había corrido en mi cara y después David pasó su mano por mi cara para restregarme el semen, metiendo luego los dedos en mi boca.

El tercero de los clientes era el mayor, debía de tener 20 o 21. Me tiró suavemente de los pezones y me mandó que me diera la vuelta, quedando de rodillas sobre el sofá.

Empezó a pasarme toda la mano por mi chocho bien abierto, lo que me ponía a cien, y le dijo a mi hijo que me quería follar por el culo, que pagaría 50 € más por hacerlo.

David aceptó y el muchacho me mojó el culo con el líquido de mi coño, metió un dedo y empezó a abrirlo.

De pronto me metió toda su verga por el coño. Me estremecí cuando sentí aquello, tenía una polla enorme y larga.

Cada vez que me empujaba llegaba hasta mis entrañas y me dolía, produciéndome al mismo tiempo un gran placer.

Sacó la polla del coño y comenzó a metérmela poco a poco por el culo, me dolía, pero cuando empezó a moverse me produjo tal placer que no pude contener más el orgasmo que llevaba. Me corrí como nunca, y mi hijo lo vio.

El tercer cliente se corrió dentro de mi culo y David también se corrió en una buena mamada que le hizo su madre.

Los amigos de mi hijo seguían con sus pollas tiesas totalmente preparados para seguir follándome.

Pero mi chulo les dijo que tendrían que pagar más, lo que no aceptaron y se marcharon.

Desde entonces soy la puta de mi hijo, pero una puta de verdad. Me prostituye y hago todas las clases de servicios.

Él algunas veces no puede estar presente, pero luego nos corremos como nosotros sólo sabemos cuando le cuento lo que he hecho en el día.

Él lleva las cuentas del dinero.

Es mi hijo.

Lo amo.

Y es mi chulo.

Cuando me bebo su semen me trago carne de mi carne.

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