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Ricardito I

Ricardito I

Es un poco complicado comenzar a contar ciertas cosas sucedidas hace tanto tiempo, hoy tengo más de cuarenta años y los hechos sucedieron cuando yo tenía unos cinco o seis años, mis recuerdos no son traumáticos ni nada por el estilo, pues creo haber disfrutado todo desde el principio, encontraba las situaciones muy divertidas y entretenidas, sin saberlo experimentaba cosas muy precoces para mi edad, sin embargo, no me las infligían, era yo mismo que las buscaba y me excitaba participar en ellas.

Una tarde de verano, tía norma, me llamó en voz baja:
—Ricardito … ven mi amor, no temas … ven …

—Si tía … ¿Qué quiere? …

—Te vi jugando a Papá y Mamá con tu primita Juana y tu hermana Mercedes …

—Si tía … siempre jugamos juntos a eso …

—Está bien, mi amor … pero te vi que estabas tocando a mi hija, tu sobrinita … la tocabas ahí abajito …

—Si tía … siempre lo hacemos … pero a Juana no le gusta tanto … ella no sabe jugar … Mercedes en cambio sabe jugar mejor … ¿por qué tía? …

—Por nada … pero a las nenitas quizás no les guste que tú les toques ahí debajo de sus vestiditos …

—¿Por qué no, tía? … porque cuando jugamos al doctor, yo siempre las toco ahí y nunca dicen que no … nunca …

—Parece que a ti te gusta jugar así con ellas, ¡eh! …

—Sí tía … cuando grande seré doctor …

—Qué bueno querido … hace falta un doctor en la familia … tú sabes que yo soy la mamá de Juana … ¿no te gustaría tener una paciente mayor? … como yo, que soy tu tía … quizás yo podría decirle a Juana que juegue mejor contigo …

—¿Lo harías tía? … a mí me gusta jugar con Juana …

—¿Y te gustaría jugar conmigo también? …

—¿Y a qué juego quieres jugar, tía? …

—¿Te gustaría jugar al doctor conmigo? … me tendrías que revisar … como lo haces con Juana …

—Pero tú eres grande poh, tía … me da un poco de vergüenza …

—Pero no importa, yo te iré diciendo lo que me hace el doctor cuando voy a verlo … ¿te parece? …

—¡Oh! que bueno tía, así aprenderé más rápido para ser doctor … ¡uy! que rico, tía …

—Sí, ahora entra a mi pieza para que me revises … ven …

Mi tía Norma, al pasar de los años, me enteré de que era una especie de devoradora de hombres, era madre soltera y tenía siempre novio, su fama no era de las mejores, pero a mi corta edad nada de eso me incumbía ni significaba algo para mí, así que le tomé la mano y entré a su cuarto:

—¿Dónde vamos a jugar, tía? …

—Aquí mijito … aquí en mi camita … ven …

Mi tía sin ningún pudor se acostó sobre su cama y se subió su falda hasta la cintura, dejando ver sus bragas celestes, sus largas piernas eran muy bien torneadas y cubiertas con unas medias transparente de color similar a su piel, quizás un poco más oscuritas:

—Ya doctor, quiero que me revise … no sé si todo está bien … no me duele nada, pero mejor si usted me revisa, doctor …

—Sí tía … pero tengo que bajarte … emh … tus calzones …

—No me digas tía … tu eres mi doctor … dime señorita y haz lo que tengas que hacer …

—Está bien … señorita tiene que bajarse sus calzones …

—¡Uy! doctor … ¿cree usted que es necesario? …

—Sí tía, eso tiene que ….

—No me digas tía … dime señora o señorita … tú eres el doctor …

—Está bien ti… quiero decir señorita tiene que bajarse los calzones … para poder revisarla … tiene que hacerlo ti… emh … señorita …

—Está bien doctor … ahora me los saco …

—¡Uy! tía … pero estás llena de pelos …

Mi tía tenía la marca de sus calzones, su piel era muy blanca, lo que hacía resaltar el negro de sus vellos púbicos, eran una selva de pelos que cubrían todo su sexo:

—¡Ja! … ¿no habías visto nunca una mujer mayor? …

—No tía … primera vez que veo una mujer que le salen pelos ahí … ni Juana, ni Mercedes tienen pelitos … ellas tienen todo peladito … ¿cómo te puedo revisar si no se ve nada con todos esos pelos? …

—¡Niño por dios! … no me llames tía … soy tu paciente … tienes que revisarme, tú eres el doctor …

Mi tía, estaba un poco ofuscada y un poco divertida, yo estaba anonadado por ver su sexo … o mejor dicho por no poder ver su sexo con esa maraña de pelos negros que cubrían toda su rajita vaginal, nadie jamás habría podido revisarla:

—Señorita … emh … usted debe tener un gran problema con todos esos pelos allí … me imagino lo molestosos que deben ser … veamos si logro arreglar este problema … emh … señorita …

—¡Ay! Doctor necesito su ayuda … y para que usted sepa … no son pelos … son vellos púbicos …

—Bien, señorita … esos vellos públicos deben ser el …

—¡Vellos púbicos! … no públicos …

—¡Emh! … señorita … esos vellos … puuubicos … deben ser el problema …

—¡Ay! ¿Doctor cree usted que es grave? …

—No lo sé todavía señorita … la voy a revisar …

En ese entonces me costaba mucho poner mis manos en medio de esos pelos que para mí eran un poco feos y asquerosos, falta de pulcritud y limpieza, estaba realmente reticente a tocarla, pero ella había abierto sus piernas y ahora sí que podía ver su vagina rosada y jugosa, pero con tanto pelo lucía amenazante para mis pequeñas manos, así que mi tía me tomó mi manito y la acercó a la tibieza de su coño:

—Doctor … esta parte de aquí arribita me hace sentir cositas …

—Señorita con todos esos pelos es normal que sienta eso que dice usted …

Mi tía tenía los ojos brillantes y se reía, no sabría decir si divertida o no, yo estaba muy nervioso porque ella me agarraba mi mano y me hacía sentir esos pelos, de pronto mi mano toco su humedad, y a pesar de sus pelos era suave y agradablemente temperada, bastante mojada, mi tía al parecer se hacía pipi, yo jalaba mi brazo para no ensuciarlo con su pipi, y ella me forzaba a tocarle su chocho y a mojarme con su pipi:

—Aquí doctor … aquí … siente esa cosa durita …

Mi tía estaba restregando su clítoris con mi mano, su respiración se había vuelto irregular y con jadeos, comencé a preocuparme por ella, si hubiese podido liberarme de ella me habría echado a correr, pero ella no me soltaba:

—¡Ay! Doctor … necesito que me masajee … un poquito más rápido, doctor …

Mi tía estaba forzando mi mano en el boquete de su chocho y trataba de tragarse mi mano … esa cosa peluda se quería comer mi mano … casi entro en pánico …

—Tía tengo miedo … tía … tía …

No había modo de detenerla, tenía mi bracito con sus dos manos y lo empujaba dentro de ella, gemía y gritaba, a todo esto, mi mano estaba dentro de su panocha y yo sentía la succión … algo me decía que tenía que seguirle la corriente y comencé a empujar mi bracito en su concha, se sentía muy caliente y mojadito … ¡le entró todo! …

—Así doctor … más adentrito, doctor … más …
Inicié una especie de meter-y-sacar de mi brazo y ella aumentó el movimiento de sus caderas y con largos gemidos y gritos …

—¡Oh! doctor … que rico, doc … siga doc … quiero más doc …

Estaba corcoveando y mi brazo le entraba casi hasta el codo, sentí por primera vez que mi cosita se me ponía durita, me toqué y efectivamente mi pene estaba duro, mi tía se dio cuenta y note que se alegraba, había dejado de menearse y tenía la mirada lánguida, cansada, pero estiró su mano y me toco …

—¡Uy! pero que tenemos aquí … ¿Qué es esto que estoy tocando? … parece que el doctor está caliente …

—Tía perdona, pero no me había sucedido antes … no sé porque se pone así … le preguntaré a mamá …

—¡No niño por dios! … a tu mamá nada … este será un secreto entre tú y yo … y de nadie más … haber, lo quiero ver …

Mi tía comenzó a abrirme los pantalones y me los bajó, me dio mucha vergüenza de que ella me mirara justo ahora que mi cosa se había puesto dura …

—¡Uy! pero si es una maravilla … está durito de verdad … quiero ver cuanto mide tu cosita … espera aquí, que tengo una cinta métrica para medirlo, no te muevas …

Me dejo por un momento ahí con los pantalones abajo y desapareció a buscar la huincha para medir, volvió, pero mi cosa se había puesto blanda …

—¡Ay! mi niño, has perdido tu erección … espera … no te muevas … ¿te lo puedo comer? …

—No tía … ¿y yo como hago después? …

—Estoy hablando en sentido figurado mi niño … no tengas miedo … solo le daré besitos y una que otra chupadíta … no te muevas …

Mi tía me recostó en la cama y comenzó a darme primero besitos y después poco a poco se lo metió en su boca y me chupaba mi pito, este empezó a ponerse duro otra vez y la sensación de sus labios me gustaba, cuando estaba en lo mejor disfrutando de la labor de mi tía, ella se detuvo …

—No te muevas … tengo que medirlo … veamos … umh … emh … cinco … seis … ¡oh! mi dios casi ocho centímetros … ¿Cuántos años tienes? …

—El próximo mes es mi cumpleaños … cumpliré seis y seré grande … iré a la escuela …

—Tú aún no lo sabes, pero ya eres bastante grande, mi niño … ¡oh! mi dios, sí que estas creciendo … ¡qué cosa más prodigiosa, mi dios! … ¡que cosita más rica! …

—Tía me gusto cuando te estabas comiendo mi cosita …

—¡Uy! que cabrón … y como si no … a todos los hombres les gusta … ¿quieres más besitos ahí? …

—Sí tía … me gustó mucho …

Mi tía me acomodó en la cama y me puso una almohadita en mi cabeza, así yo podía mirar como ella se comía mi pito …

—Ahora yo lo haré … luego tú me comerás a mí … ¿de acuerdo? …

—¡Pero tú tienes muchos pelos, poh! … ¿Cómo te voy a poder comer yo a ti? …

—¡Dele con los pelos! … ¡son vellos púbicos y todas las mujeres los tenemos! … decididamente no te gustan lo vellos míos, ¿verdad? …

—No tía, son feos … me gusta limpio como Juana o Mercedes …

—Te gusta el chocho lampiño de mi hija y de tu hermana … eso … ¿verdad? …

—Sí tía … me gusta así …

—Está bien … si me los corto … ¿te comerías mi cosita? …

—Sí tía … sí … sí está limpio …sí …

—Está bien … ahora te daré besitos y la próxima vez no tendré mis vellos … para que estés contento … así te comerás mi almejita …

—Que rico tía … ¿cómo vas a lograr quitártelos, tía? … ¿duele mucho? …

—No te preocupes tú por eso … yo lo sé hacer … quédate tranquilo … que ahora me como tu cosita …

Así diciendo empezó a besar mi pito que volvió a ponerse duro y estuvo largo rato, no sabría decir cuánto, pero a mí me vinieron como unos escalofríos que me gustaron mucho, pero me asustaron porque nunca había sentido nada parecido, estaba respirando igual que la tía cuando le tenía mi brazo en su cosita, quizás si ella también sentía algo así extraño y como gracioso, me hizo reír con mi respiración cansada y entrecortada, no salió nada de mi cosita, pero me quedo un poco delicada, como que me venían unos tiritones si ella continuaba a comerse mi pito que se había puesto blando sin que yo pudiera hacer nada …

—¡Ya! Bebé … que parece que te has corrido … has acabado, ¿verdad? …

—No sé tía, pero se sentía muy lindo … se me puso la piel como de gallina … y me gustó muchísimo …

—Sí, que te has corrido … que bien … ahora no lo olvides … la próxima vez me lo hace tú a mí …

—¿Y lo pelos, tía? …

—¡Ay! mi niño … pero si tienes como una obsesión con mis vellos … ¡VELLOS! … no pelos …

—Pues para mí no son tan bellos esos pelos tuyos …

—Está bien … ya te dije que me los cortaré … ¿contento? …

—Sí tía … ¿le puedo preguntar a mamá …

—¡Nada! crio por dios … a tu mamá nada … si no nunca más podremos jugar tú y yo … ¿entendiste? … ¿está claro? … este es un secreto … solos tú y yo lo sabemos … nadie más lo debe saber … ni una palabra a nadie … ¿entiendes? …

—Está bien, tía … ¿y Juana puede jugar conmigo? … ¿puedo decirlo a ella? …

—Tú no harás nada … si quieres que volvamos a jugar … si quieres sentir eso que has sentido hoy … no tienes que contarlo a nadie … ¿entendido? …

—Sí tía … entiendo … no diré nada a ninguno …

Algunos días después del cumpleaños de mis seis años, tía Norma me llamó en voz baja y me llevó otra vez para su pieza …

—Ricardito … ¿quieres ver a tú tía sin pelitos? …

—Tía … ¿no dijiste que se llamaban vellos? …

—Sí querido … así se llaman … y ya no los tengo … ¿quieres venir a ver? …

—Tía mi mami me está esperando …

—¿Tu mami? … ¿y que tienes que hacer con tu señora madre? …

—Pues que me tiene que comprar el uniforme escolar y eligió el día de hoy para ello …

—Justo el día de hoy tenía que ser … pues ni modo … cuando regreses yo te estaré esperando …

—Le puedo decir a mamá que nos apuremos …

—¡No, niño por dios! … a tu madre nada … no debes decirle nada … ¿entiendes? … ve con ella de compras y ya veremos cuando regreses … pero no le digas nada y tampoco la apures …

—Está bien tía …

Todo esto me daba a entender que lo que habíamos hecho ella y yo no estaba del todo bien, pero la experiencia fue para mi llena de sensaciones nuevas y que quería volver a sentir, así que mantendría el secreto a cualquier costo.

Nos fuimos con mamá al barrio Meiggs y me compró todo lo necesario para el colegio, regresando a casa yo quería vestirme con mi uniforme, me sentía impaciente y agitado como todo niño ante la novedad, mi tía Norma trató de llevarme a su pieza, pero para mí la diversión mayor era lucirme con mi nuevo uniforme, hasta que mamá me quitó mi traje para hacerle algunos ajustes, me puso mi traje de baño y me mandó a jugar afuera, teníamos la piscina llena de agua y me fui a chapotear en ella, mi tía estaba allí en un bikini blanco tomando el sol, apenas me vio me llamó …

—Ricardito … ven …

Mi tía miraba para todos lados, verificando que no hubiera nadie más que nosotros dos, sentada en su silla de playa, me tomó la mano y con su otra mano se bajó el calzoncito de su bikini …

—¿Puedes ver? … ahora estoy limpiecita … no tengo vellitos … ¿ves? … siente mi cosita …

Mi tía me restregaba mi mano con su chocho lampiño y mi cosita otra vez se empezó a poner durito, yo me toqué y mi tía me sonrió …

—¿Te gusta … verdad? …

—Sí tía … se siente limpio y lindo tía … tu cosita está más bonita, tía …

—¿Te atreverías a comerte mi cosita ahora? …

—Sí tía … ahora sí …

—Entonces … ven … vamos a mi pieza …

Mi tía me tomo de la mano y me llevo a su cuarto, estaba un poco en penumbras, pero pude constatar que mi prima Juana estaba adormecida en su camita del rincón …

—Tía … pero está Juana … no quiero que ella me vea …

—No seas tontito que la nena duerme y no te verá … no nos puede ver … no te preocupes … ven …

Se quito las blancas bragas de su traje de baño y me subió a la cama, quedé arrodillado al lado de ella … se había bronceado y la piel blanquísima cubierta por el bikini se notaba como con un resplandor propio … su chocho estaba allí en todo su esplendor … como cuando dios la trajo al mundo … limpiecito sin ningún vello púbico … me tomó la mano y la colocó sobre sus labios mayores …

—¿Te gusta? … sientes como está suavecita ahora … ya doctor … revíseme ahora doctor …

—Sí tía ahora está bonita, pero es mucho más grande que la de Juana o Mercedes …

—Sí, lo sé … pues ellas tienen que crecer … son pequeñitas aún y cuando serán grandes serán como yo … ¡ya! … comete mi cosita … me lo habías prometido … sí … cómetela …

—Bueno tía … pero la Juana se puede despertar …

—Pues hagámoslo calladitos … sin hacer mucho ruido … y si se despierta, te dejaré jugar con ella …

—¿De verdad tía, que me dejarías jugar con ella? … sí, pero tienes que comerte mi cosita … ya, no te demores más … cómeme …

La tía casi me empujó la cabeza sobre su vientre y después empezó a deslizarse hacia arriba, colocando su coño en mi boca, yo no me atrevía al principio, pues la otra vez como que se había orinado y no me parecía algo agradable, pero de alguna manera el olor terminó atrayéndome, comencé a jugar con mi mano en su vagina, ella inició una serie de gemidos, se contorsionaba sobre la cama y a ratos temblaba, mi pito otra vez estaba duro, ella comenzó a tocarme ahí y me saco el traje de baño, su mano abarcaba todo mi coso, los ojos de mi tía resplandecían, su mirada tenía algo de hechizante, yo no lo entendía en ese momento, pero mi tía era la lujuria en persona y estaba muy caliente, abrí mi boca que era más chiquita que su chocho, saqué mi lengua y quise sentir el sabor de mi tía, esa saladito, el olor era fuerte, pero no me desagradaba, por el contrario, como que mi bajo vientre sentía algo rico y placentero, las manos de mi tía en mis pequeños testículos y su continuo masaje a mi cosa durita se sentía muy rico, los jadeos de mi tía también me gustaban, ella me tenía encantado como en un hechizo, quizás tenía algo de bruja mi tía, aunque si bien su aspecto no era el de una bruja de esa de los cuentos de hadas, con nariz aguileña y verrugosa y con cara de color verde, ¡no!, mi tía era linda como una joven ninfa, su cara era muy bonita.

Mi boca les daba besitos a esos labios gorditos de ella, salía mucho líquido y mi cara estaba mojada con esa orina, pero ya no me disgustaba, sentía que debía de ser así, continué a darle con mi lengüita, con mucho vigor, hasta que tuve la mala idea de morderla:

—¡Chucha! … ¿pero que haces? … no tienes que morderme … esa partecita es muy delicada … me puedes tocar y besar … también me puedes dar un masaje con delicadez … pero nunca morderme … haces que me duela … no lo vuelvas a hacer … ¿entendiste?

—Sí tiita … pero me gusta … estaba tan rico que no me di cuenta … lo hice sin querer … me gusta mucho tía …

—Bueno … lo estabas haciendo bien … sigue por favor … sigue … pero méteme tú manito también … métemela toda … como la otra vez … ¿te recuerdas? …

—Sí tía … pero después te comes mi cosita … ¿sí? …

—Sí cabrón … sí que lo haré … pero has que me corra como una guarra … porque tu tía es una guarra … ¿lo sabes? … me tienes caliente y quiero que me hagas sentir una putita … has que me corra, bebé … hazlo méteme ese bracito tuyo, nené … métemelo ya …

Me acomodé en la cama, porque como no tengo estatura suficiente, ella no se puede comer mi pito cuando yo le meto mi mano, así que me resulta más cómodo arrodillado a su lado, en esa posición comencé a introducir mi puño con mis dedos abiertos y en puntita, encontré que así le entraba más rápido y fácil, muy luego mi tía comenzó a moverse con energía y a gemir más fuerte:

—¡Oh! chaval … mételo y sácalo más rápido … ooohhh ssiii … que rico se siente … más … más rápido … aaahhh … umpf … umpf … umpf … ssiii … ¡uy! que me viene … aaahhh … que me corro … asiii … ssiii … ssiii … ssiii …

Las piernas de mi tía estaban tiesas y sus muslos se juntaron muy fuerte que casi me dolió mi bracito, su chochito se contraía y como que se tragaba mi extremidad, por un momento sentí un poco de temor, porque mi tía se volvía un poco loquita, luego me di cuenta de que Juana se había subido a la cama y nos miraba:

—¿Qué están haciendo, mami? …

—¡Uy! mi niña, te despertaste … bueno … estamos jugando al doctor y Ricardito me estaba revisando … eso … estábamos jugando …

—¿Pero te dolió, mami? … por que te oí gritar … ¿te dolió mucho, mami? …

—¡No! mi niña … no me hizo nada de malo … no me dolió … él es muy bueno … ¿quieres jugar con él? …

—Pero mami … cuando jugamos él siempre me quiere tocar más a mi y no a la Mercedes … a veces me asusta, mami …

—¡Ay! niña … no hay razón de asustarse … yo les enseñaré a jugar … jugaremos al doctor todos juntos … Ricardito, ¿quieres jugar con la Juana? …

—Sí tía … sí … pero no se si ella quiere …

—Si … ahora sí quiere … acuéstate en la camita mi niño … tú Juana ponte sobre su cabeza … ¡pero sácate esos calzones, niña por dios! … que el doctor te tiene que revisar …

—Si mami … ¿pero el doctor así acostado? …

—No reclames, mi niña … que así también se juega … el doctor quiere saber a cosa sabe tu cosita … por eso tú te meterás sobre su cabeza … y yo seré la doctora que verá como sabe la cosita del doctor … después te enseñare a ti como hacerlo … ¡ya! comencemos a jugar … te gustará, Juana … te gustará …

Así me vi con el chochito de mi prima a centímetros de mi boca, estaba húmedo y tibio, puse mis manos en sus pequeñas caderas y comencé a besarlo y a chuparlo, sentí que mi tía envolvía mis bolas con su mano y comenzaba a magrear mi cosita hasta que se empezó a endurecer, sintiendo tan rico, comencé a comerme la almejita de Juana con voracidad, escuchaba las sonoras chupadas de mi tía y muy luego sentí esas cosquillas en mis cojones y estiré en forma involuntaria mis piernas, sentía un hormigueo por todo mi cuerpo y me vinieron varios tiritones, pero una vez más de mi pene no salió nada, pero las sensaciones eran increíblemente placenteras, instintivamente mi boca se cerró en la parte superior del pequeño chocho de Juana, comencé a succionarlo y lengüetearlo una y otra vez, casi con voracidad:

—¡Uy! mami … se me sale el pipi, mami … no aguanto más, mami …

—Sí mi niña … déjate llevar … suelta tú pipi … échalo en la boca de Ricardo … échalo, amorcito …

La pequeña Juana a sus nueve años convulsionaba y me meaba en la boca, por lo menos eso pensaba yo, pero después mi tía me explico que la niña se había corrido en mi boca, que no era pipi, era fluido que las mujeres pierden al momento, con mi corta edad no entendí mucho, no sabía si era bueno o malo, pero estaba seguro de que me había gustado el pipi de Juana, luego me dijo que yo también un día perdería un poco de flujo, que para los hombres es diferente, que ya lo aprendería con el tiempo.

Mi tía fue mi maestra, yo siempre he tenido tantos buenos recuerdos para con ella, quizás les pueda seguir contando más adelante … quizás … a ver si me animan ustedes …


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