Capítulo 2

D. José salió del dormitorio acompañado de su señora madre. Iba muy orgulloso de haber desflorado a su nueva esposa. Bajaron al comedor y se sentaron en una gran mesa rectangular, en la cabecera se sentó D. José, ya que ese era el puesto reservado al patriarca de la familia, justo a su derecha se sentaba su madre Doña Carmen, que en realidad era la que mandaba sobre todo, pero como era mujer no podía tener nada a su nombre y quien manejaba los dineros era su hijo.

¿Ella no bajará a cenar? Preguntó el esposo haciendo referencia a Julia.

Hoy no creo que tenga hambre, replicó su madre muy seria.

Semejante comentario no pudo por más que sacar una leve mueca de satisfacción en su prepotente hijo.

Al instante aparecieron dos jóvenes, los mellizos Carlos y Marta, de 16 años de edad. Carlos es delgado, tirando a fibroso, pelo corto rubio, al igual que su difunta madre, la primera mujer de D. Jose que falleció hace ya muchos años de unas fiebres. Suele vestir de traje sin americana, solo con el chaleco, para mayor disgusto de su abuela. Marta es morena y tiene una larga melena que se esmera en cuidar. Tiene unos ojos verdes preciosos y está en plena pubertad, sus senos aunque aún pequeños empiezan a destacar por debajo de las blusas que le obliga a poner la abuela y que tan poco le gustan. Le encantaría poner un pantalón para destacar su hermoso trasero, pero viste siempre como una verdadera “señorita” con falda larga.

Ambos son unos jóvenes díscolos y alocados, conocedores del inmenso poder de su familia en la zona, por lo que acostumbran a actuar de manera imprudente sin importarle las consecuencias para los demás.

Nada más llegar se sientan, Marta al lado de su abuela y su hermano enfrente de ella. Aun no bien se han colocado la servilleta cuando Doña Carmen exclama:

Querida nieta ¿se puede saber qué hacías esta tarde rondando al nuevo jornalero de la vendimia?

Le estaba dando la bienvenida a nuestra finca, replicó la niña con altivez.

Doña Carmen miró a su hijo y éste en seguida comprendió el significado de aquella mirada.

Después de cenar pasa por mi despacho Marta, dijo muy solemne D. José, su padre

¡Pero padre!

Pero nada, atajó inmediatamente Doña Carmen, dejando ver quien marcaba la autoridad en esa casa.

Marta agachó la cabeza resignada mientras su mellizo le daba patadas por debajo de la mesa.

Acto seguido Doña Carmen tocó la campanilla y por la puerta apareció María, el ama de llaves.

Ya puede servir la cena María

¿La nueva señora no cenará Doña Carmen?

No María, hoy seremos nosotros cuatro

¿nueva señora? Se preguntaron al unísono Carlos y Marta

Si hijos míos, quería esperar a mañana para decíroslo pero ya que estamos, hoy me he casado de nuevo, a partir de mañana conoceréis a vuestra nueva madre, dijo el páter familias

Ambos muchachos se quedaron en silencio

No se atrevieron a decirlo pero a ninguno de los dos les gustaba la idea.

La cena transcurrió en silencio, al terminar Don José le recordó a su hija que debía ir al despacho.

Marta, seguida de su abuela caminó resignada hacia el lugar donde sabía que iba a ser castigada.

Mientras el padre cogía una ancha correa de cuero que llevaba en la familia desde que D. Jose era pequeño y su padre la utilizaba en sus posaderas, la abuela ponía a la joven doblada sobre la gran mesa de despacho de roble que presidía el despacho de su hijo y que, en su momento había sido de su difunto esposo. A continuación le levantó la falda, estirándola a lo largo de la espalda de la joven y le bajó las bragas. Como si de un ritual se tratara se colocó un dedal en el dedo índice y otro en el pulgar de la mano derecha y clavó los dedos en el cuello de la muchacha por debajo de las orejas. La presión de esos dedos provocaba un dolor insoportable e impedía que se moviera.

Una vez preparada el padre se remangó la camisa y blandiendo la correa dio dos pasos hacia atrás para coger impulso y dando los dos pasos de regreso estampó la correa sobre el trasero desnudo de la muchacha

¡ZAS!

El sonido resonó en toda la casa.

Vaya alguno de los mellizos se la ha ganado pensó María al escuchar el golpe.

¡ZAS!

No se puede tontear con jornaleros

¡ZAS!

Si padre, perdón padre…imploraba la muchacha entre sollozos

¡ZAS!

Ayyyyyyyyy no más por favor padre…

D. José miro a su madre, pero esta no se inmutó, así que continuó el castigo

¡ZAS!

Desvergonzada

¡ZAS!

Ayyyyyyyyy no más por favor padre…

¡ZAS!

Eres una Gomez de Lasarte y Salazar y como tal debes comportarte

¡ZAS!

Así aprenderás a comportarte

¡ZAS!

Ayyyyyyyyy no más por favor padre…

¡ZAS!

¡ZAS!

Uno más…

¡ZAS!

Entre lágrimas se llegó al final del castigo. Espero que aprendas la lección le dijo la abuela

Si abuela, no lo volveré a hacer, lo prometo…y comenzó a subirse las bragas y acomodarse la falda.

¡Ahora vete a tu cuarto! Ordenó su padre

Muy despacio para evitar el roce de la falda sobre sus doloridas nalgas, Marta salió del despacho y se encontró con Carlos quien, como acostumbraban a hacer desde pequeños, había visto todo el castigo desde una pequeña rendija de la biblioteca del despacho que solo los mellizos conocían.

Subieron juntos al cuarto de Marta y allí la muchacha se tumbó boca abajo en su cama. Carlos agarró una palangana con agua fresca y un paño, le levantó la falda y le quitó las bragas. Con mucho mimo empapó el paño en el agua y le extendió dicho paño sobre sus encarnadas nalgas como si fuera una compresa para la fiebre.

Uffff resopló Marta agradecida por el frescor de la compresa ¡odio esa correa! Exclamó.

Hoy te han dado duro, le contesto su hermano, pero es que si te dejan te lo montas con el jornalero so guarra…

¡pero qué dices hombre, si solo estábamos hablando!

Si, si, hablando, anda que no conoceré yo esos ojitos tuyos libidinosos… como pierdas la virginidad la abuela te despelleja.

Lo sé, lo sé, no te preocupes hermanito.

Pasado un rato, Marta ya estaba más recuperada y Carlos le propuso ir a su habitación. Ambos cuartos estaban comunicados. Marta le dijo que no, si los pillaba la abuela le caería otra azotaina y esa noche ya no podría aguantar más, sin embargo Carlos tenía un as en la manga: La tremenda curiosidad de su hermanita.

En el cuarto de Carlos también había un pequeño agujero disimulado detrás de un cuadro por el que se accedía a la visión del dormitorio de su padre. Los dos jóvenes lo habían utilizado muchas veces para espiar a su padre cuando tomaba a María, el ama de llaves.

Tu verás pero yo quiero conocer a nuestra nueva madre… dejo caer Carlos

Ante eso Marta decidió que el riesgo valía la pena y, tras comprobar que su padre y su abuela seguían conversando en el salón, se dirigió a la habitación de Carlos. Juntos destaparon el agujero y vieron un bulto bajo una sábana, no se distinguía nada. Desilusionados ya iban a tapar el agujero cuando un sonido hizo que volvieran a mirar. Julia se había movido y la sabana que la cubría se había deslizado dejando a la vista su espalda y su culo.

Vaya, creo que ya ha probado la zapatilla de la abuela, exclamó Carlos al ver el culo enrojecido de la muchacha.

A ver, déjame ver, replicó Marta, ansiosa por comprobarlo con sus propios ojos.

Pues sí, pobrecita…

Y mientras lo decía su hermano le había levantado la falda y comenzaba a juguetear con el agujero de su ano que estaba desprotegido al no llevar bragas.

¡estate quieto! Me duele el culo

¡Pues házmelo con la boca como María! Exclamo Carlos, con su verga claramente endurecida.

Eso es para las criadas, las señoritas no nos lo metemos en la boca so guarro…

Venga va, solo un poquito…

Marta no podía negarle nada a su mellizo, sentía debilidad por él, así que se arrodilló y se metió la verga en la boca. Muy despacio fue lamiendo toda la verga desde el glande hasta la base, la estaba empapando de saliva y con la mano había iniciado un movimiento rítmico. Había aprendido el arte de las mamadas viendo como María se las hacía a su padre, así que se había vuelto una consumada profesional.

El ímpetu juvenil de su hermano hizo que no tardara mucho en descargar toda su leche en la boca de su hermana

Puagggg que asco, pero mira que serás cerdo…¡en mi boca no hombre!

Lo siento hermanita no me ha dado tiempo…esbozó a modo de disculpa.

Marta se dirigió al baño y escupió los restos que quedaban en su boca, se enjuagó y se lavó los dientes. En ese momento Carlos volvió a la carga levantándole nuevamente la falda por detrás e intentando penetrar su ano con un dedo…

Pero mira que eres pesado, ya te he dicho que no, además tu ya te has divertido, ahora me toca a mí.

El varón soy yo hermanita, así que yo mando y tu obedeces…replicó Carlos muy ufano

¿Le digo a padre que le has dado un azote en el culo a María y que por eso se rompió la bandeja? Acuérdate la paliza que le dieron a María ¿Qué crees que pasará contigo? Correa, correa, correa, comenzó a canturrear su hermana a modo sarcástico

Está bien chivata, ¿Qué quieres? Aunque esta me la vas a pagar

¡quiero miel!

¿Miel ahora?

Si, ahora

Apesadumbrado Carlos bajo hasta las cocinas sin que su abuela y su padre se percatasen y se acercó a María. Esta no estaba muy contenta con el muchacho pues por su culpa hace unas semanas le habían dado una soberana paliza con una cuchara de madera por haber roto una fuente. La pieza era un recuerdo de familia y Doña Carmen se había recreado en su trasero durante no menos de quince minutos.

¿Qué desea el señorito? Preguntó María fríamente

Miel, necesito un poco de miel

¿a estas horas, le duele la garganta?

Esto yo, bueno si, si, es eso me duele la garganta

Está bien, quiere también un poco de leche caliente

No, no hace falta María

La joven ama de llaves en seguida se percató que estaba haciendo alguna de las suyas pero le entrego un tarro con miel

Carlos subió silenciosamente las escaleras y entró en la habitación de su hermana. Nada más verlo, Marta se tumbó en el suelo, se levantó la falda y, así postrada boca arriba, abrió las piernas, dejando ver una pequeña mata de pelo que realzaba su pubis. Carlos comenzó a derramar el viscoso elemento sobre el clítoris de su hermana quién, al contacto de la miel con su piel comenzó a exhalar un leve suspiro. A continuación Carlos hundió su rostro en la entrepierna de su melliza y con la naturalidad de quien ya lo ha hecho otras veces, comenzó a pasar la lengua por toda la raja de su hermana retirando la miel que se deslizaba lentamente por sus pliegues.

¡Dios exclamó la muchacha! ¡No pares joderrrrrr! Exclamaba sin poder ocultar la excitación y el placer que la lengua de su hermano le estaba provocando en su conchita…

Carlos se aplicó bien en que no quedara nada de miel sobre la entrepierna de Marta y Marta…Marta estaba en el séptimo cielo… ¡Joder como disfrutaba de la comida de coño de su hermano! Tal era el placer que sentía que en un momento dado agarró la colcha que cubría su cama y la mordió con todas sus fuerzas para sofocar el grito que le provocaban los repetidos orgasmos que sintió en ese instante mJmmOmmDmmEmmmRmRRRRmm.

Mientras los dos adolescentes se dejaban llevar por sus mas bajos instintos, María, la fiel ama de llaves, estaba preparando su venganza contra el señorito Carlos. Se dirigió al amplio salón con la excusa de entregarle a Doña Carmen las nuevas zapatillas que había comprado esa mañana en la tienda del pueblo.

Señora, le traigo sus nuevas zapatillas, son de la marca slipper, de felpa negra, a juego con su ropa de luto, y con una suela de goma amarilla que dicen que es lo mas moderno del mercado. Tal y como me pidió son abiertas por detrás para que no le marquen el talón.

Muchas gracias Maria, ya no me acordaba, por favor agáchate y cámbiamelas.

Mientras se agachaba el trasero de la joven ama de llaves quedó en pompa y D. Jose la miró con lascivia.

Doña Carmen, siempre atenta a todo lo que ocurría le dijo: No me obligues a estrenar mis nuevas chinelas en tu trasero.

¡Madre, como se le ocurre, soy un hombre hecho y derecho! Respondió sensiblemente enfadado.

Todo lo hombre que tu quieras pero yo soy tu madre y si quiero todavía te pongo en mis rodillas para enseñarte compostura.

En ese momento interrumpió el ama de llaves. El que parece resfriado es el señorito Carlos, me acaba de pedir miel para la garganta ¿quiere que le suba alguna manta para la cama? Preguntó María, sabedora que Doña Carmen querría comprobarlo ella misma.

Estos niños, hay que tener mil ojos con ellos. Acércame la bolsa del cajón de la consola María.

El ama de llaves así lo hizo

Acompáñame María vamos a ver a ese enfermo

Si señora.

Los dos jóvenes oyeron subir a la abuela y rápidamente cada uno se fue para su cama pero a Carlos no le dio tiempo a limpiarse la boca de los restos de la miel y los jugos de la entrepierna de su hermana.

De repente se abrió la puerta de su dormitorio y en la puerta se distinguía la silueta de su abuela acompañada por el ama de llaves.

Vamos a ver a este enfermito, ¿Qué es eso que tienes en los labios?

Es, es la miel y mi saliva abuela…titubeó Carlos…

Ummmm exclamó la abuela. Date la vuelta que voy a tomarte la temperatura.

No tengo fiebre abuela, protestó Carlos

Pero la abuela no dio su brazo a torcer y, ante la atenta mirada del ama de llaves, el joven muchacho fue despojado del pantalón y del calzoncillo. La abuela abrió la bolsa que le había pedido a la Ama de llaves y sacó un termómetro. Lo agitó bruscamente en el aire y le dijo a Maria que se acercara.

Carlos estaba muerto de vergüenza, el ama de llaves, a indicaciones de su abuela, le estaba separando las nalgas y Doña Carmen le estaba introduciendo un termómetro por el culo ¡esto no podía ser más humillante!

Tras unos instantes que se le hicieron eternos, la abuela le sacó el termómetro del ano y dijo en voz alta, pues no tiene temperatura. Gírate y abre la boca y di aaaaaa.

Carlos obedeció y la abuela acerco su rostro a la boca del muchacho, pero no vio nada, lo que si notó fue un olor raro, fruto de la mezcla de la miel con la saliva y los jugos vaginales de Marta.

María baja a la cocina y tráeme el aceite de ricino

Noooo el aceite de ricino no abuela, por favor

Carlos, ya eres un hombre, no te comportes como un crio.

Pero el muchacho odiaba el sabor de ese aceite, además le provocaba retortijones y era muy molesto.

Has sido un niño goloso tomando miel a estas horas y necesitas un purgante, estate quieto y abre la boca

No

Ante esa infantil reacción Doña Carmen, sin mediar palabra, lo agarró por el brazo y lo puso boca abajo sobre sus rodillas. María dame mi chinela nueva que me parece que la voy a estrenar

PLAS

La chinela era ligera y manejable y la suela de goma amortiguaba el ruido del azote, pero era increíblemente dolorosa

Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyy exclamó Carlos

¿Qué pasa? Apareció Marta abriendo la puerta que separaba ambos cuartos.

Nada niña tu a lo tuyo, a dormir

PLAS

PLAS

PLAS

PLAS

PLAS

Los siguientes cinco azotes le sonaron a música celestial a la joven ama de llaves. El pedorro del señorito estaba recibiendo su escarmiento.

PLAS

PLAS

PLAS

No abuela por favor…

PLAS

PLAS

Es por tu bien Carlitos…

PLAS

PLAS

¿vas a tomarte el ricino?

Noooo

PLAS

PLAS

PLAS

PLAS

PLAS

PLAS

PLAS

PLAS

El trasero de Carlos palpitaba rojo escarlata por la tremenda azotaina que le estaba aplicando su abuela. El que había empezado pataleando, ahora solo lloraba e hipaba, totalmente entregado a su suerte. Finalmente aceptó su ración de aceite de ricino y se pasó el resto de la noche sentado en una bacinilla, sufriendo por el dolor en sus nalgas y por el escozor en su ano.

Doña Carmen bajó al salón y le dio las buenas noches a su hijo, no sin antes encargarle al ama de llaves que preparara el cuarto de invitados ya que D. Jose, al ser su noche de bodas, hoy no dormiría con su esposa.

Mientras María se afanaba en preparar la cama entró en el cuarto D. José que se abalanzó sobre la joven ama de llaves, esta cayó boca abajo sobre la cama a medio hacer. El señor le levantó la falda y le bajo las bragas. La joven muchacha se dejó hacer resignada. El escupió sobre su mano y la restregó por la raja de su culo, deteniéndose en el agujero del ano.

¡no por favor señor, contra natura no!

¡calla desvergonzada, no ves que hoy es mi noche de bodas y no puedo tomar a mas mujer que mi esposa! ¡hoy te tomare por detrás!

Noooo por favorrrr

Pero sin darle tiempo a decir nada mas D. José le tapó la boca con la mano y notó como una barra dura le estaba abriendo el culo y quemando las entrañas.

¡Dios el dolor era muy intenso!

El hombre se deleitó haciéndolo a cámara lenta, cada centímetro de su verga se deslizaba lentamente adelante y atrás, abriendo el esfínter de la joven criada, a la que las lagrimas le corrían por el rostro…

Las embestidas comenzaron a ser mas fuertes y D. Jose sacó la mano de la boca de la muchacha para agarrarse a sus pechos y así coger impulso para embestir mas fuerte, y mas fuerte, y mas fuerte, y más fuerte…

D. José se derramó dentro de su culo y María experimento una sensación placentera en su entrepierna que se transformó en humedad en unos instantes…¡la habían sodomizado brutalmente y se había corrido!

Entre dolorida y avergonzada se recompuso, terminó de hacer la cama y con evidentes molestias al caminar, abandonó el dormitorio…

Continuará

Continúa la serie