Capítulo 1

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  • Ella buscó ser sumisa

Ella buscó ser sumisa

El comienzo.

Sin saber ni cómo, ni porqué, las cosas en la vida se van uniendo de forma desconocida y muchas veces sorprendente. A ella, la llamaré María, le dió por escribir un relato y a mí me gustó y me dió por escribirla. Hablamos, hablamos y hablamos y nos acercamos en algunas posturas. Ella mujer curiosa e inquieta, quería experimentar la sumisión. Pero quería hacerlo despacio.

Presentaré a la dama y al caballero.

Ella es una mujer hermosa de lindos rasgos, ya pasó los cincuenta y se siente viva y llena de vida. Su vida fue anodina y digamos que feliz.

Desde hace un tiempo, experimenta la necesidad de exponer sus sentimientos al público y dejar ver esa parte oculta, sensual y sexual que todos tenemos. Mujer de uno cincuenta y seis, con las curvas bien moldeadas y definidas. Buenos pechos, buen culo y cara de niña. Mujer tímida y ahora abierta a una nueva experiencia.

El, un tío grande para ella. Uno setenta y cinco, cien kilos de peso, grande y fuerte. Seguro de sí mismo, bonachón e implacable.

El caso es que sus vidas se juntaron por casualidad, ella quería sentir y él estaba dispuesto a enseñarle un mundo nuevo, un mundo difícil, pero extremadamente placentero.

Ella deseaba, anhelaba, vivir nuevas experiencias, quería sentir hasta el extremo.

Él le dijo que la ayudaría, pero que solo ella y su mente, podrían alcanzar el nirvana. La vida es fácil, muy fácil, solo hay que dejarse llevar y no poner pegas. La mente te puede llevar donde quieras, donde desees. Solo tienes que pedirlo y se te concederá. Pero dejemos la filosofía y vayamos con la historia.

Tras unos intercambios de correos, de risas y de insinuaciones, por fin fueron al grano.

• María, ¿Qué quieres?

• Quiero vivir, todo eso que no es normal, todo ese morbo y esas situaciones límites, que llevan a soñar despierto.

• ¿Qué estarías dispuesta a ofrecer?

• A mí, mi cuerpo y mi alma. Sería suya, solo para usted.

• Bien María, yo te guiaré, no seré duro, no hará falta, pero habrá castigos. Todo inicio es costoso y el aprendizaje requiere mucha disciplina.

• Estoy dispuesta, haré lo que usted diga.

Tras casi un mes, después de estas palabras, se vieron una tarde en un hotel, hoy sería la prueba de fuego.

Cuando llegó María, Pablo ya estaba en la habitación. Vestía un pantalón de cuero muy ceñido sin más prendas en su cuerpo. Tenía cara de bonachón y su barriga le daba un aspecto noble.

María llamó a la puerta y al verlo su boca se abrió. Él era mayor que ella, más alto y más fuerte.

• Pasa María, ve hasta el pequeño salón.

María entro con su cara roja, sus pezones duros y su sexo chorreando.

• Desnúdate y ponte de rodillas

• Perooo….

• Ahí tienes la puerta, si no quieres, ciérrala por fuera.

María lo miró con ojos de pena. Sus ojos pedían una clemencia que no habría, una clemencia que quedó tras la puerta ahora empezaba el juego. María lentamente desabrochó los botones de su camisa, la sacó por sus brazos sin dejar de mirarlo. Bajó las manos a su falda, la desabrochó y la dejó caer. Pasó sus pies sobre ella y la lanzó lejos. Soltó los corchetes de su sujetador y lo sacó muy lento por sus brazos. Sus manos, instintivamente, taparon sus pechos. Notó sus pezones duros, muy duros, nunca los tuvo así. Lo miró y lentamente separó sus manos dejando ver esos pechos grandes y aun tiesos y duros. Llevó las manos hasta la cintura de su hoy elegido tanga y lo bajó hasta sacarlo por sus pies. Lo miró y se puso de rodillas frente a él.

• Las manos vueltas hacia arriba y sobre los muslos. Ella lo hizo.

Él la rodeó despacio, acarició su rostro, sus hombros y sus pechos. Notó la dureza de sus pezones y acarició todo su pecho con cariño. Ella mantenía baja la mirada, pero su sexo, ya era una fuente.

El, en silencio, se bajó los pantalones y quedó desnudo ante ella. La miró, levantó su barbilla y le dijo:

• Mírame, no dejes de mirarme.

Su polla gorda y digamos terciada, era apetecible. Se puso como a un palmo de su cara, cogió con fuerza su polla y empezó a menearla muy lento arriba y abajo.

María, lo miraba con deseo, esa polla le gustaba y le apetecía tenerla en su boca.

Pablo, impertérrito, meneaba su polla, ensalivándola de vez en cuando.

María, cada vez abría más los ojos y se relamía, como un chiquillo frente a un caramelo.

Pablo ya llevaba más de diez minutos, pajeándose frente a María y esta no aguantó más.

• Démela, por favor, deme esa polla.

• ¿Quién te mandó hablar? Serás castigada, pero al ser tu primera vez, solo serán diez azotes con la mano abierta.

María no dijo nada, nunca había sido azotada, nunca se había sentido tan excitada y nunca, nunca, nadie se había pajeado frente a ella.

• Levántate y dóblate sobre mis rodillas.

María se levantó, lo miró y tomó la postura, una postura muy humillante que le excitó sobre manera.

• Quiero que cuentes, si te equivocas, empezaré de nuevo.

Pablo acarició lentamente el suave culo de María. Levantó su mano y la dejó caer con fuerza.

• Unooooo

Volvió a acariciar el culo y ahora en la otra nalga, estampó de nuevo su mano.

• Dooos

El culo de María empezaba a tornarse rojo y se estaba calentando.

Nuevamente, levantó la mano y la dejó caer con fuerza sobre el culo de María. Esta vez el culo le picaba y María llevó su mano para frotarlo.

• Dos azotes más, ¿Quién te dijo que te acariciases?

• Treeees

María empezaba a llorar por el dolor de su culo, pero su excitación era mayor que el dolor. Estaba empapada, nunca se había sentido así. Pablo le siguió pegando hasta llegar al sexto azote. Aquí acarició su culo y llevó dos de sus dedos hasta ese húmedo, muy húmedo coñito.

• Ahora voy a follarte muy lento, contaré hasta cincuenta y si te corres, te tendré una semana atada del techo.

Pablo introdujo dos dedos en el manantial que María tenía entre sus piernas. Lentamente, muy lentamente, fue metiendo y sacando sus dedos, mientras María hacía verdaderos esfuerzos para no correrse. El dolor, el calor y el placer, le estaban volviendo loca y su cuerpo, le pedía a gritos un orgasmo. Cuando Pablo paró, casi se lo agradeció, pero se contuvo a tiempo de hacerlo.

Sin previo aviso, la mano de Pablo se posó seca y dura sobre su culo, produciendo un picor y calor, para ella extremos.

• Siiiieeeeteeeee

Una caricia y un nuevo azote, ese calor subía por su estómago hasta sus pezones produciéndole un placer nuevo, desconocido. Un placer que tenía que aplacar.

• Nueveeeeeeeeeeee

María estaba al borde del orgasmo, su sexo, sus pezones y su cuerpo pedían a gritos que se dejase ir. Pero ella era tenaz y no se dejaría ir tan fácil.

• Diiiiieeeezz

Ya solo le quedaban dos, los dos del castigo. El calor de su culo subía hasta su cabeza y la tenía loca. Su coño palpitaba como un corazón y tenía que hacer grandes esfuerzos para contenerse. Los dos últimos azotes, fueron los más difíciles, algo dentro de ella no quería que Pablo parase. Se mordió los labios y apretó sus manos cuando dos de los dedos de Pablo entraron en ella.

• No te corras, no se te ocurra.

Estaba al borde del desmayo, su sangre era un circuito de fórmula uno. Lentamente esos dedos entraban cada vez con más facilidad en ella. Pablo aceleró el ritmo y por fin dio la orden.

• Ya puedes correrte, ya puedes.

María tensó su cuerpo, su sexo se hizo agua, de ella brotó una cascada y empezó a temblar, temblaba y temblaba sobre las piernas de Pablo. Sus ojos en blanco y sus manos laxas, denotaron su gran excitación, por unos segundos perdió la conciencia.

• Ahora puedes hablar.

• Gracias, señor, muchas gracias, casi me vuelve loca, así da gusto ser castigada.

• Ahora vuelve a ponerte de rodillas, ya sabes la postura.

María se puso de rodillas y nuevamente saqué mi polla y empecé a meneármela muy lentamente frente a su cara. Subía y bajaba mi mano descubriendo mi glande muy, muy cerca de la cara de María. Esta solo miraba y no movía ni un músculo. Sus pezones ya estaban duros y sus ojos brillaban por la excitación. Ella no se movía, permanecía quieta con sus ojos fijos en los míos. Los abrió todo lo que pudo cuando de mi polla empezó a brotar la orina.

• Abre la boca y traga.

María, abrió su boca y yo acerqué mi polla a su boca, ella la abrió y comenzó a tragar, hasta que terminé de vaciarme en ella y seguí con mi paja. Mi mano ahora iba más rápido, el haberme meado sobre María me había excitado y esa sumisión en ella aceleró mi orgasmo.

• Abre la boca, rápido.

Me acerqué a ella y le metí mi polla en la boca a la vez que de ella brotaban tres chorros de semen que llegaron hasta su garganta. María tuvo una arcada, pero consiguió pararla, cerró sus labios en torno a mi polla y me la lamió hasta la última gota.

• Muy bien, has sido una buena puta, mantente ahí quieta.

María era buena alumna y aprendía rápido, en pocos días podría sacarla de casa y presentarla en sociedad. Me preparé la comida y le puse la suya en un plato bajo la mesa. Como una perrilla, rebañó todo lo que había en el plato y rápidamente volvió a ponerse recta mirándome. Yo terminé mi comida y le mandé recoger los platos, fregar y ponerme un café. Me senté en mi sillón favorito y esperé que llegase María con el café. Lo dejó en la mesita que había al lado del sillón y volvió a su postura.

• Chúpame la polla, perra.

María se acercó a mí, sacó con delicadeza mi polla de los pantalones y los slips, pasó su lengua por todo el tallo y terminó engulléndola, acogiendo gran parte de ella en su boca.

Como no podía usar las manos, alguna vez se le escapaba y rauda volvía a buscarla con la boca para volver a acogerla dentro.

Subía y bajaba su cabeza sobre mi polla, follándose la boca. Lentamente el placer se iba apoderando de mí, cerca del éxtasis final, eché mis manos a su cabeza, icé mi pelvis y me follé su boca hasta vaciarme en ella. María tragó toda mi corrida y le ordené abrir sus piernas, adelantar sus manos y tocar el suelo con su frente. Así en esa postura, podía apreciar cómo brillaba su coño por la excitación. De momento no tendría premio.

Después de ver una película le ordené arrodillarse hacia delante. Con sus piernas bien abiertas y sus manos en el suelo, manteniendo la espalda bien recta.

Así apreciaba su coño totalmente húmedo y como una pequeña gota de su flujo se deslizaba entre sus muslos. La estuve admirando unos minutos y le pedí que se diese la vuelta y me mirase.

Ahora con las piernas abiertas todo lo que puedas y de rodillas, vas a poner tus manos en el suelo detrás de tu espalda. Así podía apreciar sus pechos aun tersos y su babeante coño, ya casi chorreando.

Ahora ponte recta y echa tus manos detrás de tu cabeza, así has de esperarme todos los días, estarás en la puerta esperando que llegue. Aprende bien estas posturas, ya te iré enseñando más. Ahora túmbate en el suelo y mastúrbate para mí, no pares hasta que yo te lo ordene y puedes y debes correrte muchas veces.

María se tumbó frente a mí con sus piernas totalmente abiertas y mostrando su humedad. Se acarició el coño y rápidamente pasó a su clítoris, al poco de acariciarlo, se corrió como una perra. Tendría que enseñarle a pajearse, al menos delante de mí.

Vi como dos de sus dedos desaparecían dentro de su coño y se dedeaba con suma rapidez, lo que le llevó a un segundo orgasmo en muy poco tiempo.

María gemía y gritaba por el placer que ella misma se estaba dando y por la excitación de hacerlo frente a mí. Yo por mi parte también me estaba excitando al verla correrse como una auténtica perra.

• María, ponte en cuatro.

María se puso en cuatro ofreciéndome su culo y esto me tentó, me tentó mucho. Me levanté fui hacia uno de los cajones del salón y busqué un bote de lubricante. Lo eché sobre su agujerito y metí mi dedo en él. Mi dedo entró sin dificultad, diciéndome que no era la primera vez que ese agujerito era penetrado.

Metí otro dedo y otro más, ese agujerito se dilataba con suma facilidad. Una vez tuve dilatado el agujerito, acerqué mi polla, puse mi capullo a la entrada y empujé, hasta traspasar su anillo, María gimió, pero no se movió ni dijo nada.

Espere un poco, sintiendo como ese culo apretaba mi polla. Volví a empujar y metí un poco más de la mitad, esperé otro poco, esa sensación de estruje que me producía su culo, me gustaba. Por fin di otro empujón y tirando de su pelo, se la metí entera. Sujeté una mano a su cadera, mientras con la otra tiraba de su pelo. Cuando sacaba mi polla, me aferraba a su cadera y cuando la metía, tiraba de su pelo.

María gemía moviendo su cuerpo al compás del mío. Entraba suave en ella sintiendo el roce de las paredes de ese aun apretado culo y la sensación de poder que proporcionaba taladrarlo.

Tras unos minutos, disfrutando de ese lento mete y saca. Sujeté a María por sus muñecas y le di con todas mis fuerzas, hasta terminar vaciándome dentro de su culo. María terminó extendida en el suelo con mi polla clavada y mi cuerpo sobre el suyo. Tras un buen rato, aun cuando mi polla ya se había salido, me levanté y la mandé a asearse. Yo ahora voy a salir, ya sabes cómo has de esperarme.

Salí sonriendo de la casa, María era una buena sumisa y una buena puta. Aprendía muy rápido y pronto le sacaría de la casa. Fui a tomar un vino al bar de siempre y leí la prensa del día. Cuando volví, María estaba de rodillas con las piernas bien abiertas y sus manos en la nuca.

• Buena perrita, sígueme hasta el salón. Ahora en esa postura, te vas a poner en cuclillas.

María lo hizo, se puso en cuclillas dejando casi un palmo entre su coño y el suelo. Fui a la cocina y busqué un buen calabacín, le puse un condón y lo apunté a su coñito.

• Voy a preparar la cena, ni te muevas.

Después de más de media hora volví con una tortilla francesa para mí y un revuelto para ella.

Algo más de la mitad del pepino ya se alojaba dentro de su coño.

• Te dije que no te movieras, ahora estarás así hasta la hora de ir a dormir.

Le di de comer, para que no cambiara de postura y me senté a comer yo. Notaba como lentamente el calabacín iba desapareciendo dentro de su coño. Cuando terminé de ver la televisión, María temblaba por el esfuerzo y el calabacín ya había desaparecido dentro de su coño. A duras penas la puse de pie y le puse también su tanga.

• Hoy dormirás con él dentro, si lo necesitas puedes masturbarte, pero bajo ningún concepto puedes sacarlo. Mañana me despertarás chupándome la polla.

La mandé tumbarse a los pies de la cama y yo me tumbé en la cama. Con los primeros rayos del sol, sentí como la boca de María, engullía mi polla.

Su cabeza subía y bajaba sobre ella como si fuese un coño. María mantenía sus manos en la nuca y el calabacín en el coño. Chupaba con ganas mi polla buscando sacar de mí toda mi esencia. Bajé mi mano hasta su pezón, duro como una piedra y lo apreté, lo apreté con fuerza. María abrió su boca, lo que aproveché para meter toda mi polla dentro y con mis manos en su nuca le follé la garganta.

Esto parece que le pilló de sorpresa y una arcada salió de su boca, haciendo que casi expulsara el calabacín.

Parece que le gustó, pues mantuvo como pudo sus arcadas para que ese tubérculo entrara y saliera de ella. Yo ya no aguantaba más y apretando con fuerza su cabeza, descargué dentro de su garganta. María me miró y se relamió, no podía hablar, pero sus ojos lo decían todo.