Y bueno de un tiempo hacia aquí soy yo el que no la deja satisfecha, ya que no sé si por aburrimiento o que, termino corriéndome antes, y le tengo que hacer unos dedos porque sino le irrita mucho otra penetración, digamos que últimamente esta caliente de veras y yo la dejaba a medias, tonto de mi, aunque siempre he tenido claro que nunca me engañara.
Instalada en el departamento frente al mar sus días transcurrían entre la playa, donde aprovechaba para broncear su bien proporcionado cuerpo pese a los casi 50 años que tenía (le hubiera gustado hacer "topless" como cuando viaja al exterior pero ya se sabe que en el país ello no está permitido en cualquier playa) y las salidas por el centro de la ciudad donde generalmente cenaba antes de ir al cine o a otro tipo de espectáculo.
Yo mientras tanto seguí con mi tarea, que la verdad no me disgustaba. Le daba vueltas con mi lengua alrededor del glande, me detenía en la corona, en el frenillo y trataba de introducírmela toda en mi boca lo que no era posible debido a sus dimensiones. Le acaricié los testículos con mi mano y él empezó a estremecerse.
Mientras yo le daba a la lengua, mi marido se recuperaba y empezó a moverse como para penetrarla por el culo. Obviamente, con solo ver sus glúteos parados y carnosos daba ganas de ponérsela. La ubicamos en posición y la lubricamos un poquito.
Me voy a entregar toda, es para ti, haré lo posible por disfrutar lo mas que pueda! Para eso mi mujer ya tenia el hinchado y gordo pené de Frank en sus manos y se preparaba para darle una fabulosa besuqueada enfrente de mis ojos.
El pasaba siempre en su auto enorme, saludando parcamente, mi marido se iba al trabajo muy temprano a las seis de la mañana volviendo a las siete de la tarde de lunes a viernes, mis fantasías fogueadas con mis visitas a la pornografía, cada día me llevaban más cerca de caer en el pecado, en el sexo caliente que en mis venas sentía fluir.
Y por eso, algunas noches, cuando salimos a la calle, ella se pone una falda muy corta, se deja las braguitas tanga transparentes, se coloca las sandalias de alto y fino tacón y me coge de la mano para salir a dar una vuelta y a sentarnos en una terraza, donde inexcusablemente abre mucho sus muslos para que todos vean sus braguitas mientras me susurra al oído que se siente como una puta salida y muy excitada porque, al verla, todos sepan que lo es.
Mi esposa se mordía el puño moviendo la cabeza a uno y otro lado tratando de no gritar; las tetas subían y bajaban con la agitada respiración, hasta que no pudo aguantar más y en medio de contorsiones y gemidos llegó al orgasmo, tapándose la boca con ambas manos.
Nos metimos en el baño y cuando nos desnudamos ellas comprobaron que yo ya estaba empalmado. La japonesa era una auténtica monada. Estilizada; de rostro sumamente bello; pechos finos pero exquisitos. Mi mujer en cambio es más robusta como yo.
Me excitaba tanto la idea de que el tipo se la cogiera que se lo dije abiertamente y la convencí de que lo llamara pero que el creyera que yo no sabía. Al fin lo logré y oí la conversación; él le recordó la primera vez y hablaron de cuando la desvirgó en un paseo en el baño de la finca de recreo en una madrugada.
Pero nuestro vecino, Jaime, no venía para quejarse, al contrario, llegaba a mi hogar en señal de gratitud. Le dijo a mi esposa que apreciaba el favor que le hacía a su niño. Ella dijo, que no se hiciera problema. « Sabré como tratarlo, no tiene nada que temer ». « No lo pongo en dudas, pero me gustaría estar presente ». La petición le pareció descomunal a Florencia, pero los hizo pasar y colocó una silla al pie de la cama para que el padre de Hernán tomara asiento.
Me encuentro paralizada por el temor. Entonces siento como empieza a besar mi vagina abriéndose paso lentamente, con su áspera lengua, a través de mis labios, jugueteando con mi clítoris, hasta que todo se vuelve más húmedo, y más, me pone a mil, su lengua, su gran, gran lengua entra y sale suavemente de mi concha.
La autopista terminó y el ingreso a una ruta angosta, sin luces hacían aún más negra la cinta asfáltica, no bajo la velocidad y le pareció ver sobre la frente de Carlos una gota de sudor, las luces del automóvil a pleno, daban seguridad en el manejo a Claudia, una pequeña llovizna requirió del limpiaparabrisas, un murmullo se escucho , bajando la radio se hicieron audibles las palabras.
En fin, que el caso de mi esposa era extremadamente difícil, ¿Cómo conseguir realizar mi fantasía?. ¿Proponérselo? Imposible. Lo más probable es que se lo contase a nuestros hijos para entre todos llevarme al psiquiatra. Eso en el mejor de los casos. En el peor podría ser incluso que me sacase de casa.
Comencé a fijarme en su hija, una preciosa niña rubita de 18 años cuando yo tenía 23 y descubrí maravillado que tenía una madre que parecía su hermana y que todo el mundo se giraba para observarla el movimiento de culito, ella tenía en ese momento 40 años, no sé si inconscientemente por esa visión, acabé tirándola los tejos a su hija y nos convertimos en novios.
Como había tomado algunas copas se me ocurrió reírme, aprovechando cualquier momento, pensando en lo sucia que era tía Marta. Cuando Ricardo me toca el culo tomo antes las medidas higiénicas pertinentes, pero lógicamente en aquella ocasión no estaba preparada.
Nunca estuvo claro por qué los padres de René Paso, que terminaron ambos sus estudios secundarios en la escuela de la iglesia San Ramón, nunca hicieron tratar el caso de su, digamos, hijáceo y lo/la dejaron crecer así, desprosvita de identidad de 12 años que ya desde los 9 era portadora de cierta fama en la succión peniana de los hombres de cualquier edad de Fray Luis Beltrán, la ciudad del interior de la provincia de Santa fe que los acoge a todos desde siempre.
Jamás había hecho a nadie partícipe de sus fantasías, las cuales alimentaba en la contemplación de fotografías y videos en la red. El chat le atemorizaba, ante la posibilidad de que le propusieran un contacto real. Sin embargo, aquel anuncio captó su atención e hizo crecer su inquietud y sus deseos de probar.
El caso es que llegó el verano y yo dejé de tener que ir tanto a trabajar, no así mi mujer. Un día el niño se encaprichó con la piscina de la azotea y mis dos monumentos nos acompañaron. Buf, Patricia con un bikini gris plateado, de cordel por la espalda y Cristina con uno negro.
Ahora sus pezones estaban duros y Cacho los mordía con evidente placer. Tomás se bajó el pantalón, y en un instante pude ver como su miembro erecto por completo, se perdió dentro de la vagina de mi esposa. Ella asimiló el embate sin resistirse, tan solo se mordía los labios
Después de lo paso con el tío y fue causa de recelos e indignación, y al mismo tiempo fue excitante, estuve pensando durante dos días, pero sin lograr el sueño, pensado como pudo mi mujer hacerlo con el y como pudo comer tal vergón, yo pensé que ella mentía, decidí ver esto a fondo
Sentía como el glande se llenaba de sangre en cada latido y mis huevos iban tomando una dureza fenomenal. Imaginaba esos pezones duros apuntando al cielo y deseaba chuparlos hasta más no poder, mientras con mis manos juguetear entre sus rajas.
La cantárida nos desinhibió totalmente a ambos, pero especialmente a mí, que me porte obscenamente cuando su lengua iba y venia como un pincel, por mis labios mayores. Mientras que yo me acariciaba los pechos y tiraba sin saber que hacia, presa de la lujuria más frenética de mis pezones.
En ese momento estás con la polla tan tiesa y el coño tan húmedo que nos da igual a ambos. Que queréis que os diga. Un sueño, aquello es como un sueño. Yo que nunca me había acostado con otra mujer que no fuera la mía, estoy con dos!
Poco a poco nos fuimos desnudando y una vez en la cama le recorrí todo su cuerpo con mi lengua, primero me detuve en sus pezones hasta que se pusieron firmes, luego en su vulva jugosa, chupándola y observando como se retorcía de placer.
Ella sintió todo mi pene erectísimo sobando su culito y sus mejillas se encendieron por la excitación y me miraba diciéndome con los ojos que continuara. Ella se agachaba haciendo que observaba algo por la ventanilla del bus y yo apretaba mi pene contra su culito.
Cuando llegue del trabajo me lleve una sorpresa, la casa estaba con la luz apagada y yo desde afuera no sabia si ella estaba dentro, cuando entre en la casa me lleve una sorpresa, ella estaba en el sofá esperándome, llevaba puesta una vestimenta que yo no había visto jamás, era alucinante toda extraña, unas botas de tacón de aguja, que le llegaba hasta la rodilla, unas medias negras cogidas por un corsé muy ceñido
Elisabeth ya había vuelto e intentaba paliar la falta de haberse corrido de Vanesa. Las dos me dijeron que lo entendían, que no podría empalmarme tan pronto, pero en un resto de amor propio mi polla volvió a ponerse dura. A mí también me sorprendió pero es que aquello era lo que nunca había ni siquiera soñado, las tres hermanas.