Capítulo 1

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  • Hombre Mayor / Esposa Joven I: Mi mujer y el Dr. Bustamante

Hola mi nombre es Jorge, soy argentino tengo 60 años y vivo en Buenos Aires. Actualmente resido en Capital Federal junto a mi esposa Alejandra, una rubia muy bonita de 36 años. Ella es mi amor, mi locura mi todo.

Con el paso de los años y con una vida resuelta me volví un tanto sedentario, estoy algo excedido de peso, la calvicie va ganando terreno y digamos que soy un poco reacio a la actividad física y eso me acarreó algunos problemas de salud.

En cuanto a mi rendimiento sexual diría que cada vez me cuesta mas tener erecciones y cuando lo logro eyaculo casi al instante y en cierto modo me perturba y me siento frustrado más que nada por Ale, mi mujer.

Mi señora necesita tener relaciones porque es una mujer joven y activa, aunque dice comprenderme cuando al minuto de estar sobre ella no me puedo contener y eyaculo, me llena de besos y me dice que le encantó hacerlo así, un «rápido y furioso», como le gusta describir nuestro momento íntimo y que para ella fué suficiente. Pero en el fondo sé que me lo dice solo para dejarme tranquilo porque tengo la sensación de que mi esposa se queda con ganas de más.

En cuanto a Alejandra está en su plenitud sexual. Con sus 36 años su cuerpo es un deseo, tiene tremendas curvas además de un rostro que transmite mucha paz y una mirada que enamora.

Destaco que conserva ese cuerpo idéntico a cuando la conocí siendo ella promotora de Turismo Carretera, una categoría automovilística de competición de la República Argentina.

Ale es «el sueño del pibe», la mujer que siempre quise tener y no me arrepiento de haber dejado todo por ella. Me divorcié de quién era mi esposa en esos años y con la promotora de T.C nos fuimos a vivir juntos. Alejandra me devolvió las ganas de todo, me reinició el sistema y pude cargarme de juventud. Mi rubia es la mujer perfecta, dulce, femenina y pasional.

Recuerdo aquel día en que fuimos a una clínica privada y me enteré del problema de salud que me aquejaba: hipertensión arterial y arritmia cardíaca y ahí fué cuando todo empezó.

Yo llegué primero y aguardé a mi mujer quien me mandó un audio aduciendo que la espere porque tenía un retraso.

_Estás embarazada?_ pregunté exultante, y ella entre risas me respondió _Nooooo tontito!!, acabo de salir de la esteticista pero me encontré con una manifestación y está interrumpido el tránsito. Esperame afuera que ya llego y entramos juntitos. Te amo._

Ale llegó en un taxi, descendió y con una sonrisa y un beso agarró mi mano e ingresamos. Desde que pisamos aquel sanatorio ví como todos le clavaban la vista a mi señora, comenzando por el taxista cuando ella bajó de ese auto y cerró la puerta, el guardia de seguridad parado en la puerta de la clínica, ni hablar del personal de limpieza que fregaba el piso, los pacientes masculinos y la gente del mostrador que atendía al público. Ale vestía una remera de hilo color blanca, un trajecito y una minifalda color lavanda, su pelo recogido atado con un rodete y unas sandalias chatitas y quiero detenerme en un detalle que me calentó mucho: en aquel centro de estética le pintaron las uñas de los deditos de los pies y de las manos de colores distintos, como si fuesen confites.

Para describir la sala de espera dónde aguardamos prácticamente 45 minutos, diría que eran dos filas de asientos enfrentados de pared a pared, es decir, nosotros nos sentamos de lado derecho y del izquierdo los pacientes estaban sentados de cara a nosotros.

Ale captó la atención de los presentes y no era para menos. Mi rubia hermosa era objeto de las miradas de viejos y jóvenes, incluso de un señor que estaba con su esposa al lado que quedó tildado por las carnes de mi mujer.

Lo que rescato y admiro de Alejandra es que jamás le importó el «Qué dirán». Clavó el culo en la silla de cuerina negra y se cruzó de piernas. Me habló al oído haciendo referencia a sus piecitos recién atendidos en aquel centro de estética al que acudía con asiduidad y susurrando me preguntó: _Te gustan cómo quedaron ?. Obviamente mi respuesta fue un Si enérgico y sonrió complacida.

El dedo gordo se lo hizo pintar color verde manzana, el segundo azul marino, el tercer dedo de su pie en color fucsia, el cuarto amarillo y el meñique al igual que su precioso dedo mayor volvía a ser verde manzana.

Llegó mi turno. La pantalla anunciaba P 22 Consultorio número 7.

Ale se paró primera, se acomodó la minifalda que la tenía toda subida ya que por poco y se le veían las nalgas. Apoyando su cartera en el mismo asiento dónde estuvo sentada se inclinó para guardar su celular y buscar mi Carnet de la prepaga ofreciéndole una vista privilegiada de ese culazo perfecto al hombre que aguardaba junto a su esposa.

De más está decir que con semejante exhibición al tipo se le terminó de poner dura del todo la pija al verla así y Alejandrita lo hacía peor. Amaba parar vergas desde sus tiempos de promotora y lo hacía a sabiendas.

Ingresamos al consultorio 7. Nos recibió un doctor de apellido Bustamante.

Bustamante y yo éramos casi contemporáneos, calculo habrá tenido unos 55 años, pero a diferencia mía se lo veía con un cuerpo atlético, era alto, lucía anteojos, pelo negro entremezclado con canas en los costados y tenía un tatuaje de una serpiente que bajaba por su antebrazo izquierdo hasta finalizar en su muñeca dándole una apariencia de tipo rudo.

Apenas ingresamos Bustamante le clavó los ojos a mi señora. Le hizo una radiografía visual con vista de Rayos X desde el dedo gordo del pie hasta su blonda cabellera sin disimulo.

Nos sentamos y estando ella enfrente el tipo le miraba las tetas y esos labios carnosos. Recuerdo que Ale los traía pintados de un rojo pasión por demás sugestivo.

El médico siempre correcto y educado nos hablaba, digamos que yo era el paciente pero en su alocución se dirigía más a mi mujer que a mí.

Alejandra asentía con la cabeza todo lo que él decía y me dijo _Escuchaste amor, ahora a portarse bien y a cuidarse._

Bustamante escribió en una receta lo que debería comprar en la farmacia y me anotó la correspondiente posología.

Nos despidió con un apretón de manos y le dió una tarjeta con su número personal a mi esposa diciéndole que para lo que necesitáramos estaba disponible.

Pasamos por una farmacia y me dirigí a quien atendía solicitando la medicación prescripta pero para peor no tenía de esa marca que el profesional de la salud sugirió.

Quedamos con la duda de comprar o no alguna alternativa, por lo que Ale aprovechó la oportunidad y lo llamó a Bustamante para pedirle su opinión a ver qué hacíamos.

Salió a la vereda y mientras charlaba vía celular pasó un camión volcador que llevaba a tal vez 14 obreros de la construcción que volvían de un día de trabajo. Las guarradas que le dijeron a mi mujer son irreproducibles y ella frunciendo el ceño y haciendo un gesto les levantó un dedo haciendo un Fuck You ofuscada pero a los desalineados trabajadores ni les importó y deliraban diciéndole de todo.

Ingresó nuevamente al local sonrojada y un tanto alterada y me dijo que el doctor dió su aprobación para que compremos la marca sugerida por el farmacéutico. Me pidió las llaves de la camioneta y me esperó allí en el habitáculo.

Camino a casa la noté muy callada y con la mirada perdida. Se sacó las sandalias y alzó ambos pies sobre el torpedo del vehículo. Esos deditos pintados de distintos colores me tentaron y tomándola del tobillo me lo traje hacia mí. Sus pies me excitan y al izquierdo me lo llevé a mi boca y mientras conducía comí uno a uno sus deditos de confite y así logré relajarla.

Lo que le hacía le gustaba mucho, cerró los ojos y separó las piernas. Reclinó el asiento y se tocó la entrepierna por sobre su ropa interior y unos leves gemidos asomaron de su boca.

Que le chupe los pies la enciende, siempre fué algo infaltable en nuestros juegos previos a hacer el amor. Pero en el fondo de su ser Ale quedó con una calentura contenida por todas esas cosas chanchas que los obreros le gritaron al verla y eso acrecentó su excitación.

Volvimos a casa y entre cosa y otra se hizo de noche. Se olvidó de lo que hicimos en la camioneta y se mostraba molesta conmigo. Reconozco que Alejandra tiene un carácter horrible, pasa de la euforia al enojo en cuestión de segundos y me aseveró que a partir de hoy comeríamos sano, ya nada de frituras ni comidas chatarra y me preparó una ensalada insípida de las que ella comía a diario, esas mismas ensaladas que yo tanto odiaba.

Terminamos la cena, me mandó a la cama y en su rol de esposa enojada en la habitación se desnudó en mi presencia. Quedó como Dios la trajo al mundo con esa piel blanca y sus curvas de infarto e ingresó a ducharse.

Desesperado salí de la cama y levanté del piso esa tanga blanca tan pequeña que tuvo puesta todo el día, impregnada con esos olores tan propios de ella y así enrollada como la dejó la alcé del suelo y me la llevé a la cara.

En la farmacia cuando mi mujer se retiró aproveché a pedirle unas pastillas azules al despachante, el me las vendió sin receta médica con una sonrisa cómplice. Me aconsejó tomarla momento antes del acto sexual y previamente estar estimulado. Recordé sus palabras y como estímulo me llevé al rostro esa tanga blanca usada de Ale.

Ese pequeño pedazo de tela de lycra y algodón tenia un olor a hembra por demás hermoso, la olfateé por un rato y se me paró el pene como a mis 20 años. Además noté una secreción blancuzca algo seca reforzada por una humedad más reciente. Se me aceleró el corazón y me hice una paja con su ropa interior en mi nariz.

Y cuando salió de bañarse y al verme así con el pene erecto le cambió el semblante. Esa noche fue muy positiva, tuvimos relaciones sexuales dos veces y al otro día lo hicimos al despertarnos.

Por mi parte al ver los beneficios del fármaco me envicié con el sildenafil. Forjé una complicidad con el boticario y acudía de seguido al la farmacia en busca de aquella poción mágica en forma de comprimido. Ale volvía del gimnasio y yo la esperaba con el pene parado y destaco que nunca pero nunca me decía que NO, siempre tenía ganas y al verme así se desnudaba, se metía a la cama y hacíamos el amor como nunca.

Un sábado por la tarde Alejandra se dispuso a llevar a Florencia, su hija a quien la tuvo con su anterior pareja, a la fiesta de cumpleaños de una de sus compañeras del colegio. Yo ganas de salir de la cama no tenía por lo que ella se encargó de llevarla.

A eso de las 22 regresó pero sola, la primogénita de Ale se quedó a un pijama party que organizaron en casa de la cumpleañera. Teníamos la casa para los dos solos, yo la esperaba con todas las ganas pero Ale volvió con un malestar estomacal por algo que comió en aquel acontecimiento al que fué.

La noté adolorida, los retortijones la doblegaron, por lo que no se me ocurrió otra que llamarlo a Bustamante para que la asista en nuestro domicilio.

_Nooooo! No quiero que me revise el doctor!_ me dijo haciendo un berrinche igual a los que nos tenía acostumbrados Florencia. Se puso su musculosa larga de dormir y abajo solo en tanga se tiró a la cama y escondió la cabeza bajo el almohadón.

El doctor llegó después de 20 minutos.

_Señor Jorge soy Bustamante_ se anunciaba desde el portero eléctrico y le di el okey para que suba.

_Ale por favor no me hagas pasar vergüenza, levántate que ya viene el doctor_ le dije enojado pues ella seguía acostada y tapada con el almohadón sobre su cabeza.

No se inmutó y siguió en la misma postura, ya para eso el doctor Bustamante estando en la puerta tocó el timbre.

Lo recibí y nos dirigimos a mi habitación. _Ale aquí está el doctor_ le dije con voz gruesa. No soy de levantarle el tono pero me molestaba y mucho su comportamiento casi infantil.

Se sentó en la cama, puso la espalda en recta posición contra el respaldo y Bustamante un poco se aceleró al ver sus piernas al desnudo y la tanga negra que asomaba debajo de la musculosa gris.

Procedió a revisarla. Empezó en la panza presionando con la mano.

_Duele ahí?

_No_ respondió ella. Bajó un tanto más, presionó un tanto bajo el ombligo:

_Duele ahí?

_un poco_ respondió ella. Bajó más se posó sobre su vientre y presionó con su mano fuerte:

_Duele ahí? Con sus grandes manos posadas encima de la tanga.

_Siiiii… ahí….me duele mucho!!!_ respondió con una vocecita tremenda de puta.

Yo desde atrás observaba todo. Ale estaba excitada y la humedad le brotó de modo natural cuando el doctor le pasó un dedo justo ahi sobre la raya.

Automáticamente se quitó la musculosa quedando tetas al aire. Ahí me dí cuenta de algo que no tenía retorno: mi mujer me iba a poner los cuernos con el doctor estando yo presente.

Se abrió de piernas dando permiso a que el profesional de la salud continúe. Bustamante me miró buscando mi permiso y asentí con la cabeza. Sin sacarle la ropa interior, es decir, corriendo esa prenda íntima de color negro a un costado le dió unos primeros lengüetazos y los alternaba metiéndole un par de dedos. La babita que emanaba para ese entonces era abundante y se pegaba en la yema de los dedos del hombre. Ella gemía entregada y agarraba sus pezones duros con furia.

Con sus dedos y lengua metidos en la vagina de mi señora interrumpió su labor y haciéndome señas me dió a entender que me acerque a ella y le meta el pene en la boca.

Así lo hice, llegué a la cabecera de la cama, me desnudé por completo, me subí al colchón y arrodillado le hice entrar la verga en su boca mientras Bustamante la penetraba con los dedos con más ímpetu.

Alejandra me lo chupaba entero, hasta se llevó mis huevos a su boca y me lamió el tramo que comprende entre los testículos y el ano. Eso incrementó mi erección sumado a que la veía totalmente entregada a ese señor. Ale no pudo más y acabó intensamente y al sentirla explotar yo hice lo propio de un modo apresurado en su boca.

El pervertido doctor iba por más, dejó que se recupere y le preguntó de modo muy profesional: _Como se siente señora?_ Un poco mejor_ respondió ella como queriendo seguir.

_Entonces continuemos con el chequeo: Cuando fue la última vez que fue de cuerpo?_

_Hoy a la siesta_ le respondió ella muy escueta.

Bustamante indagó un poco más.

_Déjeme revisarle la cola por favor_ le pidió ya con morbo.

Ale obediente se puso en cuatro y se sacó la tanga quedando totalmente desnudita.

Puso su rostro a milímetros del culazo de mi señora y después de manosearla sin descaro por un largo rato y en mi presencia procedió a abrirlas y dejó expuesto el agujero menor de Alejandra quien paraba el culo curiosa por lo que iba a venir.

_Señora usted tiene la cola muy irritada, dígame… hizo algún otro esfuerzo por ahí?

_Despues de estar sentada en el inodoro me vestí y salí a andar en bicicleta _

_Le gusta andar en bicicleta?

_Si, mucho!!.

_Y que más _ indagó el médico y ya se desabrochaba el pantalón dejando a la vista una importante erección.

_…Y el asiento me lastima siempre porque es muy pero muy duro_ declaró mi mujer con su vocecita de puta otra vez.

_Y a usted no le molesta tener algo duro metido en la cola?_ preguntó el señor con una pija nada despreciable y parada por completo deseando el momento de entrar en mi rubia.

_Y…depende… _ le dijo Ale.

Y al oírla Bustamante se quitó la camisa quedando completamente desnudo.

_A usted le gusta el sexo anal o me equivoco?_ preguntó Bustamante.

Y Ale con su mejor expresión de puta no omitió palabra, aunque no era necesario que lo afirme. Le encanta por el culo.

El médico desesperado se abalanzó sobre el culo de Ale que estaba así tan expuesto y exhibido tanto que se lo chupó con locura, metió su cara entre las nalgotas de mi mujer y ni siquiera salía para respirar…se lo disfrutaba tal vez más que yo con sus lamidas cuando enceguecido le metió un dedo, después dos y por último tres y ella no se inmutaba, al contrario, los recibía complacida y se estimulaba tocándose y no tardó en mojarse y mucho.

Ale paró a más no poder esa cola abierta, Bustamante se le subió apoyando sus pies en la cama y abriendo las piernas rodeando el contorno de mi esposa logró penetrarla en tal postura.

Le hacía el culo con deseo y las embestidas ya eran profundas. Se la hizo entrar toda tanto que sus huevos golpeaban las nalgas fuertemente con un Plaf Plaf Plaf muy estimulante al menos para mí que miraba pija en mano masturbándome sentado en un rincón.

Ella feliz, puesto que una verga grande y por demás firme le estaba entrando. En el fondo siempre quiso eso, ser cogida por otro tipo y ahora se hizo realidad su sueño.

Y el tipo como loco no se detenía y en un momento se la sacó y dejó expuesto un pronunciado agujero. Ella lo miró y sonrió complacida, como queriendo más.

Le hice un pedido al doctor. Hablándole al oído interrumpí la taladrada de culo que le propiciaba a Alejandrita para indicarle que los quería ver en una posición que fantasee que se la hiciera. El abajo y que ella se lo monte.

La pareja me hizo caso. El se acostó y ella no dudó en endurecer esa pija que acababa de salirse de su culo. Se la chupó entusiasmada ofreciéndome una vista privilegiada con su culazo al aire. Chupaba y chupaba y sus nalgas de movían al compás. Hice lo imposible por no acabar y cerré los ojos para no ver pero era imposible dejar de oírlos tan entusiasmados.

Cuando se cansó de chuparla y al sentirla erecta a pleno lentamente se acomodó y se fue sentando.

Mi corazón latía a mil revoluciones y temblé por lo que veían mis ojos y era inevitable: Ese trozo de carne venosa fue ganando terreno y se adentró en mi mujer con total confianza y no hizo falta gel lubricante.

Ale subía y bajaba con ganas deseando que eso nunca se termine, en tanto Bustamante bombeaba desaforado disfrutándola y ella gemía de un modo intenso y cuando el hombre sintió que iba a acabar hizo una pausa, se unieron sus lenguas y fue ella quien retomó los movimientos.

Y el doctor agarrado de sus cachetes la hacía suya frente a mis narices, con violencia, sin importarle nada pero a ella le encantaba así, con fuerza y sin piedad. Era una hembra todo terreno, sin nada que envidiar a una actriz porno.

Ale intercambiaba besos con palabras guarras con su amante, dueña absoluta de la situación le marcaba el ritmo al profesional de la salud cuando éste no se pudo contener y explotó bien profundo adentro de mi mujer.

Fué un lechazo potente, tanto que el sujeto quedó inmóvil hasta derramar la última gota en las profundidades anales de mi mujer.

Luego del momento del éxtasis algo se dijeron al oído, otra vez entrelazaron sus lenguas y un rato quedaron abotonados como perros después del apareo. El hombre quedó casi desvanecido después de tan intenso polvo y cuando recuperó fuerzas volvieron a besarse y dándole una sonora palmada le indicó a mi esposa que se saliera.

Ale fue a higienizarse primero, y al volver lo hizo el Doctor Bustamante, luego se vistió y lo acompañé hasta la puerta.

_Jorge que hermoso culo tiene su mujer, lo felicito_, fué lo único que atinó a decirme y con un apretón de manos se fué.

En cuanto a mi mujer y yo no nos hablamos por unos días, tampoco hubo contacto físico y yo la evitaba en todo. Fué muy difícil perdonarla, pero al transcurrir los días lo asimilé.

Alejandra calmó sus deseos carnales con ese hombre, me prometió que de ahora en más se portaría bien y coincidimos en que si llegase a suceder un episodio similar con otro sería de mutuo acuerdo.

Tendré que acostumbrarme a que mi esposa se entregue a otros hombres y en nuestro pacto sellamos en que yo esté presente observando todo como buen voyeur y que ambos elijamos a su futuro amante.

Comprendí que Alejandra necesita tener sexo y yo no puedo complacerla, lo tengo asumido y conociéndola seguramente alguien pronto llegará a su vida y yo haciendo catarsis me desahogaré relatando un nuevo episodio para quien desee leerlo.