Una alberca de aproximadamente 12 metros de largo, por unos 8 de ancho almacenaba por lo menos una docena de personas, en su mayoría chicas entre 16 y 19 años.
La historia no termina acá. Juan tomó rumbo acelerado al local. Llegamos, estacionamos, nos bajamos y caminamos rápido hacia el local. Juan abrió los candados y entramos los cuatro. Abajo pusimos música y hablamos mientras mi amigo fue a comprar una botella de ron, a una licorería cercana.
Mi esposa siempre fue muy caliente, pero a la vez celosa, ese dia me sorprendio.
Te cogí, del brazo, te arranqué de la cama. Llevabas un pijamita verde que te conocía desde hacía años, de pantalón corto y chaquetita de manga corta. Debajo de él no llevabas más que las bragas.
Fue comprenderlo y comencé a soltar una gran cantidad de semen en tres o cuatro espasmos absolutamente fantásticos, que hicieron que mis piernas casi se doblaran, mientras sus manos se cerraban firmemente en la base de mi pene y su boca no dejaba escapar ni una gota de todo lo que en ella eyaculé.
Ella metió sus manos debajo de mi traje de baño, lo desabrochó y sacó hábilmente mi guevo. La llevó a su boca y lo mamó de arriba abajo. Parecía que se trataba de una competencia con límite de tiempo. Estaba alborotada y disfrutaba cada lamida con cara de picardía. Yo estuve a punto de venirme (correrme) en varias ocasiones, pero me apretaba el pene fuertemente y respiraba hondo para bloquear la excitación.
A la vez me pidió que la acompañara a la tienda para darle opinión y luego aprovechaba de irse a su casa en mi auto. Yo ni tonto que fuera le dije que con gusto la acompañaba y así fue, allí estaba yo entrando a la tienda con ella y saludando a una amiga suya que resulto ser la dueña del local.