Capítulo 2

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El fantasma II: Día de pesca

Extracto adaptado del diario de mi hermanita Rosa.

Querido diario:

Hoy ha sido un día muy raro.

Como ya te he contado en días anteriores hoy era el día en que por fin papa me llevaría a pescar con la barca de los vecinos.

Y eso ha hecho. Pero como ha sido todo tan extraño intentaré contarlo poquito a poquito.

Papa me ha levantado muy temprano, cuando apenas había amanecido.

Y yo tenía tantísimo sueño entonces que prácticamente ha sido el quien me ha vestido.

Ahora que lo pienso me hace mucha gracia recordar lo torpe y patoso que es.

El pobre ha tardado un buen rato en quitarme el camisón y ponerme las braguitas y el vestido lila de tirantas.

Sus manos grandotas y ásperas recorrían mi cuerpo una y otra vez, chocando por todas partes y sin atinar a colocarme las prendas en condiciones.

El camino hasta el lago me lo he perdido, porque iba frita sentada en el asiento de mama.

Luego, mientras papa revisaba la barca y me ponía el bikini han empezado las cosas raras.

Porque la parte de arriba no estaba en la bolsa, y yo estoy convencida de que la guarde ayer.

Cuanto más lo pienso mas me creo que ha sido una broma pesada de mi hermana, que estos días está la mar de tonta.

No sabia lo que hacer, y estaba a punto de llorar de rabia.

Pero papa, muy comprensivo, me ha dicho que en la soledad del lago nadie nos podría ver, y que si le prometía no contárselo a nadie me dejaría estar sin la parte de arriba. Y yo, claro, acepte encantada.

La barca era muy pequeña, con un solo asiento junto al motor, pero era una cucada. Papa me hizo sentar en su regazo, para que no me cayera, y nos adentramos en el lago.

Estaba en la gloria, saltando sobre las olitas, y sintiendo la brisa en la cara. Papa me cogía de la cintura para que no me cayera y se reía mucho de mis grititos cuando saltaba y giraba con la barca.

Para pescar escogió una esquina muy resguardada, junto a un acantilado precioso y con muchas ramas cerca que nos tapaban de la lejana orilla del frente. Era un sitio divino.

Ahora que estábamos quietos podía notar, como otras veces, el enorme bulto que hacía su «cosita» bajo mi culo. Pero esta vez podía sentir incluso su calor a través del bañador.

Tuve que disimular y fingir que jugaba con el agua para no reírme ante el apuro que paso luego, cuando se puso a hacer pipí mientras terminaba de preparar la caña.

De reojo pude volver a ver como su gordota manguera echaba el pipí.

Lo cierto es que aun me asombraba el enorme tamaño de su cosa. Pero supongo que eso es normal en los mayores. Luego me volví a sentar en su regazo, ya con la caña en las manos.

Aunque prestaba mucha atención a sus explicaciones no podía dejar de pensar en el gran bulto que tenía debajo y que parecía todavía más duro y rígido que antes.

Pronto empecé a pescar y, mientras esperaba que picaran, charlaba con el de mil cosas diferentes.

Cuando al fin pico el primero papa se emocionó aún más que yo.

Gritaba sus consejos y palabras de ánimo como si estuviera en la luna, agitándose tan nervioso que pensé que volcaríamos la barca.

Para evitarlo, mientras agarraba la caña con una mano me sujetaba con la otra. Pero con los nervios se equivocó y me cogió un pechito en vez de la barriga.

Yo estaba tan concentrada intentando recuperar el pez sin que se me enredara el carrete que no le dije nada.

Papa estaba frenético, me animaba y adulaba sin parar mientras su manaza me estrujaba el pobre pechito sin descanso. Estuvimos así un buen rato hasta que el final capture mi primera pieza.

No era tan grande como parecía por los tirones que había dado, pero me sentí muy dichosa.

A lo largo de la mañana pesque otras dos piezas, una bastante grande. Y las dos veces papá me sujeto del mismo sitio.

Supongo que por comodidad. Había sido una mañana tan emocionante que después de darnos un baño y comer los emparedados me quede dormida en su regazo, acurrucada contra su velludo pecho.

Un buen rato después, cuando me desperté, me sorprendí al notar como las dos manos de papa recorrían cariñosamente mis tetitas.

Le pregunte que hacia y el me contesto que poniéndome crema para que no se me quemaran.

Le di las gracias porque lo cierto es que tenia los pezones de punta y sentía un extraño picor en ellos, que era una mezcla de gusto y calor bastante rara.

Decidí darme otro bañito, con lo que el curioso calorcito casi desapareció.

Luego fue papa el que se quedó traspuesto, por lo que procuro no moverme mucho de su regazo para no despertarlo.

Como estaba aburrida me puse a jugar con las lombrices, aunque se que papa me ha regañado varias veces por hacerlo.

El no entiende lo divertido que es sentir su tacto húmedo y resbaladizo, y ver como se deslizan poco a poco entre los dedos.

Pero tuve tan mala suerte que mientras tenía un puñado de ellas sobre la barriga un bicho molestara a papá, despertándolo de golpe.

En un movimiento reflejo las escondí dentro del bikini, dado que no me daba tiempo de echarlas de nuevo al cubo.

Papa empezó a charlar conmigo pero yo no le prestaba mucha atención, pues sentía a las lombrices deslizándose por entre los escasos pelitos negros de mi chichi, y todo el rato me hacían unas cosquillas terribles.

Como tenía las piernas separadas por encima de las de mi papa, al cabo de un ratito note como algunas empezaban a meterse dentro de mi cuevecita.

Tenía tanto miedo de la regañina de papa que aguante todo lo que pude. Pero las raras cosquillas que me hacían por dentro me obligaban a removerme inquieta sobre el regazo de papá.

Encima su bulto me parecía cada vez más grande y duro, por lo que cuando me meneaba se me clavaba aún más en el trasero.

Cuando las cosquillas se hicieron insoportables no me quedó más remedio que confesar a papá lo que había hecho.

Para mi sorpresa no solo no me riño sino que me acomodo con mucho cuidado en la banqueta y se arrodillo frente a mis piernas abiertas para encargarse el mismo de librarme de los gusanos.

Estaba tan avergonzada que me recosté del todo en la banqueta, cerrando los ojos para no ver como papa se deshacía de los incómodos gusanos una vez que me hubo quitado el bikini para lavarlo.

Teniendo en cuenta las manazas que tiene fue la mar de cuidadoso conmigo, metiendo con mucho cuidado sus dedos dentro para sacarlos a todos.

Yo tenía la respiración cada vez más agitada y sentía un gustillo terrible en la almejita.

Que se hizo casi insoportable cuando papá pellizco suavemente mi botoncito con dos dedos mientras movía el resto por mi conejito cada vez con más velocidad. Al final no pude mas y gritando hice como pipí, pero sin llegar a orinar.

Fue algo muy extraño que me dejo totalmente agotada. Como papa ya había terminado le di las gracias avergonzada y me gire en la butaca, quedando boca abajo y bastante espatarrada sobre el asiento.

Papa, dulce y cariñoso como nunca, empezó a acariciarme la espalda con mucha suavidad.

Estaba prácticamente dormida cuando sentí que su mano había descendido hasta llegar a mi culito desnudo, donde estuvo largo rato hurgando arriba y abajo sin parar.

Cuando le pregunte que hacia me respondió que preparándolo para darle crema. Al escuchar sus fuertes jadeos supuse que le costaba abrir el bote, y estaba a punto de darme la vuelta para ayudarle cuando note que unos espesos chorros de crema me caían en el trasero.

Papa repartió la crema con su mano, y con mucho cariño, por todo mi culito hasta que me queda dormida del todo.

Lo último que vi antes de dormirme fue el bote de crema a mi lado, junto al motor.

Así que me quede frita pensando en qué clase de crema me habría puesto papá entonces. Al despertarme todavía notaba curiosas sensaciones en mi irritada intimidad.

Me dio un poco de apuro comprobar que mi papá había estado todo el tiempo arrodillado detrás mío, quedándose también traspuesto usando mi mullido culito como almohada.

Solo me queda por decir que mientras mi hermana me ayudaba a ducharme pude ver en sus ojos que la corroía la curiosidad por preguntarme cómo había pasado el dia, pero como le prometí a papá no le conté nada.

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