En un momento me pidió mi lapicero para endosar su cheque y me preguntó si era del interior del país; empezamos a conversar sobre la situación política y económica y los minutos pasaban; la fila iba avanzando y en un momento sentí que su cuerpo se acercó demasiado al mío y sentí su miembro en mis nalgas (acto seguido me dio un escalofrío de la excitación), él se dio cuenta y nuevamente reiniciamos la conversación.
Ya finalizado el cortejo que da diario inicio al martirio estudiantil, nos dirigimos entre risas vagas y estupideces al salón para tener la primera de las ocho horas que ese día nos tocaba a los alumnos del quinto tercera. Yo, como todos los compañeros de mi grupo, me ubiqué en mi banco al final del salón, posición más que óptima para cualquier adolescente que se precie de tal en la misma situación.
Hasta hace unos cuantos meses estuve casado, con una tremenda mujer, pero ella se enamoró de otro tipo y sencillamente me pidió el divorcio, el cual se lo di sin mucho problema, ya que ni hijos tuvimos en nuestra relación.