Había algo en ellos que le excitaba, que atraían su atención más de lo usual, algo que le hacía no poder parar de verlos
Ya finalizado el cortejo que da diario inicio al martirio estudiantil, nos dirigimos entre risas vagas y estupideces al salón para tener la primera de las ocho horas que ese día nos tocaba a los alumnos del quinto tercera. Yo, como todos los compañeros de mi grupo, me ubiqué en mi banco al final del salón, posición más que óptima para cualquier adolescente que se precie de tal en la misma situación.