Mi cumpleaños
Era mi día y según las reglas del juego me correspondía ser homenajeado y disponer de todos los goces que pudieran proporcionarme Silvana y aquella pareja con la que habíamos entablado una simpática relación de buen rollo y placer sin límites.
Para Silvana y para mí habían constituido un bálsamo en nuestra vida sexual, puesto que nos habían abierto una perspectiva totalmente lúdica, un juego sexual compartido en el que cabían las fantasías de todos los jugadores; y todo ello dentro de un marco de frescura vital, sin claroscuros.
Por iniciativa de Artur, una iniciativa que le agradecí y valoré por su justa elegancia, habíamos decidido celebrar la fiesta en su casa.
Así que cuando llegó el día acudimos a la cita en el ático de la calle Tallers, donde fuimos recibidos por una Esther sumamente atractiva -se había cortado la melena y el cabello corto le hacía parecer aún más juvenil, aparte de realzar su cara- embutida en un vestido-túnica que dejaba sus hombros al descubierto y no dejaba lugar a dudas acerca de la desnudez que envolvía.
Artur se mantenía igual, jovial y educado, con aquella elegancia natural que le hacía atractivo.
Nos acomodamos y dimos cuenta de una botella de champagne mientras nos poníamos al día de nuestras vidas desde la última vez que nos habíamos visto, que había sido precisamente allí mismo con ocasión del aniversario de Artur.
La visión de Esther, espléndida, me complacía en extremo: estaba muy guapa.
Mientras la veía no podía evitar pensar que dentro de poco podría disfrutar de ella y con ella y estos fugaces pensamientos iban anidando rápidamente en mi cabeza, haciéndome crecer el gusanillo de la excitación.
Artur y Silvana hablaban entre ellos y en un momento dado, embelesado por la vista y la conversación de Esther, me pareció percibir que cuchicheaban algo en voz baja, de resultas de lo cual ambos se rieron quedamente.
Pasé el brazo por detrás de los hombros desnudos de Esther y la abracé, atrayéndola hacia mí.
Acomodó su cabeza en mi hombro y cerrando los ojos me ofreció su boca entreabierta.
Nos besamos como dos enamorados y nuestras lenguas se enzarzaron en un placentero morreo que me hizo perder el mundo de vista, pues aquella chiquilla era una gozada dando lengua.
Artur y Silvana nos contemplaban mientras bebían champagne y percibí que ella se levantaba para dirigirse al cuarto de baño.
A los pocos minutos regresó a la sala vestida únicamente con braga y sujetador negros y nuevos, pues no los conocía.
Se situó en el centro de la sala y giró lentamente varias veces sobre sí misma para exhibirse. -¿Te gustan?- me preguntó. -Sí, mucho- respondí -¿Son nuevos?. -Sí, me los acaba de regalar Artur para ti-.
Esther se levantó y mediante unos hábiles movimientos se despojó de su vestido, que cayó al suelo revelando su espléndida desnudez.
Apremié para ir al dormitorio.
Me senté en la cama y las observé atentamente.
Silvana se quitó las bragas y continuó con su sujetador, se lo quitó sin demasiada prisa.
Me fui quitando la ropa con ansiedad, sin poder quitar la vista de aquel par de cuerpos preciosos y excitantes que esperaban a que los hiciera míos.
Al mismo tiempo Artur, que se había despojado de su última prenda y exhibía aquel enorme miembro casi totalmente erecto, abrazaba por detrás a Esther, la besaba y cuchicheaba palabras al oído, que eran recibidas por gestos de asentimiento complaciente.
Yo había quedado en calzoncillos y comencé a masturbarme a través de la abertura de los slips.
Desnudas estaban ambas espléndidas y formaban el mejor regalo de cumpleaños que jamás pude haber soñado..
No pude esperar más, me senté en el borde de la cama y llamé a Artur diciéndole que debía arrodillarse frente a mí para rendirme el homenaje preceptivo, cosa que hizo con viveza tal que en pocos segundos, tras prodigarme un húmedo lametón a lo largo y ancho de mi escroto, engulló mi tranca en su boca con maestría y sumisión.
Le dije que me gustaba lo que me estaba haciendo y anuncié que deseaba que me pusiera la polla a punto para poder follarme a su novia, a la que en aquel momento sobaba yo las tetas mientras tenía la otra mano en la entrepierna de mi mujer, ya que ambas se habían sentado una a mi izquierda y la otra a mi derecha.
Pedí a Silvana que comiera el chochito a Esther y lo hizo con prontitud, permitiéndome solazarme en la visión de las dos preciosidades montándoselo mientras tenía al amante de mi mujer a mis pies, pagándome el tributo que le exigía como esposo cornamentado.
Le pedí que comiera el culo a mi mujer mientras ésta me la mamaba.
Silvana dejó a Esther para dedicarse a mí y Artur se puso tras ella en posición para cumplir su cometido, cosa que debió hacer con solicitud pues en seguida provocó en ella una serie de suspiros de gusto que se traducían en un mayor vigor de sus lametones.
Al poco les hice parar y ordené a Esther, a quien mi mujer había puesto el chocho como un pantano, que se dispusiera a ser penetrada.
A Silvana y Artur les prohibí tocarse entre ellos, pues ambos debían expiar su culpa de haber estado juntos a solas y ahora les correspondía observar y estar a mi disposición.
Como prueba de reconocimiento pedí al novio de Esther que de vez en cuando me diera algún lametón en el culo, mientras Silvana debía hacer lo mismo con aquella siempre que tuviera ocasión.
Esther se situó en el centro de la amplia cama y me acogió en sus brazos mientras suave pero insistentemente le iba introduciendo mi polla ya a punto de reventar.
Iniciamos un folleteo fantástico y pronto comencé a sentir el valor añadido de las caricias linguales de su novio en pleno orificio anal.
Esther se corrió ruidosamente en pocos vaivenes y salí de ella. Llamé a Silvana para que me la cogiera en la boca y de esta manera descargué todo mi esperma en ella; la tragó sin perder una gota y siguió lamiendo hasta dejar la polla limpia de cualquier resto de semen.
Le dije que se había portado muy bien y que como premio podía hacer lo que quisiera. Como respuesta se colocó a cuatro patas sobre la cama y le dijo a Artur que la montara y que follara a su puta ardiente cuyo coño no podía aguantar más.
Él la llamó putita de mis sueños y después de frotarle por toda la cara aquel inmenso miembro, que ahora lucía todo su esplendor, se colocó detrás suyo y con una mano la agarró abarcando sus pechos mientras con la cogió el cipote para dirigirlo a la ya chorreante entrada íntima de mi mujer.
Me incorporé, me situé junto a ellos y con un gesto indiqué a Artur que se detuviera, al tiempo que agarrándole la polla con la mano me apresté a dirigirla con tiento y decisión hacia la vagina de ella, no soltándola hasta que se hubo introducido en su casi totalidad.
Me aparté y volví a mi posición anterior para, junto a Esther, contemplar aquella escena. Follaron como posesos y se montaron en todas las posturas imaginables, se devoraron uno al otro hasta que las sacudidas de un orgasmo al unísono les dejaron derrumbados y jadeantes.
Artur gritó mientras llenaba con su leche el coñito de Silvana, quien no cesaba de reclamarle todo el contenido de sus cojones.
Me pusieron otra vez caliente y la polla empezaba a erguírseme otra vez. Esther ya tenía en su mano el miembro de su novio y lo masajeaba con suavidad y dulzura, mientras Silvana encendía un cigarrillo y me guiñaba el ojo sonriendo en señal de complicidad.
Nos enviamos besos en el aire.
Pero estábamos todos un poco exhaustos a consecuencia de los juegos amatorios, así que despachamos con bastante prontitud una botella de champagne mientras descansábamos.
Artur dijo que desde que Esther se enteró de la fiesta prevista para hoy, hace unas dos semanas, no ha querido follar con él mas que por el culo para tenerlo bien dispuesto para mí.
Esther se ruborizó tímidamente dijo que en nuestro anterior encuentro se lo había pasado de puta madre y no recordaba nunca haberse sentido tan caliente.
Había disfrutado sintiéndose como un objeto de placer entregándose completamente a nuestros placeres.
Se había sentido la puta de los tres y aún se corría al recordarlo; y ahora quería sentir lo mismo, sólo que quería estar a mi merced, ser mi puta…
Le previne que pretendía someterla a todos mis caprichos y que, para empezar, quería que comiera el culo a mi mujer hasta hacerla chillar de gusto.
Quería oír a Silvana anunciar que sentía toda su lengua en su interior.
Esther respondió «sí, amo» e introdujo la cara entre las nalgas de aquella, que ya se había puesto en posición para atender mi deseo.
Ordené a Artur que hiciera lo mismo con su novia, aunque podía meterle también los dedos para ir abriéndola. Aquello era delicioso y me masturbaba lentamente mientras metía mano en todos los pliegues y prominencias que se ponían a mi alcance.
Quise que Esther lamiera también el ano de Artur y así lo hizo.
A continuación la agarré del cabello y tras llamarla todos los sinónimos de la palabra puta le dije que iba a mearme encima de ella.
Su respuesta consistió en bajarse de la cama y ponerse de rodillas sobre el suelo embaldosado, con el pecho erguido hacia delante y la cabeza inclinada hacia atrás.
No dudé en apearme del lecho y puesto de pie frente a ella, tras palparle groseramente las tetas agarré la polla con la mano y la dirigí hacia sus pechos para inmediatamente soltar la meada que hacía rato pugnaba por evacuar.
La muy puta recibió el chorro sobre toda su parte delantera y ladeó la cabeza para que su cara quedara al alcance del mismo, por lo que sin dudarlo lo dirigí hacia su boca abierta, que se desbordó e inundó su mentón, mejillas, cuello y orejas.
Era lo más fuerte que había hecho en mi vida: mearme encima de alguien; mearme encima de una mujer mientras su novio se folla a la mía, pues esto es ni más ni menos lo que estaba ocurriendo.
La escena había sido también muy fuerte para ellos dos y especialmente para Artur, por lo que Silvana le pidió que se calmara en su coño, saciándola a ella también.
Cuando hube terminado y tras habérmela sacudido con tranquilidad sobre su boca abierta para que pudiera absorber las últimas gotas, le dije que era la guarra más rastrera que había conocido y que fuera rápidamente a lavarse pues todavía sus servicios no habían hecho mas que empezar.
Fue al cuarto de baño y yo regresé al lecho para morrearme con Silvana, que yacía de espaldas con las piernas elevadas y Artur, entre ellas, la follaba con fuertes embestidas que resultaban agradecidas a juzgar por gemidos de la hembra.
Metí mano a los dos cuerpos en todos sus pliegues y rincones, cebándome especialmente en el culo de Artur, cuyo orificio acaricié y fui entreabriendo con un dedo, lo que debía ser de su agrado pues cada movimiento mío provocaba en él un gemido y mayor ardor en la follada que estaba metiendo a mi esposa.
Ésta se dejaba cabalgar y movía el culo sin cesar para mantenerse bien pegada al pollón que la taladraba.
Estaba completamente entregada al goce que recibía y murmuraba entrecortadamente que quería más; que aquella polla la hacía arder; que mirara yo, cabrón, como jodía con otro hombre.
Todo ello provocaba nuevas incursiones mías en el culo de aquel pervertido que eran recibidas con gritos de placer y nuevas sacudidas en el chocho de mi mujer.
Esther había regresado tras darse una ducha que la había purificado del olor y el sabor de mi orina -¡cómo había tragado la guarra!- y se había parado junto a la cama contemplando ensimismada la escena.
Le dije que quería que me ayudara a meter la polla en el culo de su novio y de inmediato se acercó al grupo y se ocupó de facilitar el acoplamiento lamiendo indistinta y alternativamente mi pene y el culo de Artur.
Untó éste con vaselina e introdujo primero un dedo y luego dos y hasta tres en su esfínter.
Cuando consideró que estaba a punto, guió mi polla hacia su interior hasta conseguir, ayudada por mis empujones, que todo el miembro desapareciera en el interior de aquel ano y se consumara la sodomización, mi primera introducción en un culo masculino.
Abracé con fuerza a mi bujarrón con una mano a la altura de sus tetillas, acariciándole el pene enhiesto y follándole con todas mis fuerzas.
Me enloquecía estar en aquel cabrón, literalmente dándole por el culo.
La fricción de sus paredes cálidas sobre mi polla y la visión de ésta entrando y saliendo en el agujero negro de sus nalgas eran más de lo que podía aguantar, pero no quería correrme todavía y procuré refrenar el impulso de acabar llenándole el culo de leche.
Silvana, empalada por Artur, se corría en sonoros orgasmos; y Esther, por su parte, se estaba metiendo prácticamente toda la mano en su culito y miraba nuestros tres cuerpos en plena borrachera de lujuria.
Salí de golpe del culo de Artur con algún gemido de protesta por su parte.
Y ordené a Esther que se fuera preparando para recibirme del mismo modo que lo acababa de hacer Artur.
Este empezó a gritar que se iba a correr y extrajo el pene del coño de Silvana, la que rápidamente giró sobre si misma para cogerlo con ambas manos y metérselo en la boca sin cesar de masturbarlo.
Artur se corrió como un animal llenando de semen la boca de mi mujer, que tragó todo lo que fue capaz.
Estaba encendido y necesitaba saciarme, por lo que me coloqué detrás de Esther y la cogí del cabello con una mano mientras con la otra guiaba a mi polla hambrienta hacia la entrada de su culo.
La penetré sin miramientos, le tiré del pelo forzando su cabeza hacia atrás mientras la llamaba ramera y puta sodomita.
Enculé como un poseso y al final expulsé todo el vicioso fluido de mis cojones en el interior de aquella criatura.
Nos quedamos todos en silencio, sólo roto por nuestros jadeos.
Al poco rato Esther gritó: ¡Feliz cumpleaños, Amo! Y el grito fue coreado por Artur y Silvana.
De pronto los cuatro nos pusimos a aplaudir y nos abrazamos todos con todos. Había sido una bonita fiesta y… ¡el siguiente aniversario era el de Esther!.