En la playa
Voy a relatar algo que me sucedió hace algunos años estando de vacaciones en una playa del Uruguay. Antes que nada me presento: me llamo Laura, soy de Buenos Aires, Argentina, tengo 32 años, estoy separada y soy maestra de jardín de infantes.
Habíamos ido con mi ex-marido Guillermo a Balizas que es un pueblito de pescadores cerca de la frontera con Brasil.
Ahora es un balneario más o menos conocido, pero hace unos años era solo para ir tipo turismo aventura, no había luz eléctrica salvo el almacén y unas pocas casas y nada más que mar y médanos, inclusive era bastante difícil llegar en auto desde la ruta.
Estábamos una tarde en la playa, solos, nos habíamos alejado del caserío y no había en esa playa nadie más que nosotros, era casi idílico, el mar, la arena, nosotros dos solitos…era lo que buscábamos, lejos del ruido, pura naturaleza.
Llevábamos poco tiempo de casados y eran hasta ese momento las vacaciones que soñábamos.
Estábamos tomando mate y leyendo, yo tirada en una esterilla sobre la arena y Guillermo sentado en una sillita de playa. Ya iba siendo hora de volver, pues se estaba levantando viento y faltaba poco para que empezara a oscurecer.
Tan metidos en la lectura estábamos que no nos percatamos que se acercaban dos hombres. Cuando estuvieron al lado nuestro nos pidieron cigarrillos.
Un poco por la sorpresa y otro mucho por el aspecto nos sobresaltamos y nos produjo también temor.
Tendrían unos cuarenta años y toda la pinta de pescadores, pero un poco sucios, desarreglados y mal vestidos.
Uno de ellos delgado, estatura normal, morocho, con una calva incipiente y una nariz prominente.
El otro era un negro enorme, un ropero, algo más joven, barrigón de vino barato y con el cabello mota.
Como ninguno de los dos fuma no les dimos cigarrillos, no por mala onda sino porque no teníamos.
Entonces nos pidieron dinero para comprarlos. Se fastidiaron cuando también les negamos el dinero, pero es que no llevábamos encima, si no había donde comprar nada en la playa para qué íbamos a llevar dinero.
Guillermo les ofreció fruta, galletitas o un mate que era lo que teníamos, pero no había caso, uno de los tipos, el pelado, se enfureció. Empezó a maldecir y a insultarnos.
La cosa se puso densa, encima no se veía a nadie más en la playa en muchos kilómetros. Yo opté por seguir boca abajo leyendo sin darles bolilla y ni los miré.
Fue peor, el tipo se sacó, me agarró de los pelos con fuerza sin dejar de gritar.
Del tirón de pelo me hizo arrodillar y con la otra mano, sin soltarme el pelo, se bajó la cremallera del pantalón y sacó ahí nomás su pija y me ordenó que se la chupara.
Me quedé paralizada. Guillermo quiso levantarse para pelear o no se que, pero el negro lo atajó con el filo de una sevillana en el cuello, así que tuvo que calmarse y me hizo una mueca de resignación.
Comprendí que debía hacer lo que me decía. Tomé esa cosa sucia con olor a pis y a pescado, grande y oscura con mis manos y me la llevé a la boca.
El hombre estaba medio de espaldas a la costa, de modo que no me quedaba más remedio que ver a Guille, salvo que cerrara los ojos, lo tenía enfrente mío.
Como me distraje, me volvió a tirar del pelo fuerte mientras gritaba puta de mierda hacelo con ganas o te reviento y para que viera que era en serio, me dio una fuerte cachetada que me dejó roja la cara.
Volví a mirar a Guillermo y pude ver su cara de odio y de impotencia, pero mientras el animal me humillaba, no tuve más remedio que someterme y chupársela, tenía miedo que le hicieran daño a Guille y a mi también.
Al rato de chupar mecánicamente, del miedo o no se qué, pero sobre todo de ver a Guille presenciando la escena, sentí algo en mi interior que me impulsó a mamársela con ganas, se la mamé como nunca a nadie y gocé como nunca antes.
No lo puedo explicar, porque tampoco entiendo el motivo, pero lo miraba a mi marido fijamente a los ojos y más deseos tenía, le pasaba la lengua por todo lo largo de esa pija extraña, que a esa altura estaba durísima y enorme, desde los huevos hasta la punta mientras lo pajeaba con las dos manos como si tuviera miedo de que se me escapara.
Me la metí entera en la boca haciendo un enorme esfuerzo para que entrara y la encerré entre mis labios sin dejar de mirar a Guillermo a los ojos observando de reojo como se le había formado un bulto, una carpa en el slip.
Me di cuenta que el también estaba super excitado.
El pelado degenerado no paraba de gritarme y de insultar y yo con más ganas lo pajeaba, era como un combustible, el tipo humillándome, mi marido observando impotente y yo que le apretaba los huevos y me deleitaba con su miembro.
No tardó mucho en explotar llenándome la boca y toda la cara de leche, era un mar de esperma que salía a borbotones de esa pija y cuando pude abrir los ojos, vi a mi marido con los ojos entrecerrados como extasiado.
Yo no había acabado pero estaba toda mojada de la excitación, había gozado como loca con la pija de ese tipo en la boca y sobre todo viendo a mi marido como se había puesto.
Era el colmo del morbo, el estaba excitado de ver como se la daban a su mujer y yo super caliente de verlo a el humillado e impotente presenciando como su mujer se tomaba la leche de un desconocido.
El negro dejó de amenazarlo, en realidad se calentó tanto que se olvidó de mi marido que seguía contemplando la situación.
El negro era inmenso. Me tomó en sus fornidos brazos y me arrojó brutalmente de bruces sobre la arena.
Mientras yo luchaba por quitarme la arena de la cara y el pecho que se me pegaba con la leche, desesperado, con movimientos torpes, me arrancó la parte de abajo de la malla de baño y después de pasarse saliva por su negra pija me la enterró de un saque por la concha que estaba toda mojada de antes.
Sentí esa cosa enorme y durísima que lastimaba mis entrañas sin dejar de mirarlo a Guille.
El muy bestia del negro me cabalgaba como un animal masajeándome los pechos por encima de la parte de arriba de la malla que intentaba desprender pero por su torpeza no podía, tuve que hacerlo yo a pesar de la posición incómoda.
A esa altura yo jadeaba y pegaba alaridos y buscaba la mirada de mi marido.
Sentía tanto placer por tener esa pijaza adentro que me dolía hasta gozar, pero la verdad, más por la humillación de Guillermo que observaba impotente cuanto gozaba con ese negro encima que me la estaba dando mientras el contemplaba.
Hubo un momento en que me inquieté. Fue cuando el pelado que me había acabado en la boca le acercó la pija a la cara de Guille para que se la limpiara con la lengua.
Me quedé un instante como suspendida, temí que hiciera alguna locura tipo negarse o peor morderla y que todo terminara en una tragedia. La verdad es que aunque esperaba que hiciera lo que le obligaban, un poco me desconcertó ver que Guillermo le pasaba su lengua por esa pija que tenía el esperma del que se había abusado de mi y mis propios jugos.
Fueron unos segundos que tardé en reaccionar y enseguida pude seguir gozando. Lo tenía enfrente a Guille que si al principio pasaba la lengua con asco, ahora ya había terminado y seguía pero con ganas, se la había agarrado con las dos manos y se la metía en la boca casi hasta los huevos.
El muy hijo de puta estaba disfrutando, lo notaba en su cara y en el bulto que había vuelto a formarse en su slip. Ahí no pude más y empecé a gritar fuera de mi, dame más negro hijo de puta, metémela toda, haceme gozar y a Guillermo mirá puto como me la están dando ¿te gusta ver puto de mierda? Y cosas así. No lo podía creer, pero no estaba para pensar, solo gozar, sobre todo cuando el negro me llenó de esperma en una explosión tremenda.
Acabé yo también un montón mientras sentía todo ese río de leche caliente que me recorría quemándome por dentro. Era un fuego, entre el ardor de la fricción y toda esa leche hirviendo sentía que me quemaba las tripas.
Estallé de placer sin quitarle la vista de encima a mi marido que había terminado su tarea y tenía una mancha húmeda en el bulto de su slip. Cuando el negro se levantó, el río de leche corría cuesta abajo por mis muslos.
El pelado ya estaba con su enorme pija erguida, roja y brillante, listo para seguir. Yo estaba destruida, pero tan satisfecha como no recordaba haber estado y apenas me podía mover. Igual me hizo poner en cuatro patas sobre la esterilla y me pasó saliva por el orificio de mi culito que, si bien no era virgen, no tenía demasiado uso.
Yo me dejé hacer, no estaba para resistirme. Primero me pasó la lengua y después fue metiendo sus enormes dedos hasta que el agujero se fue dilatando. El muy chancho metía un dedo todo lo que cabía, se lo chupaba saboreándolo y lo volvía a meter.
Al cabo de unos pocos instantes yo ya estaba caliente, ansiosa deseaba que me la pusiera de una vez.
Cuando consideró que estaba listo, me puso la cabeza en la puerta del orificio y la volvió a sacar. Sentí ese placer de cuando entra y también de cuando se vacía.
El muy turro seguía pasándole saliva a su pija que brillaba con el reflejo del pálido sol que todavía quedaba.
Más loca me puse cuando vi que mi marido le limpiaba la pija al negro que me había cogido unos segundos antes.
Nos cruzamos las miradas y pude ver sus ojos llenos de vicio. Ya era una competencia por quien era más vicioso de los dos.
Me saqué. Empecé a gritar desaforada: metémela de una vez hijo de puta, rompeme el culo turro, quiero sentirla toda adentro.
Me la metió de golpe y sentí un terrible dolor, sentí que me desgarraba, pero miraba los ojos de Guille que habían pasado de la impotencia y el odio del principio al morbo y la excitación, y no paraba de jadear y pegar alaridos, gritaba dame más hijo de puta, hummmmmm como te siento, rompeme el culo de una vez.
Estaba descontrolada y mientras el pelado me cabalgaba como a una yegua, mi marido chupaba cada vez con más ganas. Cuando el tipo acabó y me llenó el culo de leche, yo ya había tenido dos orgasmos. Me desplomé y el pelado cayó con todo su peso encima mío.
Destruida como estaba, pero feliz, vi como el negro, que ya tenía su enorme miembro duro como una estaca, agarraba de la nuca a Guille y lo hacía poner en cuatro patas.
Desesperado Guille trató de zafar pero el negro le retorció un brazo por la espalda y presionó su nuca hasta hundir la cara en la arena.
Mientras se reía a carcajadas le dijo que se pasara saliva por el culo así le dolería menos. Encima se burlaba, al principio vas a ver que duele un poco pero después te va a gustar.
Sin dejar de mirarme a los ojos Guille se lubricó el mismo su propio culo. En segundos el negro se la estaba poniendo, primero un poco, enseguida casi la mitad, mientras seguía con sus carcajadas.
Yo veía la cara de dolor de mi marido, los ojos fuera de las órbitas, le salían lágrimas. Gritaba, suplicaba, pará por favor y el negro haciendo oídos sordos se la puso toda.
Traté de soltarme para ayudar a Guille pero el peso del hombre que tenía encima era mucho para mi. Para peor se puso cariñoso, una vez que se había aliviado, empezó a besarme en la nuca y a acariciarme la cola y los muslos.
El negro pareció que tomó impulso y empezó a galoparlo a Guille, primero lento y profundo, cosa que se fuera acostumbrando. Me di cuenta como le cambió la cara a Guille.
Era verdad, le estaba gustando. El también empezó a moverse acompasadamente con el negro que tomó un envión final y con movimientos rápidos alcanzó a acabarle adentro.
El negro lo soltó y Guillermo cayó rendido sobre la arena, no se si su cara era más de dolor y de humillación que de goce. Ahí fue lo peor y lo más raro que me pasó en mi vida. Si algo faltaba, el negro se acuclilló frente mío y tomándome del pelo me acercó mi boca a su pija.
Yo no quería, estaba llena de caca. Pero ya no había nada que no hiciera, no era yo misma. Al ver a Guille que me miraba empecé a chupara con ganas la pija que le había desvirgado su culito.
No se por qué pero empecé a decirle como podía con esa pija dentro de mi boca, mmm qué rica la pija que se cogió a mi maridito y que gusto que tiene ese culito y pavadas de ese tipo, hasta que estuvo lustrosa otra vez.
En ese momento que el negro se levantó sentí algo raro, no entendía, era algo adentro mío pero muy extraño, hasta que me di cuenta que el hijo de mil putas del pelado, que todavía tenía su pija en mi culo, entre risotadas me estaba orinando adentro. ¡Qué dolor! Encima era un chorro larguísimo, no terminaba nunca, sentí que me inflaba como un globo.
Cuando muerto de risa terminó y se levantó, sentí el mayor placer que nunca haya sentido, vaciarme de ese pis fue la más grande sensación de placer que sentí en mi vida, no se como explicarlo, pero fue genial. Todo fue loco, humillante, violento, morboso, vicioso y sobre todo placentero, pero lo último fue increíble.
Cuando los tipos se saciaron y se fueron ya había oscurecido.
Nos quedamos un largo rato tirados, rendidos y en silencio. Yo estaba exhausta y me imaginaba a Guille con el culo roto.
Ninguno de los dos dijo palabra alguna. El se levantó a duras penas y fue hasta la orilla a lavarse.
Lo seguí. Nos secamos y volvimos a la cabaña, comimos algo liviano y nos fuimos a dormir.
Nunca desde ese momento cambiamos palabra alguna sobre lo que ocurrió.
No se si fue por eso pero algo cambió entre nosotros y al poco tiempo nos separamos.