Me había metido en una aplicación de citas por la insistencia de un amigo. Pasé dos meses sin conectar con nada que me interesara hasta que apareció una piba muy joven que me escribió para proponerme tener un encuentro sexual. Intercambiamos fotos (con la cara difuminada) y, aparentemente, le gustó lo que veía porque me planteo tener un encuentro, obvio para garchar. No quería rollos, solo sexo. Es más, me aclaró que tenía novio y que necesitaba que los encuentros fueran discretos. Cuando vi la foto, pese a que la cara no se veía clara, era evidente que era una pendeja muy joven y hermosa. Me pareció que era una joda ¿qué podía querer con un viejo como yo? Pero le mandé un mensaje y me contestó que si, que quería contactarme.

– “¡¡Qué joven que sos!!!. ¿En serio querés entablar una relación conmigo?”, le pregunté, sorprendido, a través del chat de la app de citas.

– “Si papi. Los pibes de mi edad no saben que hacer para que una chica disfrute como debe. ”, me dijo Andre (así era su nick). “Quiero a alguien que tenga experiencia. Vos pusiste que usas juguetes, que conocés el sexo tántrico, que te gusta dominar y a mi me gusta que me dominen, que te encanta mimar y los juegos previos. Espero que todo eso sea real, pero si lo es, bárbaro. Me gustaría pasar un rato en la cama con vos y que me hagas todo eso. ¿No querés estar conmigo?”

– “Claro que quiero. Solo intentaba estar seguro de lo que vos querías. Pero si, sin duda. Y para resolver tu interés de evitar que nos vean, te propongo lo siguiente. Estaciono mi coche en una avenida, te paso la patente y tengo la puerta destrabada. Vos venís, te metes al coche y nos vamos a un telo. ¿Te parece?”

– “Uy, que buena idea. Dale. Pasame mejor una foto de tu auto así lo ubico bien. ¿Podes mañana a la tarde? Te paso mi wassap

Y así fue como tuve la primera cita con Andrea, una joven morocha de 22 añitos que fantaseaba con hombres mayores. Hasta que entró al auto, pensaba que todo era una joda, o que no era la de las fotos o qué se yo. Me parecía raro que se diera así, tan fácil. Pero resulto todo cierto. Era un caramelito joven, de linda figura, muy bonita y agradable. Yo no le había mentido en mi edad y aunque hago ejercicios y me mantengo, estoy pelado y mis 67 años se notan. Pero a ella pareció encantarle lo que vio cuando me conoció en persona. Le pregunté si le parecía bien ir a un hotel que quedaba cerca del Abasto (lugar donde nos habíamos encontrado) y accedió con ganas. Veinte minutos después de la cita, estábamos entrando a una habitación del telo. Ella miró todo y fue a acostarse en la cama.

Yo abrí un bolso donde llevaba varios elementos y ella miró, curiosa. Saqué una fusta, consoladores, cremas, lubricantes, didlos, pulpitos, esposas de cuero, vendas y ropa.

– “¿Qué es todo eso?” preguntó curiosa.

– “Juguetes y elementos para ambientar el sexo. ¿No querías probar cosas nuevas? ¿No me dijiste que te gusta que te dominen?. Para no defraudarte, traje algunas cosas”

– “Upss, si, pero ¿así, en la primera vez?. Tengo que confesarte que usé consoladores y me ataron con sogas, pero nada más. Está bien que con los que probé los juegos de dominación no se lucieron que digamos, bastante torpes. ¿Vos tenes cancha en esto?”

– “Andre, no vale de nada que me haga propaganda. Probamos y, si no te va, me decís y listo. Tenes que disfrutar y sentirte bien, si no no tiene sentido. Además tengo que probar hasta donde te gusta la dominación y que te disciplinen”.-

– “Dale, probemos. Me gusta, tengo ganas, pero ya te dije, no encontré con quién hacerlo bien. ¿Qué es esa ropa?”.-

– “Para que te vistas y para que asumas el rol que te voy a indicar. ¿No te gusta fantasear”.-

– “Si. Me encanta. Me da miedito eso de la fusta, las esposas”.-

– “Todo lo que hagamos va a ser con acuerdo de ambos y solo para dar placer. Si duele, molesta o incomoda, no lo hacemos o no lo usamos.”.-

– “Ok. Probemos”, dijo, con cara de mucha intriga.

– “Pero, hay algo que tiene que quedar claro, Yo mando y vos obedeces como una buena sumisa ¿Ok?”.-

– “Si señor”, dijo con una sonrisa. “Qué hago?”.-

– “Toma esta ropa. Anda al baño y cambiate. Cuando entrés, seguime el juego hasta donde te parezca. Sos una estudiante que van a expulsar y queres hacer lo que sea para que eso no pase. Para empezar, me tratas de “señor” con respeto y casi temor. Última advertencia, si hago algo que no te va, avisame y listo. Pero, de ahora en más, sos mi putita obediente. ¿Queres jugar?”

El sí le salió con ganas, se levantó, vino a buscar la ropa, me dio un beso y yo la despedí con un chirlo. Minutos después entraba vestida de colegiala, con una camisa elástica que le marcaba los pechos, una pollera escocesa muy corta, medias ¾ y un moño en el pelo. Estaba para comerla. Yo estaba desnudo solo vetido con un delantal de profesor y una regla larga de madera.

– “¿Cómo está alumna Andrea”, le dije con voz seria y autoritaria ni bien la vi. “La mandaron otra vez a dirección por mala conducta y bajas notas. Vamos a tener que tomar serias medidas con usted. Ya mismo llamo a sus padres para que la vengan a buscar. Desde este momento está expulsada de esta Institución”

– “No, por favor, señor director”, dijo suplicante y haciendo pucheritos. “Le prometo que voy a portarme bien y a estudiar todas las materias. No llame a mis padres, por favor”

– “No, no y no. Esas promesas ya las escuché de su parte y nada cambió después. Está decidida su expulsión”

– “Señor Director”, dijo arrimándose melosa y sensual, “no hay nada que una alumnita cono yo pueda hacer para que la perdonen. Hago lo que usted quiera, lo que sea”

– “No sé a que se refiere alumna. Ya está todo dicho”

– “No sea así Director. ¿No hay nada, pero nada que usted quisiera de esta alumna? Yo le doy lo que pida, hago lo que pida. Lo que sea Dire”, me dijo.

– “Creo que usted se confunde alumna”, le contesté.

– “No director, no. Solo quiero que me castigue por lo que hice pero no me expulse”, caminó hasta una cómoda y se reclinó, quedando a mi vista su preciosa cola apenas tapada por la blanca bombachita. “Castígueme

Director, sé que fui una mala alumna, castígueme”

– “Bueno, veo que está arrepentida. Quizá le aplique un castigo y le dé una nueva oportunidad”

– “Si director”, me dijo agachándose más. “Castígueme”

Me acerqué y le pegué en una nalga con la regla, el chasquido se sintió fuerte y ella dejó escapar un quejido sensual y meloso. Empecé a darle nalgadas y ella se retorcía y gemía. Tanteaba de a poco para no pasarme de lo que ella deseaba. Pero no solo no me ponía límites, sino que se acomodaba para recibir más.

– “Así Dire, así. Soy una mala nena que merece que la disciplinen. Péguele más fuerte a su alumnita Director, me lo merezco”

Seguí pegándole mientras sus nalgas se iban poniendo rojas mientras ella cerraba los ojos y alzaba la cola, era evidente que lo disfrutaba a morir. Fui a buscar la fusta y seguí dandole fustazos, esperando que en algún momento me parara, pero solo se acostó sobre la cómoda y me alentó.

– “Si, así, así. Castiguela a esta mala alumna.”

Al rato paré y empecé a masajearle la cola. Ella la sacaba más como ofreciéndomela. Le metí la mano para tocarle la conchita con los dedos y noté que estaba totalmente mojada.

– “Usted reprobó educación sexual. ¿Estudió para el examen?”

– “Si dire, pregúnteme lo que sea”

– “¿Cuáles son los órganos sexuales secundarios en la mujer”

– “No me acuerdo Dire”, dijo haciendo un pucherito.

La hice levantar, le abrí la camisa y empecé a masajearle las tetas.

– “Estos son alumna ¿no ve como se ponen duros los pezones? Le voy a mostrar como reaccionan a los estímulos”. Le dije chupando sus botoncitos y lamiéndolos. “Y estos son los órganos sexuales primarios”, le dije mientras le metía mano a la conchita, le masajeaba el clítoris y un la punta de un dedo entraba en su mojada vagina. ¡¡No estudió nada!!”, la reté mientras le daba unos buenos chirlos, “Se merece que la castiguen”.-

– “Si, profe, castígueme”

Le ordené que cierre los ojos, le puse una venda, le dije que se desvistiera, le até las manos y la llevé a la cama, donde le sujeté las manos al respaldo. Ella me dejaba hacer, medio temerosa, con preguntas que solo contestaba con chirlos, pero sumisa y obediente me permitió que la maneje. Una vez acostada, empecé a masajearla durante largo tiempo. Espalda, piernas, pies, después hombros, su pancita. Por delante y por atrás y evitando sus zonas erógenas, la masajee hasta que su cuerpo se fue aflojando. Todo en silencio y respondiendo con un chirlo a cada pregunta de ella. Después la puse boca abajo y empecé a acariciar sus nalgas, acercándome muy despacito a su cola. Ella elevaba su cuerpo cuando me acercaba, como para que la toque en el culito, pero yo quería hacerla desear. La di vuelta y seguí acariciándola, apenas tocando sus tetas, dándole un toque rápido con un cubito de hielo en sus pezones para después darle una chupadita para después volver a los masajes y de vez en cuando matizar con un chirlito. Una pasadita cerca de la conchita y otra vez a acariciarle el cuerpo y otro chirlito.

Así la tuve media hora y su calentura volaba a mil. Empecé de a poquito a darle besitos a su clítoris lo cual la hacía retorcer. Un besito, caricias, un chirlo. Cuando me dediqué a lamerle el clítoris mientras mis dedos le acariciaban la vagina, se tensó, gimió quedamente y tuvo un largo orgasmo. La desaté y le saqué la venda mientras le preguntaba

– “¿Te gusta ser mi sumisa?”

– “Me encanta papi, que me trates como a una puta y a la vez que me mimes”

– “Ahora vas a ser mi putita, vení”, le dije, la agarré del brazo, la obligué a pararse, saqué mi verga, la agarré del pelo y sin miramientos la lleve de prepo para ponerla de rodillas hasta que tuvo la cara frente a mi chota.

– “Chupá esa verga putita y hacelo bien. Si no te voy a tener que castigar”

– “Si papi, lo que digas”, respondió y empezó a mamarme con ganas y deseo. Era evidente que la situación de ser dominada la ponía a mil. Yo la mantuve agarrada del pelo y la llevaba a mi antojo.

– “Poneme los labios como si besaras que te voy a coger la boca”

Hizo lo que le indiqué y se aguantó las embestidas de mi pija en su boca, cerrándome los labios de tal manera que parecía una conchita cuando la penetraba. Le empezaron a brotar lágrimas y empecé a hacerlo más lento, le separé la cara y le pregunté

– “¿Te hace mal?

– “No papi, soy tu putita y mi boca es para que la cojas toda. ¿Te gusta como te chupo?”

– “Si, bebé, quiero que la chupes así hasta tragarte mi leche, oíste?”.-

– “Lo que mi papi diga” y volvió a tragarse mi chota una y otra vez hasta que estallé llenándole la boca de leche. Se quedó con la pija adentro y la acarcició con la lengua y después la fue chupando fuerte hasta dejarla limpia. La sacó y la lamió toda. Me miró con una sonrisa y preguntó:

– “Estuvo bien tu putita o merece que la castiguen” con la cara reluciente, contenta y feliz.

– “Estuviste muy bien. Pero igual, si tengo ganas, te voy a dar unos cuantos chirlos más tarde. Ahora vení”.-

– “Cuando quieras papi, me gusta ser tu putita. Me gusta como me tratas, así de fuerte y tierno a la vez.”.

La puse de pie para terminar de desvestirla y sacarle la venda, acariciándola entre medio y dandole chirlitos. Cuando quedó desnuda, le hice dar una vuelta para mirarla bien. Una figura delgada y preciosa, tetitas paradas con unos pezones duros, colita redonda y firme. Y una carita hermosa de nena feliz y satisfecha con ojos de deseo y lujuria. Un manjar. Me saqué la camisa, los zapatos y las medias, me acosté y le ordené que me desvista.

– “Para que veas que estuviste bien, te voy a dar un premio. Pero tenes que lamer esa pija hasta ponerla dura.”

Sin decir nada, me sacó los pantalones y el boxer y se dedicó a mamar hasta que logró revivir mi pija. No fue difícil. Ver a esa nena totalmente entregada a mí, me calentaba a más no poder.

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