Aun así, estaba un poco desconcertada, abrió el cajón de la mesita de noche y sacó una pluma, me dio un medio ataque de risa cuando la vi, le pregunté que para que era y él me hizo un gesto de silencio.
Jorge, no perdió el tiempo en desnudarme, casi me arrancaba la ropa, me besaba y me chupaba las tetas como solo él sabía hacerlo, me acariciaba las caderas mientras deslizaba sus manos hacia mi culo, para apretármelo con fuerza.
Vivía en el casco antiguo de la ciudad, en un viejo piso reformado, de techos muy altos y exquisita decoración, todo muy ordenado y limpio, me invitó a entrar a su despacho, donde tenía ciento y un trastos, revistas de informática y su herramienta de trabajo, un Pc.
Allí me estaba esperando, con un boli entre las manos, sin saber a donde mirar, abrí mi lata y empecé a beber y después de un sorbo de bebida fría y burbujeante bajaba la lata por mi cuello, al igual que el lápiz, me rozaba las tetas y eso hacía que mis pezones se apreciasen, más todavía.
Al ver que estábamos solos me recorrió un escalofrío por la espalda y decidí ir al servicio donde me quité el sujetador, con el fin de que se me marcaran los pechos bajo la blusa blanca, mis pezones estaban duros y se marcaban lo suficiente para que él pudiera apreciarlos.