Me he vuelto un zoofílico convencido desde que lo hice por primera vez con Bobby.
Desde entonces, no hago más que pensar en el momento de llegar a casa y nada más entrar pajearlo, esté donde esté. Así se me va poniendo de dura en el coche o en el metro.
No pasa un día sin que vea un perro grande y le mire la polla con ganas de mamársela.
Bobby es un gran danés marrón muy bonito.
Lo tengo desde hace tres años. Obviamente vivo solo ( tenía novia hasta hace poco).
Es un perro muy sexual, por llamarlo de alguna manera: siempre está con el rabo a punto.
De toda la vida lo he visto con la punta asomándole o mamándosela él mismo. Eso me ponía muy burro.
Desde siempre me ha gustado una buena polla en mi culo : ya desde niño me metía bolis, velas y otros artilugios mientras me pajeaba pensando en mi padre y su gran pollón.
Más mayor ya, me metía el puño, consoladores y hasta el telefonillo de la ducha mientras me hacía pajas y más pajas seguidas y a la vez me llenaba el culo de agua muy caliente.
Cuando empecé a follar con tíos no abandoné mis aficiones pero sí que las hacía más esporádicamente.
Llega un momento en la vida sexual de toda persona que se produce el vacío o aburrimiento.
En mí, llegó hasta el punto que no se me empinaba el nabo por nada que no fuera puro vicio y, pasado un tiempo, la cosa se volvía usual y aburrida por tanto.
Hasta que se me ocurrió ver qué pasaba si pajeaba un poco a Bobby.
La verdad es que siempre ha tenido un pollón considerable.
Así que un buen día, tras la hora de cenar y de haberlo bajado a pasear, le indiqué que subiera las patas delanteras al sofá donde yo estaba sentado y, en esa postura, le agarré la polla todavía en reposo con la mano derecha y empecé a pajear.
Mi reacción fue inmediata: se me puso muy dura.
Él sin embargo, se hacía el duro y se limitaba a mirar hacia delante y no hacer nada pero su polla empezaba a descubrirse: poco a poco, empezaba a salirle el capullo rojo. Eso me ponía a mí cada vez más y más burro.
El ver como le podía cada vez tirar más el pellejo del nabo hacia atrás y salía más polla roja y mojada me estaba provocando adicción.
Me contuve de empezar a pajearlo a lo bestia hasta correrlo para así ver como poco a poco empezó a emitir unos pequeños gemiditos.
Deduje que aquello le estaba gustando por lo que seguí pajeando despacito y retirando la piel del nabo cada vez más.
De vez en cuando, mientras no me pajeaba yo con la otra le cogía los huevos, que los tenía helados, y se los apretaba fuerte.
Esto parecía gustarle también, porque no se apartaba y porque le crecían mucho más.
Poco a poco se le ponía más gorda y dura. La tenía más gorda ( y la tiene) que yo. Eso me estaba volviendo loco.
Empezaba a salirle un bultito en medio del nabo, durito y gordo, que a mi me gustaba pajear especialmente. Detenerme en la paja ahí.
Sé que estaba haciendo gozar a mi Bobby y él pronto sabría cómo agradecérmelo. Oh dios que pollón le salía a los pocos minutos.
Me apeteció mamársela pero también me daba asco. Decidí que si el me ponía cachondo ( más aún) tal vez mi asco desaparecería.
Así pues me puse a 4 patas enfrente de él, en el suelo y le puse el ojete delante del hocico para que me lo comiera.
Y así hizo el muy cabrón: empezó a pasar la lengua como loco, sin parar, mientras yo me hacía un pajote y me magreaba los huevos.
Me coloqué unas pinzas de la ropa en los pezones para disfrutar más.
Tras un rato así, cuando ya me tenía a reventar la polla, me incorporé y le hice sentarse.
Una vez en el suelo, me recosté yo y, poniendo mi cabeza a la altura de su nabo, comencé a mamar todo ese pollón enorme y rojo, totalmente fuera del pellejo.
Me gustó. Me gustó mucho mamarle ese capullo enorme y pajearle los huevos a la vez.
Me sentía muy sucio y toda una perra.
Confieso que no puedo parar de pensar en pajas y mamadas cuando veo un perro por la calle, sea de quien sea. Y se lo haría ahí mismo.
Como sea que estuve unos 3 o 4 minutos mamándole la polla a mi Bobby, y este seguía gimiendo y sin vistas de correrse, pensé en deleitarme yo más mientras seguía con la mamada follándome el culo con un consolador de los muchos que tengo.
Como no había manera de hacer las dos cosas a la vez por la postura y tal, dejé lo que estaba haciendo y fui en busca de mi consolador con ventosa y lo apoyé en el suelo, cerca del sofá y me lo clavé en el culo.
Una vez así, dije a Bobby que se subiera con la patas de adelante en el sofá, al lado mío de modo que yo quedaba de cuclillas, a la altura de su rabo y sentado encima del pollón con ventosa.
Y empecé a violarme el culo con el consolador mientras se la mamaba con toda mi alma y le pajeaba los huevos.
Umm joder que gusto me daba eso.
Tanto que me entraron ganas de mear y pare de pajear los huevos de Bobby para pajearme yo mientras me meaba y se la mamaba a mi perro y a la vez me violaba el culo.
Umm el ser consciente de todo aquello me producía tal morbo que no puedo sino correrme en el acto.
Tras recuperarme de la corrida, me percaté de que Bobby aún no se había corrido y pensé que no era justo así que decidí que me follara.
Probé muchas veces a 4 patas pero su pollón no atinaba así que ideé otro modo: me puse en el suelo, en cuclillas y con la espalda apoyada en el sofá y la pelvis ligeramente hacia delante.
Puse a Bobby enfrente mía con el rabo tieso y casi en la postura del misionero y cogí su nabo y lo metí poco a poco en mi culo.
Una vez dentro le agarré el culo y empujaba contra mí.
No hizo falta. En breve, Bobby se volvió loco y empezó a follarme como el animal que es ya gemir como un loco. Oh que placer me daba.
Yo le decía cosas como ·fóllame cabrón· o ·Viola mi culito joder!· y eso me ponía más a mí y juraría que a él.
Tras 20 minutos de follada (20, sí. El muy cabrón tiene un nabo que no se cansa) conseguí sacármelo del culo.
Me incorporé ( ya me había corrido una vez más) y pensé en acabar pajeándolo, porque sino no había manera.
Pero Bobby es un perro de 60 kilos y mucha fuerza.
Y estaba como loco por correrse en mi culo.
Así que no dudó: se me abalanzó por detrás y me puso las patas en la espalda, empujándome y tirándome al suelo.
Al intentar levantarme, comprendí que quería follarme más, así que me coloqué a 4 patas y esta vez sí pudo ( tenía el culo dilatadísimo ya) y por la misma locura de follarme, a golpe de pollazos me penetró.
Umm joder que bien me follaba el culo.
Me encantaba notar el pellejo arrugado al final del nabo y como el bulbo que le salía en medio salía y entraba de mi ano en cada embestida, ajándolo a cada metida y sacada para rápidamente tornarse más estrecho de nuevo y anchísimo otra vez, sin parar a un ritmo frenético.
Me veía en un espejo. Me ponía tan caliente ver como me estaba bombeando que me pajeaba de nuevo a lo bestia.
Oh joder que bien me folló el cabrón, que gorda y que resbaladiza la tenía.
Me hizo gemir mucho y gritar que n o parara de follarme nunca.
Termino follándome aún más deprisa si cabe. Sólo moviendo las caderas y las patas traseras.
Como loco. Gimiendo. Hasta que se corrió: me llenó de leche y se le hinchó la polla notando yo un gusto enorme en ese momento. Fue maravilloso.
Tras eso estuvimos un rato enganchados, momentos que yo aproveché para correrme finalmente con esa bola dura dentro.
Cuando se le bajó, costó que saliera de mí.
El gimió ( de dolor, supuse) y yo quedé aliviado. Nunca un hombre me satisfizo tanto.
Ahora ya digo que me está esperando al llegar del trabajo en la puerta y yo nada más llegar le engancho la polla y le hago una paja rápida, por vicio vaya, o dejo que me folle cuando el quiera. Soy muy feliz.