Sabía que el joven de 19 años estaba totalmente infatuado con mi esposa de 32. ¿Y por qué no habría de estarlo? Ella es una esbelta rubia curvilínea de 1.66m y 55kg.
Sus pechos son firmes con pezones que parecen estar duros todo el tiempo.
David había estado trabajando con Karen como tres meses y medio.
Lo hemos tenido en la casa en varias ocasiones, incluyendo alguna vez el cuidado de nuestros gemelos de 6 años.
No había hecho caso de la manera obvia como miraba a mi esposa, considerándolo un enamoramiento juvenil.
Mi esposa y yo habíamos platicado sobre ello, y ella lo consideró «algo simpático»
Se llevó a cabo una fiesta de la Compañía en un hotel cercano a la playa, donde había virtualmente todo: Paseos a caballo, natación, pesca y demás. Mis hijos quisieron ir de pesca y mi esposa y yo pensamos que sería bueno que yo los llevara, junto con otros muchachos.
El plan era salir en bote por un lapso de más de tres horas. Me di cuenta que ella así lo prefería. David no podía apartar la mirada de su escote, de sus levantados pezones, de sus largas piernas con los dedos de los pies coquetamente pintados.
Su cuerpo sensual apenas cubierto por un ligero vestido veraniego.
Me reí entre dientes, adivinando cuales eran los deseos del joven.
Cuando llegamos a la playa ya la expedición estaba organizada. Había tres botes, cada uno con doce gentes.
Ya estaba establecida la supervisión de los adultos y solo quedaba espacio para mis dos hijos. Así que los dejé ir tranquilos.
Me quedé platicando con algunos compañeros durante una media hora, planeando jugar golf más tarde y me regresé a la posada para encontrarme con Karen.
Cuando estaba cerca, vi a Karen y a David entrar por una puerta lateral del edificio principal. Los seguí. Conforme me acerqué más, pude ver sus siluetas a través de las delgadas telas de las cortinas. ¡Se estaban besando!
Karen tenía sus manos sobre el pecho de él, empujándolo con gentileza y volteándole la cara, pero él estaba obviamente diciéndole algo al oído y tratando de besarla.
Me reí para mis adentros, pensando: «Vaya fresco»
Nomás para ver que sucedía, corrí a la parte de atrás y entré por el área de descarga de víveres, atravesé la cocina desierta hacia el área de servicio, a un costado de los salones de banquetes.
Desde ahí se podía ver el interior de los salones a través de unas persianas que cubrían las ventanas. Probablemente fueron diseñadas para que los meseros y ayudantes de cocina pudieran ver en los salones cuando se requería de sus servicios sin tener que entrar a los mismos.
Podía ver perfectamente a David y Karen a menos de tres metros de distancia. Ella estaba sentada en una silla y David desde enfrente se inclinaba sobre de ella, besándole la frente y los párpados.
Continuó besando su cara hasta llegar a sus carnosos labios y esta vez pude ver como pasaba su lengua sobre los labios de mi esposa.
«Bueno, veremos qué pasa» Pensé, creyendo que ella se pararía y se iría. Pero en vez de eso, volteó su cara hacia David y empezaba a decir algo, cuando el presionó sus labios sobre los de ella y podía yo adivinar que la lengua de él se deslizó en la boca de Karen.
La vi entrecerrar los ojos, sujetarlo del antebrazo con su mano izquierda y devolverle el beso.
Se estaban besando apasionadamente, podía ver que él exploraba con la lengua la boca de ella que sacaba su lengua al encuentro de la de él. En un rato más era ella la que succionaba suavemente la lengua de él, que bajó su mano y empezó a pellizcarle suavemente un pezón.
Ella le tomó suavemente por la muñeca retirándole la mano de su seno, pero él simplemente se agachó más y la deslizó bajo su falda para acariciarle los muslos.
Karen separó su boca de la de él y viéndolo con cierta pasión, supongo que le decía que no deberían estar haciendo esto. Podía yo verla sacudir suavemente la cabeza. Pero no se le veía molesta o intolerante.
Él le acarició la mejilla y tomándola por la nuca se inclinó nuevamente hacia ella y pasó su lengua sobre los labios de ella repetidas veces hasta que logró que abriera nuevamente la boca y volvieron a juguetearse mutuamente con sus lenguas.
Él volvió a aventurar su mano bajo el vestido, sin que ella tratara esta vez de retirarla, antes al contrario, la capturó con la mano de ella, permitiéndole pasar más allá de sus muslos. Podía yo adivinar que él trataba de meter sus dedos en sus pantaletas para acariciarle la vulva.
¡Hombre! Mi estaca estaba dura como de acero, me la saqué y empecé a trabajármela, pensando que pronto ella lo cortaría, o yo entraría en el momento preciso.
Él se enderezó y me sorprendí cuando vi que se abrió la bragueta y se sacó la verga, la sostuvo con una mano y lo acercó a los adorables labios de mi esposa.
Ella se echó atrás sorprendida, deteniéndole apoyando sus manos en la pelvis del joven y por un momento pensé que el devaneo había terminado. Pero habilidosamente el joven se agachó nuevamente a besarla y nuevamente mi esposa aceptó la caricia, levantando la cara y abriendo la boquita, aceptando la lengua de él y brindándole la suya, ambos con la misma fruición que anteriormente habían manifestado.
Después de no mucho rato de estos menesteres, él metió ambas manos por el escote del vestido y empezó a masajearle los pechos, mientras que prácticamente solas las manos de mi esposa dejaron de detener al intrépido galán y se fueron acercando al enhiesto miembro, primero la yema de sus dedos lo tocaron tímidamente, después recorrieron toda la longitud de la misma manera, hasta que finalmente sujetándola con la diestra empezó automáticamente a pajear la endurecida verga, mientras que con la izquierda le acariciaba los huevos.
El beso continuó durante varios minutos, mientras ella se acostumbraba al bulto en sus manos, rompieron el beso y al bajar la cabeza mi esposa se encontró frente a sus ojos el glande enrojecido mirándola fijamente, él simplemente moviendo sus caderas lo acercó hasta que empezó a pasarlo suavemente sobre los carnosos labios.
La vi sacar la lengua y limpiar con ella la punta enrojecida, movió entonces la cabeza y dejó que todo el largo reposara junto a su mejilla. La vi que tenía los ojos cerrados y estaba hablando con él, quien mientras le contestaba también le restregaba la punta del glande en la mejilla.
¡Hombre que caliente estaba esto! Mi esposa hasta ese momento no había visto la verga parada de otro hombre y ahora tenía una pegada a la mejilla. Era un poco más larga que la mía y aparentemente más gruesa también, con el glande en forma de hongo descomunal.
Mi esposa volteó hacia todos lados, pero no podía ver a nadie alrededor, según ella no había testigos. Volteó hacia arriba viéndolo y él se movió guiando nuevamente su glande hacia los suaves labios.
Esta vez ella cerró los ojos sacó la lengua para que apoyara en ella el instrumento y cerró sus labios sobre el borde del glande.
¡Yo estaba en choque! Aquí estaba mi hermosa mujercita chupando la verga de este hombre y yo bien conocía lo bien que ella sabe hacerlo. Ella adora mamar verga.
Mientras estaba remolinando su cabeza y moviendo sus labios arriba y debajo de la endurecida estaca, estiró la mano hacia arriba y le desabrochó el pantalón, abriéndolo y empezó a acariciarle los huevos. Una vez que el pantalón cayó debajo de sus rodillas, pude ver claramente que su equipo era realmente más largo que el mío.
Y podía juzgar por la forma como ella lo estaba chupando, lamiendo y mirando que pensaba lo mismo.
Cuando él no estaba volteando hacia abajo viendo como le sorbían y lamían el pedazo de carne, echaba la cabeza hacia atrás y suavemente se mecía introduciendo y retirando la estaca de la hermosa boca, sosteniéndola de la cabeza, acariciando sus rizos dorados. Veía yo que ella estaba verdaderamente inmersa en ello.
Estaba totalmente posesionada de su papel de mamadora. Moviendo rápido adentro y afuera la verga, retorciendo su lengua sobre el glande y luego introduciéndose toda la estaca hasta la raíz, o por lo menos tratando de hacerlo.
Él le tomó pronto el ritmo y empezó a empujar y retirar al mismo tiempo que ella haciendo cada vez más profundos los empujones de su enorme aparato y pronto ella pudo aceptarlo completamente. Sosteniéndola de la cabeza él empezó a cogérsela por su garganta.
La vi que abrió enormemente los ojos y trató de echarse hacia atrás, pero él la sostuvo y empujó su verga en la garganta de mi esposa y empezó a descargar sus huevos.
Vi como los músculos de su trasero y los de sus piernas se tensaron y empujó más profundamente hasta que su vello púbico estaba aplastado contra los labios de mi mujer y empezó a sacudirse.
Los ojos de Karen continuaban muy abiertos y la vi tragar y tragar su semen. En ese momento no pude soportarlo más y me vine abundantemente en uno de los orgasmos más fuertes que yo haya tenido jamás.
Una vez que se la sacó, vi a mi esposa lamerse los labios y limpiarse la barbilla con el dorso de la mano. Él se hincó frente a ella, hablándole, probablemente diciéndole lo buena mamadora que es, no se había subido los pantalones y podía verle la verga aún tiesa aunque goteando.
La abrazó por detrás y la jaló a la orilla de la silla y le levantó la falda dejando a la vista sus pantaletas. Ella trató de incorporarse apoyándose en los hombros de él, moviendo la cabeza de un lado al otro obviamente negándose, pero eso no lo detuvo a él de bajarle los calzones.
Una vez que le bajó las pantaletas, acarició tiernamente sus primorosas piernas y la descalzó de sus sandalias y jaló sus pequeños pies, ella estaba todavía protestando cuando él le levantó las piernas y tomándola por debajo de las rodillas, virtualmente se sumergió en su vulva con su lengua y labios.
Ella echó la cabeza hacia atrás y sujetó sus dedos sobre los hombros de él, mientras él movía su cara dentro del caliente sexo. Él estaba succionando y lamiendo furiosamente, podía yo verlo encajando su lengua en la vulva de mi esposa.
Ella ya no pudo soportarlo y empezó a venirse convulsivamente. Conozco bien las señales. Los dedos de sus pies se encogen mientras se separan uno del otro, sus senos parecen hincharse y sus pezones crecen y se endurecen. Su cabeza se meció hacia atrás y abrió la boca, ante el empuje de la lengua de él, que continuó lamiendo y lamiendo mientras ella se venía, hasta que ella lo forzó a retirar la cara de su sexo.
Así como se retiró, se levantó aun sosteniéndola por las piernas y sin hacer pausa se dejó caer sobre de ella y le encajó la totalidad de su verga profundamente en la estrecha vulva.
Mis ojos casi se paralizan, mi verga estaba palpitando y se ponía cada vez más dura de lo que nunca había estado mientras veía yo a este joven enterrar su verga en el abierto coño de mi mujer. Nunca la había yo cogido tan completamente, tan fuerte, tan rápido, tan profundamente.
No le tomó mucho tiempo, él empujó las piernas de ella hasta atrás e incorporándose apalancó su verga dentro de ella hasta el último centímetro y empezó a venirse nuevamente.
Demonios, nunca había visto algo tan excitante, pero mi cara ardía y la verga me dolía. Acababa de ver a mi esposa mamarle la verga a otro hombre y ahora él acababa de cogérsela a conciencia. Se quedaron ahí yaciendo abrazados sin moverse.
Me regresé al área de servicio, atravesé la cocina subiéndome la bragueta y saliendo del edificio empecé a gritar «¿Karen… Karen?» Sabía que me escucharían desde afuera.
Mientras le daba la vuelta a la puerta fui hacia donde había más gente, una camarera traía una charola con copas de champaña, tomé una, me la tomé de un solo trago y tomé otras dos, regresando hacia el edificio principal.
«¿Karen… Karen?» Volví a gritar y al acercarme a la entrada tomé las dos copas con una sola mano y abrí la puerta.
Karen estaba nuevamente recostada en la silla. David ya no estaba. El vestido de ella estaba bien ajustado, sus sandalias nuevamente calzaban sus hermosos pies y supongo que su rezumante coño estaba cubierto por sus empapadas pantaletas.
«Hola Cariño» dijo ella pretendiendo estar medio adormilada «Pensé que estabas con los niños y estaba tomando una pequeña siesta»
«Bueno» le respondí «Te tengo una agradable sorpresa, ellos no regresarán por algunas horas, así que disponemos de un buen rato para nosotros, ten te traje champaña»
Ella tomó el champaña y yo le di un sorbo a la mía y decidí que la «pescaría» por haber hecho algo.
«Me alegro que estemos solos aquí Cariño» le dije «Traigo muchos deseos de ti»
«Oh No» Dijo ella retorciéndose y tratando de escapar «No podemos hacer nada aquí, alguien podría vernos»
«No lo creo Cariño» le respondí mientras le subía el vestido y sujetaba sus pantaletas «Solo nosotros estamos por aquí»
A ella se le cayó un poco de champaña, luchó y trató de mantener sus preciosas piernas juntas, mientras yo se las abría y me metía entre ellas, pero yo fui más fuerte que ella.
«Voy a probar este maravilloso coño tuyo, querida vas a venirte como nunca antes» Le dije mientras acercaba mi boca a su vulva.
Mi plan original era abrirle el coño y encontrarlo lleno de semen, entonces acusarla de andar cogiendo con otros y hacerle una escena para darle tratamiento completo.
Miré su coñito y se veían los suaves labios llenos con una taza de crema entre ellos escurriéndole hasta la grieta del culito. Decidí entonces que podría hacerlo peor aún. Me di cuenta de que quería probar ese coñito lleno de semen, supuse que al lamerlo, tendría la prueba de lo que había pasado para mostrárselo a ella.
«Nunca te había visto la vulva tan húmeda, Mi Amor» Gemí «No cabe duda de que lo estas deseando tanto como yo» Ella no respondió, pero la sentí extremadamente tensa.
Me agaché, aspiré su aroma y recorrí con mi lengua toda la rajadita de su coñito, probando el semen de él.
Sentí como si unas suaves plumas recorrieran a todo lo largo de espalda, sentí mi cabeza pesada, nunca mis papilas habían sido asaltadas de esa manera por ningún sabor.
Un tanto salado y como de centavo de cobre el sabor. Introduje mi lengua explorando en su vagina lamiendo y sorbiendo.
Ella gimió fuerte y abrió aún más las piernas, mientras yo hambriento lamía una y otra vez su húmedo chochito.
«Oh Dios Mío» gimió ella, relajándose.
«Que sabor tan rico tienes Querida» Y empecé a cogérmela con la lengua, desde su clítoris hasta su culito, tragándome el semen de él junto con los jugos de ella, no le tomó mucho tiempo para venirse.
Tuvo el orgasmo más fuerte que jamás le propiné, literalmente me quitó el aliento.
Me jaló hacia ella y la monté tal como él lo había hecho, la cogí fuerte y con furia.
Su coño nunca había estado tan suave, tan húmedo y pegajoso, me tomó solo unos minutos para explotar dentro de ella, que me abrazaba con intensa pasión.
Permanecimos así como unos diez minutos o más.
Me di cuenta de que acababa de tener el mejor sexo de mi vida, el problema ahora era…
¿Cómo lograrlo nuevamente?