Poco a poco el garaje se fue convirtiendo en un templo, un lugar oculto a miradas curiosas donde adorar a una verdadera diosa; de hecho, cualquiera que pasara por fuera, al lado de la puerta, no podía imaginarse siquiera que se usara aquel recinto.
Sin aceptar la invitación volví a mi lecho matrimonial donde mi marido distendido descansaba de las tensiones que ayer lo volcaron a la realidad, mirando por la ventana abierta los recuerdos de la semana fueron pasando por mi mente
A no ser que la deje para siempre, seguirá siendo cachón pero conservará cierto aire patriótico al decirle a sus amigos que la mando a freír espárragos, por hacerle a usted lo que usted mismo le haría a ella sin dudarlo dos veces frente en una belleza endiablada.
Acepté y entonces me dijo que me esperaba en el lobby, que cuando me viera se iba a salir y que lo siguiera se hizo todo tal cual y entonces llegamos a un estacionamiento, abrió un coche VW blanco y me invitó a subir.