Me gusta el culito que tienes, cabrón. Me encanta como lo mueves cuando juegas en la máquina recreativa, me calentaste bien pedazo de cabroncete. Quiero meterte la polla en él y verte menearlo mientras te doy por el culo y gimes para mí.
En este último el vestíbulo era mucho más grande y largo, y la oscuridad nos ocultaba bastante. Como yo ya estaba tan pero que tan empalmado y caliente de tanto que me había sobado, me fui dejando bajar los pantalones. Pero…
Yo nervioso y excitado, dejé que el viejo me fuese metiendo mano. Cuando el viejo consiguió meterme el dedo en el culo y luego un segundo dedo yo ya estaba que me derretía de gusto. Me sujetaba a sus brazos recostándome sobre el banco de la marquesina y abriendo las piernas todo lo que podía, dejando que el viejo metiera sus dedos en mi culo. Cuando me di cuenta, el pantalón y slip, ya los tenía sobre los tobillos y estaba jadeando y gimiendo de gusto. Ni si quiera me había dado cuenta de donde nos encontrábamos en ese momento, solo me dejaba hacer por el viejo, que en aquellos momentos me estaba haciendo gozar con sus dedos dentro de mi culo, teniéndome a punto de caramelo.
El sábado de la semana anterior, me había dado por el culo un hombre maduro; rondaría los 50 años o quizás algo menos; en los aseos públicos de la calle Fernández Latorre, después de aprovecharse que el hijo de puta del maricón que me estaba sodomizando, me había dejado tirado. Me había dejado con los pantalones y slip sobre los tobillos, la camiseta sobre el suelo, el culo abierto y preñado de semen, la polla tiesa a más no poder, y la puerta del aseo abierta.
Yo mirando cara a la pared, desnudo de cintura para arriba y el slip y pantalón a la altura de los tobillos, con la polla tiesa a reventar, me agachaba e intentaba subirme el slip y pantalón a la vez que arrimaba la puerta para no ser visto.
Mis ojos se fueron a aquella manguera que le colgaba al viejo, y no daba apartado la vista de aquello que mostraba el viejo sin pudor alguno. Cuando pude, levanté la vista mirando al viejo a la cara. Ven, me decía haciendo señas con la cabeza, yo que estaba medio hipnotizado con la visión de aquella polla, no reaccionaba. El viejo insistía, me hacía señas con la cabeza para que fuese, pero yo seguía sin poder dar un paso. Anda ven dijo de pronto, saliendo del aseo y acercándose a donde yo simulaba que estaba meando. Me sujetó por la muñeca tirando de mi brazo para que agarrara su verga y fuese para el aseo con él. Yo me dejé llevar y de pronto ya me encontraba dentro de aquel aseo con el viejo.
Cuando me dio la vuelta para darme por el culo, vimos como el viejo de nuestro grupo, estaba dándole por el culo al jovencito. Lo tenía totalmente empalado en su polla, gritaba y gemía como una perrita en celo el jovencito.
A él tampoco parecía importarle mucho el que vieran como tenía a un jovencito maricón en pelotas, abriéndole el culo con sus dedos, preparándolo para meterle la polla en el culo y follarlo hasta preñarlo de leche.
Joder tío, ¿le vas a dar por el culo ahí en plena calle? Sí, me lo voy a follar aquí. Me excita y da mucho morbo darle por el culo al maricón en plena calle. Me pone a tope que alguien nos pueda ver y vean cómo le rompo el culo al maricón.
Terminaba de ser follado por 2 hombres maduros en plena vía pública de mi ciudad, La Coruña, y ahora cruzaba desde los jardines de Méndez Núñez, hacia la calle Sánchez Bregua, acompañado por ellos. Me iban tocando y sobando el culo, diciéndome lo bueno que estaba y que culito más rico tenía, a ver si me dejaba ver otro día, que me volverían a dar por el culo y dejarme preñado.
No sacaba la vista de mí. Miraba cómo me tenía enterrada la polla aquel hombre, y cómo me tenía inclinado, totalmente en pelotas, dándome por el culo. El hijo de puta no se movía, seguía allí mirando, acariciándose la polla, y viendo como me daban por el culo.
Me hizo que abriera las piernas poniendo las suyas en medio de las mías, y luego de colocar su polla en la entrada a mi ano, se tumbó sobre mi espalda metiendo sus brazos por debajo de los míos. Pegó su boca a mi nuca y luego de mordisquearme, me dijo, levanta un poco el culito mi damita. Nada más levantar un poco el culo, dio un movimiento a su cadera, metiéndome más de media polla. Dio otro movimiento a su pelvis, terminando por meterme toda la polla dentro.
Yo ya empezaba a estar cachondo, poco a poco la polla se me iba empalmando con aquellos mordiscos que me daba en el cuello, y las caricias que me hacían sus manos. Llevé mi mano a su polla, notando que ya la tenía dura y tiesa. Empecé a acariciarla por encima del pantalón, hasta que le empecé a desabrochar el cinturón, y irle desabrochando luego el pantalón, hasta que pude sacarle la polla de fuera.
¡Bufff! Quédate así me dijo, apoyando su polla y huevos en mi culo, empezando a subirme la cazadora y camiseta haciéndome estirar los brazos sobre la mesa, y que ambas prendas dejasen mi espalda y torso al descubierto. ¡Ay que bueno estás! ¡ooohhh que culito! Decía restregando su polla y huevos por mi culo, mientras besaba mi espalda y mordía mi nuca.
Yo me quedé embobado mirando para su polla cómo meaba. Joder menudo rabo tenía el vagabundo, sí que era larga la polla que se gastaba. Cuando levanté la vista hacia su cara, él estaba viendo cómo yo miraba y no sacaba los ojos de su verga.
Yo solo pude reaccionar llevando mi mano a aquella hinchada polla que me tenía hipnotizado, y agarrarla con mi mano acariciándola. Mientras él, buscó mi hoyito con su dedo, cuando lo encontró, presionó el esfínter, haciendo que su dedo entrara en mi culo. ¡Ohhh! ¡ooohhh! Gemí al entrar el dedo en mi culo. Calla maricón, no grites tanto que nos pueden escuchar, me dijo sin sacar el dedo de mi culo.
No se le pasó desapercibido al viejo, mi estado de empalme y la calentura que llevaba encima. Joder cómo estás, andas bien salido me decía, acariciándome la polla y huevos a la vez que me estrujaba los cachetes del culo. Si quieres luego vamos y te llevo a mi casa, que me gustaría meterte en mi cama y quitarte esta calentura. Bu bueno le dije tartamudeando, pero déjame mear que así no puedo hacerlo.
¡Uy que calentito estás! Me decía subiéndome la camiseta y acariciándome con sus manos. Quédate así, que me das calorcito con tu cuerpo, me susurraba al oído, mientras me mordisqueaba la nuca y pellizcaba mis pezones con sus dedos.
Entramos ambos en el aseo, y como uno de los urinarios estaba atascado, no me quedó más remedio que esperar a que él terminara de mear, para luego hacerlo yo. Cuando saqué la polla y me disponía mear, el chabolista, me agarró la polla y huevos, diciéndome que tenía ganas de darme por el culo. Que te parece, me decía meneándome la polla y acariciándome los huevos, a la vez que con la otra mano me acariciaba y sobaba el culo.
Hacía unos días que había ido con Andrei, el rumano, a la casa que tiene el cura pegada justo detrás de la iglesia, y había sido follado por ambos. Ese día al pasar por debajo del viaducto, para ir hasta el puerto, no vi allí aparcado el monovolumen de Andrei. Al ir con prisas, no me paré a echar una ojeada, por si lo había cambiado de sitio; lo haría a la vuelta; y es que ya deseaba volver a ser follado por aquel guapo rumano, que tan ricamente me daba por el culo,
Apoyó la mano sobre mis hombros, bajándola suavemente por mi espalda, hasta llegar a mi culo. Ahí la dejó y muy disimuladamente me acariciaba diciéndonos que pasáramos, y que nos sentáramos en el sofá que allí había.
Hacía unos días que, al salir del bingo de 4 caminos, en la ciudad de La Coruña, ciudad donde vivo, al irme para casa tuve que parar justo debajo del viaducto a causa de la tromba de agua que ese día estaba cayendo. Estando esperando a que amainara un poco la lluvia, había salido de un monovolumen que había allí aparcado, un joven rumano, Andrei, se llamaba, con el que había estado follando; bueno más bien me había dado por el culo, y por cierto que me había dejado bien satisfecho.
Pues en ese momento, al verle la polla al rumano, me vino al recuerdo aquella anécdota. Andrei se dio de cuenta cómo me quedaba mirando para su herramienta, y cómo poco a poco mi polla se iba poniendo dura.
El miércoles cuando llegué por la mañana y coincidimos en los vestuarios, estaba el gitano empezando a cambiarse de ropa. Cuando estuvo completamente desnudo, vi que tenía la polla totalmente empalmada. Se giró hacia mí, y mostrándome la verga, me dijo: Mira cómo me tienes payo. ¡Dios! Aquella visión hizo que me relamiera. Pasé la lengua por los labios, sin quitar la vista de aquella verga que me mostraba el gitano. En un instante me había puesto caliente a tope. La polla se me puso tiesa al momento, y el culo me temblaba, si llegamos a estar en otro sitio, me hubiera agachado y llevaría aquel manjar a mi boca.
Yo me estaba duchando en una de las 2 duchas que teníamos para los eventuales, cuando llegaron ellos. Los 2 colegas del gitano se metieron en la que estaba libre, y el gitano se metió en la que estaba yo. Deja que me remoje payo, mientras te enjabonas, me dijo metiéndose en la ducha que yo estaba.
Lo vi acercarse poco a poco, hasta que se colocó justo detrás mía. Miré cómo sacaba su polla totalmente empalmada, se pegaba a mi culo, me rodeaba con sus manos, haciendo que dejara de menearme la polla, y agarrármela él.
Puso una mano sobre mi hombro diciéndome, agáchate y chúpala ya verás cómo te va a gustar. No no, tartamudeaba. Si nos ven nos pueden echar. Tranquilo, aquí nadie nos ve, y no se va a enterar nadie. Esto solo es entre tú y yo. Anda agáchate y pruébala. Solo chupa la puntita, ya verás cómo te gusta.
Se dejó caer los pantalones y bóxer a los tobillos, poniéndose a menear la polla, sin dejar de mirarme. Se fue arrimando a mí, hasta que sin decir nada, agarró mi polla con su mano, invitándome a que yo agarrara la suya.
Al verme salir de entre los vehículos, y venir de aquella zona apartada y oscura, supuso que andaba buscando algo, o de hacer algo; y había supuesto bien. Nos miramos a los ojos, él se quedó parado viendo lo que hacía. Yo reaccioné volviendo atrás, y volver a donde había estado meando. Volví a desabrocharme el pantalón y cinturón, y ponerme a hacer que estaba meando, y de reojo, mirando si aquel hombre venía hasta allí. Lo vi acercarse
Jabibi, se retorcía de gusto y desesperaba por no poder emitir sonidos que nos pudieran delatar. No aguantó más y me levantó por las axilas, dándome la vuelta y colocar mis manos sobre la pared. Me sujetó por las caderas, haciendo que me inclinara un poco, y sacara un poco el culo para dejárselo a su alcance.