Entraba y salía de su vagina ese enorme objeto, perecía mentira que entrase cosa tan grande en su interior. Comencé a acariciarme de pura excitación por lo que estaba viendo.
Ella sonrió pícaramente y se dió la vuelta. Flexionó sus rodillas y deslizó su trasero por el tenso miembro del hombre. Él rugió de deseo al sentir el morboso contacto. Intento elevar aún sus caderas y forzó inútilmente las ligaduras que lo mantenían atado, intentando acentuar y prolongar el roce...
Con la fusta en una preciosa bolsa, ecológica de papel reciclado, estrecha y larga como la propia fusta, salimos a la calle y seguimos curioseando escaparates, su brazo pasa por mis hombros mientras yo me he ligado a su cintura, el aire primaveral recorre mis piernas, hincha ligeramente la falda, lo noto entre mis piernas, acariciando mi vello púbico, enfriando mis calores.
Durante la preparación de unas oposiciones un amigo propone a nuestra protagonista que estudien en su casa de campo. Allí, entre juegos ella le propina una paliza en un ring, pero luego se deja azotar con una fusta y le hace una mamada en compensación.