¿Una fantasía o realmente sucedió?

Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.

Trémula mano roja que hasta su vida se alza.

Ebria de sed, loca de sed, sed de selva en sequía.

Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas.

Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.

Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.

Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.

Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.

Sed de ti, sed de ti, guirnalda atroz y dulce.

Sed de ti, que en las noches me muerde como un perro.

Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.

La boca tiene sed, para qué están tus besos.

El alma está incendiada de estas brasas que te aman.

El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.

De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.

Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.

Pablo Neruda

¿Ha sucedido realmente o acaso tan solo ha sido un sueño?, eso es lo que ahora me pregunto aquí tumbado en la cama de este hotel sin nombre, la luz de la mañana se filtra por la ventana desperezando las tinieblas de mi habitación, mientras, yo intento asimilarlo todo y cerciorarme de si ha sido una fantasía o algo real, y mi mente comienza a despertarse y a recordar como ha sucedido todo desde el principio.

Apareciste en mi vida a través de una ventana en mi ordenador, la lectura, o más concretamente la escritura, fue nuestro nexo de unión al principio.

Desde ese primer contacto me di cuenta de que eras una mujer muy especial, tu forma de hablar, de escribir, de expresar tus sentimientos, todo en ti rebosaba sensibilidad a flor de piel.

Nuestras conversaciones eran cada vez más extensas y distendidas, nos contábamos nuestras inquietudes, problemas e ilusiones ante la vida, cada día nos conocíamos un poco más.

Me encanta oírte hablar de tu familia, hay pasión y orgullo de madre en la forma en que hablas de tus hijas.

También intento apoyarte, quizás consolarte, en algunos momentos difíciles.

Desde el principio ha habido complicidad y sinceridad entre nosotros, y eso no es algo a lo que yo esté acostumbrado, lo cierto es que suelo ser bastante distante, pero a tu lado todo es muy sencillo, todo surge y fluye como algo natural.

La primera vez que te vi me enamoré de tu sonrisa, una sonrisa franca, sincera, que confiere a tu rostro una hermosa dulzura, tu mirada es profunda y directa, tu media melena morena imprime a tu cara la delicadeza de una muñeca de porcelana, tus curvas generosas muestran a una mujer madura, experimentada y segura de sí misma, sin embargo hay momentos en los que te sientes una niña con importantes carencias de afecto y amor.

Procuro estar a tu lado, o quizás debería decir que procuro estar a tu altura, y aunque te parezca estúpido, así lo es en muchos momentos.

Me duele cuando te sientes profundamente abatida ante los distintos designios que la vida te va presentando, me siento dolido, enfadado y celoso cuando veo que él te hace daño y te hiere con su falta de compromiso, y cuando tú aún sigues sintiendo lo que sientes por él, aún así, siempre procuro estar contigo y apoyarte en lo que puedo.

Por eso ahora, aquí tumbado, intento discernir si estoy feliz porque haya sido un sueño o porque haya sucedido.

Un viaje imprevisto me trajo aquí, no sabía muy bien si decírtelo o pasar por tu ciudad sin intentar verte, mis miedos e inseguridades me atenazaban, no quería descubrir que quizás no deseabas verme, pero tampoco podía dejar pasar la oportunidad de conocerte, mis entrañas se removerían por mi cobardía.

Todo resultó mucho mas fácil de lo que esperaba, surgió de una forma natural, contigo siempre es así, y cuando me indicaste donde podíamos encontrarnos para conocernos mi pulso se aceleró desbocado.

El día y hora señalados llegaron, y allí estaba yo, impaciente, alegre, nervioso como un quinceañero y probablemente con una cara de atontado más que notable.

No estabas en el local así que pedí una copa de vino y comencé a elucubrar posibilidades, quizás te habías arrepentido a última hora, quizás algún imprevisto te impedía venir, quizás, quizás…. infinitos quizás, y en esas estaba cuando tu mano se posó en mi hombro.

Un simple hola y tu sonrisa me bastaron para relajarme y serenarme, estabas preciosa con ese vestido negro, y al calor de dos copas de un exquisito y oloroso vino, charlamos y reímos durante horas.

Mi estómago suplicaba de hambre, era el momento de dar un paso más, mis manos sudaban cuando te invité a cenar y tus hermosos ojos chispearon cuando aceptaste la invitación.

Un taxi nos llevó a un coqueto restaurante que me habían recomendado y en el que había reservado mesa, la cena transcurrió divertida e íntima, creía ver en tu rostro miradas cómplices y en los postres me armé de valor para tomar tu mano entre las mías, noté una leve descarga eléctrica que recorría tu cuerpo, por un instante temí que retiraras tu mano pero no fue así.

Era tarde ya, el tiempo había volado en tu compañía y en el restaurante ya no quedaba casi nadie, era hora de irnos así que pedí la cuenta y te pedí que me acompañaras a tomar la última copa en mi hotel, no parecías al principio muy segura de aceptar pero terminaste por hacerlo.

El bar del hotel ya estaba cerrado, sugerí entonces tomar la copa en mi habitación, me miraste entonces como quien sopesa una decisión trascendental, tu mirada penetrante me traspasaba, noté como el vello de mi nuca se erizaba y de tus labios salieron aquellas palabras… «¿estamos seguros de esta última copa?», «yo lo estoy, probablemente nunca he estado tan seguro de algo» te respondí, entonces me tomaste del brazo y no dijiste más, no hacía falta.

Ya en la habitación pedimos una botella de Champagne, bajé la intensidad de las luces y puse en marcha el equipo musical.

Brindamos por nosotros, por el día juntos, por los relatos que nos habían unido… estabas bellísima, seductora, tentadora, en mi mente te asocié con una orquídea, no me preguntes porqué pero fue así, tu perfume me embriagaba.

Te tomé de la cintura y comenzamos a bailar mientras sonaba un bolero, notaba los latidos acelerados de tu corazón contra mi pecho, nos mirábamos a los ojos para retener por siempre ese instante, apoyaste tu cabeza en mi hombro y mis labios bajaron hasta besar tus hombros desnudos para luego continuar por tu cuello y por fin el tan ansiado beso, tus labios jugosos, tu lengua juguetona y tu sabrosa boca.

Te sonrojaste levemente y en ese instante me pareciste el ser mas hermoso y maravilloso de la tierra.

Te guié hasta la habitación y allí, estando el uno frente al otro, tomé tus manos para que fueran éstas quien desabotonaran mi camisa, lo hacías lentamente pero con seguridad hasta hacer que me desprendiera por completo de ella, tus manos recorrían mi torso y mi espalda.

Luego fueron mis manos las que se posaron en tus delicados hombros para tomar los tirantes de tu vaporoso vestido negro, tus ojos se cerraron a la vez que tu vestido caía lánguidamente al suelo dejando ante mí a una hermosa mujer envuelta en un conjunto negro de ropa interior.

Me acerque más a ti, mis manos acariciaban tu espalda al igual que las tuyas la mía, bebía de tu boca y tú de la mía.

Mis dedos alcanzaron el cierre de tu sujetador y lo abrieron para posteriormente deshacerse de él y dejar a la vista unos generosos y apetecibles pechos, unos pechos de piel extremadamente suave, con grandes aureolas algo más oscuras que los pezones.

Mis manos se dedicaban a acariciarlos, a amasarlos dulce y cálidamente, tus pezones se volvían cada vez mas duros, erectos y apetitosos.

Mientras, tus manos desabrochaban la hebilla de mi cinturón y desabotonaban mis pantalones, haciendo que éstos cayeran al suelo.

Me senté sobre la cama he hice que te sentaras sobre mis rodillas, quizás mi subconsciente quería volver a la niñez, mis labios se apoderaron de tus pechos, mi lengua jugaba con tus pezones y me amamantaba de tu pasión, a la vez tu besabas, lamías y chupabas mi cuello y mis orejas.

Suspirabas cuando mi boca succionaba con deleite tus pezones tremendamente duros.

Te tumbé sobre la cama y me recosté a tu lado, te besaba mientras mi mano recorría tu cuerpo, bajando por tu vientre hasta detenerse sobre tu ropa interior, mi mano completamente plana presionaba sobre tu sexo con la única barrera de una delicada tela en la que ya notaba una leve humedad.

Mis dedos se movían haciendo que tu ropa interior te presionara más y más cada vez, consiguiendo que tus labios íntimos se notaran nítidamente abultados y logrando que tu humedad fuera en aumento.

Me puse en pie, y lentamente te fui desprendiendo de la única prenda que aún cubría tu cuerpo.

Descubrí tu cuidado pubis, tu sexo sonrosado y húmedo.

Coloqué mi mano sobre él, notaba su calor, mis dedos comenzaron a desplazarse por tus labios vaginales, recorriendo cada centímetro, explorando cada pliegue, tú girabas la cabeza de un lado a otro y con los ojos entrecerrados te mordías el labio inferior.

Tu jugosa vulva me cautivaba, absorbía mis dedos hacia tu interior cálido y jugoso. Y entonces descubrí tu perla escondida, apenas visible al principio, mi dedo pulgar comenzó un delicado masaje que consiguió despertarla más y mas cada vez, hasta hacerla alcanzar su estado mas excitado y sensible.

Me arrodillé ante ti y hundí mi cara entre tus piernas, aspiré tu perfume íntimo, mi nariz jugueteó con tu cuidado vello púbico, mi lengua exploró tu sexo con devoción, recorrió cada recoveco de tu vulva.

Posé mi boca sobre tu excitado clítoris, mis labios se cerraron sobre él y mi lengua comenzó a jugar y a martirizarlo dulcemente.

Tu vientre sufría numerosas convulsiones, tu sexo comenzaba a estar empapado, mis dedos exploraban tu interior mientras mi boca te llevaba a distintas etapas del placer, tu interior es jugoso, cálido, suave y muy viscoso y húmedo, mis dedos entraban y salían con distintos ritmos, a veces solo uno, otras veces dos y en ocasiones incluso tres.

Quería llevarte donde nunca antes imaginaste llegar, tus gemidos aumentaban de tono, tu cuerpo indicaba que tu orgasmo estaba próximo, aumenté el ritmo de mis caricias, mis labios y mi lengua succionaban y lamían con más ahínco y de pronto estallaste mágicamente.

Te sentaste sobre la cama y nos besamos mientras yo aún permanecía arrodillado ante ti, me puse de pie y mientras nos mirábamos, tus delicadas manos comenzaron a bajar mi bóxer, me desprendí de él, tus dedos tomaron mi ya excitado sexo y comenzaron unas lentas caricias por todo su tronco, desde la base hasta su cima.

Aproximaste tu cara a él y note como tu lengua comenzaba a recorrer en círculos mi glande, una descarga eléctrica recorrió mi espina dorsal, tu lengua recorrió suavemente todo mi pene, dejando a su paso un fino hilo húmedo.

Tus labios se apropiaron mas tarde de mi sexo, cerrándose sobre mi glande y succionando con auténtica maestría, lentamente mi pene iba entrando más y más en tu boca, controlabas completamente el ritmo y la profundidad de las embestidas.

Tu boca, tus labios, tu lengua hacían estragos sobre mi pene. Lo hacías bien, muy bien, mi placer era tremendo.

No recuerdo cuanto tiempo permanecimos así, pero fue maravilloso.

No quería derramarme en tu boca así que cuando intuí que el final estaba cerca separé tus labios de mi pene.

Me miraste sorprendida, como una niña a la que le quitan su juguete, te sonreí y te bese.

Nos acostamos sobre la cama enlazados los dos, besándonos, lamiéndonos, acariciándonos como dos animales en celo.

Me coloqué debajo de ti, mis dedos acariciaron tu sexo, ronroneaste como una gatita, tomaste mi tremendamente excitada polla y la dirigiste con maestría hacia tu vagina, la penetración fue lenta y muy placentera, tu jugosa vulva se cernía sobre mi pene magistralmente y tu lubricación era mágica.

Eras tú quien controlabas el ritmo, la intensidad y la profundidad de mis penetraciones, mis manos se alternaban en acariciar tus hermosos pechos y en ocasiones acariciaban tu clítoris para masturbarte a la vez que te penetraba.

Tras algún tiempo en esta posición, rodamos sobre la cama y yo me situé sobre ti, ahora era yo quien llevaba el control, me gustaba hacerte rabiar y desear mayor ímpetu en la penetración, pero teníamos todo el tiempo del mundo para gozar.

A veces sacaba casi por completo mi pene de tu interior y tardaba en volver a la calidez de tu vulva y tú entonces me tomabas de los muslos para atraerme a tu interior.

Estabas preciosa, tu rostro empapado en gotas de sudor, tus ojos mas abiertos de lo que nunca lo habían estado, tus labios gruesos y rojos, tus pechos suaves coronados por unos pezones duros y tiesos como rocas y tu sexo que me absorbía, me engullía maravillosamente.

Así permanecimos buena parte de la noche, alternando las posiciones de jinete y montura, alcanzando placeres nunca antes conocidos, convirtiéndonos en muchos momentos en un solo ser.

Ni siquiera recuerdo el momento en el que nuestros cuerpos dejaron de estar enlazados, nos dormimos unidos, el uno aún dentro del otro.

Y la mañana llegó, amanecí solo en la cama y no hay rastro de ti, ¿habrá sido una hermosa fantasía o ha sido todo real?, me giro sobre la cama y apoyo mi cara sobre la almohada y entonces un aroma a perfume llega hasta mi cerebro….. quizás….. quizás…