La primera con un dedo durante la vuelta de la discoteca al hotel, la segunda con la lengua en el parking del hotel (en el asiento trasero del coche) y la tercera ya en la habitación con mucho sufrimiento pues ya estaba a punto de estallar de lo caliente que estaba y además ella tardó por los dos orgasmos anteriores.
Allí me encontraba yo, a cuatro patas, entregado completamente a esas tres mujeres, mi mujer y sus dos amigas. Ahora estaba a merced de Elena. Si bien mi aparato masculino me había dejado de servir, otro de mis pasadizos iba a ser poseído por uno de los tampones de Elena.
Como estaba de rodillas entre las dos literas no podía oponerme de ninguna forma a la violenta penetración que me infligieron desde atrás, a traición. Aunque a esas alturas estaba ya bastante húmeda sentí un gran dolor mientras su larga espada rasgaba la frágil barrera de mi virginidad.