Capítulo 1
- Las experiencias de Boris II
- Las experiencias de Boris I
Nos quedamos un rato en la cama, abrazados. Mi polla no se desinflaba del todo, seguía dura, medio latente. Ella se tocaba, con la respiración agitada, y me jadeaba al oído. Yo jugaba con el dildo que seguía metido en su culo, moviéndolo lento, disfrutando del momento.
Pero en medio de todo eso, mi cabeza se fue a otra cosa. Me acordé del beso con mezcla de semen y jugos. Nunca había hecho eso. Antes, si una novia tragaba, yo evitaba besarla. Pero esta vez fue distinto. Fue tan intenso, tan fuera de control, que lo hice sin pensar. Y ahora, con el cuerpo aún caliente, me entró la duda de por qué no me importó.
Mientras pensaba en eso, ella seguía jadeándome cerca del oído, su mano jugando con mis bolas. Yo la miraba, entre confundido y prendido. No entendía qué me estaba pasando… pero sabía que no quería parar.
La miré a la boca y vi que aún tenía restos de saliva espesa, igual que yo. Me acerqué y le di otro beso largo, profundo, buscando mezclarlo todo. Después le escupí en la boca, y ella lo recibió sin decir nada, como si ya fuera parte del juego.
Nos pusimos de rodillas en la cama, uno frente al otro. Empezamos a besarnos con fuerza, pasándonos la saliva cargada, con restos de todo lo que habíamos hecho. Ella me daba, yo le devolvía, y con la mano agarraba los hilos que colgaban entre nuestras bocas. No nos importaba nada.
Seguimos así un rato. En un momento, ella se apartó, me miró, tragó todo y abrió la boca para mostrarme que estaba vacía. Ese gesto… me terminó de encender otra vez.
Me dio el control remoto del dildo y, mientras yo seguía de rodillas en la cama, ella se puso boca abajo. Empezó a chuparme la polla y los huevos otra vez, como si quisiera dejarlos limpios para lo que venía. Yo le jugaba con las tetas, le metía los dedos con una mano y con la otra cambiaba las velocidades del plug.
Sus lamidas en los huevos me ponían al rojo vivo. Era una sensación única, como si ya no hubiese límites. Sentí que ella quería ir más allá. En un momento me senté sobre su cara, y empezó a lamerme el ano. Nunca lo había hecho, pero ya no pensaba. Estaba fuera de mí, entregado al momento.
Dejé el dildo a media potencia, le junté las tetas con las manos y empecé a follárselas. Al principio lento, sintiendo el calor, el roce. Después con más ritmo, más ganas. Ella gemía y me lamía cada vez que podía, como si no se cansara nunca.
-Ivana: Eres muy vicioso… no pensé que eras así, hahaha.
-Boris: Te dije que tenía hambre.
Presioné mis nalgas contra su cara y sentí cómo intentaba follarme con la lengua. De pronto, noté un dedo entrando. Me sorprendió la sensación, pero también me excitó. Empezó a moverlo lento, controlado. Estaba entregado, sin pensar en nada.
Después de unos segundos, me levanté de encima de ella y sentí cómo el dedo salía de golpe. Estaba un poco sucio, así que me dijo:
-Ivana: Espera…
Se fue al baño a limpiarse. Mientras tanto, subí la velocidad del dildo al máximo. Desde fuera del cuarto la escuché soltar un gemido. Cuando volvió, se quitó la bata, me agarró de la cara, me abrió la boca y me escupió dentro. Después, me dio otro beso, largo, lleno de saliva.
-Ivana: Ya es hora.
Se acomodó unas almohadas bajo la cadera, ofreciéndome ese culo sabroso. Miraba la película porno y movía el culo de lado a lado, provocando, como pidiéndome que se lo metiera ya
Sacó el dildo de su culo. Lo agarré, lo olí sin dudar, y le di un par de chupadas antes de dejarlo en la mesita de noche. Me puse entre sus nalgas y empecé a saborear ese culo con todo. Metía la lengua, movía la cabeza como un animal, desesperado. Quería meter hasta la nariz. Lo quería todo.
Me acomodé encima de ella. Pasé lubricante por mi polla y por su ano. Le metí la cabeza, estaba bien apretado.
-Ivana: Empuja… pero despacio.
Y así hice. Poco a poco, entraba más y más. Hasta que finalmente la metí entera. Escuché su gemido, largo, profundo. Yo estaba en el cielo.
Empecé a follárselo lento, sacando solo un poco y volviendo a meterla. Cuando noté que ya estaba cómoda, empecé a sacarla entera, ponerle un poco más de lubricante y volver a metérsela hasta el fondo. Se escuchaban esos sonidos de pedo por el aire, pero no me importaba. Me encantaba saber que se lo estaba dejando tan abierto.
Empecé a follárselo más fuerte, más duro. Le agarré los brazos y se los puse en la espalda. Con una mano la tenía agarrada de las muñecas, y con la otra le hundía la cara en la almohada mientras le metía la polla entera, de golpe, hasta el fondo. Así seguí durante un rato, dándole sin parar.
Ella levantó el culo, cerró las piernas, con la cabeza hundida en la almohada y la cola moviéndose como loca. En ese momento me apretó fuerte, muy sabroso. Se llevó una mano entre las piernas y empezó a tocarse. Se masturbaba mientras yo se lo metía con fuerza.
Le di un azote en el culo, después otro, y otro más fuerte. Cada vez con más intensidad. Sentía que le encantaba que la tratara rudo, que la usara sin filtro. Estaba completamente entregada.
Le tiré del pelo para que levantara la cabeza, y mientras seguía metiéndosela, empecé a besarla desde atrás. Ella movía las caderas sola, al ritmo, y no dejaba de masturbarse. El beso se volvió más sucio, más húmedo, con hilos de saliva cayendo entre los dos.
-Ivana: Quiero que acabes adentro… y me pases tu leche con un beso.
La forma en que lo dijo, la mirada que me tiró… me volvió loco. No dije nada. Solo empecé a dársela más duro, más rápido, más salvaje. Ella bajó la cabeza otra vez, se agarró fuerte de la cama y empezó a empujar el culo hacia atrás, buscando que se la metiera más profundo. Cerró las piernas, y la sentí apretar con fuerza mientras se tocaba más rápido.
La tensión era total. En un último empujón se la metí hasta el fondo y exploté adentro. Sentí cómo salía todo en varias descargas seguidas, intensas, profundas. Su cuerpo temblaba. Yo también.
Me dejé caer sobre ella, casi acostado encima suyo, con mi polla aún dentro. Ella seguía moviendo las caderas despacio, apretándome como si quisiera exprimir hasta la última gota. En un momento se detuvo y me dijo, con esa voz suave y caliente:
-Ivana: Hazlo… que todavía tengo mucha hambre.
Esa frase me encendió otra vez, pero por dentro me cruzaban pensamientos. Me preguntaba si todo esto estaba bien, si había cruzado algún límite. Pero ella me interrumpió el viaje mental:
-Ivana: Vamos, sé un niño bueno.
Me empujó con las caderas y se puso en cuatro. Yo ya no pensaba, solo actuaba. Puse la cara entre sus nalgas, la lamí con ganas, desesperado. Ella soltaba gemidos y pequeños espasmos, como si cada roce le diera más hambre. Le metí los dedos, saqué los restos mezclados de jugos y semen, y los junté con mi saliva.
Se giró, quedó boca arriba, con la lengua afuera. Me puse encima de ella y dejé caer un hilo espeso en su boca. Lo tragó sin dudar, y después se arrodilló frente a mí. Nos besamos otra vez, mezclando todo. Jugábamos con los hilos, entre besos y respiraciones agitadas. Me empujó hacia atrás, me dejó acostado y dejó caer lo que tenía guardado en su boca sobre la mía.
-Ivana: Ahora tú… trágatelo por mí.
Dudé un segundo.
-Ivana: Vamos… me encantan los chicos viciosos.
Mientras hablaba, me agarraba la polla. Lo tragué. Fue raro, intenso, todo junto. Ella se subió encima mío, se refregó el coño y el culo por mi cara, se masturbó hasta acabar de nuevo. Después, me besó con fuerza, llena de jugos, saliva y deseo.
Mientras con una mano se tocaba, con la otra me acariciaba los huevos, suave, con ritmo. Me escupió en la boca sin avisar. Lo tragué sin dudar, y ella se rió con esa risa sucia que ya me tenía loco.
-Ivana: Sos casi tan guarro como mi novio… hahaha.
Me miró, me mordió el labio y dijo:
-Ivana: Acostate sobre las almohadas… que te voy a enseñar algo que te va a encantar, juguetón.
Esa fue solo una parte de lo que pasó esa noche. Todavía quedaban juegos, sorpresas y cosas que no imaginé que iba a hacer… ni disfrutar tanto.
Seguiré contando todo en el próximo capítulo: Las experiencias de Boris III.