Vaya pareja
Hacía unos meses que me había casado con Carmen, ella tenía a penas 21 años. Era puro fuego, nos habíamos conocido hace menos de un año, pero desde casi el primer día habíamos mantenido contacto sexual, y no podíamos parar.
En las vacaciones de semana santa, decidimos irnos a pasar unos días a la costa, pero Carmen a última hora me preguntó si su hermana pequeña, Ana, podía venir. Aquello no me gustó demasiado, me había imaginado aquellas vacaciones como una orgía continua en la playa, y con la hermana menor, aquello cambiaría, pero la insistencia de Carmen pudo conmigo. La verdad es que si mi mujer estaba buena, su hermana pequeña era un autentico bombón. Carmen era rubia, alta, delgada, en cambio Ana era mas bajita, morena, también delgadita pero tenia unos increíbles pechos, para sus diecisiete años tenía el cuerpo de toda una mujer.
El plan era salir el domingo anterior para pasar toda la semana, pero unos problemas de última hora me obligaron a quedarme en la ciudad, ellas se adelantarían, y yo iría a mitad de semana. Al fin y al cabo, al menos mi mujer no estaría sola esos días, así que la idea de llevar a su hermana no me pareció tan mala, ya me encargaría de mandarla fuera cuando yo llegase.
Al final conseguí solucionar el trabajo un día antes de lo pensado. Así que decidí adelantarme y dar una sorpresa a Carmen. Llegué al chalet que teníamos en la playa. Aparqué un poco antes, quería sorprender a mi mujer, era ya tarde, pero ellas estaban allí, había luces en la casa. Llevaba dos días sin follarmela y estaba más salido que la pata de una mesa. Me acerqué por la puerta de la cocina muy despacio, la abrí casi sin ruido y entré despacio. Fui al salón, pero allí no había nadie, entonces escuché unos ruidos estraños en mi habitación, aquello me sorprendió, me acerqué, no había duda eran jadeos y gritos de… el corazón me dio un vuelco, estaban follando allí dentro, mi mujer follando con otro.
Pensé en muchas cosas, pero me acerqué despacio, la puerta estaba un poco entreabierta, la idea de que mi mujer me estuviese poniendo los cuernos me ponía frenético, pero según me acercaba pude discernir que aquellos eran los gritos de dos mujeres, no podía ser. Ahora estaba más sorprendido. Me pegué a la rendija y entonces lo vi todo. Mi mujer estaba encima de la cama, de rodillas, completamente desnuda, excepto un cinturón con un enorme consolador que llevaba a modo de polla artificial, su hermana estaba delante de ella a cuatro patas, también en pelotas, ahora pude ver sus pechos, eran increíbles, además todavía los tenía duros y tiesos, llevaba coletas y parecía una cría viciosa. Entonces mi mujer le metió aquel enorme consolador en el coñito de su hermana, la cual empezó a jadear y a gritar como una bestia, mi mujer le cogía los pechos y se pegaba a ella mientras seguía follandosela, aquello era increíble. La calentura de mi polla era increíble.
Tras unos minutos pensando que hacer, decidí entrar. Ellas se sorprendieron. Mi mujer sacó el consolador rápidamente del coño de su hermana y se quedaron las dos mirándome más sorprendidas. Evidentemente no me esperaban. Entonces yo me abrí la bragueta, mi polla era casi tan grande como aquel enorme consolador, era lo que más le había gustado a Carmen, y les dije «Creo que os hace falta algo más real», y me acerqué a la cama, me puse en el borde, en seguida Carmen se acercó y se puso entre mis piernas a chuparme la polla. Yo no hacía más que mirar a Ana, tras la sorpresa ahora me miraba con gesto de lujuria, sus pechos eran todavía más preciosos de lo que había podido imaginar nunca. Mi mujer me estaba poniendo la polla a cien, después de la ausencia, la fantasía que me había hecho en el viaje y ver aquella escena, no pude contenerme y me corrí en su boca, la muy zorra se lo comió todo como siempre solía hacer.
Entonces me miro. «¿Qué te parece mi hermanita?, ¿a que esta buena? ¿Te apetece que nos la follemos?» me dijo, no tuve que decirle nada. Al momento estaba completamente desnudo y tumbado en la cama, tenía a Ana entre mis piernas chupándome mi flácida polla, mientras su hermana la follaba por detrás. Aquella escena hizo que me fuese excitando rápidamente, además los labios y la boca de Ana no tenían nada que desmerecer a los de Carmen. Además sólo con los jadeos de cómo se la follaba su hermana y cómo se movían sus pechos ante las embestidas, me puso a cien. Mi polla fue creciendo y creciendo en la boca de Ana, hasta que se le hizo realmente complicado poder meterse toda en la boca, aquello parecía ponerla más cachonda, y también a mi mujer, que la follaba cada vez más deprisa. Yo la cogí de las coletas y la follé la boca hasta el fondo.
«Bueno maridito, ahora te la puedes follar, pero sólo por el culito, su coñito es mío», no me pareció mala idea, la verdad es que me hubiese encantado enchufársela en su coñito, pero la idea de sodomizarle el culito tampoco me pareció mal. Pero lo que no sabía era que los dos nos la íbamos a follar. Mi mujer se tumbó y su hermana se tiró casi encima de ella clavándose la polla de plástico hasta el fondo. Su espalda se arqueó de gusto, yo llegué por detrás, le abrí el culito. «¡¡¡Clávamela!!!» gritó Ana. «Fóllate a la perra de mi hermana» me dijo Carmen entre jadeos. Yo estaba completamente fuera de mí, así que me apoyé en su espalda, puse la polla en la entrada de su ano y empecé a perforarla, ella gritaba como una cerda mientras mi polla penetraba en sus entrañas, lo tenía estrechito, y me costaba mucho que mi pollaza pudiese entrar, pero mis empujones acabaron por ceder la resistencia de su ano, que al final absorbió toda mi polla. «Se esta corriendo como una loca, la muy zorra» gritó Carmen mientras que Ana jadeaba como poseída. Entonces yo la cogí de los pechos y empecé a follármela. Después de la primera corrida, tardé una eternidad en volver a correrme, así que tuve tiempo de montarme su culito a gusto, la apretaba de los pechos, o la tiraba de las coletas como si fuese una yegua, mientras Carmen la embestía con igual furia en su coño. Ana estuvo a punto de perder el conocimiento de tanto placer, se había corrido ya tres o cuatro veces antes de que descargase de nuevo mi semen en su culito, estábamos los tres sudando como bestias, caímos en la cama, pero era sólo un descanso, todavía nos quedaba casi una semana del sexo más salvaje…