Capítulo 1

Mi complaciente amante, mi compañera de trabajo I

Todo empezó en la oficina donde trabajamos, me llamo Alex y mi complaciente amante, Elena.

Es morena, no muy alta, ojos negros como el azabache, cuando los miro siento que me pierdo en ellos, son grandes y de mirada muy intensa, como con profundidad, cuando me mira más de un segundo noto como que pierdo el sentido y el concepto del tiempo, mi polla se endurece inmediatamente como si hubiera sido activada por un resorte.

Tiene unos pechos grandes y bien proporcionados, muy redondos y con unos pezones oscuros que se erizan al menor contacto, incluso con el roce de la ropa, me vuelven loco cuando los noto debajo de sus camisetas, muy ajustadas siempre, pugnando por salir de su encierro.

Piernas largas y bien contorneadas, musculosas pero no exageradas, terminadas en un culo prodigioso, que como veréis, es una maquina de ordeñar, prieto y prominente, el sueño de cualquier hombre. En fin, para mí, es la locura personificada.

Llevábamos más de un año trabajando juntos, me volvía loco, no podía dejar de mirar esos infinitos ojos negros y perderme en ellos.

La gota que colmó el baso y me hizo decidirme a decirle algo, fue un viernes que vino con un vestido muy ceñido, sus pezones, como imaginareis, se notaban duros como piedras debajo de la fina tela, la falda no muy larga, muy por encima de la rodilla pero sin llegar a ser mini.

Y cuando mi vista pudo, por fin, separarse de sus ojos, baje la vista a sus magníficas piernas y ese culo perfecto.

Estuve toda la mañana intentando coincidir con ella en el cuarto de relax (en el puesto de trabajo está prohibido fumar y a tal efecto hay un cuarto por el que, tarde o temprano, todos pasamos), sin conseguirlo. Llegó la hora de comer y no había logrado hablar con ella.

En mi mente estaba, constantemente, la figura impresionante de mi compañera de trabajo.

Mi polla era imposible de calmar, cuando empezaba a flaquear, volvía a mi mente su cuerpo y, otra vez la polla como el acero, era una locura.

A media tarde, por fin, logre encontrarme con ella, en ese momento coincidió que vino otra compañera que hacía poco había tenido un hijo y comenzamos a hablar de ello. En un momento dado, Elena dijo.

– Los niños son preciosos… – y con voz suplicante ahora, dijo -, yo quiero unooooo… – aproveché el momento para atacarla.

– Si quieres uno…, no tienes más que decírmelo.

– … – me miró con esa mirada profunda y casi me muero, intentó decir algo, pero no lo dijo.

– Te apetecería tomar algo a la salida…, así charlamos y pasamos un rato divertido… – dije aprovechando el momento en que la otra compañera salía del cuarto.

– Vale…, lo que pasa es que yo suelo salir tarde, como media hora después que tú…

– No importa, hoy hago horas extras gratis… – dije medio riéndome.

– Entonces vale, ¿nos vemos en el bar de abajo?

– Mejor no, te espero a la salida y vamos a un sitio más tranquilo. Mejor cambiar de sitio, que la gente del trabajo suele pasar siempre a tomar algo a la salida y, ya sabes…, mejor no dar que hablar…

– Vale, pues te veo luego.

Así quedó la cosa, nos fuimos cada uno a nuestro puesto. A mi me daba vergüenza ni siquiera salir del cuarto, pues mi polla estaba en ese momento que no cabía en mis pantalones, mi imaginación iba más rápido que yo. Disimule mi erección mientras me dirigía a mi puesto, creo que no lo logré, pues Verónica, la recepcionista, se quedó mirando mi entrepierna mientras caminaba hacía mi sitio.

Por fin llego la hora de salir, antes de recoger mi coche, me tomé unas cervezas mientras esperaba. A la hora señalada ya estaba yo con mi coche esperando en la puerta. Fue la primera en salir, no se si por las habladurías o porque tenia ganas de estar conmigo, el caso es que se montó en el coche y nos dirigimos a un pub de un amigo, un sitio tranquilo, con poca iluminación, música no muy alta…, en fin, ya sabéis.

Comenzamos a hablar, como siempre, del trabajo, no se puede tomar algo con los compañeros de trabajo sin hablar del susodicho tema, poco a poco nos adentramos en otros temas más interesantes, hasta que, por fin, me armé de valor (y de las cervezas que llevaba), y le dije todo lo que me vino a la mente en ese momento. Estuve un poco torpe, pero las circunstancias, las copas y demás…

– Elena, yo quería hablar contigo de cosas más importantes…, por lo menos para mí.

– Dime…

– Pues te diré, que llevo un mes que no puedo apartar los ojos de tí, me tienes loco, ni siquiera duermo bien – dije exagerando la cosa.

– Bueno…, yo también he notado que no parabas de mirarme…, y la verdad, me gustas mucho, pero no sabía como hacértelo notar.

– Me lo has echo notar con creces – dije yo ya sin cortarme -, estoy todo el día empalmado pensando en tí, no puedo pensar en otra cosa.

– Que bruto eres…

– Pero, es que es verdad…

– Yo también… me caliento mucho cuando me miras con esos preciosos ojos azules… – dijo ella, ya más abierta y distendida.

– Pues creo que es el momento de ir remediándolo…, que te parece si nos vamos a casa, cenamos algo y luego…, bueno, ya veremos.

– Vale, me gusta la idea – dijo.

Llegamos a casa y preparamos algo rápido para cenar. Yo seguía empalmado desde que la vi aparecer por la puerta de la oficina, ella no paraba de mirarme el paquete poniendo ojos de deseo. De vez en cuando, rozaba su culo con mi polla, mientras le susurraba cosas al oído.

– Mira como me tienes, creo que me va a reventar…

– A mi me tienes con las bragas empapadas del roce de tu polla en mi culo, cabrón… – me decía ella sin cortarse.

– Es que no lo puedo resistir, ese culo debe de hacer maravillas.

– Ya te lo demostraré más tarde…

Nos sentamos a cenar, charlamos de nimiedades, aunque, según pasaba el tiempo, la charla se fue volviendo más y más caliente. Ya no podía más, así que empecé a meterle el pie, por debajo de la mesa, entre sus piernas. En cuanto sintió el contacto de mi pie, las separó dándome a entender que quería que profundizara. Cuando llegué a sus muslos me di cuenta de que no mentía al decirme lo caliente que estaba, tenía empapados los muslos con su flujo. Me levanté y, acercándome a ella, saqué mi polla.

– Guau…, no puedo resistirme a esto…, estoy deseando que esté dentro de mí – dijo mientras acariciaba la cabeza de mi polla.

– Va a ser toda para ti, ya has visto como a salido a saludarte, espero que se lo agradezcas como se merece.

– Tu déjame hacer a mí, que te la voy a dejar reluciente.

– No se si podré resistirlo, por que me has tenido todo el día empalmado.

– No importa, tengo mucha sed, te voy a vaciar los cojones…, ya me las apañaré para que no decaiga.

Se metió mi polla de un golpe en su boca. Creí que me corría pero logré retenerme, llevaba todo el día excitado y a punto. Saboreó las gotas que manaban de mi polla con deleite, pasaba la lengua una y otra vez sobre la cabeza para después, con gran voracidad, tragársela entera. Con su mano libre masajeaba mis huevos mientras su lengua hacía maravillas sobre mi polla. No se cuanto duré, pero no mucho, comencé a notar como mi semen subía sin poder remediarlo, no me resistí y de mi polla salieron litros de semen, una corrida como no había tenido en mucho tiempo. No paraba de salir, de su boca comenzaban a resbalar los primeros chorros, señal de que mi corrida había sido inmensa. Miraba su cara y veía los esfuerzos que hacía para poder tragarlo todo, pero por la comisura de sus labios resbalaba ya gran cantidad de mi semen.

– La próxima vez no se me escapará nada, ya se la cantidad que puedes escupir y no me pillará de sorpresa… – dijo cuando se saco mi polla de la boca.

– No importa, debes estar preciosa con tu cara llena de semen…

– Cuando te la ponga de nuevo en forma, tendrás la oportunidad de llenármela, mi cara y todo el cuerpo, estoy deseando que me llenes el cuerpo de semen… Mi coño está a punto de ahogarse, no paro de manar flujo, estoy deseando que me la metas. ¡Quiero sentir tu polla dentro!

No me hice de rogar, ante sus palabras, mi polla se puso firme. Le quité la ropa lentamente, deleitándome con cada prenda que caía. Primero el vestido, apareciendo esos tremendos pechos que pugnaban por salir, el sujetador era incapaz de contenerlos, mi polla dio un nuevo salto golpeándome el estómago. Cuando resbaló su vestido por las caderas apareció su entrepierna, cubierta con un tanga mínimo, dejando apreciar el bulto de su pubis. Era maravilloso, no podía seguir a ese ritmo o me correría otra vez sin habérsela metido. Baje definitivamente su vestido y le puse las manos en sus tetas, los pezones reaccionaron de inmediato, se pusieron duros como piedras, marcándose sobre la fina tela del sujetador. Se lo quité y comencé a mamarlos con avaricia, como queriendo comérmelos, aunque mi boca no daba ni para tragar la mitad, sus pechos eran inmensos. Ella no paraba de gemir.

– Mmmmhhhh…, para, quiero correrme con tu polla dentro de mí y si sigues comiéndote mis pezones no voy a poder.

Paré y me fui directo a bajarle el tanga, ante mi apareció el coño más abierto y empapado que me haya comido nunca. Su clítoris asomaba la cabeza como incitándome a morderlo y chuparlo. Eso hice, me lancé a por el con ansia, en cuanto lo toque con la punta de mi lengua, empezó a dar unos gemidos inmensos, retumbaban por todo el salón, señal de que estaba a punto y muy excitada. No perdí mucho tiempo en estos menesteres, ya lo tendríamos después, cuando hubiéramos saciado nuestros primeros deseos irresistibles.

La tumbé suavemente en el sofá y mientras la besaba ardorosamente, comencé a meterle mi polla en el coño, intentó gemir, pero todos ellos fueron a parar a mi garganta. Metía mi lengua profundamente en su boca mientras clavaba mi tremenda polla (jamás había estado tan excitado), en su cálido y receptivo coño. Mi polla había alcanzado unas dimensiones que no recordaba haber tenido nunca, tal era el grado de excitación al que me llevaba mi (como se verá después), complaciente compañera de trabajo. Su coño era como un guante, se cerraba sobre mi polla como si intentara quedarse con ella, no dejármela sacar jamás. Comenzó a gemir como una posesa mientras me pedía más.

– ¡Oooooohhhhhh! ¡Dame más fuerte, más rápido! No pares, más…, quiero máaaaaas…

Yo intentaba darle más fuerte en su precioso coño, pero más era imposible, la velocidad era de vértigo y mi polla amenazaba con correrse. En un momento dado, dijo con voz entrecortada.

– Para, para… Quédate un momento quieto, vas a ver lo que es bueno…

Yo no sabía por qué me pedía que parase si un momento antes me estaba pidiendo más velocidad y fuerza, pero enseguida lo note…

– ¡Ohhhh, Dios mío! – dije notando como las paredes vaginales de su coño estrujaban literalmente mi polla.

– ¿No te habían estrujado la polla nunca como yo lo hago, no?

– ¡Dios míiiiiooooo, noooooo!

– Pues voy a hacer que te corras únicamente con la fuerza de mis paredes vaginales, vas a saber lo que es bueno.

La potencia con la que comprimía mi polla era increíble, no tarde ni un minuto en correrme. Debía notar que me iba a correr, por que en ese momento, adelantó sus caderas clavándose mi polla hasta el fondo y soltando un alarido increíble, mientras yo notaba como un líquido abundante cubría mi polla desde el fondo de su coño, se estaba corriendo y yo, para no ser menos, y notando la calidez de ese líquido, empecé a soltar chorros como un loco.

– Me estoy corriendo como una guarra…, no puedo contenerme…, inúndame de tu semen. ¡Ahora, hazlo ahoraaaaaa! – dijo con unos gritos incontenibles.

– Me corro, me corroooo… – dije soltando toda la carga.

Nos quedamos tumbados el uno sobre el otro mientras nos reponíamos. Cuando me levanté de encima de ella, mis piernas no me sostenían, me había corrido dos veces con gran intensidad, parecía que no me había corrido nunca, como un primerizo. Ella seguía tumbada en el sofá, sus ojos extraviados, como si no estuviera. Aún le temblaba el estómago, como si no parara de tener orgasmos. se acariciaba los pezones con mimo, mientras yo veía como decrecían por momentos.

– Hacía mucho que no disfrutaba tanto – decía mientras seguía masajeándose los pechos -, no me acuerdo de haber tenido una polla tan grande y jugosa dentro de mi coño (tengo una polla de buenas proporciones, pero ya digo que jamás la había tenido como entonces), a partir de ahora haré lo que me pidas, estaré dispuesta siempre que quieras, no quiero perder esa polla nunca…

– Tranquila, esta es para ti, estará siempre a tu servicio, en el momento que te apetezca.

Nos dimos una ducha relajante y nos fuimos a dormir (ella decidió quedarse el fin de semana conmigo en mi casa). Ya de madrugada me desperté sobresaltado y con una tremenda erección, no podía dejar de pensar en ese cuerpo, que de momento, tenía a mi disposición. Tenía la polla dolorida a causa de mi erección, así que traté de ponerle remedio. Me fui acercando a Elena rozando la punta de mi polla con su tremendo culo, ella se movió al notar mi presencia y abrió ligeramente las piernas. La cogí de la cintura (estaba de espaldas a mí) y comencé a acariciar sus tetas, sus pezones, como siempre, respondieron al contacto y se pusieron rápidamente erectos. Comencé a susurrarle cosas al oído.

– Elena, eres la mujer más bella con la que he estado nunca… Tu cuerpo me vuelve loco – dije mientras una de mis manos ya exploraba su coño.

Empezó a gemir con los ojos cerrados aún, acerqué lentamente mi polla a su cueva trasera y traté de meterla. Elena abrió los ojos y me miró fijamente.

– Alex, soy virgen por el culo. Por favor, trata de no hacerme mucho daño – dijo aún con signos de sueño.

– Tranquila, voy a ser lo más suave posible, no te preocupes por nada, si ves que te hago daño me avisas y paro un momento – dije, mientras mi mano llena del flujo que manaba de su coño, se dirigía a su agujero del culo, lubricándolo.

Comencé a hacer presión con mi polla, realmente era muy estrecho, no avanzaba nada en la postura en que nos encontrábamos. La dije que se pusiera a cuatro patas, puse la almohada en su vientre y quedó el agujero a mi vista, así como el tremendo clítoris que asomaba entre los pliegues de su coño. Fue una visión espectacular, me cogí la polla y la apoye en su entrada trasera, comencé a empujar y empezó a entrar la cabeza de mi polla muy despacio. Elena se quejaba pidiéndome que parara, pero yo sabía que si paraba ahora, nunca me dejaría entrar por allí, así que empuje en plan bestia y metí la cabeza de mi polla de un golpe. Su grito fue tremendo, yo paré dejando que se acostumbrara al grosor. Al momento comencé a moverme lentamente, en cada movimiento metía un poco más mi polla. Llegó un momento en que los gritos de Elena se convirtieron en gemidos de placer, le estaba gustando, mis manos seguían excitando su clítoris y sus tetas, el flujo que manaba de su coño era mucho, tenía las manos empapadas. Las llevé a su boca para que probara el sabor de su flujo, mientras mi otra mano abandonaba sus tetas y continuaba su labor en el coño, metiendo dos dedos dentro de él y moviéndolos al ritmo de mi polla en su culo. Podía notar en el interior de su coño como mi polla entraba y salía de su culo. Elena chupaba golosa los dedos de mi mano tragándose su flujo y gimiendo al mismo tiempo.

– Uuuuuhhhhhmmmmmm. Alex, haces maravillas conmigo, estoy a punto de correrme…, oooooohhhhhhhh, si no paras de sobarme el clítoris, creo que no voy a poder resistir más.

– Aguanta un poco, quiero que notes como me corro en tu culo, vas a tener la mejor sensación que has tenido nunca, espera y verás. Mmmme corrooooo, me corroooo.

Di cuatro embestidas bestiales y empecé a correrme dentro de su culo, Elena comenzó a gritar a la vez que manaba un torrente de su coño, señal de que se estaba corriendo como una puta.

– Ohhhhh, Dios míooooo, noto mis tripas repletas de tu semen, es una sensación maravillosa, Uuuuuuhhhhhhmmmmmm, oooooohhhhhh, me estoy corriendo, no puedo más. Jamás había sentido nada igual, Uuuuuhmmmm, aaaaahhhhhhh.

Después de un rato, ya descansados, nos dimos una ducha y dormimos hasta la mañana siguiente. Fue un fin de semana increíble, lo pasamos desnudos todo el tiempo, follando donde y cuando nos apetecía. Al menor descuido, ya tenía su boca chupándome la polla, al igual que yo la cogía por sorpresa en cualquier momento, follándomela.

Así acabó el primer encuentro.

Lo que pasó después lo contaré en otra ocasión…, ella esté de acuerdo en que cuente nuestra historia, pues la confianza entre ambos es mutua, no podemos estar el uno sin el otro.

Continúa la serie