Me lo merecía

Hola, me llamo Gloria y les voy a narrar algo que me sucedió al viajar en el metro de la Ciudad de México, bueno para empezar me voy a describir físicamente, soy alta, como de 1.71 m., de pelo castaño claro, tengo un trasero que según mi esposo es delicioso, ya que es firme y respingado, desde atrás parece como una manzana, y un par de senos como de talla 38, son firmes ya que a mis 30 años, no han sucumbido ante la gravedad, y mis pezones lucen deliciosos, pero bueno mejor les platicaré de mi experiencia, mi marido y yo íbamos rumbo a nuestros respectivos trabajos, ese día me puse una faldita negra, muy ligera, con cierto vuelo, que cuando camino, la tela se levanta por el movimiento de vaivén de mis nalgas, era un día como cualquier otro, por lo que nunca me imaginaba la aventura que ese día el destino me tenía preparado, eran las 8 de la mañana, a esa hora el metro va a reventar de gente, y más aún por tratarse de ser viernes y para acabarla era también día de pago, por lo que la mayoría de la veces ya no cabe ni un alfiler, y en esta cuidad se acostumbra una sección exclusiva para mujeres y otra la de hombres, donde pueden ir tanto mujeres y como hombres, y por no separarme de mi esposo, le dije que me iría con él, a pesar de que el no quería que me fuera en el vagón por aquello de las metidas de mano, pero yo le dije que no creía que se atreverían a nada si iba en compañía de él, de mala gana él aceptó, por lo que nos situamos en el anden a esperar el metro, de inmediato me percaté que era yo y una chica como de unos 17 años, con una falda muy pequeña, que solo basta que se incline un poco, para poder apreciar sus juveniles nalgas, la chica tenía unos senos que prometían bastante y una cara angelical, de esas que aparentan inocencia pero esconden a un verdadero diablillo dentro de esa mascara de ternura, como les dije éramos las únicas dos mujeres para abordar el transporte en la zona de hombres, pero ya cuando menos me di cuenta el subte llegó y la muchedumbre de inmediato se arremolinó cerca de las puertas, y al abrirse como impulsadas por una catapulta, fuimos levantadas en vilo por la masa de hombres que querían abordar, sobra decirles que casi luego luego sentí varias manos que se apoderaban de mi culo y mis muslos, incluso un dedo travieso alcanzo a tratar de abrirse paso por la raja de mis nalgas, pero instintivamente apreté fuertemente mis nalgas, impidiendo que me arponeara mi estrecho ano, en la confusión quedé algo retirada de mi esposo, pero logró situarse cerca de mí después de bastante esfuerzo, pero eso no fue suficiente para que las manos dejaran de tocar mi anatomía, pero para evitarle problemas a mi marido opté por callar el manoseo del que era presa en ese atestado vagón, llevaba una pequeña mini falda de algodón, bastante delgada, por lo que sentía claramente las manos que palpaban a conciencia mi trasero, una mano especialmente tomaba gran interés en la raja de mis nalgas, pero no descuidaba el delinear mi tanga en la parte alta, ya saben la única que se puede sentir, ya que la tira de en medio desaparece entre las nalgas, en un principio sólo sentía tímidos roces de la mano en mi anatomía, pero bastaron pocos minutos para que una vez habiendo cogido confianza me frotara descaradamente con la palma abierta las carnes de mi culo, apretando la carne de una nalga para después pasar a la otra, incluso en cierto momento, se metió bajo mi falda y comenzó a palpar mi delgada tanga en el hilo central entre los dos cachos de carnes de mis nalgas, ya que ese día no me puse medias, logrando tomar la delgada prenda y estirarla a tal grado que logro hacerla hacia un lado, no por completo, pero sí lo suficiente como para en lugar de estar en la raja del trasero, descansara alegremente en uno de mis preciosos glúteos, yo por la advertencia de mi marido preferí guardar silencio, ya que él me lo había prevenido y yo de necia me aferré a subir con él. Fue hasta ese momento, que recordé a la chica ya que si yo que iba acompañada tenía dicha situación, habrá de imaginarse ella, y para mi sorpresa, la chiquilla se encontraba con la falda completamente levantada y enrollada a la altura de su cintura, mientras un hombre como de 32 años, vestido de traje se frotaba la verga en el canal de las nalgas de la chiquilla, aún sobre las braguitas de color blanco de la chica, las cuales previamente él tipo había jalado hacia arriba, para lograr que se introdujeran lo más posible en el canal trasero de la preciosa chica, y eso no es todo ya que por delante, un joven como de 18 años, se masturbaba frenéticamente, con el pene completamente fuera de su pantalón, su miembro era de un tamaño considerable, que al mirarlo me hizo estremecer, logrando envidiar a la chamaca por encontrarse tan cerca de tan bello miembro masculino, mientras tanto este joven acariciaba su panochita por encima de las bragas, y por el rostro y los movimientos de la niña, que eran de levantar el culo, para sentir mejor la verga situada en su trasero, me di cuenta que disfrutaba del manoseo de los desconocidos, por todo esto deduje que ella, abordaba en el vagón de los hombres para que le metieran mano a su antojo, ya que hay que recordar que a esa edad el sexo es algo que comienzan a descubrir y los manoseos es algo muy caliente y seguro, para sentir una buena dedeada y tener contacto con una dura verga.

Al mirar los gestos de excitación de la chica y los rostros de los que le metían mano, disfrutando ambos con el manoseo en el vagón atestado de gente, esto sólo terminó por encenderme, por lo que aunque mi marido estaba a un lado, quise yo también disfrutar de lo atestado del vagón, por lo que me levanté la falda igual que la colegiala, hasta que me quedó como un cinturón en la cadera, claro que lo hice de forma discreta para que mi marido no se diera cuenta de mi acción, al levantarme la falda varias de las manos que me tocaban sobre ella, ya se encontraban directamente sobre mi piel, me imagino la cara de asombro de más manoseadores al notar que no existía ningún estorbo entre sus manos y mis calientes carnes, para mí era increíble sentir varias manos desconocidas y anónimas, recorrer de arriba a abajo mis piernas, mis nalgas, mi tanga, ya que casi de inmediato, una mano se posó en mi abultado sexo, para de enseguida palpar mi raja y mis labios vaginales delineándolos con los dedos sobre mi tanga, me imagino que de inmediato notó lo mojado de mi chucha, ya que para ese tiempo no aguantaba mi propia calentura.

Y la mano que desde hace tiempo estaba en mi culo, de repente se retiró y no la sentí durante un tiempo, después de unos segundos, por lo que pensé que había abandonado el vagón, pero en su lugar sentí un pedazo de carne caliente, grande y húmedo que se acomodaba entre mis nalgas, de inmediato pude adivinar que se trataba de un pene erecto, el cual en delicados movimientos, se deslizaba de arriba hacia abajo, donde era increíble sentir su enorme capullo rozar mi vagina y mi anito, logrando sentir cómo me humedecía levemente con líquido pre eyaculatorio mis grandes nalgas, en determinado momento, unas manos se acomodaron en mi cadera, tomando mi tanga por los costados y arrancándomelas de un fuerte tirón, para deshacerse de tal estorbo, acto seguido, se acomodó el pene, ya lubricado por el líquido seminal a la entrada de mi ano, y yo me levanté levemente sobre mis puntas de los pies, presentándole lo más posible mi culo para ayudar al desconocido, tomando mis cachetes del culo y separándolos, para que me penetrara sin dificultad, cosa que dado a mi excitación y a que mi culo ya ha probado vergas por el ano en ocasiones anteriores, no fue nada difícil, ya que el desconocido humedeció levemente sus dedos con saliva y comenzó a introducir de uno en uno sus dedos hasta sumar la cantidad de tres dentro de mi estrecho orificio anal, para después de dicho trámite meterme de un solo y fuerte empujón todo su miembro palpitante, y lo que más me encendía era que mi marido, el muy inocente, parado junto a mí, no se percataba de lo que un desconocido hacía con su esposa en sus narices, al contrario me servía de apoyo, ya que él creía que por los empujones que daban en el metro, era por lo que me recargaba mucho en él, y en realidad era que mis piernas se me doblaban de la excitación y de las acometidas del cogedor a mi espalda, quién deslizó ambas manos por dentro de mi blusa tomando mis pechos, bajando mi sujetador, para tomar libremente mis turgentes pechos, mientras tanto yo ahogaba mis suspiros, mordiendo mis labios y cerrando mis ojos, los cuales estaban nublados por la excitación, a lo que mi marido al mirar mi rostro me preguntó si me sentía bien, a lo que le respondí que sólo era el calor que reinaba dentro de el vagón el cual me estaba incomodando pero que no era nada grave, mientras hablaba con mi marido aprovechaba para que utilizando una de mis manos libres se apoderaba discretamente del pene de un jovencito que se encontraba a un costado mío, el cual al sentir mi mano se puso rojo de la calentura y de la sorpresa, yo con delicadeza bajé su zipper y extraje su miembro para darle una candente masturbada, subiendo y bajando la piel que cubre su prepucio, para sentir su glande, el cual ya mostraba una pequeña gota de semen en el agujero de la cabeza del pene, lo que me excito al máximo, acelerando yo el movimiento de la masturbada a cada minuto que pasaba.

En cierto momento, parece que nos hubiéramos puesto de acuerdo, ya que casi al mismo tiempo, los tres estallamos en enorme orgasmo, sintiendo en mis intestinos un caliente liquido que me quemaba las entrañas por parte del fulano que tenía clavado su pene en mi ano, mientras en mi pierna sentía cómo chocaban los chorros de esperma del chico, y vaya que la fuerza con que me golpeaban era bastante y con qué abundancia, ya que parece que arrojó como un litro de mocos, que incluso sentía a la perfección cómo se deslizaban lentamente por mis piernas, mientras tanto yo por las maniobras de la mano que jugaba con mi raja, humedecía por completo la tanga, llegando a escurrir mis flujos por mis muslos, llegando a juntarse con los que manaban de mi culo y la leche del jovencito, y en ese momento me fijé que la chica también recibía lo suyo, ya que me percaté de que los dos hombres que se encargaban de ella, con sus penes de fuera le arrojaban también sus líquidos en el culo y en su cosita, para después ella untárselos por el trasero y piernas, quedando brillosa por la presencia del semen en su piel, llegué a notar cómo el señor de traje tenía los dedos de su mano derecha incrustados en el orificio trasero de la chiquilla, fue entonces que ambas nos miramos a los ojos, dándose cuenta que la miraba y dándose también cuenta que yo recibía el mismo tratamiento que ella, para después ambas acomodarnos lo mejor posible nuestras ropas y hacer como si nada hubiera ocurrido, al bajar ambas nos miramos, y nuestras caras rojas de excitación intercambiaron maliciosas sonrisas, ya que tanto ella como yo sabíamos de las ventajas de viajar en el apartado para hombres, no sé si mi marido se habrá dado cuenta o no pero desde entonces siempre abordo el metro con él, llevando ropa que no les dificulte a los suertudos en turno, meter mano u otras «cosas» bajo mis ropas, disfrutando yo al máximo de nuestro apretado y largo viaje a nuestros trabajos.