Descubriendo mi lado sado II: Entrenando a Pilar
Aquella noche acordamos los límites en que se desarrollaría, en adelante, nuestra relación y debo decir que eran pocos.
Antes de que se fuera a su casa tuve el placer de ponerla rojas las nalgas a azotes y utilizarla un par de veces.
Pero la prueba de si estaba decidida a seguir iba a ser al día siguiente.
Habíamos quedado después del trabajo y yo la había dado instrucciones muy precisas.
Y a las seis en punto llegué y mi esclava me estaba esperando; me había obedecido.
Para cualquier transeúnte éramos una pareja de profesionales que charlaban tranquilamente, si hubieran oído la conversación habrían cambiado de opinión rápidamente.
Tal y como la había ordenado llevaba un correcto traje chaqueta que con el portafolios la daba un aire sumamente ejecutivo.
-Hola perra, ¿has seguido mis instrucciones?.
-Si, amo.
-¿llevas ropa interior?
-No amo.
-¿Las bolas chinas?
-Las he llevado todo el día, amo.
-Estarás muy caliente, perra.
-Si amo, me he corrido seis veces.
-Bueno, no te di permiso para correrte, veremos de castigarte después. Ahora vamos a comprar un collar y una correa para mi perra.
Luego averiguaré que poner el collar a una esclava se suele hacer después de su entrenamiento, pero me excitaba sobremanera y quería hacerlo cuanto antes.
Era excitante verla caminar y saber que no llevaba ninguna ropa interior y que las bolas chinas iban chocando en su interior.
Llegamos a una tienda de artículos para animales y entramos, solo la dependienta (una señora de unos treinta y tantos normal y corriente) y otro cliente al que atendía en aquel momento.
Tenían los collares en un expositor y nos pusimos a mirarlos, los había de todas clases y era difícil escoger pero me llamaba la atención uno de cuero rojo de unos dos dedos de ancho, muy sencillo así que lo saqué del expositor y me quedé mirándolo cuando oí la voz de la dependienta detrás de mí.
-Dependerá del tamaño del perro, si es un perro grande ese no es adecuado pues podría romperse.
El otro cliente se había marchado yo, Pilar miraba como hipnotizada el collar y se me ocurrió una idea para humillarla.
-Bueno, en realidad es para esta perrita – dije señalándola – no creo que tire mucho de él.
La dependienta ni se inmutó.
-No, si está bien educada ¿lleva mucho tiempo de entrenamiento?
-Estamos casi empezando.
-¿Y que tal se porta?
-No es muy mala.
Colocó el collar en el cuello de Pilar y enganchó una cadena.
Era excitante.
Hizo ademán como de tocarla las tetas y me miró.
-¿Me permite?
-Por favor, a su disposición…
Desabrochó la blusa y masajeó apreciativamente sus tetas.
-Vaya, la de cosas que haría yo con este par de tetas. Y estos pezones están pidiendo unas pinzas…
-Bueno, no tengo inconveniente en hacer un par de cosas pero después tenemos que irnos.
Se acercó a la puerta y dio la vuelta al cartel de abierto, después nos guió a la trastienda. Yo estaba excitadísimo y la entregué la cadena de Pilar.
-Gracias querido, vamos a ver que tal se porta.
Se sentó en un taburete, se alzó las faldas y dejó al descubierto un coño grande cubierto de una mata de pelos negrísimos.
-Cómemelo perra.
Y de un tirón acercó la cara de Pilar a su entrepierna.
Pilar en primera instancia se resistió un poco pero un buen palmetazo en su culo la devolvió a la obediencia.
Agachada metió su cara entre las piernas y oí como empezaba a lamer.
Yo ya no podía más, me la saqué, alcé las faldas de Pilar, saqué las bolas chinas de su coño y empecé a bombearla por detrás, cada empujón clavaba mas su boca en el coño de la otra mujer que gemía de gusto.
-Que bien lo chupa, así, así, sigue, más, sigueeeeeeeee.
Y se corrió en la boca de mi perra mientras yo hacía lo mismo en el coño.
Pilar alzó la cara y ella con otro tirón la acercó a la suya y la dio un beso profundo y húmedo en los labios.
-Muy bien perrita, muy bien, se nota que has comido muchos conejos.
Yo retomé el control y la quité la cadena de las manos.
-Lávate la cara bollera, se te ha corrido el rimel.
Obediente Pilar se dirigió hacia un pequeño lavabo y comenzó a lavarse.
-Querido, es una perra de maravilla
-Tiene amo.
-Jajaja, ya lo veo –rebuscó en su bolso y me alargó una tarjeta- tengo una pareja de esclavos, macho y hembra, si te apetece cruzarla no dejes de llamarme.
Pilar volvió de lavarse, Juana que era como se llamaba la dependienta, la dio un par de palmetazos cariñosos en las bamboleantes tetas y la quitó el collar y la cadena.
-¿los envuelvo para regalo?……
Nos dirigimos a su casa, cuando llegamos allí ella subió primero pues debía prepararse conforme a las instrucciones que yo le había dado.
Yo mientras tanto me fui a tomar un café y estuve pensando como iba a desarrollar la sesión pues, a decir verdad, tendría que improvisar por mi falta de experiencia.
Al cabo de media hora subí a su casa y encontré la puerta como había ordenado sin cerrar, empujé y Pilar estaba esperándome tal y como la había ordenado:
De rodillas en el hall, totalmente desnuda salvo por los zapatos de aguja, un delantal, una cinta blanca al pelo que hacía las veces de cofia, el collar de perro en el cuello y una bandeja en las manos.
Sobre la bandeja descansaban sus tetas y una fusta….
Me acerqué a ella y poniéndome a su lateral me saqué la polla del pantalón y comencé a follarla por la boca, con una mano la sujetaba del pelo y con la otra empecé a acariciar sus tetas, pellizqué sus pezones y cogí la fusta.
Seguí follándola mientras pasaba la fusta sin azotarla por sus hermosas nalgas y comencé a hablar.
-Bueno querida, vas a recibir seis azotes como castigo por haberte corrido sin permiso de tu amo…
La levanté tirándola del pelo y con pequeños golpecitos de la fusta la fui guiando delante de mí.
Era hermoso ver moverse su culo haciendo equilibrios por los tacones y sus tetas ofrecidas en la bandeja.
Al pasar por la cocina vi el lugar ideal para atarla y la ordené parar y traer, en la bandeja, unas cuerdas.
Ella marchó y volvió enseguida con las cuerdas en la bandeja.
Tenía una mesa auxiliar plegable de cocina bastante adecuada, la hice doblarse sobre ella de forma que por un lado sus dos agujeros quedaban totalmente expuestos y por el otro colgaban su cabeza y sus tetas.
La até brazos y pies a las patas de la mesa y me coloqué frente a ella.
-No te voy a amordazar porque si sueltas el más mínimo sonido doblaré la ración de azotes.¿Comprendes?.
-Si amo, gracias amo por castigar a su perra.
-Bien, después de los azotes te voy a dar por el culo, como eres una guarra no habrás tenido la precaución de limpiarte el ano con una lavativa ¿verdad?.
-No amo, soy una guarra.
-No hay problema, me la limpiarás con la boca porque pienso ir directamente de tu culo a tu boca y correrme en ella.
-Gracias amo.
-Vamos allá.
Y me puse detrás y descargué el primer fustazo.
Pilar se arqueó pero no dijo nada, ni un gemido, una deliciosa marca roja transversal quedó marcada en sus nalgas.
Así descargue la fusta cinco veces y a la sexta cambié el sentido de los azotes y golpeé su coño abierto y rezumante.
Pero ni así chilló, tan solo un pequeño gemido y una violenta sacudida que recorrió todo su cuerpo me indicó que la había dolido de veras.
Entonces avancé y la sodomicé de un solo golpe.
Estaba sumamente excitado y a la cuarta o quinta embestida noté que me iba a correr por lo que cumplí mi promesa, sucia de sangre y heces se la saqué del culo y se la metí en la boca hasta tocar sus amígdalas.
Salvo una pequeña arcada inicial se portó de maravilla y con los labios y la lengua me la dejó brillante, tragándose además el semen de mi corrida que vertí en ella.
-Muy bien perrita, ha estado muy bien, ahora te quedarás así mientras voy a fumarme un cigarrillo.
Y me fui a sentar al salón dejándola allí atada, chorreando y con el culo como un tomate.
Había estado muy bien….
Cuando acabé el cigarrillo volví y allí estaba, por supuesto, la palmeé las nalgas y la un par de golpecitos juguetones con la fusta en las tetas.
La desaté, la até la cuerda al collar y la obligué a ponerse a cuatro patas.
-Como una perrita obediente, pero te falta la cola…hum…. vamos a ver…
Si, en un escobero había un plumero de plumas negras. Lo saqué y se lo enseñé.
-Esto puede hacer muy bien de cola por ahora. Póntelo
-¿Cómo amo?
-Pues metiéndote el mango por el culo imbécil.
Obediente se separó las nalgas con una mano e introdujo el mango del plumero con la otra.
-¿Verdad que estas contenta?
-Sí amo
-Pues que se te note, mueve la cola.
Y así recorrimos el pasillo con ella sujeta por la correa delante de mí y meneando el culazo para mover el plumero.
Continuará…