Capítulo 1
Complaciendo a mi mujer I
Hace ya un par de meses que publicaron una carta nuestra en la revista Penthouse.
Pero después de leer un par de historias aquí en todo relatos, mi esposa sugirió que también la publicáramos para compartir nuestra aventura.
Ella es Americana de padres españoles, yo de padres mexicanos.
Vivimos aquí en la Florida desde hace ya cinco años, y tenemos diez de casados.
Desde que nos casamos siempre hemos compartido nuestros sueños y deseos. Muy activos en la cama, y nos da por decirnos cosas como «¿Te gustaría que yo fuera otro? ¿Te gustaría que estuviera otro tipo aquí para que entre los dos te la metamos?
Eso la pone siempre muy caliente y llega al orgasmo rápido y muy fuerte.
Un día, hablando ya en serio, le pregunté si de veras le gustaría hacerlo con dos, me dijo que sí, pero que tenía miedo.
Pero con el tiempo y siguiendo con las fantasías, llegó a preguntarme si de veras estaba buscando a alguien para compartir, le dije que no, pero esa plática me dió muchas ideas.
Para nuestro décimo aniversario, preparé un viaje hacia el sur de Florida, sin decirle nada a ella. Cuando llegó el día, simplemente le dije que le tenía una sorpresa.
Le dije que había alquilado un cuarto de hotel en una playa, pero lejos de nuestro pueblo.
Para pasar todo el fín de semana solos, la única condición, era que ella tenía que vestir minifaldas todo el tiempo, a lo que ella dijo que eso no ers ningún problema, pues ella siempre viste minifaldas.
Y es cierto, entre mas cortas mejor, le gusta enseñar sus piernas y acentuar su culo.
No tiene muchas tetas, pero las que tiene se le ven muy bien, ella no es alta, de pelo largo negro y una cara que no le pide nada a nadie.
-Pero- Le dije, -no vas a ponerte nada debajo de la falda.
Ella me miró incrédula, pero aceptó. Y así nos fuimos al hotel que había reservado, como a cuatro horas de camino de donde nosotros vivimos.
Durante todo el camino le pedí que me enseñara la concha, ella se reía y se subía mas la falda hasta que yo podía ver pelos. Y luego después me enseñaba tetas. Llegamos al hotel a eso de las cinco de la tarde, y nos fuimos a la playa.
Ella en su bañador muy diminuto que apenas le cubría, lucía estupenda, y yo ví como los demás tipos que andaban por ahí se le quedaban viendo.
Al llegar la noche, nos fuimos a cenar, luego a una disco, que nos había recomendado el mesero.
El mesero se portó muy bien con nosotros y y hasta nos cobró menos, porque mi esposa se puso a coquetear con el.
Cada vez que pasaba por nuestra mesa, mi esposa se subía mas la falda hasta que por fín, me dijo ella, que el podía ver todo. Ya calientes, nos fuimos al la disco.
Había mucha gente, y el ambienta estaba bien movido.
Muchas chicas bonitas y muchos chicos guapos, mi mujer se quedó maravillada. Llegamos a la barra y con suerte había un par de asientos libres. Pero la dejé sola un minuto para ir al aseo.
Cuando regresé, mi lugar estaba ocupado por un tipo que le hacía conversación a mi mujer. Ella se reía con el y parecía muy animada. Cuando llegué el me vió con cara de pocos amigos y me dijo
-¿Qué no ves que estoy platicando?
-Si ya veo, no hay ningún problema-
-¿Pero que quieres?
-Sentarme con mi esposa.
Huy, se puso de todos colores, y quiso disculparse. Perdón, no sabía que ella venía acompañada, no es mi intención crear un problema….etc. pero yo le dije que no había problema y le invité un trago. Nos terminamos de conocer, el se llama Allan, le presenté formalmente a mi mujer Sarita y yo, le dije, soy Lucho.
Después de un rato de conversación, me preguntó si podía bailar con Sarita, y a mí que me dices, pregúntale a ella.
Ella ya empezaba a sentir los efectos del alcohol, y se sentía muy alegre. Se fué a bailar con él y estuvieron buen rato.
Cuando regresaron, Sarita me contó que nuestro buen amigo se portó muy caballeroso, al principio, pues como le pista está tan llena de gente, no había mas que pegarse a el, y el, se empezó a poner duro, Sarita se quedó intrigada, porque parece ser, Allan está bien dotado.
-¿Te gusta el gringo, no?
-Huy si.
-¿Ya te tocó el cuerpo?
-Me puso las manos en las caderas, y luego se paso para las nalgas.
-Cabrona que eres, ¿Y qué hiciste?
-Me le pegué mas, y fué cuando sentí su paquete.
Cuando vi a Allan de reojo le hice un gesto, y el se acercó a mí. Le dije que buscáramos una mesa para estar mas privados.
Fuimos de inmediato hacia la parte del fondo de la disco, y no pudimos encontrar nada. Pensé entonces regresar al hotel. Le pregunté a Allan y el aceptó de inmediato.
De camino al hotel, el se sentó con Sarita en el asiento trasero del coche, y ella se abalanzó sobre el, ya no había por que pretender, se besaron y el le recorrió el cuerpo con sus manos prestándole atención a sus nalgas y piernas. Nos metimos al hotel por una de las puertas traseras, y subimos al décimo piso en el ascensor.
Durante el corto viaje, Allan, no perdió tiempo, le metió mano a mi mujer por todos lados y hasta en la concha, informándome que la tenía muy mojada y muy caliente. Cabrón.
Y apenas entramos al cuarto, Allan empujó a mi mujer en la cama, ella cayó sentada, esperaba que Allan se le echara encima, pero el gringo tenía otras ideas. Se bajó los pantalones y su ropa interior, y como de resorte saltó una verga dura, no muy larga, pero sí muy gruesa. A mi esposa se le abrieron los ojos grandes y sin que le dijeran nada, la tomó en su boca.
Y ahí esta la muy puta, chupando, lamiendo, como si fuera la última verga en el planeta.
Allan por supuesto, gozando da las mamadas que le daba mi mujer, pero no pudo aguantar mucho, y le dijo que se acostara, ahora era el turno de el.
Mi esposa, muy obediente, se acostó, y el le levantó la falda hasta la cintura. Le pasó la lengua por los labios vaginales, y luego la penetró la mas que pudo con la lengua.
A mi mujer le gusta que le coman la concha, le encanta que le den de lengüetazos por su rajita y le fascina que le meta uno o dos dedos mientras me la como.
Por lo visto Allan estaba haciendo muy buen trabajo, porque pronto empezó a rogarle a Allan que se la metiera.
Allan se terminó de desvestir, y hay que ser justos, el muchacho está bien cuadrado, me refiero a que es obvio que se dedica al fisiculturismo.
Yo no estoy mal, pero este gringo parece uno de esos modelos para la revista de playgirl.
Se subió arriba de mi mujer, y de un solo golpe, se la metió hasta que solo las bolas le quedaron afuera, pegándole en el ojete del culo. Mi mujer dió un grito de éxtasis y continuó gimiendo mientras Allan se la metía y se la sacaba con bastante rapidez.
Me sorprendió el gringo, Porque después de como veinte minutos, le dió vuelta a mi mujer, poniéndola en cuatro, metiéndosela de perrito, y como otros veinte minutos mas, se cansó mi esposa, y se dejó caer de panza en la cama. Este cabrón siguió con un mete y saca impresionante, hasta que por fín anunció que se chorreaba, y se vino con una última arremetida, y se dejó caer encima de mi mujer.
Yo, en realidad, no pude aguantar viendo como este gringo se culeaba a mi mujer. Se me paró, y me la tuve que jalar. Me la jalé hasta que ya no pude mas y me descargué sobre la alfombra.
Mi mujer, cansada, con alcohol en la cabeza y recién cogida, se dió la vuelta y se puso a dormir. Allan se tumbó al lado de ella y me dijo lo increíble que está. Le dije que eso ya lo sabía, y lo invité a que se quedara con nosotros esa noche.
Nos acostamos los tres en la cama, mi esposa en medio. Me dormí, pronto, no sé por que, si no era muy tarde y yo no había tomado nada, pero me despertaron Allan y mi esposa temprano en la mañana.
Parece que Allan se despertó porque mi esposa, la muy cabrona, se la estaba chupando, A este se la paró otra vez con mamadas de mi mujer y otra vez se la metió, mientras yo dormía.
El plan era para quedarnos ahí dos días y dos noches.
La segunda noche, Allan fué al hotel otra vez, y se volvió a clavar a mi esposa. Esta vez me acordé y saqué la video cámara, y grabé dos horas de sexo ininterrumpido.
Allan se la metió a mi mujer por la boca y por la concha, hasta que se vino tres veces. Mi mujer perdió la cuenta de las veces que se vino. Otra vez me la tuve que jalar, una vez y me vine una segunda vez con ayuda de mi esposa, que me la chupó y me la jaló hasta que me vine.
Nos regresamos a nuestro pueblo, ella iba muy contenta, y hasta le enseñó las tetas a un chofer de esos camiones de carga, este sonó el claxon y le aventaba besos desde su cabina.
A otro camionero le enseño la concha, se subió la falda, y como íbamos en nuestro coche, el del camión, podía ver fácil desde su cabina, hacia abajo todo lo que mi esposa le enseñara.
No le he dicho nada, pero sigo en contacto con Allan. Y estamos preparando otra orgía, para mas tarde, pero Allan va a invitar a otro de sus amigos. Luego les cuento lo que va a pasar.