No se le pasó desapercibido al viejo, mi estado de empalme y la calentura que llevaba encima. Joder cómo estás, andas bien salido me decía, acariciándome la polla y huevos a la vez que me estrujaba los cachetes del culo. Si quieres luego vamos y te llevo a mi casa, que me gustaría meterte en mi cama y quitarte esta calentura. Bu bueno le dije tartamudeando, pero déjame mear que así no puedo hacerlo.
¡Uy que calentito estás! Me decía subiéndome la camiseta y acariciándome con sus manos. Quédate así, que me das calorcito con tu cuerpo, me susurraba al oído, mientras me mordisqueaba la nuca y pellizcaba mis pezones con sus dedos.
Entramos ambos en el aseo, y como uno de los urinarios estaba atascado, no me quedó más remedio que esperar a que él terminara de mear, para luego hacerlo yo. Cuando saqué la polla y me disponía mear, el chabolista, me agarró la polla y huevos, diciéndome que tenía ganas de darme por el culo. Que te parece, me decía meneándome la polla y acariciándome los huevos, a la vez que con la otra mano me acariciaba y sobaba el culo.
Hacía unos días que había ido con Andrei, el rumano, a la casa que tiene el cura pegada justo detrás de la iglesia, y había sido follado por ambos. Ese día al pasar por debajo del viaducto, para ir hasta el puerto, no vi allí aparcado el monovolumen de Andrei. Al ir con prisas, no me paré a echar una ojeada, por si lo había cambiado de sitio; lo haría a la vuelta; y es que ya deseaba volver a ser follado por aquel guapo rumano, que tan ricamente me daba por el culo,
Apoyó la mano sobre mis hombros, bajándola suavemente por mi espalda, hasta llegar a mi culo. Ahí la dejó y muy disimuladamente me acariciaba diciéndonos que pasáramos, y que nos sentáramos en el sofá que allí había.
Pues en ese momento, al verle la polla al rumano, me vino al recuerdo aquella anécdota. Andrei se dio de cuenta cómo me quedaba mirando para su herramienta, y cómo poco a poco mi polla se iba poniendo dura.
Lo vi acercarse poco a poco, hasta que se colocó justo detrás mía. Miré cómo sacaba su polla totalmente empalmada, se pegaba a mi culo, me rodeaba con sus manos, haciendo que dejara de menearme la polla, y agarrármela él.
Puso una mano sobre mi hombro diciéndome, agáchate y chúpala ya verás cómo te va a gustar. No no, tartamudeaba. Si nos ven nos pueden echar. Tranquilo, aquí nadie nos ve, y no se va a enterar nadie. Esto solo es entre tú y yo. Anda agáchate y pruébala. Solo chupa la puntita, ya verás cómo te gusta.
Al verme salir de entre los vehículos, y venir de aquella zona apartada y oscura, supuso que andaba buscando algo, o de hacer algo; y había supuesto bien. Nos miramos a los ojos, él se quedó parado viendo lo que hacía. Yo reaccioné volviendo atrás, y volver a donde había estado meando. Volví a desabrocharme el pantalón y cinturón, y ponerme a hacer que estaba meando, y de reojo, mirando si aquel hombre venía hasta allí. Lo vi acercarse
Jabibi, se retorcía de gusto y desesperaba por no poder emitir sonidos que nos pudieran delatar. No aguantó más y me levantó por las axilas, dándome la vuelta y colocar mis manos sobre la pared. Me sujetó por las caderas, haciendo que me inclinara un poco, y sacara un poco el culo para dejárselo a su alcance.
Mientras iba hablando, me iba frotando la mano por la espalda, hasta llegar a mi culo y pasar la mano por todo el canal. Se paró en el ano e intentaba meter un dedo. Di un respingo, ¡eh! ¿Qué haces? Le dije mirando a la cara. Cuando me giré hacia él, ya lo vi desnudo y una erección en sus calzoncillos de campeonato. Mira cómo me has puesto, me decía mientras me sujetaba la mano y la llevaba a su entrepierna. Yo, yo no he hecho nada, le dije. Solo me he desvestido para ducharme e irme a dormir.
Tranquilo me dijo, a la vez que con una mano en la cabeza me empujaba para que me agachara. Abre la boca me ordenó. Temblándome las piernas y mirando para todas partes, a causa del nerviosismo que me había entrado, eso hice. Me agaché, abrí la boca, me sujeté a sus piernas con las manos, y empecé a chupar y tragar aquella polla.
Fernando siguió enseñándome todo, hasta que llegamos donde estaba el aseo y la ducha. Allí empezó a meterme mano y abrazarme, diciéndome que quería volver a follarme. ¡Me vuelves loco, mariconcito! Muero de ganas por ponerte en pelotas, y follar ese culito que tienes.
De lo que no me había percatado, es que desde que había salido del puerto, un hombre me iba siguiendo, y por supuesto me vio entrar en la fábrica abandonada. El muy cabrón también había entrado sigilosamente a la fábrica, y espiaba lo que yo estaba haciendo. Cuando se dejó ver, yo me estaba metiendo un dedo en el culo, mientras con la otra mano me pellizcaba y estiraba los pezones. Al yo verlo allí, quedé petrificado; era lo que menos esperaba en aquellos momentos.
Yo también tengo que mear, dijo. Pasó por detrás mía hacia el Wáter, y al pasar me acarició el culo con una mano, luego se arrimó restregándome su paquete, mira cómo estoy de empalmado, me decía echando una mano a mi polla; quiero follarte hoy, estoy que reviento de ganas, me susurró al oído mientras me acariciaba los huevos y se restregaba por mi culo.
En una de las ocasiones en las que fui al aseo, entró Marcos, y después de magrearme el culo, me dijo que esa noche no me fuera que íbamos tener fiesta. Ya había avisado al viejo Venancio y que este estaba de acuerdo.
El viejo sacó 3 botes de cerveza, dejándolos en la mesa, me abrazó antes de que me sentara, empezando a magrearme, me decía, princesa, hoy estoy más salido que ayer, me tienes que reviento. Y sin soltarme ni un momento, empezó a desabrocharme el pantalón, bajándolo junto al slip, hasta que los tuve en los tobillos.
Anda se bueno, abre la boca y hazme una mamada, que estoy que reviento. Justo cuando estaba tragando aquella verga, se abrió la puerta, y aunque esta no pudo abrirse de todo, el que quería entrar, pudo ver perfectamente en qué situación nos encontrábamos el viejo tendero y yo.
Nada más entrar cerró la puerta de la tienda, y agarrado a mi espalda, me abrazó por detrás y sobándome el culo a la vez que me arrimaba su paquete, me susurraba al oído, esta noche no vas poder dormir por el placer que te voy dar. Te voy dejar preñado y el culito repleto de leche. Hoy vas a ser mi princesita, y tu papi te va hacer gozar como nunca.
Como veía que no le decía nada y me había quedado quieto, el viejo se iba animando, y ahora me estaba bajando poco a poco el pantalón del chándal. Primero me sacó los huevos y a la vez que me los agarraba, con la otra mano me iba bajando por detrás, para que me quedara el culo al aire.
Me había cogido en sus brazos, y había terminado por meterme toda aquella polla dentro de mi culito. Y luego ver como miraban aquellos 2 jovencitos con aquella cara de asombro y lujuria, al ver como me daba por el culo aquella tremenda polla, que no me extraña que no pudieran aguantar las ganas de volver a pajearse.
¡Dios!, estaba a mil por hora, y caliente a más no poder. Era la primera vez que estaba con un negro, y aquel semental además de joven alto y delgado, era guapo. Lo que tenía miedo era de su polla, no fuese a ser un monstruo de polla y me fuese a romper el culo.
¿Ay! Grité, al sentir una tremenda punzada en mi hoyito. ¡Dios que dolor! Espera espera, le pedí. Aquella punzada que me había dado, hizo que mi polla se desinflara como si quedara sin vida, y el dolor que había sentido, subía por toda mi columna vertebral. El muy hijo de puta, ni siquiera dejó que mi culo se preparara para recibir aquella gruesa polla.
Cada vez que me mordía el cuello y nuca, hacía que se me pusieran los pezones de mis tetillas, duros y excitados, a tope; hasta la polla la tenía ya tiesa y dura de nuevo, y el culito, pedía guerra.
Cuando accedimos al pequeño claro que quedaba entre aquellos matorrales, la visión que tuvimos fue de campeonato. Allí se encontraba el viejo de pie, sin los pantalones, con aquella tremenda polla, ensartada en la boca del jovencito, que desnudo como dios lo trajo al mundo, se hallaba a cuatro patas, y siendo montado por el perro del viejo.
Pasaron unos minutos, y ambos seguíamos en la misma posición, ambos simulando que estábamos meando. Nos mirábamos, pero ninguno se decidía a dar el paso, él me miraba a los ojos, como diciéndome ¿quieres esta verga? Claro que la quería.
Me estaba dando por el culo mientras con sus manos se aferraba a mis caderas y con su boca, me besaba la espalda, luego con una de sus manos, me agarraba la polla, haciéndome una suave paja.
Me dio por el culo, me hizo gozar, luego me utilizó. Me decía así mi niño, así, goza. Mira como tienes la pollita, la tienes empalmadita. Mira como te gusta, ves, mira como goza tu culito con el juguetito, mi niño.
Me dio por el culo, me hizo gozar, luego me utilizó. Como vio que dudaba, me echó mano a la cabeza empujándola hacia su polla, me dijo, pruébala, ya verás como te va gustar, verás que bien sabe.