De cómo mi tía se convirtió en mi compañera
Corría el año 1995, cuando en una boda de un familiar, aprovechando un momento en el que nos quedamos a solas, mi tía Guadalupe se me acercó para pedirme disculpas por la actuación de su marido hacía algún tiempo en una fuerte discusión familiar.
Yo la verdad es que con ella nunca había tenido ningún problema, era con el idiota de su marido con el que los había; hablamos durante un rato en el cual ella me dijo que cada vez se llevaba peor con su marido e incluso estaba pensando en dejarle.
Yo simplemente la escuchaba y al terminar, le di mi nueva dirección para lo que ella pudiera necesitar, ya que me había mudado a otra ciudad hacía un par de años y no nos habíamos vuelto a ver.
Sin más nos despedimos y ella me comentó que quizás pronto tendría noticias suyas, y que esperaba que yo la pudiera ayudar.
He de decir que mi tía Lupe tenía por entonces 51 años, es de constitución media, ni muy alta ni muy baja, con un buen par de tetas y lo que siempre me había llamado la atención unas caderas y un culo tremendos, quizás algo grandes para su cuerpo con una cintura estrecha, pero que siempre me había excitado y a los que le había dedicado un buen número de pajas en mis años jóvenes de calenturas.
Ella no había tenido hijos y siendo yo un crío siempre me trató muy bien, quizás como al hijo que no había podido tener.
Yo por entonces tenía 26 años y vivía solo, ya que un amigo con el que compartía piso se había casado hacía escasamente medio año, y lógicamente se había buscado otro sitio para vivir su nueva vida.
Hacía escasamente un mes que había terminado una relación de más de 3 años con una chica de mi edad, y yo, completamente libre, iba a lo que salía: si pillaba algo, pues bien, si no, pues también.
Habían pasado un par de meses cuando un viernes suena el teléfono y era ella, me dice que está en mi ciudad, que ha decidido dejar a su marido y para romper con todo su pasado y al intentar que nadie supiese donde estaba, había recurrido a mí.
La paso a recoger y la llevo a mi piso.
Ya en casa, ella me empieza a contar que había decidido dejar a su marido por que ya no le aguantaba más, le había puesto los cuernos varias veces y ella lo sabía, la trataba como a una criada: limpiar, lavar, cocinar y un agujero donde meterla cuando no se corría alguna juerga.
Me dijo incluso que le había llegado a poner la mano encima, a lo que ella se echó a llorar y yo la abracé tratando de consolarla, lo cual me produjo una fuerte excitación: tener entre mis brazos al objeto de mi deseo juvenil me acaloró.
Estuvimos hablando hasta cerca de medianoche momento en el cual le dije que aunque al día siguiente era sábado, tenía que ir a trabajar y por lo tanto madrugar. La ayudé a instalarse en su habitación, le di un juego de llaves y nos despedimos hasta el día siguiente.
He de decir que esa misma noche, le dediqué una paja como las de mis mejores tiempos, ya que aún ella era capaz de excitarme, y creo que ella siempre se había dado cuenta de esto aunque como ya dije antes siempre me había tratado muy bien.
A la mañana siguiente a las 6.30 me levanto de la cama y me dirijo al WC, yo siempre he dormido desnudo y en cierto modo no era consciente de que ella estaba ahora en mi casa.
Estaba cepillándome los dientes para hacer tiempo a que se bajase mi habitual erección matutina cuando por el rabillo del ojo la veo frente a la puerta del baño que tenía abierta de par en par.
Al verla que me mira intento cubrirme a lo que ella me dice:
– Déjalo que ya más no te puedo ver
– Pues tienes razón – contesto yo
– Por qué te levantas tan pronto? – pregunto
– Pues porque te he oído y te voy a preparar el desayuno, es lo menos que puedo hacer – dice
– No te molestes, que yo no desayuno nunca, vuélvete a la cama
– Vale pero primero déjame pasar que me estoy meando – dice ella
Me hago a un lado y se dirige a la taza del wáter, sin ningún tipo de pudor se levanta su camisón dejando al descubierto toda su mata de pelos, se sienta y mea.
Ella no apartaba la vista de mi rabo duro y tieso y yo tampoco se su chocho mientras meaba y se secaba.
Al terminar le vuelvo a decir que se acueste, que todavía es muy temprano y que yo no tengo por costumbre desayunar.
Accede y me dirijo a mi habitación a vestirme excitadísimo por el incidente ocurrido; a duras penas consigo abrocharme el pantalón y me dirijo a la puerta de la calle, entonces ella sale de nuevo de su habitación con su camisón semitransparente, se le adivinaban perfectamente sus hermosas tetas y su mata de vello púbico, y me dice:
– Al menos dame un abrazo y un beso de despedida
– Claro que si – digo yo
La abrazo y le doy un beso en la mejilla, bastante cerca de sus labios, que al verlos entreabiertos no pude resistirme a besarlos.
Ella lejos de apartarse o rechazarme, humedeció los míos con su lengua. Nos dimos un buen morreo y mi polla comenzó a ponerse dura de nuevo, ella lo notó y apartándome yo le dije que debía irme o llegaría tarde al trabajo. No pude apartármela de la cabeza durante toda la mañana, de la cabeza y de mi rabo que estuvo casi toda la mañana duro.
Cuando regreso a casa ella me estaba esperando con la comida recién hecha, nos besamos de nuevo, esta vez intentando poner yo algo menos de pasión, y nos ponemos a comer.
Estuvimos hablando de cosas triviales, intentando no tocar el tema de nuestro encuentro matutino y una vez terminado de tomar café y recoger yo le digo que iba a darme una ducha para relajarme un poco después de la jornada de trabajo.
Me meto en el cuarto de baño y no se si inconscientemente o por algo de morbo, dejo la puerta entreabierta.
No había acabado de empezar a remojarme con el agua cuando ella llega al baño, descorre las cortinas y desabrochándose una bata que llevaba puesta se queda completamente en pelotas delante de mi, mirándome con las mismas miradas que me había dedicado por la mañana.
– Vamos, déjame entrar que yo también me quiero dar una ducha, dice ella
Me aparto un poco y la ayudo a pasar a la bañera.
Yo la miraba de arriba abajo, tenía a mi alcance sus preciosas tetas, su coño, su maravilloso culo; me sentía en la gloria.
– Vaya, esto no está tan hermoso como esta mañana, dice dirigiendo su vista a mi polla que estaba empezando a crecer, -te acuerdas cuando eras pequeño que alguna vez te bañaba yo, te la frotaba así con la esponjita, aunque parece que te vas animando
Empiezo a tocarla, abrazarla, besarla; ella comienza a hacer lo propio conmigo y a los pocos instantes, mi polla gracias a sus magreos está ya más dura que una piedra.
– Me reconforta ver que a mi edad todavía soy capaz de excitar a un hombre, dice – con tu tío llegué a pensar que le daba asco, lástima o que se yo.
– Tía Lupe, estás buenísima, siempre me lo ha parecido, contesto yo
Empezamos a enjabonarnos el uno al otro dirigiendo nuestras manos a las partes bajas del otro.
Ella, la verdad que un poco torpemente me cogía la polla y me la sobaba, mientras yo le tenía cogidas las tetas con una mano, mientras con la otra le sobaba el clítoris y le metía un dedo en su vagina.
Sin poder aguantarme ya más le doy la vuelta, poniéndola de espaldas a mí, metiendo mi polla entre sus abundantes cachetes culeros, le digo que ponga una pierna en el borde de la bañera y la inclino un poco hacia delante; me separo un poco y empiezo a tantear con mi rabo la entrada de su coño, metiéndosela ansiosamente en cuanto doy con su agujero.
Empezamos a follar y mientras con una mano que le tenía pasada por delante la sujetaba un poco y pellizcaba sus pezones, con la otra la pasé por delante de sus muslos y le sobaba el clítoris.
Al poco rato, ella empieza a gritar como una loca, diciéndome que le gustaba, que no parase.
En esto estábamos cuando suelta un grito tremendo y se queda quieta, como asustada.
Le temblaban las piernas y la sujeté un poco más fuerte para evitar resbalarnos, cuando en la mano que tenía sobre su clítoris y por mi polla y mis huevos empiezo a notar un líquido caliente.
La muy guarra se estaba meando
– No se qué me pasa, dice ella
– Yo sí, te estás meando, contesto
– Ya lo se, un momento antes de empezar a mearme he sentido unos escalofríos que no había sentido nunca, y creo que de tan gozoso que era no he podido aguantarme y me he meado. Lo siento, dice
– Te has corrido, has tenido un orgasmo, no me digas que hasta ahora no habías sentido nunca algo así, digo yo
– Te lo juro que no, ya te comenté que tu tío lo único que hacía era abrirme de piernas, ponerse encima de mí y correrse al momento. Nunca lo había hecho de pies, y mucho menos él había sido capaz de hacerme llegar al estado que me has hecho llegar tú, me dice ella
– Pues te prometo que si quieres vas a recuperar el tiempo perdido y sentir todo lo que no has sentido en treinta años, le digo
– Por favor, si todo es tan sensacional como esto, encantada, replica
Saco mi rabo de su chorreante coño y nos aclaramos rápidamente, nos secamos el uno al otro y nos dirigimos a la cama.
Como yo todavía no me había corrido, mi polla seguía tan dura como al principio, de camino a la cama me sitúo detrás de ella y le encajo mi rabo entre sus nalgas.
Sentir mi polla entre los cachetes de su hermoso culo, ese culo que siempre me había excitado y que ahora tenía solo para mí me satisfacía enormemente.
Una vez en la cama la tumbo y empiezo a comerme sus deliciosas tetas, para la edad que tenía ella, conservaba sus tetas en bastante buen estado. Le comí sus pezones, grandes y oscuros, sus aureolas, también grandes y redondas estaban en carne de gallina del chupeteo que les estaba dedicando.
Comienzo a bajar hacia su vientre, recorriendo su ombligo y llegando a su velludo pubis, le separo las piernas y busco la entrada de su cueva.
Sigo metiéndole la lengua en su vagina, chupándole y dándole mordisquitos a su clítoris, cuando de repente comienza a gritar otra vez.
– Otra vez, otra vez, sigue por favor, sigue así, grita ella
Yo sin apartar mi lengua de su entrada, noto como se estremece de nuevo y su chocho empieza a destilar aún más jugos de los que ya tenía.
Ella pega otro chillido se queda quieta y noto como se su vagina empieza a salir un hilillo de orina que termina en mi boca.
– Te has vuelto a correr y te has vuelto a mear, le digo
– Sí, lo siento, es algo que no puedo controlar, pero ahora han sido sólo unas gotitas, no te las habrás tragado, dice sonriendo maliciosamente
– Hombre, después de la meada que te acabas de echar en la bañera, no creo que te quedase mucho dentro, replico
– Es que es algo tan alucinante, pero descuida que intentaré controlarme si me vuelve a suceder, me dice
– Ya lo creo que te va a volver a suceder, le digo yo, no te preocupes que no me importa ni me da asco, es algo que con la práctica ya no te pasará.
A todo esto yo seguía teniendo mi verga a punto de reventar, quería volver a metérsela y correrme dentro de ella para que así probase también de mis caldos. Le dije que se incorporase y se pusiese de rodillas de espaldas a mí.
Le agaché su cuerpo y apoyándose con las manos le separé un poco las piernas.
Su maravilloso culo quedaba ante mí, me encantaba verlo así, desde esa perspectiva aún parecía más grande.
Acerqué mi capullo a la entrada de su coño y se la clavé de un solo golpe; entraba sin ninguna dificultad, ya que estaba chorreando por todas partes.
Comencé el mete-saca con fuerza, me encantaba chocarme con sus nalgas y ver sus glúteos moverse como dos flanes, sentir que mis huevos rebosantes de leche golpeaban su clítoris me ponía a cien.
Le volví a pasar una mano por delante de su pierna y abriéndome camino entre su monte de Venus llegué a su clítoris que volvía a pellizcar y sobar con la punta de los dedos. No podía esperar más, me iba a correr ya
– Me corro, me corro, te voy a llenar de leche calentita, le decía
– Yo creo que también me voy a correr, dice, sigue así, no pares
Un instante antes de descargar el contenido de mis huevos dentro de ella noté como se estremecía de nuevo, la tía se había vuelto a correr. Sin poder aguantar más me vacié dentro de ella y nos quedamos quietos por unos instantes.
– Creo que esta vez no se me ha escapado nada de pis, dice mi tía
– Ves como con la práctica todo se consigue, contesto
– Es maravilloso, nunca había me había sentido tan bien, dice
– Tú si que eres maravillosa, eres una hembra fuera de serie, no sabes la de veces que he soñado con que llegara este momento, le digo
– Me alegro de haberte ayudado a alcanzar tu sueño, dice Lupe, eres estupendo, nunca lo había hecho de una forma que no fuese la clásica, me encantan estas posturas
– Ya tendremos tiempo de probarlas todas, hay muchas formas de hacerlo, y con imaginación todo se consigue, le digo
– Si, quiero hacerlo de muchas maneras, contesta
Saqué mi polla todavía dura de su interior y nos tumbamos a descansar un rato.
Nos besábamos, jugábamos con nuestras lenguas, nos sobábamos mutuamente y mi rabo aún seguía duro y ella mojada, así que llegamos a la conclusión de que lo mejor que podíamos hacer era darle gusto al cuerpo.
Le dije que se sentase sobre mi rabo, que fuese ella la que me follase a mí.
Se puso en cuclillas, cogió mi verga, la dirigió a la entrada de su coño y se sentó sobre mí.
Yo la ayudaba a moverse cogiéndola de la cintura, sus movimientos eran un poco torpes debido a que no había practicado nunca esta ni ninguna otra postura que no fuese la del misionero, sus tetazas se bamboleaban sobre mí y de vez en cuando me incorporaba un poco para mordisquearle los pezones.
Tumbándola hacia mí, le rodeé el culo con mis manos, subiéndoselo y bajándoselo.
Qué culo tiene mi tía, me ponía a mil por hora. Me mojé un dedo y empecé a juguetear en la entrada de su ano, metiéndole un poco el dedo. Mientras seguíamos con el sube y baja y yo veía que no iba a tardar mucho en correrme otra vez
– Qué me estás haciendo? Preguntó ella
– Relájate y disfruta, le dije yo
– Creo que me corro otra vez, lo noto como viene, dice
– Aguanta un poco más, espérame, que a mí también me falta poco, le digo yo
No pudo ser, volvió a chillar, aunque esta vez un poco menos escandalosamente, se estremecía y yo lo notaba, y se corrió.
Se quedó un momento quieta y noté como de nuevo por mi pubis resbalaba hacia mis huevos un líquido caliente. Se le había vuelto a escapar un chorrito de pis. Volvió a disculparse pero yo ya estaba a punto, un par más de sus torpes saltos sobre mi polla y yo también me corrí
– Te has corrido verdad? He notado como algo calentito me mojaba por dentro, me dijo
– Sí, vuelvo a repetir, eres maravillosa, le dije yo, aunque antes de seguir con las prácticas quizás sería mejor que vieses las teorías
– A qué te refieres? Me preguntó
– A que si quieres después de recuperarnos un poco, podemos cenar y comprar una película porno en el «pay per view» para que así veas un poco de cuantas formas se puede hacer y ya vayas un poco sobre seguro, le dije yo
– Me parece estupendo, contestó
Y dicho y hecho. Después de reposar un poco nos pusimos a cenar los dos desnudos, sentados uno al lado del otro, sin parar de sobarnos entre bocado y bocado. Le llegué a decir que se sentase sobre mí para así poder darnos bocaditos el uno al otro.
Lo hizo, yo notaba el roce de su vagina cada vez que se movía un poco sobre mi semitieso rabo.
Al estar frente a frente nos besábamos a cada momento, poníamos un bocadito de comida en nuestras lenguas y el otro se lo comía.
A mi ahora más que nunca querida tía todo le parecía bien, estaba dispuesta a experimentarlo todo, y yo también a probarlo todo con ella.
Terminada la cena nos fuimos al sofá y nos dispusimos a ver la peli porno, abrazados y sobándonos constantemente, como dos adolescentes.
Yo la miraba a ella como iba descubriendo lo que en materia de sexo se puede hacer, que no todo se reduce a la postura del misionero y al ábrete de piernas que voy para adentro. Llevábamos algo más de una hora de nuestra «clase teórica» cuando dice:
– Creo que por ahora ya he visto bastante, no se si podré asimilarlo todo
– No te preocupes, la estoy grabando en video y cuando quieras volvemos a verla, además tengo alguna otra grabada por ahí, le digo yo
– Oye, a los hombres os gusta que os la chupen, verdad? Tu tío alguna vez me la ponía en la boca y me decía que se la chupase, pero a mí me daba asco y no lo hacía. Creo que contigo no me va a dar asco, eres tan distinto a todo lo que conocía, dijo ella
– Pues aquí la tienes, es toda para ti, le dije cogiéndome la polla y ofreciéndosela
Sin pensárselo dos veces, me cogió la verga y se abalanzó sobre ella con la boca abierta.
Al principio se dedicó a recorrerla con la lengua y besarla chupando un poco el capullo, ella me preguntaba si lo hacía bien, a lo que yo le contestaba que sí; le dije que se la metiera entera en la boca y la apretase con los labios, accedió pero se le notaba su torpeza y creo que le vino alguna arcada.
La detuve un momento y le indiqué como se tenía que colocar para hacer un 69.
Poco a poco fue adquiriendo más destreza, me sobaba los huevos y le dije que tenían envidia, que querían probar sus labios; ella se los metía alternativamente en la boca, y empezaba a hacerlo con verdadera destreza.
Mientras nos dábamos mutuo placer con nuestras lenguas, comencé a meterle los dedos alternativamente por el coño y por el culo, y en esas estábamos cuando entre fuertes sacudidas se volvió a correr y una vez más se volvió a mear sobre mi boca y cara.
– Al final le voy a acabar por coger gusto a que te mees sobre mí cuando te corres, le dije
– Es que me quedo tan a gusto que no lo puedo controlar, dijo ella
– El igual, no importa, pero mi cara y el cojín del sofá están empapados, contesté,
Y mientras le mantenía metido un dedo el culo le dije que aún había una cosa que no había probado, y que si quería podríamos hacerlo ahora
– Qué es?, me preguntó
– Que te la meta por el culo, le dije
– Es que me da un poco de cosa, con los dedos si que me gusta, pero tu polla dentro de mi culo, creo que me va a hacer algo de daño, dijo
– No te preocupes, que pondremos aceite para que resbale mejor y lo haré muy despacito para que no te duela, tú sólo relájate y sigue disfrutando, le dije
– Vale, pero con una condición, dijo ella, y es que cuando te vayas a correr la saques y me lo des en la boca, que yo también quiero comerme tus jugos
Por supuesto que accedí encantado, con la polla dura como una piedra, fui a buscar aceite de oliva a la cocina y tras embadurnarle el ojete y frotarme ella la polla con aceite la situé en posición y se la fui metiendo en el culo.
Al principio despacio, y conforme su agujero virgen se iba dilatando y ella relajando, más deprisa.
Sus primeros suspiros de dolor y desconocimiento se fueron transformando en gemidos de placer, yo ya no podía aguantar más, me iba a correr y tal como le había prometido, la saqué de su culo y se la acerqué a la boca.
Lupe empezó a chupármela, acariciándome los huevos y en un momento le descargué el contenido de ellos en su boca, contenido que ella saboreó hasta la última gota, sin dejar de chupar mi polla hasta que la notó blanda en su boca.
Tras esta jornada de descubrimientos para mi tía, las semanas siguientes fueron igual de estupendas para ambos.
Lupe se fue desinhibiendo cada vez más, practicábamos el sexo en cualquier lugar y posición. Le gustaba recibirme a mi vuelta del trabajo completamente desnuda, o vestida sólo con un liguero y unas medias negras que se compró un día y que ella sabía que me excitaban sobremanera.
Poco a poco fue controlando su incontinencia urinaria al correrse, pero como a mí en cierto modo me gustaba, frecuentemente solíamos hacerlo en la bañera, para así no poner toda la casa pingando; cuando ella se corría, con mi polla aún dentro de su caliente chocho, daba rienda suelta a su pis y regaba mis bajos con sus fluidos.
También a ella le gustaba que yo le mease encima de sus tetas, de su vientre, su culo,…. En fin, que disfrutábamos del sexo a tope, sin ningún tipo de tabú.
Un día me comentó que tenía una buena amiga que en su época de desavenencias conyugales, la escuchaba y ayudaba.
Me relató cómo en una ocasión, su amiga tratando de consolarla, la besó en los labios y le acarició sus pechos, proponiéndole darle ella el cariño que le faltaba.
Me dijo que la había rechazado, que eso le parecía una cochinada y que por favor no se lo volviese a plantear, que ella la quería sólo como amiga y nada más. Por supuesto que ahora, mucho más liberada sexualmente no le habría dicho que no.
Le propuse que ya que tenía total confianza en ella, se pusiese en contacto con ella y la invitase a pasar unos días en nuestra casa. Así lo hizo y a los pocos días, al volver del trabajo me dice que su amiga llega esta tarde y que la fuésemos a recoger a la estación. Así lo hicimos y nos dirigimos hacia casa
Su amiga Carmen era un par de años más joven que mi tía, pero un poco más ata que ella y con algunos kilos de más, sobre todo concentrados en unas impresionantes tetas que se adivinaban bajo sus ropas amplias. Me recordaba un poco a la estanquera que salía en la película Ammarcord de Fellini.
Al llegar a casa se pusieron a hablar de sus cosas, poniéndose al corriente de todos los chismes que se habían oído en su pueblo tras la desaparición de mi tía.
Ella le dijo a su amiga que éramos amantes, que había descubierto sensaciones nuevas y que ahora estaba mucho más abierta en lo que a temas sexuales se refiere. Le contó las cosas que nos gustaba hacer para disfrutar el uno del otro, y a su amiga se le estaban poniendo los dientes largos, se las veía a las dos muy excitadas.
Tal y como habíamos planeado Lupe y yo, se fueron a la habitación que había vacía en casa para, con la excusa de ayudarle a deshacer la maleta e instalarse, empezar a magrearse, esta vez con total aprobación por parte de mi tía.
Al poco rato ya se las podía oír claramente gimiendo y gozando y cómo mi tía le decía que era el momento de entrar yo para disfrutar los tres. Me llamaron a dúo, y como había convenido con mi tía me presenté en la habitación en pelotas y empalmado.
La visión de ellas dos, enfrentadas y con las piernas abiertas en tijera, frotándose sus chochos, me excitó aún más. Si vestida, a Carmen se le adivinaban unas tetas enormes, desnuda aún lo eran más; tenía el par de pechos más grande que había visto jamás al natural.
Por supuesto que no eran unos globos siliconados como los de las actrices, eran las supertetas naturales de una supermujer un poco gordita.
Separaron sus almejas y se abalanzaron las dos sobre mi polla. Una me la sujetaba y la otra me la chupaba, se la intercambiaban de boca, la una se ponía a comerme los huevos mientras la otra me hacía la mejor de las mamadas.
Yo estaba en la gloria y no tardé en correrme en sus bocas y en sus caras que se apresuraron a limpiarse la una a la otra hasta no dejar el más mínimo rastro de leche sobre ellas.
Como mi polla seguía dura, las coloqué a cuatro patas y se la iba metiendo alternativamente a la una y a la otra.
En eso estábamos cuando mi tía Lupe le empieza a chupar el culo a Carmen y le dice que ahora se la iba a meter por ahí.
Carmen, a pesar de ser más viciosa que mi tía y confesarse bisexual alegó que lo más que se había hecho era meterse los dedos en el culo y algún consolador fino, nunca una buena polla, y que como a mi tía en su día, le daba un poco de miedo tener una tranca entera dentro.
Entre los dos la tranquilizamos y pusimos a punto para su desvirgación anal. Al igual que Lupe, sus primeras dudas, se transformaron en gemidos de placer, hasta que a punto de correrme, la saqué y se la ofrecí nuevamente a sus bocas.
Fueron unos días estupendos, aunque un poco agotadores para mí, ya que ahora eran dos hembras hambrientas a las que había que satisfacer.
Nos montábamos unos tríos cojonudos, otras veces eran ellas las que se montaban el numerito lésbico, del cual yo no perdía detalle.
Por supuesto que también en la bañera, los tres nos regábamos con nuestras meadas; era fabuloso, los tres juntos, casi sin espacio meando y jodiendo a la vez.
Cuando Carmen se tuvo que ir, Lupe y yo volvimos a nuestra incestuosa vida común, nos encantaba echarle imaginación y riesgo al asunto y a veces lo hacíamos en los lugares más insospechados.
A día de hoy seguimos manteniendo la misma relación con la misma pasión que al principio, Carmen de vez en cuando viene a visitarnos y juntos los tres, pasamos unos días sexualmente a tope.
Ni me planteo el hecho de liarme con una mujer de mi edad, Lupe con casi 60 años se sigue conservando estupendamente y me da todo lo que necesito, al igual que yo a ella, nos queremos y amamos como dos jovencitos y a pesar de las habladurías seguiremos juntos siempre.