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La señora II

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El trayecto transcurrió en silencio, llegando a nuestro destino en menos de media hora. Mónica, así se llama la señora, bajó del coche no sin antes recordarme que debía estar allí a las cinco en punto para recogerla. Mientras entraba en el edificio, la miré y pude observar que no era tan joven como aparentaba. De unos cuarenta y pocos, muy bien formada. En su juventud debería haber sido una mujer de bandera. Seguía conservando buena parte de la belleza original, pero con el añadido de la elegancia en todo lo que hacía que le habrían dado los años.