No me suele gustar mucho parar a gente extraña y menos a esas horas, pero mi mujer me convenció haciendo alarde de su buen corazón, y detuve nuestro vehículo detrás de la furgoneta.
Como todas las noches el lugar estaba lleno de coches de parejas por lo que cuando una furgoneta se nos puso al lado tampoco la dimos importancia, el terminó dentro mío llenándome por completo de su leche caliente y aunque me yo no me había corrido la fiesta había terminado pues teníamos entradas para el cine y no debíamos llegar tarde.