Estuvimos varios minutos abotonados, no se cuantos, cuando de pronto, sin aviso, un chorro de agua fría congeló mi cuerpo y el de Marte: era Carlos echándonos baldes de agua. ¡Despéguense perros! - gritó entre risas Carlos.
Al final se tendrian que contar sus fantasías... pero no sabía como iban a reaccionar.
Solo de pensar que Jonathan es mi macho perro, me empiezo a humedecer y el lo sabe muy bien, ya que se me acerca y me empieza a dar picotazos en mi entrepiernas como diciendo es hora perrita de que te monte.
Nos turnábamos para pajearlo, pero Carla no quería chuparlo, no le agradaba el olor que tenía pero sí le encantaba frotárselo por su cuerpo desnudo o sentirlo en sus manos. Luego logré acomodarme poniéndome de cuatro debajo del caballo y le dije a Carla que lo frotara por mi vagina. Ella no se hizo rogar y obedeció inmediatamente a mi pedido.