Fabio, por su lado, no era ningún santo, y lo sabía porque habíamos follado en algunas ocasiones pero como era cliente de la empresa que tenemos mi marido y yo tuvimos que dejar de vernos, lo cual me daba una bronca bárbara, ya que él estaba muy bueno y varios de los orgasmos que tenía con mi marido se los debía a él.
Comencé a moverme yo también al compás de la serruchada de aquellos dos machos impresionantes que me estaban enloqueciendo de goce. Movía la cola arriba y abajo lentamente y podía sentir cómo la sensación del orgasmo me llegaba lentamente. Me detenía y podía disfrutar la cogida sin que el orgasmo avanzara.
Ahora las tenía en mis manos a mí entera disposición; Gianluca la tenía muy gorda y carnosa, aunque algo flácida todavía, mientras que Milán la tenía más larga, dura y muy mojada ambas buenísimas y con unos gordos testículos en la base. Mientras tanto, ellos tampoco perdieron el tiempo en acabar de dejarme solo en bragas.
Claro, al principio solo pudo meterla unos cuantos centímetros en mi coño, pero con el fluir de mis jugos y la relajación posterior a uno de sus espectaculares orgasmos, pudo hundir sus 25 centímetros hasta el fondo de mi agujero.