Entre las muchas experiencias calientes que he tenido es la siguiente: En una ocasión salí a cenar mi marido y mi jefe, Yo llevaba un vestido como acostumbro muy mini y revelador, la verdad es que a mis 35 años tengo un cuerpo fenomenal del que me enorgullezco.
Yo ya empezaba a estar cachondo, poco a poco la polla se me iba empalmando con aquellos mordiscos que me daba en el cuello, y las caricias que me hacían sus manos. Llevé mi mano a su polla, notando que ya la tenía dura y tiesa. Empecé a acariciarla por encima del pantalón, hasta que le empecé a desabrochar el cinturón, y irle desabrochando luego el pantalón, hasta que pude sacarle la polla de fuera.
Desabroché mi camisa con parsimonia y la coloqué encima de un taquillón. Debajo llevaba una camiseta color ocre, a modo de top, pequeñísima, apenas me tapaba el sujetador dejando al aire todo mi ombligo. Seguí con mi tarea, no sin antes comprobar que su respiración había aumentado de volumen y no paraba de fumar un cigarrillo tras otro.
Me despedí de los niños y me fui hacia la puerta ella me siguió y me abordo ya casi afuera diciéndome que era secreto yo le dije que no habría problema que me encantaba ahh y que le había dejado su postre en el baño encima del deposito de la taza ella sonrió y me dio un beso en la mejilla diciéndome gracias.
Empezó a tocarme las piernas y al mismo tiempo empezó a lamerme el ombligo y finalmente bajo a mi rajita, su lengua jugó bastante rato conmigo, empezó muy despacio a meter el dedo, se dio cuenta que era virgen por eso siguió chupándome, yo sentía que algo me pasaba, algo que nunca había sentido así fue cuando mi clítoris exploto en el primer orgasmos.
Sin embargo, como mi apetito sexual ha sido siempre considerable, de alguna forma tenía que aliviarme, y para eso recurría a la tradicional paja, puñeta o como quieran llamarla. Lo cierto es que desde que tenía 10 años, tenía que hacerlo 2 ó 3 veces casi a diario y cuando pasé de los 15, incluso lo tenía que hacer hasta 7 u 8 veces.
Fueron momentos de desinhibición, de placer conjunto, hasta que no pude aguantar más. Mi compañera presintiendo el momento, colocó su mano para que mi semen, no se alejase ni se desperdiciase. Lo que consiguió es que las manos de ambas, quedasen embadurnadas del precioso líquido.
Su tía es una mujer madura por aquel entonces debería de tener 45 o 46 años casada, vivía en nuestro mismo edificio, no era alta mas bien bajita, algo rellenita, pechos chiquititos aunque no caídos a pesar de haber tenido dos hijos, y lo mejor un culo impresionante, grande como a mi me gustan, es decir era la típica mujer madura que a mi me encantan, y yo soñaba a veces con ella, haciéndome unos pajotes terribles.
Anoche no pude escribir nada, fue una noche muy intensa, el Doctor Craine se había ido a la ópera y a cenar, así que me quedaba con el Señor Craine, al poco de irse el doctor llegó su hermano, había comprado una botella de vino y quería compartirla con nosotros, así que nos pusimos a cenar, ya que el Doctor Craine estaba tan elegante como de costumbre, decidí arreglarme un poco, me puse un vestido ligero con algo de escote, para no pasar calor, la verdad es que me quedaba muy bien, aunque no me di cuenta de ello en ese momento
Me abrió el culo y me la metió en el coño por detrás, mi flujo chorreaba por mis muslos, empezó despacio, y de repente empezó a follarme como un loco, a bombearme salvajemente, el mueble se movía, yo no era consciente de mi misma, sólo quería más y más y más fuerte, y más rápido, apenas me quedaba respiración, me había corrido ya tres veces, y este hombre no se iba, era increíble, me puso una mano sobre la espalda y con la otra me empujaba hacia él…
Cuando salí de el prácticamente desnuda José había llenado la habitación del hotel de velas, la luz temblorosa hacia que todo fuera mas intimo y mientras yo cogía o dejaba algo sobre una silla el se acerco a mi por detrás, me cogió y comenzó a acariciar mis enormes teta haciendo que mis pezones se pusieran durísimos en solo unos segundos, yo notaba su polla en mi culo y eso me excitó aún más, así que me giré y besándonos llegamos hasta la cama
Bien, como queráis. Pero sabed que si decidís optar por el castigo, en un principio pensé en una triste azotaina sobre mis rodillas, pero ahora pienso utilizar esta regla de madera que tengo encima de la mesa- las dijo señalando a tal objeto.
Mientras, me veías al chuparme los senos tan rico como lo haces, me inclino para besar tu cuello, y ese pequeño sitio debajo de tu oído, se como te pones cuando lo hago. Por encima de la ropa paso mi mano por tu pecho, tu espalda, tu abdomen hasta llegar a tu polla, tu rico pene que ya no cabía dentro de tu pantalón.
Tatiana sacó el miembro del amigo, que estaba medio flácido. Lo engulló con furia, mientras Jorge se quitaba frenético la camisa. Al cabo de unos segundos ya su paloma estaba totalmente erecta. La tenía gorda y de buen tamaño. La morena se afanó en hacer muy bien su trabajo. Su lengua subía y bajaba por el pene de Jorge, a veces lo mordisqueaba, a veces se lo metía entero, a veces lo chupeteaba como un helado mientras le hacía una pajita lenta.
Cuando termino con mi tetas, me tumbo en el sofá, me quito el pantalón, me bajo las braguitas y empezó a acariciarme el coño, tan suavemente que me estremecía aun mas.
Se metía mi polla por completo en la boca, la sacaba, me lamía las pelotas, era increíble. En esto se puso de píe, se apoyó en el capó del coche, apartó el minúsculo tanga, y me ofreció su depilado conejito. Me arrodillé frente a ella y me puse a lamérselo como un poseso, mi lengua recorría toda su raja, penetraba en su húmeda raja, mordía su abultado clítoris, estaba tan afanado, que ni cuenta me di cuando se corrió.
Mientras media polla de Mario estaba dentro de María, que gemía, pero de placer, a la vez que él la penetraba, acariciaba su clítoris y estiraba sus pezones como si se los fuera a arrancar. Se separó de ella, dejando a la vista un dilatado esfínter, capaz de albergar casi cualquier polla, muy lejos de lo que yo jamás hubiera imaginado.
La historia no termina acá. Juan tomó rumbo acelerado al local. Llegamos, estacionamos, nos bajamos y caminamos rápido hacia el local. Juan abrió los candados y entramos los cuatro. Abajo pusimos música y hablamos mientras mi amigo fue a comprar una botella de ron, a una licorería cercana.
Comencé por lamerle el capullo. Su sabor no me agradó en un principio pero luego me fui acostumbrando a él. Más tarde pasé mi lengua por su tronco y por sus bolas haciendo que mi saliva cayera sobre sus calzoncillos enrollados en sus tobillos.
El chico abre los ojos como platos. Entra una despampanante mujer vestida con una espectacular cazadora negra, que tapa una camiseta roja; y debajo unos ceñidos pantalones que comprimen unas poderosas piernas y unas nalgas de ensueño.