Esto me ocurrió hace unos 8 años, yo tenía 25 años y terminaba mis estudios en la universidad, cursaba Económicas y lógicamente realizamos un viaje de fin de curso, el destino: un crucero por el Mediterráneo, con salida y regreso en Barcelona. Visitábamos ciudades como Roma, Mallorca, Túnez y el viaje duraba 2 semanas.
El restaurante First Dates estaba lleno de expectación esa noche. Entre las mesas elegantemente decoradas, dos corazones anhelaban el encuentro que cambiaría sus vidas para siempre. Él, Diego, un joven escritor de novelas románticas y eróticas, con una sonrisa encantadora y ojos que reflejaban sus más profundos anhelos. Ella, Sofía, una mujer de belleza deslumbrante, con un aura magnética que atraía todas las miradas al entrar.
Me llamo Marta y tengo 33 años, alguna de vosotras ya me tendréis presente por explicar alguna experiencia mía en esta comunidad. Para los que me leen por primera vez, sólo comentaros que mi primera experiencia lésbica fue a los 17 años con una chica de servicio interina que había en mi casa, y que supuso una relación de más de 2 años.
Dos íntimos amigos van conversando y contándose sus experiencias morbosas con sus correspondientes mujeres, hasta que se calientan en exceso y deciden ir a casa de unos de ellos a ver a Ana.
Me gustaría compartir con vosotras mi iniciación y convencimiento de mi lesbianismo. Vengo de una familia burguesa bien posicionada de Barcelona, es decir, educación eclesiástica (Colegio de Monjas) y poco ó nulo contacto con chicos.
Llevo varios semestres de mi Universidad con ella estudiando la misma carrera y nos volvimos compañeros de estudio, yo frecuentemente iba a la casa de ella o ella a la mía para preparar los exámenes.
Después me acercaba mucho a su rostro (siempre fui muy mimoso y cargoso, así que era normal) de manera que nuestros labios casi se junten y le preguntaba "te puedo dar un beso??" y tal vez pensando que no lo iba a hacer me respondía "sí" pero yo no lo hacia, solo le besaba la mejilla.
Éste no se hacía de rogar y le dedicaba a mi esposa las caricias más desvergonzadas, especialmente concentraba éstas en la firme grupa, veía yo cómo se perdía el dedo medio de Lalo entre las rotundas redondeces de Linda y como ella presionaba su culito contra la mano husmeadora, levantando la colita para facilitarle el camino.
Yo me encontraba de pie junto a la cama totalmente desnuda, y la rubia pequeña empezó a tocarme las tetas desde atrás con sus dos manos, mientras la morena se arrodilló y empezó a pasar su lengua por mi ombligo, bajando, bajando hasta llegar al clítoris. Me puse como nunca. Todavía no habíamos empezado y ya estaba a punto de correrme.
Mi suegra biene de visita a mi casa, terminamos bañandonos solos y por poco me la violó.
Mi esposo perdido de borracho, un amigo ansioso por gozarme y yo, una puta caliente, terminé por comerme la verga de otro hombre...
Siendo yo hetero conocí a un hombre en una playa nudista y es donde dio comienzo esta aventura sexual.
Ya hacía dos meses que habíamos cortado luego de casi un año de novios, pero como todavía ninguno salía con otro entonces nos seguíamos divirtiendo juntos.
Mis primas que llegaron del extranjero y en esos momentos estaban de viaje en el sur de Chile dejaron un baúl de ropa el cual desata esta historia.
El alcohol y el calor hacen que dos primos terminen haciendo alguna que otra travesura que no estan dispuestos a repetir...
Hoy tratare de ser más retórico, que en ocasiones anteriores, primero voy a presentar a los protagonistas de este relato, ella es una mujer colombiana de 43 años, separada, y yo soy un hombre de 43 de España, casado.
Me comporté como la más puta de las putas, e hice lo que no estaría dispuesta a hacer con mi marido. Un día antes de mi boda.
Me ascendieron, pero yo deseaba a aquella chica y estaba dispuesto a hacer lo que fuese por conseguirla. Entonces todavía no estaba casado y tenía 32 años, diez más que ella, una jovencita de 22.
Guadalupe era una chica muy atractiva, como de un metro sesenta, ojos negros, pelo negro, y un cuerpo impresionante, las tetas eran enormes y bien paradas, el culo tenía el tamaño justo, ni grande ni chico.
La sensación de poder, de dominar, de tener el absoluto poder sobre una mujer es una sensación que la mayoría de los hombres sentimos como una de nuestras grandes fantasías, pero ¿y si fuese al revés? Ser el dominado.