Retomando el tema, nos pusimos frente a frente y manteniendo fijas nuestras miradas y sin emitir palabra alguna, iniciamos el recorrido de nuestros mojados cuerpos; tomando Mirella la iniciativa de ir descendiendo por mi cuello, hombros y llegando a mis salientes pezones que fueron absorbidos y mimados por su mágica lengua; mientras yo tocaba el cielo por el placer que me estaba dando.
Me fui acercando lentamente. Ella se fue calmando, pero su vista bajó y notó el bulto de mi entrepierna. Pude ver su cambio de actitud, de asombrada a complacida, y decidí continuar adelante.
Un interesante viaje, Gato se queda solo en una habitación con uno de los monitores que le confiesa su pasión por una de las chicas, aunque quien sabe lo que pasará, lean.
Caroline se había sentido morbosamente atraída por él, un hombre maduro para la edad de la chiquilla, pero a la vez atractivo, de facciones vigorosas y varoniles, moreno, con el pelo muy negro, surcado por algunas canas, unos labios gruesos, carnosos y bien formados y aquellos ojos de mirada penetrante.
Besar sus pezones erectos, pasar la lengua por su vientre, detenerme en su ombligo y después continuar camino abajo, hasta su vagina, separar sus labios y chuparlos con morbo, esperando que comenzasen a salir líquidos de su cueva para recogerlos con la lengua y llevarlos hasta su clítoris, rodeándolo y excitándolo, chupándolo y mordiéndolo suavemente hasta que ella llegase al orgasmo.
Se recuesta en la cama para ser montado. Me siento sobre él. Su miembro entrando en mi vagina lentamente movió todo dentro de mí. Estoy sentada sobre él con mis piernas sobre su cuerpo. Yo me muevo y él lame los dedos de mis pies.
Me pidió que se la chupe, que quería acabar en mi boca. Comencé a chupar entonces, y casi sin quererlo mi mano metió nuevamente uno de sus dedos en su culo, él sólo decía "seguí...seguí". y yo seguía.
Ella se siente abrumada por mi ataque simultáneo: mi boca succionando sus pezones casi con desesperación, mi mano izquierda acariciando su costado tembloroso, dibujando los bordes de su seno, mi mano derecha filtrándose por debajo de sus muslos y sus húmedos glúteos.
Mientras que la tengo estampada contra la pared, me doy cuenta que soy su único sostén en este momento glorioso. Ella no se esta sosteniendo por si misma, solo me abraza y se frota contra mi, contra mi mano, en enérgicos espasmos.
Cada roce de sus hinchados pezones transmite a mi cerebro millones de estímulos que se agolpan en mi cerebro, llevándome a besarla y abrazarla con mayor intensidad, casi cortando su respiración.
Él me agarraba de la cintura y hacía que mi culo rebotara en su abdomen, yo me movía muy rápido. Me tocaba los pechos y besaba mi cuello.
Luego de otras embestidas de sus dedos en mi cola su pene comenzó a entregar nuevamente enormes cantidades de semen en mi boca dejándome loco de placer.....aun con el ardor que sentía en mi hoyito....
Me coloqué debajo de ti, mis dedos acariciaron tu sexo, ronroneaste como una gatita, tomaste mi tremendamente excitada polla y la dirigiste con maestría hacia tu vagina, la penetración fue lenta y muy placentera, tu jugosa vulva se cernía sobre mi pene magistralmente y tu lubricación era mágica.
Ya en la calle, casi amaneciendo, caminé hacia la primera parada de taxi que encontré y en el trayecto fui repasando las vivencias de la noche a las que cada vez con más frecuencia, se entremezclaban las experimentadas con el sastre.
Noté como me la lavaba con suavidad, empezando por los hombros y bajando por la columna hasta llegar a la raja de mi culo, sin pensarlo me dí la vuelta y ella se quedó un poco sorprendida, allí estábamos las dos cara a cara, casi rozándonos los pezones.
Es delicioso el contacto de la piel con la goma, suave, excitante en su simbología, en todas las imágenes eróticas que evoca.
Al contrario que mucha gente, a mí el sexo no me daba mucha hambre, así que charlamos un poco de todo mientras lo veía devorar las porciones de pizza como si llevara años sin probar bocado.
Los orgasmos se encadenaban unos con otros y ya no veía nada de lo que me rodeaba. Mis espasmos provocaron la corrida de Pedro que esta vez se derramo sobre mis nalgas y mi espalda mientras Juan regaba con su semen toda mi cara.
Alberto me levanto y cogiéndome entre sus brazos se tumbo sobre la mesa. De modo que quede ensartada por su sexo encima de él. Sus manos apretaban mis pechos, pellizcándome los pezones.
Todos estaban muy buenos, pero estos dos eran los que ocupaban mi atención y muchas veces me di cuenta al levantarme al baño durante la noche que todos tenían erecciones nocturnas, cuando menos al amanecer, sus sábanas eran unas carpas sostenidas por sendos mástiles que yo deseaba conocer.