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Los ricos taxistas de Lima – Perú

Los ricos taxistas de Lima – Perú

Esto me ocurrió la semana pasada, en una de mis tantas incursiones a una discoteca ubicada en el centro de Lima, capital del Perú: El Sagitario.

Esta discoteca es frecuentada por todo tipo de gente.

Comúnmente se cree que porque está ubicada en las afueras del Centro Histórico, que de por sí es peligroso, la gente que concurre allí es de bajo nivel económico.

Sin embargo, se puede encontrar de todo: desde mensajeros, algunos desempleados hasta profesionales y personas que cuentan con un buen trabajo; eso sí, todos jóvenes que por lo general no sobrepasan los treinta años.

La mayoría tiene aspecto varonil aunque tampoco faltan los afeminados.

Es así que yo iba un sábado más al Sagitario con mi amigo Martín de 22 años, piel canela y un envidiable trasero) cuando luego de tomar algunos tragos decidimos ir a la cacería de costumbre, es decir, buscar a otras personas con las que hacer “punto” (ligar) y si nos agradaban, irnos a un hotel cercano llamado “Paraíso”.

El asunto es que pasadas las tres de la madrugada no había quien me agrade, aunque sí varios a quienes yo les gustaba.

Y es que no estoy nada mal. Tengo 24 años, de piel trigueña clara, 1,70 mts. de estatura y de contextura delgada.

Mi corte militar y mi ropa un tanto casual-formal me hacían ver bien y bastante más agraciado que el común de la gente que va a dicha disco.

Cerca de las cuatro de la madrugada, mi amigo Martín había conseguido hacer “punto” con un muchacho de 21 años, alto, moreno, de cabello corto y que se notaba trabajaba bien el cuerpo en el gimnasio.

Demás está decir que en el acto los dos se fueron al mencionado hotel a desfogar la pasión y arrechura contenida aquella noche, mientras que yo no veía nada interesante para mí.

Finalmente al cabo de un rato opté por irme y tomar mi respectivo taxi, pero no abordé ninguno de los que se estacionan en la puerta del “Sagitario” ya que éstos taxistas son entendidos y se meten con algunos gays pasivos (haciendo lo que se conoce como “taxi wawis, que es el sexo oral al taxista”).

Yo quería probar si es que un taxista que no trabaje con frecuencia por dicha zona y que no esté en la nota se dejaba convencer por mí de tener una aventura.

Luego de estar parado algunos minutos en la esquina paré un taxi.

Era un vehículo pequeño y lo conducía un joven trigueño, de cabello corto y ojos pícaros, además de antebrazos y manos bastante grandes.

Luego de regatear un rato el precio acepté subirme en el auto y partimos rumbo a mi casa.

El se llamaba Rafael.

En el camino empecé a hablar de las discotecas de ambiente de Lima a la vez que alternaba la charla con temas como el fútbol.

Aproveché que estaba haciendo un ejemplo de cómo uno se desarrollaba con ese deporte para tocarle la pierna, a lo que él no opuso resistencia.

De ahí empecé a jugar con el cierre de su pantalón y finalmente le propuse ir a un parque cercano.

Ya empezaba a amanecer cuando le bajé el cierre y saqué su portentoso miembro, el cual se veía erecto y listo para la acción.

Inmediatamente yo también abrí mi pantalón y saqué a relucir mi pene erecto, el cual era un poco más grande que el suyo y más cabezón.

Hay muchos taxistas en Lima que sólo aceptan que les hagan el sexo oral y algunos que mantienen relaciones con hombres pero sólo en el papel de activos (top); sin embargo, no conozco a uno que acceda siquiera a acariciar un rato el miembro de otro hombre.

Si bien lo natural es que el taxista desista de todo juego cuando me abrí el pantalón y le mostré mi aparato; en este caso, Rafael lo observó un buen rato y pese a que quiso ocultarlo, no pudo evitar mostrar excitación frente a aquella escena.

Finalmente se la agarré y se la chupé.

Cuando hube mamado bastante rato de su buen pene, el taxista me propuso ir a un lado más tranquilo, en vista de la gente que con la llegada del día salía de

sus casas a comprar el pan y no podíamos estar en esas escenas en

plena vía pública (así estuviéramos dentro de un auto).

Nos dirigimos a un hotel de media estrella en el centro de Lima y una vez en la cama el taxista no quería despojarse de sus ropas interiores, ya que era medio pudoroso, pero debido a mi insistencia accedió y una vez desnudo me pidió le vuelva a hacer el sexo oral que tanto le había gustado.

Ya sin ropas se le podía apreciar mejor. Trigueño, recién llegado de la provincia.

De talla era un poco más bajo que yo aunque su cuerpo era recio y bien formado.

Luego de besos, abrazos y mamadas me contó que tenía una esposa en casa a la cual debía mantener y me aseguró que sólo un par de veces había estado con un amigo de la adolescencia, pero que no había ocurrido nuevamente.

Yo me coloqué en posición 69 para hacerle la mamada de su vida cuando sucedió una cosa que no imaginé que ocurriría: de a poquitos se fue engullendo mi miembro entero y los dos empezamos un chupa que chupa, bate que bate delicioso que no tenía cuando parar (mmmmm, que rico).

Tras las chupadas de rigor vino el punteo.

El me quería penetrar pero yo le pedí ser el primero, a sabiendas que él no iba a querer pues eso era llegar demasiado lejos.

Sin embargo aceptó y ni bien mi lengua jugó un buen rato en su orificio, él empezó a gemir de placer, por lo que le metí un dedo y luego dos.

Como no hubo protesta sobre el particular, empecé a introducirle mi bien erecto y excitado miembro, el cual entró con cierta dificultad, ya que se notaba que el taxista no era ducho en estos menesteres, pero finalmente entró todo.

Lo que más me excitaba era la cara de dolor que Rafael ponía cuando le entraba, pero una vez adentro gozaba como nunca.

Hicimos todas las poses habidas y por haber: Boca abajo, patas al hombro, perrito, de costado, parados, él sentado, sentado y volteado, la batidora eléctrica, etc, etc, etc; creo que hasta más poses de las que él le habría hecho a cualquier mujer (hasta ya tenía para enseñar), hasta que me vine, tomándose todo el néctar que fluyó de mis 20 cm.

Cuando el quiso penetrarme argumenté estar cansado y sólo me punteó, hasta que finalmente la dio.

Finalmente me dejó en mi casa y por más que le quise pagar por el taxi, no me cobró ni un sol.

Le quise dar mi teléfono celular por si me quería llamar para repetirla, pero me dijo que sería difícil ya que cuando no trabajaba en el taxi estaba con su esposa y que además, el no tenía sexo con otros hombres, sino sólo con mujeres, por lo que

no sabía por qué había hecho eso conmigo, pero suponía que era porque yo le había agradado bastante.

Desde ahí, cada vez que salgo de la disco a altas horas de la noche, me cuido de tomar mi respectivo taxi, y a ver qué sale…

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