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Yolanda, mi tía sensual

Yolanda, mi tía sensual

Existen experiencias que marcan nuestras vidas de tal modo que las cosas suceden antes y después de esas experiencias.

Una experiencia memorable para mi sucedió cuando una tarde cualquiera caminaba en la calle pensando en lo que podía hacer en el par de horas libres que tenia.

Había cobrado un cheque por honorarios y tenia la billetera llena pero no tenia ningún plan por hacer.

En ese entonces tenia yo 33 años, una mujer y un hijo, y una vida sexual mas o menos activa.

Camine por unos 10 minutos sin dirección hasta que cerca a unos restaurantes pude ver alguien muy familiar, era ella, una ex tía llamada Yolanda que ya estaba divorciada de mi tío Augusto por algunos años.

Yolanda era una mujer espectacular porque tenia una figura estupenda, piernas bien formadas, busto mediano y un trasero de competencia, cuando pasaba por la calle lo único que los hombres le miraban eran sus pantalones ajustados con unas nalgas redondas y abultadas que se movían cadenciosamente.

A Yolanda le había dedicado muchas de mis pajas (puñetas) de adolescente, cuando yo tenia 17 años ella era toda una diosa de 25 que estaba en la cúspide de su desarrollo y popularidad.

Yo solamente podía poseerla mentalmente, con los ojos cerrados y con una mano en la pinga.

Aquel día que la encontré sola en la calle, nos pusimos a charlar un minuto, le invite a comer o tomar una bebida en un restaurante para no conversar en la calle.

Ella tenia algo pendiente pero frente a la invitación decidió dejarlo para otro día y se metió conmigo en un restaurante donde escogimos una mesa en el segundo piso, donde solamente había un par de personas que después de media hora se marcharon.

Pedimos algo muy apetitoso y luego pedí una cerveza para mi, ella quería solo coca cola pero ante mi insistencia acepto un par de cervezas.

Yolanda me contó que su vida después del divorcio había cambiado en muchos aspectos, ahora ella casi siempre tenia problemas económicos porque vivía con sus tres hijos (mis primos) en casa de sus padres.

Si bien le faltaba algo de dinero lo que no le faltaban eran pretendientes que querían darle un mordisco a ese bombón que aun mantenía sus excelentes formas.

Después de un par de horas en el restaurante la cerveza ya mostraba sus efectos en ambos, mas aun en ella que me contaba abiertamente sus preferencias, gustos, no solo en las cosas de la vida normal sino también en el sexo; yo había desviado un tanto la conversación para hablar de sexo porque eso era lo que mas me interesaba de ella en ese dichoso día.

Sin darnos cuenta nos juntamos un poquito y de ves en cuando jugábamos tímidamente con las manos.

Ella me hacia muchas preguntas sobre mi vida, mi relación, aventuras, etc.; a lo que yo respondía con naturalidad como ella lo hacia cuando era yo quien preguntaba.

Es así como le confesé que de adolescente había soñado muchas veces con ella y que había sido la mujer que mas me atraía entre todas, pero era mujer prohibida para mi.

Me dejo helado cuando con mucha naturalidad me dijo que fui un tonto porque debí habérselo dicho y que quizá ella podía haber hecho algo.

Su respuesta hizo que mi pene adquiera una erección inigualable, me acerque un poquito mas a ella, le mire a los ojos, le dije que me gustaba mucho, y le plante un beso que ella respondió cerrando los ojos.

Pasamos unos 5 minutos comiéndonos a besos, y mi mano ya exploraba sus piernas por encima del pantalón.

Le confesé ademas que ella había sido la razón para mis pajas de adolescente, y que ahora tenia unas ganas incontenibles de hacerle el amor; ella no respondió y solo me dejaba acariciar sus piernas y nalgas, después le baje el cierre del pantalón y pude por primera vez sentir sus bellos púbicos y su cuevita que estaba muy húmeda y caliente.

No había pierde, esa noche ella tenia que ser mía.

Era evidente que Yolanda quería sexo, pero estábamos en un restaurante y en cualquier momento alguien podía subir, a mi no me importaba nada ni nadie, pero a ella si.

Me dijo que si yo quería algo mas con ella debía ser en un lugar cómodo y sin prisas.

No le pregunte mas nada, le dije que iba al baño y aproveche para llamar a casa y decir que estaría muy tarde por una invitación de ultima hora. Invite a Yolanda a salir, los dos callados, en la puerta pare un taxi y le pedí al chofer que nos condujera a “Los Pinos” el hotel mas alejado del centro de la ciudad. Apenas cerramos la puerta de la habitación nos fundimos en un beso interminable.

Nuestras manos sentían nuestros cuerpos y la ropa fue cayendo poco a poco, sin darnos cuenta ya estábamos desnudos encima de la cama, explorando yo con mi boca cada centímetro de su blanco cuerpo.

Me apodere de su vagina y mis dedos eran imparables al tiempo que mi boca le chupaba los senos el ombligo y todo por donde pasaba.

Luego baje a besar por primera vez esos labios abultados y húmedos que esperaban ansiosos de lamidas, penetre hasta donde pudo mi lengua y luego me hice dueño de ese clítoris pequeño pero lindo.

En ese momento sentí que ella entraba en una especie de transe y se sacudía cada vez mas fuerte, sus gemidos se convirtieron en voces que pedían descanso, pero yo apenas empezaba.

Mi boca fue inundada por sus líquidos de sabor dulce, si, dulce con un poquito de acidez que me embriagaba y alocaba, me quede allí por muchos mas minutos, ella se sacudía y me decía que pare que ya quería ser penetrada.

Yo tenia el pene totalmente erecto y con algo de flujo preseminal por la punta, no falto decirle que me devolviera el favor y por su cuenta ella me empezó a mamar como pocas lo saben hacer, despacio y solo con los labios. introduciéndoselo hasta la base del pene.

Yo estuve a punto y le dije que me venia, ella no dijo nada y mantenía mi pinga en su boca, eyacule y ella siguió por poco tiempo mas.

Poco después, Yolanda me abrazo fuertemente y me ofreció sus labios, segundos después empece a sentir que me enviaba parte de mi propio semen con su boca.

Eso al principio me desagrado pero no se lo dije, seguimos besándonos y entonces me comento que si queríamos una unión sincera y abierta ambos debíamos compartir nuestros jugos.

Ambos habíamos alcanzado el clímax pero aun no la había penetrado, e increíblemente mi pene seguía erecto, listo para conseguir su trofeo.

Me puse encima de ella besándola pero sin penetrarla, me movía poco a poco haciéndole sentir entre sus labios el grosor de mi tiesa herramienta, sus labios estuvieron bastante húmedos y ella de nuevo se empezó a inquietar pidiéndome ser penetrada.

Entonces, ella quiso tomarme del pene y colocárselo, le cogí las manos y le dije que lo debíamos hacer sin ayuda de las manos, lo cierto es que yo quería hacerla sufrir un poquito antes de entrar en su cuevita, lo que finalmente se pudo luego de un par de minutos de intentos.

Cuando sentí la cabeza de mi pene entre sus labios le pedí que se quede quieta y yo empece a meterla poquito a poco y muy lentamente, hasta que de un momento a otro le ensarte toda la pinga y ella me abrazo con fuerza, empezó nuestro vaivén incansable, me rodeo con las piernas por la cintura y ambos nos movíamos como locos.

Después de unos 10 minutos me di cuenta que ese viaje debía ser muy largo, le pedí que se pusiera en posición de perrito y por primera vez pude admirar ese trasero que por años me había vuelto loco.

Sus nalgas eran blanquitas en contraste con el botón marrón de su ano, la empece al penetrar sostenido por ambos lados de sus nalgas jalándola hacia mi para que pudiera entrar hasta donde me sea posible.

Ella tenia control de sus músculos vaginales y de rato en rato me apretaba el pene como un aspirador, sin duda sus músculos vaginales tenia vida propia.

Después de un rato eyacule en sus nalgas y entonces me sentí tan atraído por su ano que sin previo aviso empece a introducírsela por allí.

Yolanda se quedo en silencio y me dejo penetrarla lentamente y mi sorpresa fue que nunca se quejo o se sintió incomoda, ella al parecer gozaba tanto al tener sexo anal como vaginal.

Continúe por unos 10 minutos mas, no logre eyacular, mi falo seguía erguido y ella me pidió descansar.

Nos tumbamos en la cama y empezamos a conversar y me dijo que me dejo hacerlo por su ano porque siempre había notado que lo que mas le miraba cuando estábamos juntos eran sus nalgas y que ese era mi regalo por ser bueno con ella.

En nuestra conversación me comento que mi pene en tamaño y grosor era muy similar al de su ex marido: mi tío.

Al final me pidió que nunca hiciera comentario alguno con nadie, que debía ser un secreto de familia pero que si alguna vez nos encontrábamos por la calle podíamos guardar mas secretos nuestros.

Esa noche nos despedimos en el taxi, me dio un beso en la mejilla y me envío saludos a mi familia.

Muchas veces coincidimos en reuniones con mis primos u amigos y cuando nos encontrábamos a solas nos regalábamos con caricias directas en nuestros sexos y un par de besos muy húmedos.

Hoy si alguna vez lees este relato quiero decirte que te extraño mucho querida tía.

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