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Yo soy una de las putas de mi hijo

Yo soy una de las putas de mi hijo

No voy a negar que he sido y soy una mujer muy caliente. Una ninfómana.

Desde los doce años de edad comencé a follar, y a los 20 me casé con el primero que me lo pidió con tal de irme de casa y de que mi madre no me registrase todas la noches el bolso buscando condones u oliese mis bragas en busca de semen.

A los tres meses de la boda ya había colocado la cornamenta a mi marido con otros tantos hombres.

Como me tocaba descanso de las píldoras anticonceptivas decidí durante una temporada mantener relaciones lesbianas con mi jefa, una mujer negra norteamericana de muy apetecible cuerpo.

Llevábamos semanas follando entre nosotras, con todo tipo de consoladores, arneses y los puños, en su despacho tras terminar el trabajo, cuando un buen día nos sorprendió su marido al que se le había ocurrido ir a recogerla.

El cornudo de él no se irrito lo más mínimo. Por el contrario, se bajó los pantalones y se incorporó al asunto. Como en ese momento su esposa tenía el puño metido dentro de mi coño, el tipo atacó directamente el agujero trasero.

Ella le agarro la polla a través de la pared que separaba mis intestinos de mi vagina y el efecto de esa paja a su marido sumergida en mi cuerpo fue para mi inenarrable. Obtuve cinco orgasmos consecutivos.

Después ambos extrajeron sus respectivos apéndices de mi interior y, dándome la vuelta, ella me tomó por el ano con el consolador del arnés que aún llevaba y él me la introdujo en el coño.

En mi estado de semi obnubilación por los anteriores orgasmos no caí en la cuenta, hasta ser demasiado tarde, de que él derrumba dentro de mi coño todo su semen con genes de negro.

De ahí vino mi desgracia. Cuando mi marido percibió que estaba preñada me enseñó un certificado médico en el que se acreditaba que él era estéril.

Aunque entablé un juicio por engaño previo al matrimonio, solamente conseguí una pequeña indemnización, pero él entabló otro contra mi por adulterio que, ante la evidencia de mi barriga, ganó con creces y me dejó en la miseria.

Mis padres no quisieron saber nada de mi, y del trabajo me expulsaron por inmoral, aunque realmente era que el negro marido de mi negra jefa no quería tener problemas conmigo cerca.

Pronto ligué con un tipo que me acogió en su casa a cambio de sexo. Todo iba bien y mi barriga crecía plácidamente ya que él no quería que abortase. Sin embargo cada vez era más frecuente que, so pretexto de que yo era una mujer muy ardiente, trajese amigos a casa para follar en grupo.

Llegué a protagonizar orgías con 10 hombres y yo de depósito único de semen.

Acabé recibiendo yo sola a gente que se presentaba en la casa diciendo que él les había mandado para follarme. Aquello era indisimuladamente prostitución, pero no me importó mucho.

Tras nacer mi hijo mulato ya no se disimuló nada.

Me llevó a tatuar una marca en la nalga indicando su propiedad y me colocó en un bar de alterne donde estuve trabajando para él cinco años, al cabo de los cuales tuvo que irse de la ciudad por problemas con la justicia y me traspasó a otro chulo.

Mi nuevo protector se cuidó más de mi imagen y, además de tatuarme su marca al lado de la de su antecesor me hizo perforar los pezones y el clítoris colocándome unos preciosos aretes.

Del anillo del clítoris colgaba una cadenita con una chapita en la que estaba grabado el nombre de mi hombre y por el reverso hacía constar mi condición de prostituta.

Aquel cambio, tanto de mi imagen desnuda, como de la vestida, por la preciosa y sexi ropa que me compraba elevaron mucho mi clientela y mi rendimiento, ya que trabajaba con más satisfacción al sentirme más atractiva.

Los clientes habituales felicitaban a mi hombre por mi cuerpo y mis dotes laborales.

Así pasaron plácidos los años, mientras mi hijo crecía. El por supuesto no sabía de mi profesión ni de la existencia de mi protector.

Creía que yo trabajaba de enfermera siempre en turno de noche. Ya estaba en la Universidad cuando bruscamente cambió mi vida.

Estaba yo en el bar de topless intentando cazar a un vejete tentándole con mis soberbias tetas coronadas espléndidamente en sus vértices por los anillos, cuando vi entrar a mi hijo acompañado por un compañero.

No tuve tiempo de esconderme.

Me vio enseguida y, tras un momento de duda, tomó del brazo a su amigo, que estaba entablando conversación con otra de las putas, una jovencita rusa que estoy segura no tenía ni 16 años, y ambos vinieron hacia mi.

Intenté taparme las tetas con las manos, pero el me las separó y palpó mis pechos mientras preguntaba con gran aplomo mis tarifas. Tardé en reaccionar y balbucir el coste de mis servicios.

Al final concertaron uno para los dos juntos que incluía sodomización y sándwich sin preservativo.

Mientras maldecía mi suerte los llevé a un reservado y comenzaron a faenarme.

Corrida de vergüenza mamaba la polla del amigo, mientras mi hijo, aún vestido, examinaba con gran atención mi plaquita del clítoris y mis agujeros, donde metía los dedos explorando y dilatándolos como si estuviese evaluando mi capacidad de abertura.

Cuando el amigo manifestó su intención de follarme ya, mi hijo se desnudó por fin mostrando un formidable pollón que yo no le había visto nunca, porque le consideraba muy pudoroso, pero que tampoco había visto en ninguno de mis miles de clientes.

A duras penas me la metí en la boca intentando aplicar toda mi habilidad mientras su amigo me trajinaba alternativamente el coño y el culo.

– Vamos ramera, me decía mi hijo. Te voy a meter esta polla hasta el estómago y me vaciaré directamente en él.

Las lindezas de esa especie que me decía me calentaban a mi pesar y no pude evitar el primer orgasmo que, por más que intenté disimular, percibió Jaime, mi hijo.

– Esta puta se ha corrido, verdaderamente es una profesional con vocación. Voy a probar su culo.

Y colocándome boca abajo empalada en la polla del amigo, me enchufó su fenomenal miembro por el sitio de cagar.

Cuando por fin se vaciaron dentro los dos yo ya había tenido tres formidables orgasmos que ya no intenté disimular.

Después de hacerme limpiarles la polla con la lengua se marcharon dejándome el dinero y alabando mis dotes de ramera.

A mediodía del día siguiente, cuando me levanté de la cama, intenté explicarle Jaime las circunstancias que me habían conducido a aquella situación pero no me permitió hablar.

A lo largo de la tarde me folló tres veces en todos mis agujeros dejándome satisfechísima con su formidable verga mestiza. Para nada intenté disimular el placer que me proporcionaba, al contrario le incitaba.

– Rómpele los agujeros a la puta de tu madre. Inúndala de leche.

– ¿ Te gusta follarme hijo ?

– ¿ Conoces alguna puta mejor que tu madre ?

– Rómpeme el útero. Hazme un hijo.

– Métete por mi culo hasta que llegues al estómago y me alimentas directamente con tu caliente leche.

– Meate dentro de mi.

Fui al trabajo como habitualmente y, a la mañana siguiente él no estaba en casa.

Cuando por la tarde regresé al curro, mi hombre me dijo que me había traspasado por una buena suma de dinero a un joven. Que no había podido rechazar una oferta tan generosa.

Me dio un vuelco el corazón y me mojé toda patas abajo creyendo saber quien me había comprado. El primer cliente se encontró un coño totalmente anegado.

Cuando regresé a casa, toda excitada pensando en mi hijo como mi nuevo chulo, él me estaba esperando. Esa noche no descansé. Primero me hizo unas lavativas anales y vaginales para limpiar el semen de los clientes.

Después me rasuró el pubis dejándolo como el culo de un recién nacido. Me encantó contemplarlo en el espejo. Lástima que mis anteriores propietarios no hubieran tenido esa iniciativa.

Me quitó los anillos de plata de los pezones y del clítoris y me colocó otros de titanio que me hicieron daño y me molestaron varios días pues eran más gruesos y de mayor diámetro que los de mi anterior chulo.

Cuando al cerrarlos escuché el “click” sentí una profunda satisfacción, pues significaba que no se podían quitar, y que por lo tanto tenía intención de ser mi propietario mucho tiempo.

Al igual que antes, del arete del clítoris pendía la cadenita con su correspondiente chapa, esta vez ovalada, que tenía su nombre y proclamaba mi viejo oficio en el reverso.

Me hizo desprender de las sortijas de mis suaves manos de lacadas uñas perfectamente cuidadas y me puso tan solo un gran anillo de hierro tan ancho como la falange entera donde estaba escrito con grandes letras la palabra puta.

Todo el mundo se enteraría de mi condición, pero no me importaba, era feliz y los jugos que resbalaban por mis piernas lo acreditaban.

Cuando llegó la hora de apertura de los comercios, me introdujo en la vagina unas bolas chinas de respetable tamaño, salimos y me llevó a poner su marca.

Esta vez la recibí en mi adorablemente depilado monte de Venus. También ordeno que me rehiciesen la depilación con rayo laser para que fuese permanente.

Por último encargó que me colocaran tres aretes más de titanio en cada uno de los labios vaginales exteriores.

En los menores no valía la pena poner ninguna joya porque el abultamiento de los exteriores cerraba totalmente la visión.

Estaba yo muy contenta cuando regresamos a casa y quería premiarle con un buen polvo, pero no me quiso follar por si me dolían las nuevas perforaciones y para evitar infecciones. Me tuvo en absoluta castidad hasta que cicatrizaron y entonces volvimos a salir juntos a la calle para acudir a una ginecóloga.

Ésta era una mujer de unos sesenta años, con un aspecto muy agradable y atractivo sexualmente.

Mientras me tomaba las temperaturas vaginal y anal, me palpaba los pechos, me exploraba el interior de las cavidades y otras maniobras, se desarrolló la siguiente conversación con mi nuevo hombre como si yo fuese un objeto.

– Esta zorra la he adquirido recientemente y me gustaría que la reconociese para darme su diagnóstico sobre cierto usos que tengo intención de darle y que hasta ahora no ha tenido.

– ¿ Es su puta o su esclava ?

– Es puta.

– ¿ Puta de capricho para usted y sus amistades o puta de negocio ?

– De negocio.

– Tiene buenas dotes y un cuerpo muy bien conservado para su edad, qué tiene, 35 años?

– No, 41.

– Tenía yo razón. Muy bien conservada. Es más, sus orificios, sobre todo su ano tienen una elasticidad asombrosa para su oficio. Ha tenido al menos un hijo hace tiempo no?.

– Si, soy yo. Tengo 20 años.

– Ah, magnífico, magnífico. ¿ Eso quiere decir que será de su propiedad mucho tiempo ?

– Lo espero. Tiene un buen comportamiento, tanto laboral como doméstico.

– Pues permítame darle un consejo para alargar su vida laboral y que le rinda beneficios durante bastantes años: Antes de que entre en la menopausia, mejor antes de cumplir los 45, debiera hacerla preñar y llevar el embarazo hasta el término. Eso renueva las hormonas y alarga la fecha de caducidad de la puta. Puede tenerla en explotación hasta más allá de los 70 años, si no como puta si como modelo porno, cada vez tiene más éxito el porno de maduras. Si no quieren quedarse con el bebé yo me encargaría de colocarlo con una buena familia.

– Gracias por su consejo doctora, yo creía que no me duraría más allá de 15 años.

– Si hace lo que le digo y me la trae a revisión cada tres meses, su inversión será muy lucrativa. Es importante no utilizarla de forma intensiva, si no con usos de calidad. Si por alguna razón tiene temporadas de mucho uso, debe procurar que descanse bien otras. Algunos proxenetas son codiciosos en extremo y estropean su mercancía explotándola más de lo prudente. ¿ La puta tiene orgasmos trabajando ?.

– Siii, con casi todos los clientes, sean como sean.

– Excelente, es bueno que disfrute con su trabajo. Eso hace que envejezca más lentamente y además atrae a la clientela. ¿ Como asume la puta el hecho de que su hijo sea su chulo ?

– Muy bien, está encantada. Desde que la he comprado tiene el coño empapado continuamente.

– Ya lo veo, ya. Pues si es así conviene que la folle usted de cuando en cuando mostrándose cariñoso pero sin menoscabo de su autoridad. Con una vez a la semana bastará. Si tiene otras putas también tendrá que atenderlas. Hágale ver bien claro que la relación profesional está por encima del afecto filial.

– Si, pienso adquirir progresivamente más putas. Tengo una en mente ya casi localizada.

– Viendo que es usted novato en el oficio de proxeneta, conviene que se informe de los medios de explotar a la ramera sin que se arriesgue a sufrir daños que menoscaben su utilidad infligidos por personajes indeseables, que hay muchos.

– Si, ya me estoy informando de como asegurar el valor de la mercancía.

– Y ya sabe, su propiedad debe ser siempre penetrada con condón, salvo que se presente un certificado médico reciente en el que se acredite la carencia de enfermedades sexuales o VIH. ¿ Qué otras utilidades tiene previsto sacar de la puta ?

– Pues he pensado en zoofilia y BDSM, quiero abrir una página web dedicada a ella y sus actividades. Dan mucho dinero.

– Estupendo, veo que, pese a ser novato, sabe explotar a una puta No hay inconveniente. Tiene un cuerpo de una excelente calidad para esas actividades mientras la deje descansar después de una sesión y controle sanitariamente a los animales con los que la aparee.

– Bien doctora, muchas gracias por sus consejos. Dentro de tres meses volveré a traerla para revisión.

– Si me permite, para completar mi opinión médica sobre la puta, querría saborear los flujos vaginales que está soltando.

– Faltaría más doctora, y si quiere algún servicio de ella se lo prestará gratuitamente.

– Pues ya que me lo ofrece me gustaría que después de beberle el flujo me hiciese un fisting con sus espléndidas manos.

– Por supuesto doctora.

– Abusando de su generosidad. ¿ Tendría inconveniente en sodomizarme usted mientras ella menea el puño dentro de mi vagina ?.

– Será un honor para mi señora.

El atractivo aspecto de la doctora no sufrió merma cuando se desnudó. Tenía un soberbio cuerpo para su edad. Sin duda seguía sus propios consejos para el cuidado de las putas. Le hicimos lo solicitado y más.

Yo le limpié al final con la lengua el coño después de sus orgasmos y me tomé el semen de mi hombre que salía de su ano dejando sus bajos impolutos.

No podíamos hacerle más ya que tenía cita con otros pacientes. Nos fuimos muy satisfechos de la visita prometiéndole Jaime a la doctora que en la próxima cita calculase más tiempo de atención para deleitarse con todas las habilidades de su puta.

Dejé de trabajar en el bar de top less y me colocó a prestar servicios a jornada reducida en un burdel de gran lujo con todas las garantías sanitarias necesarias, por lo que casi siempre me follaban sin condón.

Simultáneamente empezaron las sesiones de fotos y vídeos para mi página web.

Primero fue algo casero, me follaban amigos y amigas de mi hombre a cuenta de los futuros beneficios. También empezaron a participar gratuitamente clientes con la cara oculta.

Les gustaba tanto ser filmados, sobre todo en las sesiones BDSM, que Jaime terminó cobrándoles y obteniendo de mi un beneficio adicional imprevisto.

La primera vez que me folló un perro yo estaba muy nerviosa y me tuvieron que ayudar varias de las nuevas putas que mi hombre había adquirido.

Pero todo salió muy bien y me gustó verme en la película enganchada irremediablemente a aquel animal.

Pronto me resultó agradablemente familiar, sobre todo me gustaban los perros grandes enfundando su bulbo en el interior de mi ano.

Pese a mis reticencias iniciales, también me excitaba mucho verme bañada en semen de caballo o asno después de mamársela.

La página fue un tremendo éxito y, aún siendo nominalmente mi sitio, ya participaban muchas putas y actores porno profesionales, una de las otras putas con la que más me gustaba trabajar y que tenía un vago aire familiar para mi, era una soberbia jovencita negra que debía tener recién cumplidos los 18 años.

Mi hombre me dijo un día que era su hermana por parte de padre.

Lo había localizado por medio de mis anteriores propietarios y había logrado emputecer a su hija en venganza por el abandono sufrido.

Por algo me resultaba familiar su cuerpo. Era la hija de mi antigua jefa, con la que tuve relaciones lesbianas unas semanas y que concluyeron con mi embarazo por su esposo.

La abundancia de correo electrónico impedía responderlo adecuadamente pese a que dejé de acudir al burdel, por lo que mi hombre contrató a una decente y laboriosa señora casada, de unos 55 años para hacerse cargo de seleccionarlo y atender a las respuestas.

La casta señora no tardó en ayudar a los actores a mantenerla erguida durante las sesiones mamándosela fuera del objetivo.

De ahí a participar como actriz y a dejarse follar por los perros no pasó mucho tiempo. Se hizo también puta de mi hombre y ella, junto con la hermana negra de Jaime, era la que mayor placer me producía.

En las visitas a la doctora se fueron ampliando los tiempos de cita y ella pedía que le hiciéramos las cosas que veía en la página web a la que se había vuelto adicta.

Para follar con perros no tuvo más remedio que acudir al amplio y lujoso chalet donde filmábamos ya, y no volvió a irse.

Se convirtió en la ginecóloga oficial de la página y, además de cuidarnos, tenía una sección de consejos y participaba frecuentemente en las sesiones fotográficas o de vídeo.

La apoteosis del éxito llegó tras la exhibición de un vídeo en el que, después de ser folladas las tres putas amigas, es decir, la señora casada, la hermana de mi hombre y yo, por un considerable número de sementales que nos dejaron bañadas de leche, fuimos atadas reclinadas sobre caballetes con el culo en pompa.

A continuación fuimos sodomizadas por tres chimpancés adiestrados, siendo la primera vez que recibíamos en algún agujero a esa clase de animal.

Por último, embadurnadas de semen y con el de los chimpancés resbalando desde nuestro ano fuimos marcadas por sorpresa al rojo vivo en las nalgas con la marca de nuestro propietario.

Ahora que ya tengo 44 años la doctora ha recordado a mi hombre que debería mandar preñarme, por lo que me ha retirado los anticonceptivos.

Estoy impaciente y no veo la hora en que me mire en un vídeo con una gran barriga y enganchada a un perro por el culo con el bulbo bien hinchado dentro y mis intestinos llenos de su leche.

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