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Tiempo perdido II

Tiempo perdido II

Como prometí, en este segundo episodio, quiero contaros como eran aquellos relatos que escribí hace ya años en los que me follaba a mi madre.

Son muchos, cerca de cincuenta.

Aún los conservo todos.

Por ello me he visto obligado a hacer una selección de los que yo considero más excitantes y a resumirlos para no aburriros con demasiada paja.

Finalmente he decidido coger siete relatos y quedarme con los fragmentos que los diferencian y que pueden resultar excitantes.

Es por ello que aquí sólo leeréis como mi mente imaginaba que llegaba a la situación en la que mi madre y yo follábamos.

Y no la descripción del polvo o los polvos en si, que resultaba bastante repetitiva.

Al igual que he omitido el entrante que solía ser una argumentación de porque me quería follar a mi madre o de cómo había llegado a desearla.

De los relatos omitidos, forman parte aquellos que partían de situaciones que ya conocéis, como el día del probador, de la ducha o del masaje en la piscina.

En ellos, todo sucedía tal y como había sucedido en la realidad con la variable de que un momento dado mi madre o yo, nos lanzábamos y acabábamos follando.

Así, por ejemplo, en el del probador, yo la decía que estaba muy buena y que me ponía muy cachondo y follábamos allí mismo porque a ella le pasaba lo mismo.

Y así con todos.

La cámara espía

(…) La instalación no resultó difícil y un par de horas más tarde, tenía perfectamente escondida la pequeña cámara en el baño. Sólo tenía que activarla cuando mi madre estuviese en casa y esperar que sucediese algo.

Durante la primera semana no sucedió nada extraordinario. Tenía unos preciosos vídeos de mi familia cagando, duchándose o meando pero nada muy interesante.

Ni siquiera excitante.

Un día que me quedé solo un rato porque tanto mi hermana como mi padre estaban fuera y mi caliente y morbosa madre en la compra, me puse el vídeo que había grabado la tarde anterior.

Siempre solía pasarlo deprisa y si veía que entraba mi madre, lo paraba y lo veía a velocidad normal.

Y eso hice aquella mañana. La segunda vez que mi madre entró en el baño, era a eso de las diez de la noche, justo cuando mi hermana y yo acabábamos de salir de casa a tomar algo. Mi padre no sé donde estaría en ese momento.

El caso es que mi madre entraba con ropa en la mano. Tenía toda la pinta de ir a ducharse. Podía sacar una buena paja si mi madre tardaba en secarse. Dejó la ropa encima de la taza y empezó a desnudarse. Que buena estaba, madre mía.

Que tetas y que culo. Empecé a acariciarme la polla mientras la veía quitarse primero el sujetador y luego las bragas. Tenía unas tetas preciosas y habría dado cualquier cosa por poder chuparlas.

Y entonces empezó a suceder algo raro. Mi madre, desnuda, rebuscó entre su ropa y sacó un vibrador.

El vibrador del vídeo que estaba en mi poder. Se sentó en la taza del váter, abrió las piernas y comenzó a masturbarse, primero acariciándose y lamiendo el consolador y después introduciéndolo en su coño, metiéndoselo y sacándoselo cada vez más velozmente.

Entonces sucedió algo que cambiaría mi vida para siempre. Mi madre se incorporó y fue al cesto de la ropa sucia. Revolvió unos segundos y sacó una prenda oscura de allí. Se volvió a sentar en la taza, volvió a meterse el vibrador pero esta vez sostuvo aquella prenda frente a su cara, inhalando su olor, empapándose de sus efluvios.

El corazón me dio un vuelco y me corrí en el instante en que descubría que aquella prenda eran los calzoncillos que yo llevaba puestos aquella tarde y que había dejado en el cesto de la ropa sucia. No me lo podía creer. Rebobiné y contemplé nuevamente la escena. Mi madre se masturbaba pensando en mi. Mi madre me deseaba igual que yo a ella.

-Supongo que antes o después tenías que descubrirlo –me volví sobresaltado. Detrás de mi estaba mi madre. Mirándome. Mirando lo que yo había grabado. Lo que estaba viendo. Había entrado en casa y no me había dado cuenta de tan absorto que estaba.

Me quedé mirándola en silencio. Ella a mi también. Estaba más guapa y atractiva que nunca con un ligero vestido veraniego que se ajustaba bastante a su cuerpo en la parte de arriba y que mostraba gran parte de sus piernas abajo.

En ese instante ambos supimos lo que iba a pasar.

-Y supongo que, el que te hayas tomado la molestia de grabar esto, sólo significa que, o estás loco por tu hermana o… –lo dejó en aire, esperando que yo le diera la respuesta. Y se la di, vaya si se la di. Me acerqué a ella y la besé en la boca. Que beso. Fue muy emocionante besarme por vez primera con mi madre. Besarnos como amantes. Nos separamos y nos quedamos mirándonos con ternura. Ella se retiró con un sensual gesto los tirantes del vestido que cayó desplomado al suelo. No llevaba sujetador. Sus tetas desnudas estaban a escasos centímetros de mis manos. Acaricié sus pezones con la yema de los dedos, ella se estremeció.

-Mamá… –susurré mirándola a la cara. Nos besamos nuevamente en la boca, luego ella me empezó a besar en el cuello, a morder el lóbulo de la oreja. Yo estaba a mil. Sentía sus pechos desnudos apretados contra el mío. Acaricié por fin su magnífico trasero, llenándome las manos con la carne de sus nalgas.

-Te voy a hacer muy feliz, hijo –me susurró al oído. Luego volvimos a separarnos, me cogió de la mano y me llevó a su dormitorio. Yo iba detrás, contemplando su cuerpo desnudo y no creía que en unos segundos solo, estaría follando con mi propia madre.

Se sentó a los pies de la cama y me hizo ponerme frente a ella. Me miró lujuriosamente, me acarició la polla por encima del pantalón, yo suspiré y me estremecí, entonces ella, mi madre, la mujer que me había traído al mundo y me había criado, me sacó el rabo y con un rápido movimiento se lo metió en la boca. Justo en el momento en que mamá me la empezó a chupar supe que todo había acabado. De la mejor manera posible (…)

El masaje

(…) lo que sucedió y que debéis saber para entender lo que posteriormente ocurriría fue que mi madre descubrió la cinta en mi habitación y, alertada ante la posibilidad de que su hijo, o sea yo, se hubiese vuelto loco y le hubiese copiado todos los vídeos que tenía practicando el sexo con su marido, mi padre, decidió poner patas arriba mi habitación en busca de cualquier otra prueba. Cintas no encontró más pero si relatos. Relatos en los que ella y yo éramos los protagonistas. Relatos en los que su hijo fantaseaba que se la follaba a ella, a su madre.

Durante unas horas se sintió muy alterada por este descubrimiento, como más tarde me confesó. (…) Cuando me pidió el masaje ya había tomado una decisión y sólo aguardaba el momento en que pudiese hacerme partícipe de ella.

Yo lo preparé todo como las otras veces que le había dado un masaje. Las toallas, el aceite… todo eso. Y todo transcurrió normal. Mi madre llegó, se desnudó, se tumbó boca abajo… yo me empalmé, quise follarla allí mismo… No debía llevar ni cinco minutos masajeando su espalda cuando ella me dijo:

-¿Sabes que tus masajes son muy… excitantes?.

-Ah, ¿si? –dije yo como si nada pero sin tener ni puta idea de adonde quería ir a parar.

-Ya lo creo. Me encanta como me tocas –hizo una pausa, se giró hacia mi ligeramente, sin cambiar de postura -¿y a ti te gusta tocarme? –yo estaba flipando. No sé de que iba mi madre. Que pretendía.

-No sé –contesté algo nervioso. Entonces ella se dio la vuelta completamente, quedando recostada sobre sus codos.

-Yo creo que si que te gusta. De hecho creo que disfrutas de esto tanto como yo.

-Mamá, yo… no sé a que te refieres –dije ya totalmente nervioso. Aparte del diálogo, bastante extraño y caliente de por si, tenía a mi madre, desnuda, en la cama, enseñándome sus tetas y su coño peludo.

-Vamos, cielo. Lo sé todo. Sé que te mueres por tocarme. Por tocarme en sitios donde un hijo jamás toca a una madre –me miró complacida. Yo estaba totalmente abrumado. Pero mi madre controlaba todo perfectamente. Me cogió la mano y la depositó en su coño, con la palma abierta, ocupando toda su raja. La noté caliente y húmeda.

-Vamos. Era esto lo que querías, ¿no?. Ahora soy tuya. A que esperas para poseerme. Hazme el amor como dices en esos relatos que piensas hacérmelo. Jódeme. Fóllame –tardé no más de cinco segundos en procesar todo lo que había sucedido. No sabía como (lo sabría un rato después) pero los relatos habían llegado a manos de mi madre y tampoco sé porque pero a ella le había excitado hasta el punto de querer follar conmigo. Cegado por el deseo me eché sobre ella, la besé en la boca mientras mi mano iniciaba el recorrido prohibido de meter mis dedos en su coño y masturbarla…

Dulce despertar

(…) así que decidí que lo mejor era atacar el tema de frente. Ser claros y concisos. Así no habría equívocos. Sólo tenía que esperar la situación propicia y reunir el valor necesario para dar un paso definitivo. Y esa situación tardó sólo cuatro días en darse. Una tarde nos quedamos los dos solos. Mamá estaba en el cuarto de estar, trabajando. Yo me animé, respiré hondo, entre en el cuarto y pronuncié las palabras mágicas “Mamá, ¿podemos hablar un momento?”. “Si, claro. ¿Pasa algo, hijo?”. Ya lo creo que pasaba y no sabía como meterle mano al asunto. Y nunca mejor dicho.

-No… bueno si. Bueno, no es nada muy importante. Es que, verás… quería pedirte una cosa.

-¿El qué?.

-Es que es algo un poco… extraño.

-Bueno, cuéntamelo, cielo. Ya veremos lo que se puede hacer –en ese momento me imaginé follando con ella unos segundos más tarde en aquélla misma mesa y eso me dio el empujón definitivo.

-Verás. Es lo siguiente. El mes que viene, como espero que recuerdes, es mi cumpleaños… cumplo veinte.

-Si, hijo. Hasta ahí llegó.

-Bueno. Pues verás…aún soy virgen. Y no quiero llegar a los veinte así –mi madre se levantó, bordeó la mesa y se detuvo frente a mi.

-¿Qué me estás pidiendo, Jose? –yo dudé unos segundos pero finalmente la miré a los ojos y lo dije.

-Que quiero que la primera vez sea contigo. Quiero hacer el amor contigo mamá –mi madre se quedó de piedra. Tardó unos segundos en reaccionar.

-¿Tú sabes lo que me estás pidiendo?. ¿Estás seguro de lo que acabas de decir? –en ese momento podría haberla soltado un rollazo acerca de lo mucho que la deseaba y haberla intentado convencer de que el incesto no está tan mal. Sin embargo, los nervios sólo me dejaron asentir con la cabeza.

-No sé si podré hacerlo Jose. Déjame al menos que lo piense, ¿vale? –yo asentí. Era mucho más de lo que pensaba conseguir. Al menos mi madre se estaba pensando si quería follar conmigo.

-Sabes que esto nos cambiaría la vida para siempre. Que nunca me volverás a ver igual. Ni yo a ti. Todo eso lo sabes, ¿verdad?.

-Si, mamá. Pero quiero hacerlo. Creo que es algo que nos unirá mucho más. Después tendremos otra cosa más que compartir –ella me miró condescendiente.

-Santos Dios. Quien me lo iba a decir. Mi propio hijo tirándome los tejos –sonrió y me dijo que necesitaba pensarlo.

Debí hacerme no menos de cuatro pajas aquella tarde imaginando que ella accedía y que al final conseguía follármela. Imaginando como sería estar dentro de mi madre. Me fui a dormir baldado por tanto desgaste y me desperté a las siete de la mañana con las caricias suaves de mi madre en la cara. Cuando vio que me había despertado, sonrió, me besó en la frente, volvió a mirarme y me besó en la boca, muy suavemente. ¡Había accedido!, mamá follaría conmigo.

-Estamos solos –me dijo volviéndose a separar de mi. Nos miramos sonriéndonos y volvimos a besarnos en la boca, esta vez intercambiando nuestras lenguas. Puse mi mano derecha en la nuca de mamá y ella se medio tumbó en mi cama. Unos segundos más tarde estaba totalmente echada sobre mi y mis manos acariciaban su culo. Se incorporó y se sacó el camisón por la cabeza. Sus tetas quedaron desnudas frente a mi. “Que bonita eres…” susurré antes de acariciarla un pezón con la yema de los dedos (…)

(…) caímos exhaustos sobre la cama. Cuando recuperé la respiración, le confesé que en realidad lo había hecho varías veces pero que no sabía como convencerla y se me ocurrió que aquel era un buen método. Entonces ella me dejó de piedra al confesarme que lo sabía desde el primer momento (…)

Demasiado deseo

(…) así que como no aguantaba ver a mamá con esa ropa, con los pezones tan marcados, me fui al baño y me hice una paja bestial.

Estaba muy caliente, mucho más de lo normal y, aparte de masturbarme con demasiada violencia, apenas logré calmarme. Sólo pensaba en poseer a mamá, fuese al precio que fuese.

Mi polla apenas perdió tamaño y a los pocos minutos estaba nuevamente como un mástil. Ya estaba bien. Las pajas no me producían ningún placer, sólo me calmaban durante un rato, un día como mucho.

Era una situación insostenible. En vez de volver a masturbarme, me subí el pantalón de deporte y fui a la cocina.

Allí encontré a mamá. Estaba fregando los platos. La rodeé por detrás abrazándola y la di un par de besos cariñosos en la mejilla. Aún era pronto para arrimarla la polla al culo y que sintiese lo que me provocaba.

-Qué pasa, cielo –me dijo sonriendo. Estaba acostumbrado a que fuese cariñoso con ella de modo que no sospechó nada. Nada era anormal… aún.

-¿Sabes que hoy estás muy guapa?.

-Gracias, cariño. Es un halago –la di un beso en el cuello y en ese momento apreté ligeramente mi paquete contra su culo. Ella debió sentir mi polla dura a través de la falda, entre sus nalgas.

-De hecho… siempre estás guapa. Estás muy buena, mamá –y en ese momento puse mi mano derecha sobre su teta izquierda. Todo se desarrollo muy rápido. Yo sobé su teta, ella se revolvió gritándome “¡Jose, suéltame!”. Yo planté mi mano izquierdo en su coño, por encima de las bragas y la falda y la susurré “No mamá, hoy no te escapas”. Ella siguió revolviéndose y gritándome que la soltase y que qué pretendía hacer. Yo la solté pero no para que se fuese. La sujeté con una mano y con la otra muy rápido, me saqué la polla, metí la mano debajo de su falda y la arranqué las bragas bestialmente. Estaba como loco y no me daba cuenta de que estaba violando a mi madre.

Pero en ese momento me vi haciendo lo que estaba a punto de hacer y me frené en seco. Di un paso atrás soltando a mi madre. Ella se giró bruscamente y me dio una torta en la cara al tiempo que me gritaba:

-¡Hijo de puta, estás loco, qué coño pretendías hacer! –yo no supe que decir. Nos quedamos mirándonos en silencio y entonces sucedió lo que menos esperaba que pasase. Mi madre se abalanzó sobre mi, me metió la lengua en la boca y me besó. Se separó de mi, cogió mi mano derecha y la llevó a su coño por dentro de la falda. Allí me la sostuvo unos segundos. Estaba empapada.

-Maldito cabrón, mira como me has puesto. Me vas a tener que follar. Vas a tener que joderme bien para compensar esto –entonces, mi madre y yo, como locos, nos tiramos sobre el suelo de la cocina besándonos y magreándonos. Mis manos estrujaban sus nalgas y las suyas acariciaban mi polla desnuda y erecta. “Me la ibas a meter por el culo, ¿verdad?” me dijo. Yo asentí. “Pues a que esperas” y unos segundos más tarde, mi polla entraba en su ano por vez primera. De una violación había pasado en unos segundos a un increíble polvo salvaje que repetimos durante mucho tiempo (…).

El despacho

(…) Cuando aquella mañana mamá me pidió que la acompañase a la oficina porque quería que la hiciese un recado llevando unos papeles a un cliente suyo, no podía ni imaginar lo que estaba a punto de suceder.

Cuando llegamos no había nadie y nos dirigimos a su despacho. Yo me senté en una silla mientras ella colgaba el abrigo y dejaba sus cosas.

-A ver, dame esos papeles –entonces ella se detuvo frente a mi y me miró pícaramente.

-No hay papeles. No hay recado.

-¿Entonces? –dije yo desconcertado. Y sucedió lo más increíble del mundo. Mi madre pasó una pierna por encima las mías y se sentó sobre mi a horcajadas. Adoptó una pose y una voz muy sexy.

-Sé que hace tiempo que me deseas. Que me quieres follar. Y hoy te voy a dar la oportunidad de que lo hagas realidad –yo me quedé de piedra. Mi madre me estaba diciendo claramente que me había llevado allí para follarme. Se inclinó sobre mi y me susurró:

-Dime hijo, ¿me vas a follar, me vas a meter tu gorda polla?. No me he puesto bragas – en ese momento reaccioné y me incorporé sujetando a mamá, la hice que se sentase en la mesa, me saqué la polla velozmente y remangué su falda del traje de ejecutiva hasta quedar por su cintura. Los dos gemimos enormemente cuando mi polla se deslizó dentro de su coño (…)

El relato

(…) y como me daba vergüenza decírselo ideé una especie de plan. Metí uno de mis relatos entre sus papeles más privados. Cuando mi madre los consultase, se encontraría con la cruda realidad y de ella dependería el siguiente paso.

Por la tarde, ya estaba todo preparado. Cuando mamá llegó de trabajar, se duchó, se tomó un zumo y se metió en el despacho a rematar unas tareas. Yo estaba supernervioso.

Estábamos los dos solos y podía pasar cualquier cosa. Me hice tres pajas y no me calmaba.

Entonces oí el sonido de la puerta del despacho. Mi madre salió y caminaba por el pasillo decidida al salón, donde estaba yo. Se quedó detenida en la puerta, me miró, nos miramos… y sonó la puerta de la calle.

Mi padre acababa de llegar, una hora antes de lo habitual. Pero aquel cruce de miradas con mi madre me había servido para saber que ella sabía, que lo había leído.

En cuanto tuve oportunidad entré clandestinamente en su despacho y efectivamente, el relato no estaba donde yo lo había dejado. Ya no había vuelta atrás. Mamá sabía que la quería follar. Sabía que estaba loco por ella.

Me hice otras dos pajas imagianando que a ella le atraía la idea de montárselo con su hijo y fantaseé con lo que habría sucedido si mi padre no hubiese llegado en ese momento.

Dormí de puta madre y cuando me desperté, mi madre ya se había ido. Sin embargo, encima de mi ropa había una nota que ella había escrito. Me citaba en una dirección a una hora.

No ponía nada más. Supuse que quería hablar conmigo. Pero me hice al menos tres pajas imaginando que me citaba para follar.

A la hora que ella había escrito, yo tocaba el timbre de la puerta de un piso en el centro de la ciudad. Mamá abrió. Llevaba puesto un albornoz. No dijo nada. Yo entré. Cerró la puerta y nos miramos.

-Es de una amiga. Trabaja todo el día –entramos al salón. Volvimos a quedarnos mirándonos en silencio. Ella me agarró de la mano y me llevó al dormitorio de su amiga. Me hizo sentarme a los pies de la cama y ella se quedó de pie delante mía. No había duda. No era para hablar para lo que me había citado. Eso fijo. Y se confirmó cuando mamá se deshizo el nudo del cinturón del albornoz, lo abrió y dejó que resbalase hasta el suelo quedándose completamente desnuda frente a mi. Yo la miré atónito. Era tan preciosa, tenía un cuerpo tan bonito y encima era mi madre… no nos dijimos nada. Ella se arrodilló, me empujó ligeramente hacia atrás y con movimientos expertos, me sacó la polla de la boca y se la tragó. Lo había conseguido. Lo que tanto había deseado y que tan imposible me había parecido, estaba sucediendo, me estaba follando a mamá (…)

Continúa la serie << Tiempo perdido I Tiempo perdido III >>

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