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Silvia ya no es una niña I

Silvia ya no es una niña I

Esa mañana Adriana se levantó temprano.

A eso de las 7 Adriana era una mujer de 35 años, con un cuerpo que muchos considerarían perfecto.

Sus ojos eran como su larga melena, más oscuros que el carbón.

Aunque según decía su marido, lo mejor de Adriana eran sus pechos, firmes y de tamaño mediano, su culo, redondo y muy duro; y, sobre todo, su forma de hacer el amor; lasciva, insaciable y voraz.

Adriana bajó a la cocina para preparar el desayuno de Silvia, la única hija que tuvo con Néstor, su marido.

Eso fue hace ya 17 años, cuando aún eran adolescentes; fue un penalti en toda regla y desde entonces Adriana, Néstor y Silvia comenzaron su nueva vida en familia.

Silvia destacaba por dos cosas: por un lado era una estudiante modélica del último curso del Instituto Bedfords.

Por otro lado, aún siendo ya toda una mujer, conservaba muchos rasgos de cierta inocencia infantil.

Su tez blanca y repleta de pequeñas pecas, el parecido con la belleza escultural de su madre, sus pechos firmes y pequeños, y su poca experiencia en cuestiones de sexo la convertían en el objetivo de muchos de los chicos del instituto.

Aún con el sueño reflejado en su rostro, Adriana entró en la cocina descubriendo sorprendida que Silvia ya estaba levantada.

Llevaba puesto un camisón de ositos muy corto que sus padres le regalaron las últimas navidades.

Un camisón de dejaba entrever sus pequeños pezones y parte de una de sus braguitas blancas de algodón que siempre se ponía para dormir.

Silvia aún medio dormida le daba los primeros sorbos a un gran tazón de leche.

Adriana: ¡Vaya! ¿ya te has levantado?

Silvia: Sí, es que no podía dormir.

Adriana se sentó junto a su hija y le dio un cálido beso en la mejilla.

Adriana: Venga, cuéntame qué te pasa.

Silvia dudó por unos instantes, como intentando decidir en sólo un par de segundos si contarle a su madre lo que le pasaba o, por el contrario, callarse y no decir nada.

Silvia: Bueno…nada especial, simplemente que me he desvelado.

Adriana: Pero…cariño…¿tienes algún problema en el instituto?

Silvia: No exactamente. Es algo de…

Adriana: De chicos.

Silvia sonrió ligeramente y comenzó a ponerse un poquito sonrojada.

Adriana: Parece que lo he adivinado. Así que hay algún chico.

Silvia: Bueno, digamos que…sí…

Adriana: Vamos, cariño, a mí puedes contármelo. ¿Tiene que ver con el sexo?

Silvia, sonriente y algo resignada se incorporó sobre la mesa para comenzar a relatar su pequeña historia. Adriana le prestaba atención.

Silvia: Vale. Tú ganas. En realidad no ha sido sexo físico. Creo que más bien, Ha sido algo virtual. He tenido…ejem…- Silvia se puso aún más colorada y comenzó a reflejar cierto nerviosismo – …he tenido un sueño erótico bastante real.

Adriana sonrío sorprendida. Su hija, que aún a sus 17 años todavía conservaba esa atractiva inocencia infantil, estaba a punto de contarle a su madre un sueño erótico.

Y aún le sorprendía más sabiendo que Silvia aún era virgen y que sus relaciones con chicos, debido a su gran timidez, habían sido nulas.

Silvia: la verdad es que no sé por dónde empezar. Ha sido…bueno, ya sabes como son esas cosas, ha sido bastante excitante.

Adriana: Venga, cariño, cuéntamelo.

Yo muchas veces he tenido sueños eróticos y la verdad, a veces son más excitantes que hacer el amor con tu padre – ambas rieron a carcajadas durante unos segundos y tras esto, Silvia continuó su explicación.

Silvia: Pues ese es el problema. La verdad es que el sueño ha sido muy excitante.

De hecho creo que hasta he mojado un poco las braguitas y cuando me he despertado, de forma inconsciente, en fin… me estaba…ejem…me estaba metiendo un dedo . Lo que pasa es que el sueño no ha sido con un chico normal.

¿Braguitas mojadas? ¿Metiendo un dedo? Adriana jamás pensó que un día su hija Silvia pudiera hablarle sobre sexo con tanta claridad.

Si embargo esa parecía una situación algo especial; un momento de confidencias entre madre e hija. La joven parecía un tanto excitada y Adriana también comenzaba a notar un cierto hormigueo en el estómago.

Adriana: ¿No era un chico normal? ¿Qué pasa, has tenido un sueño erótico con una chica?

Silvia: ¡Qué va! ¡Ha sido con un hombre! Un hombre más mayor que yo y, la verdad, ahora estoy un poquito asustada porque …era…era…papá.

Adriana se quedó embobada, petrificada. No sabía qué decir. La verdad es que había oído hablar que eso era algo normal.

Hay adolescentes que tienen una relación tan estrecha con sus padres que incluso llegan a tener sueños eróticos con ellos.

Y en esta familia el tema sexo, aunque nunca se llegó a hablar tan abiertamente como ahora, tampoco era algo tabú.

Todo lo contrario.

Desde que Silvia nació no había reparos en pasearse desnudos por la casa antes de cambiarse o ducharse, sin darle ninguna importancia. Adriana tuvo que pensar muy rápido.

La niña estaba realmente cortada a la espera de una respuesta y su madre, a decir verdad, comenzaba a estar algo excitada.

Tenía curiosidad por conocer el final de la historia. Así que decidió esbozar una gran sonrisa, coger la mano de su hija y tranquilizarla.

Adriana: ¿Con papá? Esta si que es buena. Ahora no sé que decirte. Supongo que es algo… normal. Seguro que muchas adolescentes tienen sueños eróticos con sus padres.

Si la relación efectiva es estrecha, como es el caso de papá y tú, no es tan raro que inconscientemente se tengan sueños como los tuyos.

Silvia: ¿De verdad crees que no es tan extraño?

Adriana: Pues, no, no lo es. Pero bueno, ahora no te vas a quedar a medias. Termina y yo te digo si lo que me cuentas se aproxima a la realidad o no.

Las dos chicas rieron cómplices. Adriana había roto el hielo puesto que Silvia se sintió más tranquila, reconfortada y segura.

Se cogieron de la mano y Silvia, aún con cierta timidez continuó.

Silvia: Yo me estaba duchando y al salir él estaba en la taza del wáter, desnudo como yo, masturbándose mientras me miraba. Al principio me quedé un poco helada pero luego me excitó muchísimo…la tenía.

Adriana: ¿Cómo la tenía? Grande, verdad,

Silvia: Gigante.

Adriana soltó una carcajada.

Adriana: No hay duda, has tenido un sueño erótico con tu padre.

Silvia: Entonces yo me coloqué cerca de él y comencé a acariciarme. Los dos nos masturbábamos, mirándonos el uno al otro.

Yo quería tocarle paro él no me dejaba. Al final se corrió encima de mí. Comenzó a tirar mucho semen sobre mis pechos y eso…mmm…eso me gustó muchísimo.

Adriana: Normal en tu padre, conmigo siempre hace lo mismo, le gusta mirarme y después me eyacula encima. Incluso a veces lo hace en mi cara o dentro de mi boca.

Silvia: ¿En tu boca? ¡Puajjj….!.

Adriana: Buneo, según como lo mires no da tanto asco.

A mi la verdad, me entusiasma. Hay muchas mujeres que no lo soportan pero a mi me parece muy excitante.

Algún día cuando tengas tu primera relación podrás comprobar si te gusta o no. El sabor no es muy bueno pero notar como el chorro de semen entra en tu boca es realmente increíble. Pero, continúa, …se la…chupaste?

Adriana noto que sus braguitas también estaban muy mojadas.

Dios, la excitación era máxima. Desde su posición podía ver que su niña tenía los pezones muy duros y relataba la experiencia como si la hubiera tenido de verdad.

¡Se estaba excitando mientras su hija le relataba un sueño erótico con su padre! Decidió tomárselo como lo que era, simplemente un sueño erótico que ambas disfrutarían.

Silvia: No. No se la chupé. Pero he de confesarte que cuando se corrió y el semen golpeó mis pezones me gustó muchísimo.

Adriana: Si es que en el fondo eres igual que yo.

Adriana se levanto le volvió a dar un eso en la mejilla y comenzó a preparar el desayuno.

Adriana: Bueno yo creo que deberías cambiarte ya que vas a llegar tarde al instituto.

Lo importante es que te lo hayas pasado bien, que para eso están los sueños.

Silvia, más tranquila y contenta, se fue a cambiar y Adriana aprovechó para entrar en el baño y hacerse un dedo que pasó a la historia.

El sueño la había dejado perpleja y realmente excitada, aún sabiendo que en realidad, era sólo eso.

Un sueño.

¿Qué te ha parecido el relato?