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¡Si me lo dices, te daré un regalo! II

¡Si me lo dices, te daré un regalo! II

—¡Mauri! … ¡Mauri, te falta mucho! …

Era la segunda vez que venía a apurar a mi hermano que se había encerrado en el baño y esta vez ni siquiera me contestó, cuando me disponía a golpear la puerta para volver a llamarlo, esta se abrió y salió mi hermano agitado y rojo como un tomate:

—Perdona Estela …

No dijo nada más y se fue hacia su habitación, no pude evitar de admirar sus pectorales bien desarrollados y mientras caminaba me fije en su culo redondito con grandes cachetes de macho, su espalda brillaba con un ligero velo de sudor lo que lo hacía aún más atrayente, sus omoplatos se marcaban y se notaba su musculatura hacia su grueso cuello, a diecisiete años mi hermano tenía el cuerpo de un joven hombre, no había ninguna duda, era muy apuesto y viril mi hermanito, me preguntaba que estaría haciendo solo encerrado en el baño un joven semental como mi hermano.

Entré envuelta en mi bata, eran las siete de la mañana y me debía duchar antes de irme a la universidad, estaba en mi último año y preocupada por superar exitosamente esta última etapa de mis estudios superiores, mientras me desnudaba delante del espejo, todavía roía mi mente el porque mi hermano estaba encerrado, me giré entorno y parecía todo normal, pero en el contenedor de la basura habían un montón de toallas, la curiosidad se sabe es mujer, me incline y saqué las que estaban encima y estaban humedad, me basto llevármela a la nariz para confirmar que era semen, mi querido hermanito se había estado masturbando, el canasto de la ropa sucia estaba mal cerrado, lo abrí y encima las bragas y sostenes que me había cambiado el día de ayer, también estaban húmedos, olfateando las prendas, el aroma inequivocablemente era esperma, me metí dos deditos en mi panocha cerciorándome de que mis fluidos me humedecían mis paredes vaginales y el gusto de deslizar mis dedos en el interior de mi conchita me provocó algunos escalofríos, debido a lo avanzado de la hora abrí el grifo de la ducha con agua fría y me metí para calmarme y bajar mi calentura, gracias a dios tuvo el efecto requerido, pero pensé que debía tener dos palabritas con mi hermanito practicante acérrimo del onanismo.

Terminé de ducharme y Mauro estaba en la cocina desayunando, me senté frente a él con mi café con leche humeante, lo miraba y él estaba con la cabeza gacha, conociéndolo, pensé que se estaba martirizando con sentimientos de culpa y él sabía que yo sabía lo que había consumado solo en el baño, tonto no es:

—¿Por qué me miras tanto? …
—Mauri … hermanito … estás en una bellísima fase de tu vida … estas desarrollándote … tus hormonas te hacen enloquecer … y …
—¡Yo creo que mi hermana me hace enloquecer más! … ¡Tú! …
—¡Ay! hermanito … tú siempre tan tierno … y …
—¡Y tú siempre tan preguntona! …
—¡Pero no te la pilles conmigo! … ¡Soy tú hermana! … ¡Y lo sabes muy bien que siempre te he ayudado! …
—¡Sí! … ¡Me has ayudado tanto que no dejo de sentirme “extraño” pensando en todo lo que me has hecho ver … tú tienes todo muy lindo! …
—¡Ay! Mauri … ¡Te quiero tanto! … ¡No dejas de halagarme! … ¡Pero esta mañana te follaste mis bragas y mi sujetador! …
Su nervioso silencio me decía que reconocía mis argumentos como verdaderos:
—¡Mauri! … ¡Ya te dije que no hay nada de malo en lo que haces … es natural! … ¡Mira … ya no tengo tiempo, pero cuando regrese te enseñare algunas técnicas nuevas! … ¿Te va? …
—¡Pero si yo ya lo sé hacer! … ¿Qué tienes que mostrarme tú? …
—¿Sabes como lo hace una mujer! …
—¡No! …
—¿Sabes lo que es una vagina falsa? …
—¡No! …
—¿Sabes que hay unas bombas para masturbarse? …
—¡No! …
—¡Ves! … ¡Yo soy mayor que tú y como hermana mayor te tengo que instruir! …
—¡Y tú como que sabes tanto! … ¿Has follado ya? …
—¡No hermanito! … ¡No he estado con nadie! … ¡Pero sé mucho más que tú y te enseñare! …
—¡Ay, Estela! … ¡Me haces sentir incomodo cuando me tratas así! …
—¡Tú no te preocupes! … ¡Déjame a mí! … ¡Te premiare con algo rico! … ¡Te lo prometo! …
Me miró frunciendo el ceño e interesado, si pudiese me lo comería a besos ahorita mismo, esa carita suya de niño malo me pone a mil, ¡pero no tengo tiempo!

Rápidamente termine de desayunar, apoye mis dos tetas en su espalda y le di un besito en su cabeza, Mauro arqueó su espalda sintiendo mis duros pezones, yo sé que eso lo vuelve loco y a mí también.

Era un viernes de fin de mes y normalmente nuestros padres llegan tarde, tienen sus propias juergas y se lo pasan bien entre ellos, nosotros sabemos que se aman y nos aman a nosotros también, nada nos falta a mi y a Mauro, pero lo que me importaba es que tendríamos la casa solo para mi y para él, nada me disturbará y podré enseñarle tantas cosas que él aún no sabe, me encanta y me excita ver su carita de sorpresa cuando se va enterando de cosas nuevas.

Volví a casa, eran casi las cuatro de la tarde y el estaba jugando con la Play en la sala de estar:

—¡Hola Mauri! … ¿Cuántos zombis has decapitado ya? …
—¡Hola Estela! … ¡la comida está lista! … ¡Acabo de apagar la cocina! …

Embobado en ese video juego ni siquiera me digno una mirada, podría haberme paseado desnuda delante de él y de seguro no se hubiese dado cuenta, ¡Ugh! … ¡Odio esos videojuegos!

Me fui a la cocina y encontré mi puesto con el individual y el servicio de comida ya puesto, mi hermanito tan colaborador y eficiente como siempre, me enterneció que él haya pensado en mí, me serví de comer escuchando las ráfagas y los saltos que daba Mauri exterminando zombis, me sonreí pensando a su otra adicción, yo sé que el se masturba, pero jamás lo he visto, tengo que hacer que me muestre como lo hace, entonces yo le mostrare como lo hago yo, me parecía justo de esta manera, así él no me tildará de preguntona ni sabionda come suele hacerlo.

La comida de mamá estaba simplemente exquisita, la temperatura perfecta, degusté todo, hasta el pocillo de jalea que Mauro había dejado cubierto con un platillo, le eché un poquito de leche condensada y si hubiese podido, hubiese limpiado el pocillo con mi lengua, pero tenía otras cosillas que ocupaban mis pensamientos, como Mauri había lavado ya su plato y ordenado todo, lavé los utensilios que había usado y me fui a la salita a ver a mi hermano.

Mauri fascinado exterminando tenebrosas criaturas, me levanté y le puse PAUSA:

—¡Pero! … ¿Qué haces? … ¿Te has vuelto loca? … ¡Estaba por pasar el nivel! … ¡No puedes detenerme ahora! … ¡Ugh! …
—¡Mauri! … ¡Por dios! … ¿Cuánto rato que llevas ahí? … ¿A que hora llegaste? …
—Bueno … hoy no vino la profe de gimnasia … así que salimos mucho más temprano …
—¿A que hora? …
—¡Ay! Estela … ¡Siempre tienes preguntas … preguntas y más preguntas! …
—¡Sí! y tu te la pasas embobado con esos videojuegos … Ya sabes que a papá y mamá no les gusta que te envicies en eso … ¿Hiciste tus tareas? …
—¡Otra pregunta! … ¡Que pesada que eres! … ¿Por qué no me dejas en paz? … ¡Eso! … ¡Respóndeme tú eso! …
—¡Ay! querido muchacho … ¿Ya no te recuerdas lo de esta mañana? … ¿Tú, mis bragas y mi sujetador? … ¿Recuerdas? …
—Pero tú me dijiste que estaba bien … que era natural … ¿Qué quieres ahora? …
—Pues tenemos que hablar, Mauri … no hay nada de malo … pero tenemos que ver un par de cositas tú y yo … así que apagas de inmediato esa cosa … te espero en mi cuarto …

Hice sonar todo muy autoritario, ni siquiera esperé que él reaccionara, me di media vuelta y me fui a mi pieza raudamente, Mauro es un muy buen chico, al cabo de unos minutos estaba golpeando a mi puerta:

—¡Pasa, Mauri! … ¡Está abierto! …
—¡Umh! … ¡Ugh! …
—¡Siéntate y no refunfuñes! …
—¡Pero Estela! … ¿Me vas a incomodar otra vez? …
—¡No, Mauri! … Pero esta mañana … Te masturbaste … ¿no? …
—¡Umh! … ¡Umh! …
—Me gustaría saber … ¿Cómo lo haces? …
—¡Ay! Estela … ¡pero si tú lo sabes todo! …
—¡No Mauri! … ¡yo sé que te masturbas! … pero no sé cómo lo haces … nunca he visto a alguien hacerlo … ¿Lo harías para mí? … ¿Tú hermanita? …
—¿Aquí? …
—¡Sí! …
—¿Ahorita? …
—¡Sí! … nuestros padres llegan tarde los viernes … tenemos varias horas solos tú y yo …
Me acerqué a él y puse las palmas de mis manos en sus muslos peludos, me pareció muy erótico sentir su piel, él estaba vistiendo sus shorts azules de siempre y tenía unas zapatillas sin talón, quedó estático mirándome, no sé si había algo de suplica en mis ojos, pero me sonrió tiernamente:
—Está bien … pero no puedo hacerlo sin una estimulación visual …
—¿Qué quieres? … ¿Qué necesitas? …
—¡Preguntona! … espérame que iré a buscar unas de mis revistas …
Su dulzura, ternura e ingenuidad eran evidentes, yo pensé que me iba a pedir de desnudarme o quizás que otra cosa, en cambio se levanto de sopetón y corrió a buscar su revista de desnudos favorita, llego como con seis revistas, algunas ajadas y otras seminuevas, se sentó en mi cama y me miraba:
—¡Pero me tengo que desnudar! …
—¡Sí! bobo … ¡sino cómo vas a hacerlo! …
—¡Pero no me mires todo! …
—¡Te juro que no lo hare, hasta cuando tu no me digas! …
—¡Umh! …

Le di la espalda mientras sentía que se sacaba sus shorts, mi panocha era una laguna, lo sentí que se acomodaba con las revistas y las hojeaba, descartaba una y tomaba otra, como a los cuatro o cinco minutos me gire cautamente, Mauro tenía su inmensa verga en su mano derecha y con la otra daba vuelta las paginas de las revistas, ni siquiera se dio cuenta que me había volteado a mirarlo, estaba tan compenetrado en su paja, sus labios le tiritaban, su respiración entrecortada, jadeante, me arrodillé a su lado y me quité mis bragas, ni siquiera se inmutó cuando acerqué mi rostro a mirar su glande gordo y gigante, se le salían unas gotitas de color perlado, también noté que se formaba una especie de crema, su prepucio subía y bajaba, las gotitas de semen eran las que al rozar continuamente su prepucio con su glande, transformaban en crema blanca su esperma:

—¡Que lindo que se ve! … ¡Tan grande! …
—¡Umh! … ¡umh! …
—¿Quieres que te muestre mi vagina? …
—¡Umh! … ¡Sí! … ¡Umh! … ¡Sí muéstramela! …

Abrí mis piernas y con dos de mis dedos le mostré lo mojada que estaba mi conchita, dejó de lado las revistas y clavó sus ojos en mi sexo, me sentí una vez más privilegiada y halagada por él, comencé a acariciar su pierna y su muslo mientras mantenía los más abierta posible mi rajita hirsuta:

—¿Quieres que te ayude? …

Volví a arrodillarme y tomé sus huevos, estaban pesaditos y gorditos, quizás cuanto semen almacenaban sus bolas, con la otra mano tomé la base de su pene y quité la mano de mi hermano, ahora yo tenía literalmente la situación en mis manos, como me gusta a mí, su verga se sentía muy gruesa, muy caliente y larga, mi mano no alcanzaba a cerrarse, pero lo empecé a pajear lentamente.

Me sentía enardecida, fogosa, mi piel ardía, con rápidos gestos me quité la remera y como estaba sin sostén, quedé casi desnuda, solo mi faldita cubría algo de mi desnudez, así que abrí su cierre y me levanté haciéndola deslizar hasta mis pies, Mauro me miraba hechizado, se inclino un poco hacia adelante y también se despojó de su remera, estábamos él y yo desnudos totalmente:

—¡Muéstrame tu conchita! …
—¡No vayas tan rápido! …

Volví a arrodillarme y a tomar su pollón en mis manos, me acerqué a mirarlo más de cerca:

—¡Sabes que se ve muy lindo y huele muy bien! …
—¡Si a ti te gusta! …
—¡Uy! Sí … está caliente … se siente rico … ¿lo puedo saborear? …
—¡Sí! … ¡pero no me vayas a morder! …

Mirándolo a los ojos comencé a lamer la gruesa cabezota, limpiando esa crema blanquecina que se había formado, cuando estaba limpio y brillante me lo metí todo lo que pude en mi boca, su enorme cabezota tocó mi garganta provocándome algunas arcadas y tosidos, le ensalivé toda su verga y continué a lamer y chupar toda su pija ardorosamente:

—¡Aaarrrggghhh! … ¡Estela! … ¡si sigues así, me voy a correr! …

Cuando escuche sus palabras mi excitación alcanzó la cúspide, se lo comencé a mamar con toda mi alma, acaricie sus huevos que hervían llenos de lechita, una y otra vez subí y baje mi cabeza succionando ese falo de carne caliente, dos potentes chorros me hicieron casi ahogarme, levanté mi cabeza y apunté su verga hacia su vientre, chorros y chorros formaron una pocita sobre el estomago de mi amado hermano:

—¡Uuuhhhrrrggg! … ¡Aaaaarrrrgggghhhh! … ¡Aaaaarrrrgggghhhh! …

Mauro se revolcaba en la cama mientras yo no cesaba de pajearlo y estrujar su pene palpitante, luego de un rato quedó con la cabeza hacía atrás perdida en los almohadones de mi cama, tomé su remera y comencé a limpiar el semen acumulado en su vientre y ombligo, terminé pasándole la lengua y escarbando su ombligo, realmente sabía de maravillas:

—¡Mauri! … ¿Estas bien? …
—¡Umh! … ¡Argh! … ¿Ah? …
—¿Estas bien, hermanito? …
—¡Umh! … ¡Sí! … ¡Estoy bien! …
—¡Pero me toca a mi ahora! …

Tenía todavía el pene de Mauro en mis manos, estaba un poco flácido, pero yo sabía como hacerlo reaccionar, el resto lo haría su juventud y fogosidad, me monté a horcajadas sobre sus muslos, su gruesa cabezota abría los labios de mi vulva prendida y turgente, lo comencé a pasear al largo de mi hendidura vaginal, muy luego su verga estaba dura como el acero y yo la montaba con mi ingle causándome un placer demencial, yo necesitaba el masaje de ese verga gigante:

—¡Mauri! … ¡Por ninguna razón me vayas a penetrar! … ¿Entendiste? …
—¡Sí! … ¡Se siente muy rico! … ¡Que suavecita es tu conchita, hermanita! …
—¡Ssssiiii! … ¡Pero tú no te muevas ni me penetres! …

Continué a cabalgarlo deslizando mi coño sobre su verga henchida, sentía hasta las venas de su pija caliente estimulando mis labios mayores, la cabezota de su glande se estrellaba una y otra vez contra mi clítoris enviando escalofríos por todo mi cuerpo, todo de repente y mi cuerpo se entero se puso tieso, mis piernas estaba estiradas al máximo hacia los pies de Mauro, entré en una especie de paroxismo total, mi tetas temblaban aplastadas en los pectorales de Mauro, me orine sobre la verga de él:

—¡Aaarrrggghhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Ssssiiii! …

Mauro me rodeo con sus fuertes brazos y me mantuvo sobre él, ni mis piernas ni mis brazos me respondían, todo mi ser explotaba en un espasmódico y convulsivo orgasmo, mi fiel hermanito me mantenía abrazada y acariciaba mis cabellos, su verga se había deslizado entre mis piernas, pero él me respetaba y no hacía ningún intento de penetrarme, ¡Lo he dicho! … ¡Es un amor!

Me quedé turulata por varios minutos, ¡Que orgasmo más bestial! de mi boca escapaban gemidos y quejidos guturales, respiraba con la boca abierta como un animal reventado, me humedecí mis labios y le di un besote a mi hermano, su pene duro se lo apreté con mis muslos:

—¿Te puedo penetrar ahorita mismo? …
—¡No! … ¡Por supuesto que no! … ¡Yo pensare a ti! … ¿déjame descansar un momento! … ¡espera a que me recupero! …
—¡Pero mira cómo me has dejado! … ¡Por lo menos has algo! …
—¿Y qué quieres que haga? …
—¡No sé! … ¡Emh! … ¡Monta mi cabeza y muéstrame tu conchita así de cerquita! … ¿Te va? …
—¡Esta bien! …

Me monté casi sentada en sus pectorales y me abrí con mis manos mi chocho encharcado, con sus pelitos pegajosos de tantos fluidos escurridos, Mauro puso sus manos en mis caderas y miraba fijamente mi chochito:

—¡Mauri! … ¿Qué ves? …
—¡Veo tus pelitos enmarañados y mojados que te cubren toda tu conchita! … ¡Que hermoso que es! … ¿Te podrías abrir un poco tu chocho? …
—¡Pues claro! …

Me metí dos dedos desde atrás y forcé mis labios mayores para que abrieran:

—¡Y ahora! … ¿Ves bien! …
—¡No poh! … ¡Se ve muy poco! … ¡Ábretela por delante! …

Puse mis dedos a forma de “V” y me abrí mi vagina para el deleite de mi hermanito:

—¡Y ahora! … ¿Ahora sí? …
—¿Por qué no lo haces con tus dos manos? … ¡Todavía no se ve bien! …
—¡¡Ay! ¡Que paciencia contigo! …

Hice cómo me dijo, abrí un poco más mis muslos y aferré mis gruesos labios y los abrí ampliamente:

—¿Y ahora? …
—¡Guau! … ¡Que hermosa que eres! …
—¡Ay! Mauri … ¡Pero descríbeme lo que ves! … ¡Quiero saberlo! …
—Bueno … ¡Veo tus grandes labios, se notan hinchados y rojizos! … ¡Más adentro, veo tus labios menores abiertos y mojados, como que brillan rosaditos! … ¡No veo tu clítoris, pero veo unas capitas rugosas que lo cubren! … ¡Quizás tienes un clítoris pequeñito! … ¡Más abajo, alcanzo a ver el hoyito de tu culo estrechito! … eso … veo todo eso …
—¿Te gusta lo que ves? …
—¡Ya te dije! … ¡Eres hermosa! … ¡Toda tú, eres muy linda! … ¿Puedo olerte? …
—¡Pues si estas ahí mismo! … ¡Hazlo! …

Vi que su boca y su nariz desaparecían bajo mi ingle y sentí su respiración en mi vagina, me esperaba de un momento a otro sentir su lengua, pero no me tocó y yo quería que lo hiciera:

—¿Puedo lamer tu conchita? …
—¿Y a que esperas? … ¡Hazlo! …

Sentí la tibieza de su lengua sobre mis labios inflamados e inmediatamente comencé con un movimiento de balancín, le estaba follando su boca y su lengua, por varios minutos goce de su habilidad oral, me voltee y vi su pene erecto que latía en soledad:

—¡Espera! …

Con rápidos movimientos me gire, acomode mi concha en su boca y me plegue a engullir esa asta gloriosa que blandía el aire airosa, mi boca sintió su delicia, estábamos en el clásico 69, rápidamente su verga comenzó a destilar juguitos que fui tragando asiduamente, Mauro se centró en mi clítoris y no pude seguir mamándolo, era tan fuerte la deliciosa sensación que él me provocaba que se me cortaba la respiración y mi corazón latía a mil, no sé cómo Mauro me tomó, me hizo girar y me acostó de espaldas, luego agarró mis tobillos y alzó mis piernas hasta casi que mis rodillas tocaban mis bubis, luego se estiró en la cama y se sumergió en medio a mis muslos, mi vagina estaba expuesta totalmente para él y se aprontaba a darse un banquete con mi panocha.

Me la chupo por largo rato, me hacía estremecer, pero no lograba el orgasmo, necesitaba ese orgasmo, esa liberación ese desahogo, ese placer, lo necesitaba como al aire, él de dio cuenta de mi calentura extrema:

—¿Quieres que te penetre? …
—¡No! … ¡Eres mi hermano! …

Lo deseaba con todas mis fuerzas, pero me resistía a rendirme ante la evidencia, su polla me volvía loca, sabía que si me la metía me haría daño ese enorme pollón, pero también el hecho de ser hermanos me hacía titubear:

—¡Estela! …
—¡Dime! …
—Hace un rato te corriste, restregando tu coño en mi verga … ¿Por qué no hacemos algo parecido? …
—¿Algo cómo qué? …
—Coloquémonos delante del espejo …
—¿Del espejo? … ¿Y para qué? …
—Por que así tendremos también una estimulación visual … ¡tú que eres tan sabionda! … ¿Sabes que los hombres nos excitamos más mirando? …
—¡No me enseñas nada nuevo! …

Por primera vez Mauro estaba tomando la iniciativa y esto aparte de excitarme, me gustaba, me encantaba ser comandada por él, pero todavía no entendía lo que estaba tratando de que hiciéramos:

—¡Ya poh! … ¡Muévete! … ¡Arrodíllate delante del espejo! …

Hice como me indicaba, me vi reflejada en el espejo con mis senos protuberantes, mi vientre plano, mis cabellos un poco enmarañados, mi rostro un tanto ruborizado por la excitación y detrás de mí, mi hermanito que me sobrepasaba en altura, sus anchos hombros me cubrían por entera:

—¡Ahora … Apóyate con una mano hacia la cabecera! … ¡Yo estaré detrás de ti y levantaré tu pierna izquierda! … ¡Así! …

No era desagradable la posición, pero me parecía un poco bizarra, luego él se acomodó detrás de mí y su verga apareció casi de entre mis nalgas, desplazándose por todo el largo de mi conchita, llegándome casi al ombligo, ahora lo estaba entendiendo y me gustaba sentir ya el roce de su verga al largo de mi vagina, lo más erótico era verme en el espejo con la verga de mi hermano tan cerquita de mi concha, su pene se veía enorme y mi chochito pequeñito:

—¡Tú pija se ve enorme al lado de mi conchita! …
—¡Sí! y se ve rico …
—Y se siente rriiiicooo …
—¿Te gusta? …
—¡Sí! me gusta …. ¡Pero no me vayas a penetrar! …
—¡No! … ¡No lo haré! … ¡Pero déjame frotarte mi cabezota en tu pequeña conchita! …
—¡Esta bien! … ¡Pero despacito! …

Comenzó a moverse atrás y adelante, su pene enorme se paseaba al largo de mi chocho, me hacía sentir una vorágine de sensaciones, su glande rebotaba en mi ojete vaginal y resbalaba hasta mi clítoris, me estaba haciendo morir:

—¡Aaarrrggghhh! … ¡Nooo! …

Sentí cómo si me estuvieran partiendo en dos, el muy bruto me había metido su cabezota en mi chocho estrechito, rápidamente lo saco:

—¡Perdón! … ¡Se me resbaló solito! …

El dolor se disipó rápidamente y sentí el vacío, me pareció que había exagerado en chillar de dolor, no era dolor, sentí también un goce enorme, estaba confundida:

—¡Hazlo de nuevo … despacito! …
—¿Te la meto? …

No sabía que contestar, me quede silenciosa mientras él iniciaba a moverse otra vez atrás y adelante, por un buen rato solo hizo eso, luego volvió a meterlo:
—¡Argh! …
—¿Lo saco? …

Me lleve mi mano a mi ingle y no lo dejé salir, él continuó moviéndose lentamente, me vi al espejo con la punta de su enorme verga dentro de mi concha, mis mejillas estaban rebosante de salud y sonrojadas, de mis ojos caían algunas lágrimas, pero no de dolor estaba emocionada y excitada al coger con mi hermano, él me tenía tomada una pierna y de la cintura, me estaba poseyendo y lo encontraba divino, su gigantesca verga entraba y salía de mi diminuto chocho que se ensanchaba para aceptar sus dimensiones:

—¿Te duele? …
—¡No! … no me duele … muévete … cógeme … hazme explotar …

Y es justo lo que hizo, sin incrementar mucho su fuerza, poco a poco su miembro encontró espacio en mi concha, yo estaba al séptimo cielo, me sentía llenita, me sentía completa, me sentía mujer, mi orgasmo trepidante y convulso me hizo estremecer, mis piernas tiritaban y mis brazos también, temblando de pies a cabeza lo empujé y cayo de espalda, sin perder tiempo me empalé en su verga, me la enterré toda, me movía en sube y baja, a balancín, rotando mis caderas, eran una hilera sin fin de orgasmos, estaba como poseída gozando de la enorme polla de mi hermanito, mi primera verga, lo esperé todo este tiempo y me siento dichosa de haberlo hecho, cuando sentí su semen llenando mi conchita no pude evitar la llegada de un nuevo clímax que golpeo mi cuerpo, Mauro me tenía tomada de las caderas y me clavaba su ariete con inusitada fuerza:

—¡Aaarrrggghhh! … ¡Ssssiiii! …
—¿Te duele? …
—¡Nooo! … ¡Te amo! … ¡Te quiero! …
—¡Yo también, Estelita! … ¡Yo también! …

Lo cierto es que fue un evento espectacular en mi vida, me entregué a Mauro por muchos años, siempre me dejo completa y apagada, el fue madurando, se hizo adulto y finalmente se comprometió con una muchacha y ¿Saben una cosa?, es igual a mí. Cuando se lo hice notar a Mauro, él me miró sonriendo:

—¡Sí! … ¡Es preguntona igual a ti! …

Lo abracé estrechándome mucho a él y luego le di un besito veloz en sus labios:

—Te quiero hermanito …

FIN


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