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Seduciendo a mi propio hijo

Seduciendo a mi propio hijo

Mi nombre es María Victoria y cariñosamente me dicen Mavi; tengo 40 años, ya casi los cumplo en pocos días, vivo en una pequeña y muy bonita ciudad, en Ecuador.

Soy Ingeniera Comercial y trabajo en una empresa que se dedica la confección de calzado. No soy muy alta, más bien de estatura normal, y soy viuda con un hijo de 23 años, que se llama Marco.

Quedé viuda cuando mi hijo tenía 14 años, y desde ese instante, le agradecí a la vida por la muerte de mi energúmeno marido.

Desde entonces no he tenido nada serio, sólo dos o tres escapaditas con un amigo de la escuela y también casado. ¡Ah, y mis habituales masturbaciones cada dos o tres días!, si el tiempo y el cansancio me lo permiten, claro.

Quizá se preguntarán por qué escribo esto, pues es una locura. Recurro siempre al correo electrónico y al Internet, para los negocios de la empresa, y este domingo, tuve que ir a trabajar por situaciones de laborales, y en la tarde luego de terminar de enviar correos a los proveedores, entré a Google y escribí incesto en su buscador, y me envió a esta página, y al abrirla, encontré relatos incestuosos; realmente me puse muy contenta al saber que había alguien más en mi situación y por lo que pude observar, existen muchas mujeres en como en mi caso, lo que ha hecho que me quite un gran peso de encima porque me sentía un bicho raro.

Los relatos me excitaron de una manera tremenda, al grado que me parecieron siglos los 30 minutos que separan mi trabajo de mi casa, y sin nada de preámbulos y casi sin quitarme la ropa, tuve un rico súper encuentro sexual con Marco, mi hijo.

Esto que estoy escribiendo nadie lo sabe, pues todos creen que somos madre e hijo, incluso él tiene una novia; es una chica muy bonita tiene 18 años y ha empezado a estudiar la misma carrera que mi hijo, la Ingeniería Civil.

Nadie sabe nada de lo nuestro y me voy a atrever a contárselos, pues el anonimato ayuda, ¿cierto?, y más que eso, la represión de no poder contárselo a nadie, y esto es un volcán que debe explotar y eso estoy haciendo.

Voy a contar de cómo empezó esta relación de madre-hijo.

Empezó hace ya cuatro años, cuando mi Marco cumplió 19 años; en realidad inició tiempo atrás, cuando encontré un calzón mío fuera del cesto en que siempre pongo mi ropa interior, me llamó la atención que estuviera tirado a un lado, lo tomé y estaba húmedo, no sabía por qué y cuando lo olí y pude percibir el olor del semen, me asusté hasta la locura, salí corriendo tras él, que lo había encontrado en las escaleras, pero no pude alcanzarlo. No podía ser otro quien había depositado su carga seminal en mi ropa interior, más que él; estuve furiosa, creo que lo hubiera abofeteado para luego preguntarle.

Lloré como una tonta. Era viernes así que había una buena dotación de pantaletas y brasieres en el cesto; hurgué en él y pude encontrar huellas de semen tanto en mis calzones como en mis sostenes y medias; ¡no podía ser, mi hijo se masturbaba con mi ropa interior!… Mientras revisaba las prendas pude sentir claramente como se mojaba mi pantaleta; sacudí mi cabeza, ¡eso no podía estar pasándome, me excitaba el olor del semen de mi hijo!… Me lo imaginaba con mis prendas interiores en sus manos, oliéndolos y restregando su verga en ellos hasta terminar lanzando su chorro espeso en mis prendas. ¡Era la locura!, traté de evitar esos negros pensamientos, y desnudándome, entré a darme una ducha bien fría, con la idea que eso me tranquilizara, tanto mi rabia como la excitación que sentía. Pero estaba demasiado excitada, y terminé pajeándome como loca.

Cuando Marco regresó, casi a las once de la noche, yo había estado esperándolo en la sala con la sola idea de reclamarle, pero me había dormido; cuando me despertó con un beso en la frente, lo abracé y no le dije nada, desde ese día empecé a mirarlo con otros ojos. ¡Cómo había crecido!, sus músculos marcados, lo alto que estaba, su bigote pequeñito, su pene que se adivinaba bajo sus pantalones… ¡era una locura, era mi hijo y lo había empezado a ver como un hombre!

Llegaba de mi oficina entre las 5 y las 6 de tarde, y ya tenía la pantaleta toda mojada por mis fluidos y orines; me tumbaba sobre el sofá y con la mano metida entre las pantimedias y el calzón, me masturbaba pensando en mi hijo, pensando en cómo él iba a disfrutar de mis olores y fluidos impregnados en mi pantaleta; terminaba mi sesión masturbatoria y subía a mi habitación y me quitaba el calzón y secaba mi húmeda vagina con mi misma prenda para que quedara aún más olorosa; la doblaba bien y la dejaba en el cestito. Marco indudablemente la tomaba mientras yo preparaba la cena y se la llevaba a su dormitorio. Me acostaba rápido y me hacía la dormida, para luego levantarme e ir sin hacer ruido hasta la puerta de su cuarto; como duermo solamente en camisón me hacía unas tremendas pajas oyéndole gemir…

Al día siguiente, le daba su desayuno y luego de que se iba, subía por mi premio, mi pantaleta, llena de su semen; y lamiendo y oliendo mi prenda, me masturbaba otra vez… Contaré algo más de lo que fue sucediendo, en secuencia quiero decir.

Poco a poco fui comprándome ropa interior más sexy, pues hasta ese tiempo sólo tenía calzones de algodón de esos formales que le llegan a una hasta la cintura y le cubre todo el trasero; me compré tanguitas y pantaletas en varios colores y brasieres que casi no cubrían mis abultadas tetas; mis pajas se hacían más frecuentes, hasta en la oficina me masturbaba. El trabajo se volvía cada vez más pesado pues me pasaba la mayor parte del tiempo fantaseando con mi hijo y en cómo él se sacaba la leche con mi ropa interior.

Empecé a usar camisones más transparentes y no usaba sostén durante los fines de semana en que estábamos en casa; y así, Marco podía verme a sus anchas; sus ojos se le salían de las órbitas cuando disimuladamente me alzaba el camisón o la falda, tipo oficinista ceñida y alta hasta medio muslo, con el pretexto de rascarme una supuesta picazón. Un lunes me atreví a ir más allá y ese día no dejé mi ropa interior en la cesta de la ropa sucia, sino que escondí mi ropa bajo su almohada.

Mientras preparaba la cena, oía movimientos muy bruscos en el segundo piso en donde están las recámaras, sonreí pensando en que estaría como loco buscando sus fetiches. Bajó a cenar algo agitado pero no le dije nada, lo besé en la boca como siempre, un beso rápido, más que un beso una caricia. Luego de cenar me senté en la computadora a realizar algunas tareas pendientes de la oficina, y caí en cuenta que Marco me observaba muy atento.

Mira, en casa hay un estudio que da hacia el comedor y tiene un barandal muy fino, así que si una persona se pone en un lugar conveniente en el comedor, puede ver desde ahí y tranquilamente la parte inferior del escritorio en donde está la computadora.

Una ola de frío me corrió por el cuerpo y mi mente analizó la situación, siempre que estaba en el escritorio, mi hijo se ponía en el comedor a realizar tareas o a escribir… ¡Tenía que enterarme que tanto se veía!, así que bajé al comedor y le pedí que fuera por unos cigarrillos hasta la tienda de la esquina, se fue y me puse en la misma posición de él y claro, se veía la silla del escritorio…

Salté de la alegría, tenía él una vista perfecta de mis piernas y si las habría, de mis pantaletas… Tomé conciencia de cómo me sentaba y claro, tengo la costumbre de sentarme con las piernas abiertas.

Cuando sentí que abría la puerta subí y me acomodé en la silla, dejó los cigarrillos a mi lado y volvió a su sitio. Encendí uno y crucé mis piernas, no podía ver lo que hacía pues el monitor me tapaba la visión, y empecé a teclear mientras abría mis piernas más de lo normal para permitirle una mejor visión. ¡Estaba seduciendo a mi propio hijo!…

De vez en cuando me acariciaba los labios vaginales por sobre el calzón y tiraba de él descubriendo mi rajita llena de vellos ensortijados, tenía los labios muy mojados e hinchados, deseaba una verga dentro de mí… Guardé lo que había hecho, apagué la computadora y me fui a mi dormitorio; él aseguró la casa y subió rápidamente. Desde la puerta me dio las buenas noches y sentí el portazo de su cuarto, sin duda estaba algo encabronado. Esperé un prudente tiempo y suponiendo que estaría masturbándose como un loco, por supuesto recordando la visión que le había proporcionado, me fui resuelta a su dormitorio. Cuando abrí la puerta trató de ocultar su verga con las sábanas y haciéndose el sorprendido me preguntó que quería, no respondí nada y me acerqué a su lado, le di un beso en la frente, caliente por la excitación, metí mi mano bajo su almohada y saqué mi pantaleta, el brasier y mis medias, puse todo sobre su pecho y le dije:

–  Creo que esto te hace falta, disfrútalos-

Me miró con unos ojos enormes por la sorpresa, y trató de decirme algo, coloqué mis dedos sobre su boca y salí presurosa a mi cama, en donde me masturbé tres veces hasta quedar dormida. La mañana siguiente, martes, mientras desayunábamos, Marco no alzaba sus ojos de sobre la taza de café mientras yo seguía como si nada hubiera pasado, haciendo bromas y dándole pataditas por debajo de la mesa. Se veía muy azorado y supongo que con mucha pena, me dio el acostumbrado beso en los labios y salió para la Facultad. Antes que saliera de la casa lo alcancé, lo abracé muy fuerte y le dije:

– ¡Papito, no te sientas mal, mi rey; de ahora en adelante ya no tendrás que tomar mis prendas interiores a hurtadillas, yo misma te las dejaré bajo tu almohada!… -, y fui más allá… -Y si quieres algo en especial, sólo dímelo tesoro, así que disfruta el momento y no pienses que hay algo malo en lo que hacemos. Hoy me pondré el conjunto de ropa interior negro-, él en silencio, se fue a la Universidad y yo, subí a mi habitación… Llegué muy agitada, me sentía mal, lloré como una estúpida… Me vestí y salí al trabajo.

Esa noche Marco tenía otra actitud frente a mí. En la cena me senté junto a él, (siempre cenábamos frente a frente), no comentamos nada de lo ocurrido luego, fui a la computadora y él se quedó donde siempre, para mirarme.

No me había quitado la ropa desde que había llegado del trabajo y abrí bien mis piernotas para que pudiera deleitarse con ellas, enfundadas en las medias y en el fondo de mi entrepierna, una tanga negra.

A las once de la noche, le dije que asegurara la casa y fui a mi cuarto. Pasó como de costumbre a darme las buenas noches, esperé un prudente tiempo me quité solamente la blusa y sin ella, con el brasier puesto, me fui a su dormitorio; cuando entré me quedó mirando sorprendido, y le dije:

– Lo prometido es deuda-, y sin más me quité el sostén dejando mis senos al aire con los pezones bien erguidos por la excitación.

Tiré el sostén sobre su cama, levanté mi corta falda y fui quitándome las medias, agachándome mucho y dejándole contemplar mi redondo trasero; me las quité de los pies y se las tiré a la cara.

Él seguía asombrado por lo que veía, me tocaba quitarme la tanga. Me arremangué la falda, mis blancos muslos quedaron ante él, mi pubis se veía abultado por lo apretado de mi tanga negra, la cual me la fui quitando despacio, pero justo cuando ya se veían mis pelitos, me di la vuelta y le regalé una panorámica de lo nalgona que estoy.

Con esa dosis de mi trasero y sin bajarme la falda que tenía alzada hasta la cintura, me acerqué a él y se la puse en la cara, obvio que su mirada se centró en mi afelpado triángulo. Le di un beso y salí sintiendo su mirada clavada en mi culo, que con la falda arremangada, se mostraba muy impúdico y parado, por los tacones altísimos que calzaba.

Desde la puerta le lancé un beso y lo último que le dije fue que dejara por la mañana en la cesta toda mi ropa y cerré la puerta. A la mañana siguiente, Marco entró como a las 6:30, me despertó el ruido de la puerta, se acercó a mí me dio un beso, se retiró hasta la cesta de ropa y dijo:

– Voy a poner esto aquí, ¿si?-

– No-, dije rápidamente; – tráeme eso acá-

– Pero es que… -, no le dejé terminar y volví a sentenciar:

–  TRAÉLOS ACÁ-

Un poco apenado se acercó y me los estiró, ¡que emoción! Debió haberse hecho por lo menos una docena de chaquetas, las medias estaban muy húmedas al igual que el resto de las prendas; las tomé y me las llevé a la nariz:

– ¡¿Pero que haces mamá?!-, me replicó.

– Nada-, le respondí; -a ti te gustan mis olores, pues a mí me gustan los tuyos. ¿Lo disfrutaste?-

– ¡Estuvo muy bien!-, giró y salió raudo de la habitación.

Sentía el aroma de macho en mis prendas interiores. Mi vagina estaba tan lubricada que las piernas se resbalaban entre sí. Ni siquiera pude ponerme la mano sobre el clítoris cuando sentí la catarata de mi orgasmo… Fue fabuloso, pero me sentía mal, me estaba masturbando oliendo el semen de mi hijo, y me calentaba el hecho de haberme exhibido. ¡Era una puta con todas sus letras en mayúsculas!

Bajé, desayunamos juntos y se fue. Esa noche yo tenía un trabajo enorme, pues se acercaba fin de semestre y había de presentar cuentas de la empresa, así que llegué, me quité la blusa y falda del uniforme, quedándome con brasier, pantaletas y medias, me puse un camisón encima, sandalias y me senté a la computadora después de preparar la cena.

Marco llegó, me besó igual que siempre y le indiqué que la cena estaba lista. La calentó me trajo la mía al escritorio y fue a ubicarse en su sitio favorito. Tanto era el trabajo que ni me acordaba que él estaba allí y que debía haberme estado observando.

Serían las 11:30 cuando se acercó, me dio un beso y me dijo que se iba a dormir, acaricié sus manos le di un beso y volví a lo mío.

No sé cuánto tiempo pasó cuando escuché su voz diciéndome que YA SE IBA A DORMIR; le lancé un beso en señal de despedida y volví a mi trabajo, volví a oír lo mismo y ahí recordé mi promesa de darle yo misma mis prendas íntimas. Hacía frío, así que le pedí que me trajera un chal para cubrirme los hombros. Cuando regresó terminaba yo de quitarme las pantaletas y la intercambié por una leve colcha que traía en sus manos.

– Gracias papacito, hace frío-

– Si mamá hace mucho frío, no trabajes hasta muy tarde. ¡Ah, y gracias!-

– Si perdona, por estar metida en esto, no me acordé de lo tuyo, seguro que estabas esperando y no me decías nada-

– Ay mami, me da pena-

– Bueno, pero ya los tienes en tus manos así que ve y mánchalos con tu rica lechita-, no me dijo nada y seguí en el trabajo.

No habían pasado ni veinte minutos, cuando se presentó de golpe a mis espaldas y me entregó mis prendas íntimas.

– Está caliente aún mamá, pensé que así lo querías-, me quedé muda y lo vi alejarse.

Era cierto, hasta me manché la mano; parece que se había pajeado en la puerta pues aún estaba caliente.

Apagué la computadora como pude y salí disparada a mi habitación, allí me tumbé sobre la cama y mientras lamía la parte del dorso de mi mano que había quedado impregnada de semen, restregaba mi pantaleta con furia sobre mis labios vaginales tratando de mancharlos con su lechita que desaparecía absorbido por los tejidos de mis prendas y por mi ensortijado pubis. Intuí que mi hijo estaba tras la puerta de mi recámara, oyendo a la puta de su madre berrear como perra en celo, así que aumenté de tono mis gemidos y me vine entre gritos de morbo y felicidad. Me quedé atontada por lo intenso de mi orgasmo, después de cinco minutos, me levanté y caminé al baño a asearme, cuando regresé a mi cama Marco abrió la puerta.

– ¿Qué tal mami?-, tartamudeando le respondí:

-Riquísimo mi vida, gracias ha estado muy bien-, cerró la puerta y se fue.

El trabajo avanzaba bien pero yo podía concentrarme en lo que hacía, hasta me llamaron la atención preguntándome si me sentía enferma. Jueves, qué jueves. La PC de la oficina se paró por un maldito virus, menos mal que tenía casi todo respaldado en mi casa, así que salí a mediodía a trabajar allá.

Me quité la ropa totalmente y sólo me puse una batona larga y con una abertura en la parte del centro, y a trabajar se ha dicho. Marco llegó como a las diez de la noche, muy tarde, me dijo que le había ido mal en un examen y que se pondría a estudiar pues tenía otro el viernes.

– Si cariño le dije, a mi también me fue mal-

– Mamá es que… –

– ¿Si mi vida?-

– Es que no puedo concentrarme, podrías este…este… prestarme digo…si no es mucho pedir-

– ¿Qué papito?-

– Tus… –

– ¡Ah, si!… Están sobre mi cama, y luego déjalos ahí mismo para mí, ¿si?-

– Claro mamita-, me besó y seguí trabajando.

Me acosté como a las tres de la mañana, muy cansada que casi ni tomé en cuenta mis chorreantes prendas. Sonó el despertador como a las siete, salté de la cama y corrí a despertar a mi hijo. Desnudo y medio dormido se metió a la ducha, y como me hacía pipí, me senté a orinar mientras se bañaba.

¡Qué excitada me sentía!, estaba muy cómoda meando en el baño del cuarto de mi hijo mientras se bañaba, me parecía muy normal. Terminé y salí a prepárale el desayuno. En el trabajo se complicaron más las cosas, los accionistas querían un reporte completo y entre esto y lo otro llegué a casa como a las doce de la noche.

Previamente le había llamado a mi hijo para avisarle y de paso preguntarle cómo le había ido en el examen, me dijo que bien pero que había sido muy largo.

Llegué y fui directamente a su cuarto lo encontré dormido había un plato sobre su mesita de noche, mi rey había cenado sólo.

Cuando encendí la luz, casi me caigo de espaldas, tenía una tanguita mía a medio muslo, su verga estaba flácida pero era muy bonita, era la primera vez que la veía, su mano sostenía mi brasier. ¡Qué cuadro más cachondo! Empecé a chorrearme como una puta, me acerqué más para poder ver mejor y hasta lo toqué un poquito; mis manos sudaban mi respiración era entrecortada y el corazón parecía querérseme salir del pecho.

Levanté mi falda, me bajé las pantimedias junto con el calzón y me masturbé ahí mismo como loca, gimiendo duro como para despertarlo; afortunadamente ni el grito que di al terminar lo despertó.

Más calmada tropecé en sus pantalones y casi me caigo, vi sus ojos muy abiertos cuando me descubrió con la falda levantada, las medias y el calzón a media pierna, se dio cuenta que tenía mi tanga puesta y trató de taparse, balbuceando le dije:

– Venía a verte y a dejarte lo que te prometí-, y con toda mi putería, terminé de quitarme mis prendas.

Lo besé dejándolas sobre su pecho, y al inclinarme a besarlo, me subió un no sé qué, tal vez el olor de vagina o del calzón era muy fuerte, así que volví a tomar mi ropa interior y él me dijo:

– ¿No me los vas a dejar?-

– Es que… huelen muy mal he estado todo el día con ellos y huelen a tigre-

– Mejor mami, así me gustan más-, y se tocó la verga.

– Bueno, está bien-, le dije. -Hasta mañana-

Cuando salía su voz me detuvo:

– Espera mamita-

– ¿Qué?-, respondí.

– Te falta el brasier-

– Ah, se me olvidaba-

Me abrí la blusa para quitármelo y lo vi con mi calzón en la mano izquierda pegándolo a su nariz y con la derecha haciéndose una chaqueta rapidísima. Mis senos oscilaron inquietos al quedar al quedar al aire libre.

– Ponlo aquí-, me gritó mirando su verga.

Le acerqué mi prenda sin dejar de mirar esa verga como hipnotizada, y en eso soltó el primer chorro de caliente y espesa leche, parte me bañó la mano, el siguiente cayó en la copa del brasier, así como el posterior chisguete… Yo parecía autómata, con la falda levantada mostrando mi peluda vagina y mis tetas con los pezones erectos y duros.

– Gracias mamá-, decía Marco con la voz entrecortada. Salí del trance.

– No es nada mi vida, ¿lo disfrutaste?-

– ¡Uy!…

– Pues me alegro-, le quité el brasier para llevarme mi premio.

– Espera mamita-, tomó mi pantaleta y se limpió la verga y me la entregó.

Salí cerré la puerta y mi boca se dirigió a mi mano derecha que tenía el primer chorretón de leche, la sorbí, la lamí y me la tragué; nunca había probado el semen y era delicioso, pues aún estaba caliente. Corrí a mi cuarto, me tumbé y me masturbé hasta quedarme dormida.

Al despertar estaba aún vestida como la noche anterior, la falda levantada y las tetas al aire; Marco estaba parado frente a mí mirándome.

–  Hola cariño-, traté de taparme pero era imposible, estaba hecha un nudo.

Opté por levantarme y me encerré en el baño, tenía la vejiga llena; me senté a orinar y Marco entró al baño.

– ¿Si mi rey?, ¿querías algo?-, le dije mirándolo a los ojos y aún sentada en la taza.

– Mami, lo que pasa es que…. –

– ¿Qué papito?-, contesté cuando un chorro potente de orina incontenible salía de mi meato y se estrellaba contra las paredes del sanitario.

– No, no es nada mami-, y salió.

Me metí a la ducha y cuando bajé a preparar el desayuno, le encontré muy atareado en la cocina, hirviendo leche y preparando unos huevos con jamón; había pan caliente sobre la mesa y otras cosillas más.

– ¡Guau, mami!… ¡Qué bien estás!… Ven está listo todo-, y señaló la mesa.

Me había puesto un mini vestidito color negro que me llegaba hasta más arriba de medio muslo, aquí en mi país llaman a eso CANESUU (no sé si está bien escrito o no), es decir; es como una gran campana en la parte de abajo del vestido y en la superior muy ceñido.

No me había puesto medias y traía un calzón blanco y sin brasier. Lo besé y girando rápido para levantar el vuelo del vestido me senté frente a la taza de humeante leche con chocolate, «Seguro, que ya, me vio las pantaletas», pensé.

Mientras desayunábamos reíamos de todo pero no tocábamos para nada los incidentes de los días previos. Pero me atreví a preguntarle.

– Hijo, ¿qué es lo que querías preguntarme en el baño?-

– Bueno mamá, no era precisamente una pregunta, era que… Bueno yo… Quería saber si podrías… -, y calló.

– ¿Qué papito? Yo te dije la otra vez que me pidieras cualquier cosa, lo que fuera, ¿o no es así?-

– Si mamá pero no sé como pedírtelo… –

– Bueno dilo ya que me tienes en ascuas… –

– Quería pedirte que me dejaras ver… –

– ¿Que cosa mi rey?… ¿Desnuda?, si casi ya me has visto así-, le dije.

Mi alma se contraía de la emoción pensando en lo que me pediría, pero, ¿sería capaz de cumplirle?

– Pues quería saber si me dejarías verte, es que no sé como es la vagina de una mujer… -, me soltó.

– ¡Ah, era eso!… ¿No has visto revistas o películas en donde las muestren?-

– Si pero no es lo mismo, nunca he visto nada en vivo-

– Está bien hijo, pero vamos a la sala-

Después de desayunar, tomé de la mano a Marco y caminamos; contoneaba mis nalgas como nunca; llegamos y me senté en el sillón, alcé mi vestido y me quité el calzón que ya estaba súper lubricado, abrí mis piernas y mis labios hinchados se abrieron.

– ¡Ven acá y arrodíllate para que puedas mirarme toda!-, le dije.

Presto y solícito lo hizo, mi corazón no cabía en el pecho le iba a mostrar mi vagina a mi propio hijo. Saqué fuerzas no sé de dónde, me abrí los labios de mi puchita y él abrió los ojos desmesuradamente.

– ¿Ves?-, le indiqué. -Es así, abierta, y aquí es donde las mujeres sentimos más placer-, dije mostrándole el botoncito o la pepita del placer.

– Mamá, ¿y cómo hacen las mujeres para masturbarse?-, preguntó.

– ¿Quieres que te muestre?-

– Si mamita, estoy loco por saberlo-

– Pero hay dos condiciones… –

– ¿Cuáles, mamá?-

– Primero, que nada de esto se sepa-

– Si… –

– Y segundo, que cuando quieras saber más, me lo pidas sin rodeos. Quiero que aprendas antes de tener relaciones con cualquier chica, ¿ok?-

– Está bien, mamá-

Empecé la tocarme el pubis pasando mis dedos por mis vellos, fui bajando luego a mis muslos por la parte interior para pasar luego a tocarme los labios vaginales muy suavemente.

Marco no perdía detalle de aquello, me levanté ante su incrédula mirada de asombro y me quité el vestido, quedándome totalmente desnuda pues no tenía brasier. Volví a sentarme y continué con mi estimulación, mientras el dedo medio de mi mano derecha volaba entre los labios de mi cuevita tocándome el clítoris, mi izquierda estrujaba mis senos.

No pasaron ni dos minutos y me vine tensando mis piernas, fue un orgasmo fenomenal. Cuando recobré el aire y la conciencia me sentí muy mal, me sentí avergonzada haberme masturbado delante de mi hijo, desnuda y más aún, venirme como una puta.

Cuando mi respiración se normalizó un poco, abrí los ojos y me encontré con la mirada de Marco, el rubor en su cara denotaba la excitación que tenía y el bulto que se formaba en su pantalón era digno de una película porno.

– Vamos-, le dije animándole, -yo ya me he masturbado ahora hazlo tú-

Mi intención era que fuera a su cuarto a pajearse, pero no entendió o no sé qué, pero bajándose el pantalón hasta los tobillos al igual que su calzoncillo dejó que su verga erecta con su cabeza húmeda de un color rosado lindísimo, su pubis incipiente, pero lo que más me llamó la atención eran esos dos testículos grandes y enormes, tal vez más de lo normal. Bueno, no soy ni era experta en huevos…

Empezó a meneársela delante de mi cara, pues él seguía de pie, levanté mi mirada para sonreírle y animarle a continuar, tenía los ojos cerrados y se mordía el labio inferior; abrió los ojos y de su boca salió una petición con voz infantil:

– Mamita, abre las piernas-, bajé mi mirada a su pene y cumplí su pedido.

Abrí mis piernas y cuando levanté la cara para volverlo a mirar, sentí un golpe en mi barbilla, fue tan fuerte su primer chisguete de leche que a mí me pareció un golpe, creo que si levantaba la cara para mirarlo, seguro me sacaba un ojo con el chorro que salió, ja, ja, ja…

El siguiente chorro de semen caliente, espeso y de un color blanquecino, hizo blanco en el canal de mis tetas, los siguientes en mis pezones, estómago, piernas, y el último, cayó entre mi pie y el cuero del zapato que lo cubría. ¡Qué cantidad!, me sentía bañada en aquel caliente semen. Mi mano instintivamente tomó lo que había en mis muslos y los llevó a mis abultados labios, cuando Marco iba a empezar a meneársela otra vez, me contuve, no estaba nada bien.

Me levanté con afán de escapar, pero por la posición tuve que hacer mucho esfuerzo jalando mi cuerpo hacia el filo del sillón y bajando mi cabeza para poder ganar impulso, lo que hizo que al levantar la cara, rozando esa verga con la nariz y restregándola hasta el mentón, aún estaba embarrada de semen…

– ¡Qué bien!-, le dije. -Pero mi rey, mira como dejaste a mamá, toda bañada de leche. ¡Qué cantidad!… -, le decía, mientras él bajaba su mirada como avergonzado.

Le tomé de su barbilla y levanté su cara.

– No mi vida, está bien… Mamita gozó de tu orgasmo-, y le abracé.

Su pecho se juntó aplastando mis tetas y su pene aún erecto me golpeaba el pubis.

– Mi vida, ya te manché, vamos, vamos a darnos una ducha-, le tomé la mano y caminé delante con él atrás, mis ricas nalgas vibraban cerca de su falo, y sin que me viera, me lamí el mentón sorbiendo algo de rica leche.

Lo metí en la bañera.

– Dúchate mi rey, yo voy hacer pipí-, la verdad es que tenía la vejiga llena.

Cuando me iba a sentar, me tomó de los hombros y me dijo:

– ¡Quiero verlo!-, me dio un vuelco el corazón.

Me levante y entré con él a la bañera, se arrodilló y yo me volteé, haciendo punta el culo abrí las piernas para ofrecerle una mejor visión y doblándome dejé salir el caliente chorro de orín, no quise pensar en nada más, mis orines me mojaron el interior de las piernas, mi vellosidad y, obviamente, el piso. Terminando, abrí el agua caliente y nos duchamos. Salimos del baño arropados con la toalla.

– ¿Te gustó, descarado? Espero, como te dije, que esto no lo sepa nadie, pues somos madre e hijo y la sociedad lo vería muy mal, tenemos que cuidarnos y bla, bla, bla… –

– Si mamita, me ha gustado pero me gustaría pedirte otras cosas como… –

– ¿Cómo qué?… Bueno, ya hablaremos-, le dije.

Empecé a vestirme, tomé un calzón blanco del cajón y me dijo:

– ¿Puedes ponerte uno negro?-

– ¿Por qué, papito?-

– Es que me gusta mucho ese color y me excita tanto-

– Esta bien, ¡escógelo tú!-

Tomó una tanga negra y un brasier del mismo color.

– ¿No tienes portaligas, mamá?-

Yo sólo había visto en fotos, pero nunca me había imaginado comprarlo, pues mi marido me quitaba el calzón, el sostén, me mamaba las tetas, un poco de dedo en el clítoris y adentro se ha dicho; dos empujadas y nadando en semen, o me la hacía mamar, me la metía y lo mismo… ¡Qué pendeja!…

– No mi vida, no tengo, lo compraremos, te lo prometo-

– ¿Por qué no vamos ahora mismo, mamita?-

Mi mente regresó a las fotos que había visto alguna vez, esas mujeres se veían muy putas y me excitó la idea de verme así…

– ¡Está bien!… -, grité; -vístete y vamos a comprarlo-

En la tienda, mis manos sudaban, tenía una vergüenza tan grande pues la dependiente pensaría que soy una cualquiera y cosas así, me suponía. Entre tartamudeos le pedí a la chica un liguero en negro, ya que Marco me había dicho el color al oído, pasó a la estantería y me lo entregó. Yo no sabía ni como iba, si era patas arriba o abajo; al ver mi turbación, la chica gentilmente me lo indicó, al mismo tiempo que me decía:

– Tranquila señora, que no es cosa del otro mundo; yo misma llevo uno del mismo modelo… Venga para que vea-, me dijo.

La seguí atontada, entramos a un probador, se levantó el vestido rojo y…. casi me caigo de espaldas, tenía una tanga tan diminuta que todo su vello púbico se le salía por los lados, y cuando se giró, una pequeña tira se le metía entre los cachetes del culo. Sólo atiné a decirle que me llevaba el liguero; pagué y salimos.

En casa me puse a preparar un suculento almuerzo y Marco andaba de arriba a abajo con la bolsita que contenía la lencería erótica comprada, y también la tanga, que la vendedora me la puso para hacerle juego al liguero, y claro, me la cobró sin que pudiera yo rechazarla.

– Esta listo el almuerzo-, grité; sin darme cuenta que se encontraba a mis espaldas.

– Si mamá… ¿Sabes mamita?… ¿Sabes?… –

– ¿Qué mi rey?-

– Por fa… ¿Quieres ponerte lo que acabamos de comprar?-, casi salto fuera de los zapatos, estaba muy ansiosa de ponérmelo, pero no podía yo tomar la iniciativa…

– ¿Quieres decir, ahora?-

– Claro mamita, ¡ahora!… Perdón, no quise levantar la voz-

– Está bien pero tendrás que ponerte como yo te diga… –

Ahora que lo recuerdo retrospectivamente, para mí era un mundo de excitación cuando veía a mi marido en camisa, con calzoncillo y en calcetines, le dije que se pusiera así, pero no creo que mi marido haya sido quien me haya puesto ese gusto, creo que ya lo tenía. Salió corriendo a su cuarto y yo al mío.

Por la premura no había comprado medias apropiadas, así que no me quedó otra que cortar unas pantimedias y usé las perneras; salí con el mismo vestido y Marco estaba en el corredor esperándome…

– ¡Pero mamita, no con vestido, sin él te verías mejor!-, me dijo con una voz tal dulzona que hacía que me derritiese.

Entré al cuarto y me lo quité, me sentía tan puta así en liguero, sostén y esa tanguita que no me cubría nada, no me rasuraba así que todos los pelos del pubis se asomaban. «Bueno, así le gusta», pensé. Y salí. Mientras bajaba las escaleras sentía la mirada de mi hijo en mis redondas nalgas y traté de contonearme más, si había como.

Comimos sin decir nada solo sonriendo y excitándonos de la visión que los dos teníamos.

– ¡Mamá a estado rico!-, me dijo, -pero quiero mi postre-

– ¿Postre?… Hay fruta… –

– Sí, unos melones… –

– No hay… –

– Si que los hay-, y rió. -¿Puedo pedirte algo?-

– Si papito, ¿qué quieres?-

– Mira… Yo nunca he estado con una chica-, me soltó, -y quiero verte toda-

– Pero papi, ya me viste esta mañana, ¿no te bastó con eso?-

– Si, pero otra vez, ¿si?-

– Está bien, vamos… -, le dije.

Ya en la sala…

– ¿Qué más quieres ver?-

– Tus tetas-

Un litro de lubricante salió de mi vagina, se acercó a mí y me di la vuelta para que me desabrochara, lo hizo con dificultad, estaba nervioso; me quitó ese hilito que tenía por calzón y mi culo apareció grande y duro. Se puso delante de mí y empezó a examinarme como un experto en joyería lo hiciera con una joya especial…

– ¿Puedo?-, y extendió sus manos…

– Si mi vida, tócalas siente mis tetas; estrújamelas-, grité.

Empezó con sus deditos a rozarme los pezones. Mi piel parecía de una gallina sin plumas. Fue abarcando poco a poco una teta y con ambas manos las amasó, frotó el pezón con los dedos y luego pasó a la otra. Levanté los brazos para que pudiera tocarme como quisiera y las piernas empezaron a flaquearme. Tocó a continuación mis axilas, mis costillas y llegó a mi vientre, un poquito abultado. Buscaba meter un dedito en mi ombligo… Siguió la exploración por mis anchas caderas hasta que llegó a mis tobillos, trató de meter sus manos entre mis pantorrillas y las separé para ayudarle, siguió con su tocamiento por mis muslos internos y sentí que resbalaban sus manos, mi lubricación chorreaba muslo abajo.

Sentí sus dedos acariciar la mata de pelos de mi coño, y cuando abrí los ojos pude ver como su nariz se deleitaba con mis olores.

– ¿Te gusta papito?… ¿Te gusta como huele mamita?-

– Me encanta… –

– Si, ya sé, te recuerda el olor de mis pantaletas-

– Si, y eso me gusta tanto… Gírate-

Me volteé y mis nalgas quedaron a la altura de su nariz, empezó a acariciarlas haciendo círculos siguiendo el contorno de mi trasero, yo gemía como una perra me sentía tan puta dejándome acariciar por mi hijo y mi excitación iba en aumento. Separó los cachetes de mi culo y mi ano se mostró por primera vez ante los ojos de un hombre, ¡ni su padre me lo había visto, ni siquiera YO!… Metió su nariz en la rayita de mis nalgas, di un brinco hacia delante, pero me volvió a jalar hacía sí y volvió abrir los cachetes de mi trasero.

– ¡Qué rica estás mami, estas bien nalgona!-

– ¡Aghhh!… ¡Detente por favor, no!…  -, y me retiré, pero las naves habían sido quemadas no había regreso.

Lo levanté, abrí su camisa y empecé a acariciar su pecho lampiño pero muy formado, ¡qué tórax!… Empecé a besar sus tetillas, era mi primera vez, ni a su papá lo había tratado con tanta putería… Me arrodillé y seguí por su ombligo, estaba loca tratando incluso de morder su carne… De un tirón le bajé el calzoncillo y apareció su durísima verga, 15cm (luego la medí), estaba bien parada, como a las mujeres nos encantan las vergas, y olía muy rico, a jabón de castilla, a macho, a semen… La acaricié tratando de arrancarla y que sea fuera para mí.

Bajé por sus muslos raspándolo con mis largas uñas hasta sus tobillos cubiertos con calcetas blancas, le di la vuelta mientras oía sus gemidos, sus bramidos, y lamí sus redondas y firmes nalgas; las abrí y olí… ¡Qué aroma tan cachondo!… Ahí descubrí de quien había heredado el gusto por los olores. Cuando iba a meter impulsivamente mi lengua en su ano, se giró meneando su verga a pocos centímetros de mi boca, sostuve su mano y…

Arrodillada como estaba la tomé entre mis manos y dirigí mi boca hacia su verga, no sabía como hacerlo, nunca había mamado una, a nadie, con nadie, me iba a estrenar con mi hijo… La lamí y sentí sus líquidos preeyaculatorios, los saboreé como si de manjar se tratara.

Su verga tenía un color distinto al que me acordaba, era de un rojo intenso, su cabeza era casi morada y los testículos contraídos y duros como dos nueces; me la metí en la boca y la succioné, no sabía reconocer los síntomas previos al orgasmo, y cuando succioné y chupé, el espeso semen inundó mi boca, en milésimas de segundo decidí no sacármela de la boca pero algo pasó a mis pulmones que me hicieron soltarlo y toser, me había atragantado…

Los siguientes chorros cayeron en mi espalda pues me agaché para toser, alcé luego la vista y me encontré con su dulce mirada, más dulce que otras veces y el remordimiento había desaparecido, era una hembra y él un macho, no éramos madre e hijo.

– Ven mi vida… Dime, ¿qué te pareció?… ¿Te ha gustado?-

– ¡Mmm!… Mami, ha estado rico, no pensé que fuera así… –

– ¿Nunca has tenido relaciones con nadie?-

Dentro de mi pensé: «Qué tontos hemos sido, ¿no?»

– No mamita, nunca. Sólo me he masturbado-

– Claro, con mis calzones-

– Es que estas muy buenota, mamá-

– Ven… ¿Qué te gusta de mí?… Dímelo… –

– Tu aroma me encanta, y cuando vienes del trabajo vienen tan húmedos tan olorosos… Me da la impresión que no trabajas en una oficina, si no que te imagino que trabajas de puta… –

– ¡Aghhh, papito!… No me digas puta porque me chorreo… ¡Ven!… Si mis secreciones te encantaban, ¡pues mira!… Huéleme directamente… ¡Ven y huele a la putona de tu madre!-

Caí sentada en el sillón sacando mi culo por el filo del asiento y abriéndome las piernas de par en par, me tocaba los labios vaginales abriéndomelos mucho, mi piel es blanca así que el contraste de las medias negras, el color mamey de mi raja que acababa de descubrir me volvía loca a mí misma, no se diga a Marco. Se arrodilló y trataba de ver cómo eran los pliegues de la vagina, gimiendo como una puta le dije:

– ¡Cómeme, lámeme no me hagas sufrir!… –

¡Ahhh, qué rico!… Sentía su lengua que torpe, exploraba, lamía y chupaba toda la extensión de mi raja. En un impulso le tomé de la cabeza hundiéndole en mi vagina mientras el orgasmo me sacudía violentamente, las lágrimas se escaparon de mis ojos, nunca había pasado eso ni cuando me masturbaba, tuve que apartarlo violentamente, no soportaba más el rico roce de su lengua…

– ¿Qué pasa mamita, te hice daño, por qué lloras?-, me decía muy asustado.

– N-No es nada sólo que me has brindado tanto placer-, y lo abracé dándole un beso apasionado y sintiendo mi olor y mi sabor en sus labios.

Nos levantamos y lo llevé al mi cuarto que desde ese instante sería también el suyo, me tumbé en la cama y volví al limbo del placer… Su boca recorría mis ojos y mi boca.

Siguió a mi cuello, se detuvo mucho rato mamándome las tetas, que son supersensibles, lo que provocó en mí un orgasmo; siguió su camino buscando meterse en mi ombligo.

Tiraba con sus labios los pelos de mi pubis lamía mis muslos, los broches del portaligas saltaron al arrancarme las medias, siguió y siguió hasta que llegó a mis pies. Traté de incorporarme para observar mientras temblaba, su boca besaba mis pies, lamía mis dedos, lo que producía en mí un cosquilleo fuera de este mundo; me gustaba él había descubierto otro punto sensitivo de mi cuerpo y como si supiera lo que yo sentía me daba placer lamiendo y chupando cada dedito, mientras me revolcaba presa de un placer especial.

Me dio la vuelta y quedé sobre mi estómago chupó el talón de Aquiles, siguió por mis pantorrillas muslos y se saltó mi redondo culo, subió por mi espalda hasta mi nuca y fue regresando lentamente hasta mi trasero que yo levantaba buscando el contacto de su lengua.

Lo besó, lo lamió, dio mordisquitos en mis nalgas, otro punto sensitivo, y creo que todo mi cuerpo lo es, al igual que el de cualquier mujer cuando un hombre no es egoísta y sabe hacer gozar a su hembra. Abrió los cachetes de mi trasero y paró su lengüeteo para mirar con detenimiento mi arrugado anito; supongo que lo contraje involuntariamente por le oí decir:

– ¡Mamita, hazlo otra vez!-, lo hice y lo hice hasta que sentí su lengua lamerme el ano.

Nadie me lo había hecho, nadie me lo había visto y peor, saboreado como mi hijo, desde ese momento, mi macho, lo hacía. Me volteó nuevamente y atacó mi vagina, dos lamidas y mi cuerpo se arqueó presa de otro orgasmo avasallador que sentía.

Obnubilada sentí su fierro en mi entrada, ¡me iba a coger!… Moví mis caderas buscándolo y sentí como resbalaba su verga por las paredes sensibles del canal vaginal; esa verga que me tenía hipnotizada. Me dolió algo pero me adapté al grosor. Se movía con penetraciones rápidas, hasta que sentí su respiración agitada; me inundó de su caliente leche… Soy sensible y pude sentir como la leche se derramaba… ¡No lo podía creer!, sentía el semen inundando mi vagina, bañándome el cuello del útero…

Crucé mis piernas atrayéndolo a mí y exploté en otro orgasmo tan o más fuerte que el anterior. Salió de mí acostándose, me levanté para ir al baño, tenía ganas de hacer pipí. Cuando me iba sentando entró Marco…

– Mamá, quiero ver como lo haces-

– Pero si ya me viste… –

– Si pero otra vez quiero, ¿si?-

– Tú ganas papi. Ven, entremos a la ducha-

– No mami, aquí mismo, sentada… –

Empecé a orinar, cuando siento su mano metiéndose entre la tapa del inodoro y mi vagina que soltaba chorros de caliente orina. Su mano era bañada por el dorado líquido y me sentía muy extraña, le gustaba mi meada y la disfrutaba, pues su pene estaba erecto y apuntando a mí.

– Lávate las manos, cariño, estás que chorreas-, mientras me sacaba mi rajita, él se lavaba las manos. –Anda, apúrate porque me toca a mí verte-

Lo tomé en mis mano para hacerlo orinar como cuando era pequeñito, no lograba doblarlo para apuntar al inodoro así que le di la vuelta y apunte su verga hacia la ducha, sentí por el tallo de su palo, correr la orina de una manera especial que me excitó; mientras salía ese precioso líquido puse mi mano izquierda delante para sentir el golpeteo caliente que me excitó aun más…

Caminamos a la cama, lo tumbé y sin pensarlo dos veces me monté y de un sentón me clavé hasta que su cabeza chocó con el cuello de mi útero, sentí un placer enorme de poder dominar.

La entrada de su verga no me dolió en lo más mínimo pues estaba muy lubricada por su semen y mis juguitos.

Subía y bajaba como un yoyo mientras sus manos se regodeaban en mis tetas; levantaba su cabeza para mamármelas, hasta que sentí otra vez el orgasmo y me abracé a él que se quedó quieto, crucé mis piernas por encima de su cuerpo y me di la vuelta como un trompo girando sobre su eje, la verga en este caso.

Mis nalgotas fueron manoseadas así como mi ano también. Me miré en el gran espejo de mi cómoda, mis tetas botaban y se bamboleaban de lado a lado, mis manos en sus piernas para mantener la postura, me vi la cara de puta que ponía y exploté en otro orgasmo.

Cuando el roce se convertía en algo insoportable, sentí que mi hijo se convulsionaba, salté con agilidad propia de mejor causa, y me metí su verga en la boca recibiendo el espeso semen, tragándomelo como si de un plato exquisito se tratara; sentí que me empujaba haciéndome soltar su verga.

– ¡Detente por favor, ya no aguanto más!-, decía con voz ronca.

Me acosté a su lado, nos tapamos con una colcha y nos quedamos dormidos. Serían las dos la mañana cuando sentí su pene tratando de entrar en mi vagina, estaba de espaldas a él, hice punta el culo y su verga resbaló… Empezó un vaivén delicioso y explotamos juntos, volvimos a dormirnos sin que Marco sacara su verga de mí.

Las 10 de la mañana…

– ¡Marco, mi vida, levántate, debes ir a la Universidad!… –

– ¡Mami, hoy es domingo!… –

Tomamos conciencia estábamos desnudos, lo besé y nos arrastramos hasta el baño. En la tina recordé su afición por verme orinando y lo acosté, en ese reducido espacio. Abrí mis piernas y me acuclillé y solté un potente chorro de orina sobre su verga, mientras él me miraba extasiado; terminé y…

– ¡Te toca a ti, papito-

Claro, me acosté y cuando empezó a orinar pasó algo gracioso y original, el semen se había secado en su meato formando un tapón central, así que parte de sus orinas iban hacia abajo a mi pubis y estómago y la otra parte saltó sobre mi cara; cerré mis ojos y mientras reíamos, él terminaba de orinarme… Luego me enteré que a eso le llamaban LLUVIA DORADA y realmente es bonito… Nos bañamos, mi pubis tenía su semen reseco al igual que mi entrepierna, nos dimos placer con el jabón sobre nuestros cuerpos mientras nos besábamos como dos adolescentes. Había recuperado mi vida, mi sexualidad, estaba feliz.

Después de vestirnos muy elegantes salimos al centro y buscamos un restaurante chino para comer, regresando y me convertí en su postre.

Me mamó la vagina como por media hora regalándome tres orgasmos maravillosos; al besarme sentí un olor peculiar en su boca, era el semen que había adquirido un aroma especial por haber dormido con tanta leche en mi vagina.

Cualquier mujer sabe a que me refiero… A Marco también le había gustado, como me confesó luego. Volvió a cogerme, pero esta vez yo en el filo de la cama a cuatro patas y él parado aferrado de mis caderas. Me bombeaba duro hasta que me llenó de semen, era como si no se drenara; como dije, tiene unos huevotes enormes, debe ser eso la causa para que tenga tanta lechita.

Cuando regresé el lunes a casa, después de trabaja, se abalanzó sobre mí y empezó a quererme desvestir mientras sus manos manoseaban mi cuerpo; al llegar a mi entrepierna, saltó como un resorte…

– ¿Qué pasó mamita?-

– Primero deja de llamarme mamita, de ahora en adelante cuando estemos solos me dirás  mi vida, mi reina… Mavi, Victoria, o como tú quieras, menos mamá. Pues soy tu puta, ¿no?-

– Si… Pero, ¿qué pasó?-

– Nada, lo normal… De tantas veces que me cogiste, me destapaste, estoy menstruando-, le dije.

– Pero… Yo pensé que tú nada ya de nada… –

– ¡Qué te piensas, ¿qué soy una vieja menopáusica?!… No vidita, todavía puedo concebir y tener otro hijo, y ojalá no salga tan cogelón como tú-, y me reí.

Me bajó la falda las medias encontrando las manchas de sangre en ellas y quedó mirando la toalla sanitaria que tenía entre las piernas.

– ¿Puedo verte Mavi?-

– No mi rey, me daba vergüenza-, creo que a cualquier mujer debe pasarle lo mismo, pero para nosotros era diferente.

Mi hijo era fetichista y también le gustaba aquello.

– Por favor… -, me suplicó.

– Está bien, pero no vayas a hacer una escena si no te gusta, ¿ok?-

– Ok-

Me bajó la pantaleta y las miró toda ensangrentada, así como la toalla toda manchada; luego dirigió sus manos a mi vagina y la abrió.

– ¡Qué bien hueles!-, me dijo y lanzó su lengua.

Traté de detenerlo pero ya la incrustó entre mis labios rozándome el clítoris…

– ¡No mi vida, no es nada normal!-, se levantó me tomó de la mano llevando a la sala me quitó el calzón y sólo sacando su verga por entre el cierre me la metió.

No pasaron ni dos minutos de embates cuando explotamos juntos, cuando me la sacó de la vagina, su pene estaba todo embarrado de sangre menstrual y de su semen y su pantalón muy manchado; nos reímos pero realmente esa asquerosidad nos había puesto muy a tono principalmente a mí. Sin quitarle el pantalón me subí sobre él y me clavé su verga hasta el fondo, me estaba gustando montar, y más al saber que me lo iba a coger mientras menstruaba. Normalmente las mujeres no lo hacen cuando están reglando, pero nosotros no perdemos oportunidad y actualmente nos gusta hacerlo esos días, hay menos peligro y me encanta el color a tierra tostada que toma la sangre sobre su cuerpo y también sobre el mío; cuando me doy una restregadita de vagina por su cuerpo y en especial en sus nalgas sobre las que simulo el coito, Marco se la chaquetea.

Bueno, ¿en dónde estaba?… ¡Ah, ya!… Traté de ponerme en cuclillas para que la penetración fuera más profunda y al no aguantar las piernas, me fui hacia adelante cayendo arrodillada sobre sus bíceps, él aprovechó para sujetarme de los pies, ¡qué postura más deliciosa!… Yo casi hecha un ovillo con mis rodillas en sus brazos mis pies sujetos por sus manos a la altura de mis talones, todo mi trasero expuesto en el espejo para que mirara su verga profundamente clavada hasta el cuello del útero, mis tetas colgando y golosamente chupadas y mis manos jugando y acariciando su pecho y testículos. Exploté porque era más que insoportable seguir recibiendo embates de su verga, pues se apoderó de mí una sensación de como cuando le ponen electricidad en el cuerpo y la van subiendo más y más…

Como no me soltaba los pies tuve que levantarme hasta quedar parada sobre él, las piernas no me respondían y cuando mi respiración se normalizó abrí mis ojos y me encontré con su tierna mirada, más tierna si cabe la palabra; sentí algo caliente correr por la parte interna de mis muslos; al inicio pensé que era su lechita pero después pude comprobar que era mi sangre que chorreaba pierna abajo, y formaba un charquito sobre su camisa; me asusté pensé que me había hecho daño por dentro, como un desgarro interno, no sabía y asustada corrí al baño y traté de secarme con una toalla, la que por cierto se echó a perder, al quedar manchada. Buscaba la manera de lavarme como fuera y me tranquilicé al ver que la sangre ya no manaba; salí y lo encontré preocupado por recoger la colcha que habíamos manchado y buscaba quitarse la ropa que estaba hecha un desastre.

Lo llamé y lo metí a la ducha, me desnudé en un rato y nos metimos a bañarnos, sabía que Marco estaba muy caliente su pene parecía un mástil de lo duro y parado que estaba, su cabeza morada y las venas parecían que iban a estallar de un momento a otro; luego de lavarlo me arrodillé y empecé a meterme su verga lo más profundo que podía en la boca, creo que me llegaba hasta la garganta por las náuseas que tuve. Saqué su verga para recuperarme y sentí un chorro de leche directamente en los ojos, traté de cerrarlos pero era tarde algo me entró y sabes, arde mucho; el segundo me cruzó la cara terminando en mi oreja izquierda, los siguientes fueron menos fuertes y cayeron en mi nariz, frente, labios y nada quedó sin leche, pues con su mano me daba masajitos para que nada de mi cara quedara sin su ración de leche; abrí mi boca y volví a mamársela, pero él no lo soportaba, había heredado también de mí esa sensibilidad, así que la solté y busqué lamerle las nalgas; se agachó ofreciéndome su trasero y mis lamidas y mordiscos lo hacían gemir como loco.

Seguí y me atreví a abrir sus nalgas para encontrarme con su ano oscuro de color, con algunos pelitos que lo rodeaban, sin pensarlo pasé un dedito y se crispó atrapándolo con sus nalgas, lo soltó y al volver a abrirlas vi como su anillo me hacía pucheritos invitándome a saborearlo. Como recordarán, no había visto el ano de nadie y peor chupado. Metí mi lengua como una desesperada lamiendo cada rinconcito sintiendo como sus pucheritos aplastaban mi lengua. Marco tenía las dos manos apoyadas en la pared y me decía que lo masturbara; solté mi presa y me dirigí a su verga…

– No Mavi, no… Sigue con tu lengua y con tu mano-, volví a atacar su retaguardia, y con la izquierda separaba las nalgas pero no podía con una sola mano, le pedí que se las abriera.

Puso su cabeza contra la pared se abrió las nalgas y pude meterle mi lengua mientras lo pajeaba con la derecha. Bramidos salían de su boca y su semen salió disparado a chocar contra la pared… Le había gustado y me hubiera encantado que él hiciera lo mismo conmigo, pero no me atrevía a pedírselo… Nos dormimos juntos.

Los días subsiguientes pasaba esto y lo otro; yo llegaba del trabajo y me quitaba la falda y la blusa, y así en brasier, medias nylon, pantaletas y tacones me paseaba delante de él… Le gusta verme así y yo me siento hembra deseada y admirada así como también amada muy amada. Me cogía donde él quería o a mí se me antoja: en la cocina, el comedor, el patio trasero de la casa, de noche sin luz y con las cortinas abiertas, bueno eso es lo más estúpido y loco que hicimos, si nos veía algún vecino…

Tomo la píldora pues no quiero quedarme encinta de mi propio hijo, pero lo que más me gustó fue lo que hicimos en mi cumpleaños. Para mi suerte cayó día viernes, pedí la tarde libre en la oficina y llegué a casa. Cuando entré me di cuenta que había sobre la mesa un regalo, quise ver pero lo dejé, me pareció impropio. Me di un buen baño en la tina con todo tipo de sales, unté mi cuerpo con crema, me perfumé muy bien y me vestí con portaligas, medias negras, una tanga blanca para contrastar, brasier negro, un top muy pequeñito que dejaba mi ombligo al aire, una faldita muy corta y de vuelo que con el movimiento dejaba ver la parte superior de las medias negras y la blancura de mi piel, en fin… Una locura para alguien que le guste esas cosas…

MI rey llegó y se sorprendió al encontrarme así, traía un pastel y una botella de ron, me cantó la Mañanitas comimos pastel y brindamos con el licor; me dio el regalo y me dijo que lo abriera cuando él me lo indicara, ¡qué curiosidad!…

Nos empezamos a besar, me quitó la ropa dejándome en portaligas y sostén que sólo sostenían mis tetas que las había sacado por encima de las copas, yo sobre la mesa del comedor a cuatro patas y él sentado en la silla, yo de su postre, por supuesto. Me segueteaba la raja haciéndome vibrar mientras su dedo acariciaba mi ano, exploté y paró de comerme la vagina para pasar a lamerme el culo, ¡cómo me lamía!… Me metía la lengua hasta que sentía sus dientes, me masajeaba el clítoris haciéndome pedir más y más, cuando iba a explotar por segunda vez, se alejó, me tomó en sus brazos y me llevó al dormitorio.

Volvió atacar mi culo y sentí su dedo que me penetraba, yo era virgen por el fundillo pero me gustaba esas dedeadas que me daba, lo disfrutaba; de pronto sentí su verga dura que resbalaba por la paredes de mi vagina y yo movía el culo metiéndola hasta el fondo, su dedo no se había movido de mi ano y me proporcionaba un placer adicional. Exploté otra vez pero esta vez me la sacó… Cuando en eso siento algo frío que se regaba en mi ano y su dedo resbaló con más libertad, ya no era uno, eran dos los que entraban y salían de mi culito con facilidad asombrosa. Sentí su mano en mis caderas y con la otra apunta su fierro a mi recto… Traté de mirar pero no me dejaba, sentí un tremendo dolor cuando su glande penetró mi esfínter, grité:

– ¡No!… ¿Qué me vas hacer?… -, cuando sus huevos chocaron con mis nalgas supe que me había clavado toda la verga por el canal trasero.

El dolor era insoportable, pero la dejó quieta y ya no sentía la presión sino algo muy rico…

– ¡Sigue papito, sigue!-, fueron mis palabras y empezó el vaivén delicioso en mi ano.

Luego de unos minutos me entregó el regalo, lo abrí y mis ojos se abrieron como platos… Era una verga de caucho muy real, de unos 25cm pero no muy gruesa con correas.

– ¡Es tu regalo!-, me dijo.

La tomé y mi cuerpo adquirió una excitación tremenda.

– Métetela en tu vagina, Mavi-

Como autómata la llevé a mi chorreante raja y me la empecé a meter, tenía dos vergas en mi cuerpo y mi orgasmo se multiplicó por mil. Caí desmayada… Qué enculada me había dado mi macho, no pensé que me desmayaría, la leche me chorreaba por las nalgas saliendo de mi hoyito trasero. ¡Era mar de sensaciones indescriptibles!… Sentí ganas de vaciar el estómago, fui al baño, me senté y evacué mis intestinos con sonoros pedos, cuando terminé me lavé el ano con agua y jabón y regresé por más.

– Papito, quiero sentirte otra vez en mi trasero ha estado riquísimo… Vuélveme a meter tu verga en mi culo-, subió mis piernas a sus hombros puso más KY en mi ano y deslizó su verga por mi canal trasero.

La presión de la primera vez había cedido como por encanto, no había heces que estorbaran la penetración y volvió al ataque; su rica verga entraba y salía tocando puntos que nada o nadie había tocado, mis dedos acariciaban mi clítoris y volví a venirme gritando y moviendo mi culo para clavarme más y más. Marco volvió a llenarme los intestinos de su rica leche…

De ahí en adelante me volví adicta al semen, que a veces cuando queríamos más morbo, mejor dicho yo quería, Marco utilizaba condón, yo lo guardaba y me lo llevaba a la oficina para estarlo probando y oliendo, ¿se imaginan todas mis puterías?… Adicta también al sexo anal por lo menos tres veces en la semana, me gusta que me de por el culo y me llene el recto con su caliente y sabrosa lechita, claro previo a un enema que él mismo me lo aplica con mucho delicadez y cuidado, así estoy segura de la higiene, pues cuando acaba me encanta lamerle la verga y sentir el lubricante mezclado con su semen, es un sabor encantador.

Voy a mi trabajo vistiendo sus calzoncillos y él va a la universidad llevando mis pantaletas que luego intercambiamos… Creo que todo lo hacemos muy cachondo, pues me imagino que sus huevos están en contacto con mis labios vaginales y me mantiene excitada todo el día y con unas ganas tremendas de llegar y que me coja sin parar toda la noche.

Espero que el relato de mi vida les haya gustado y pueden escribirme haciéndome llegar sus comentarios y sugerencias un beso a todos aquellos que les apasiona el tema tabú del sexo incestuoso.

Un comentario

  • Muy sensual y sexi y eres una rica adipta al sexo que lo disfrutas bien por ti y tu hijo , sigan y no se preocupen del que dirán es solo su deseo no lo van a conversar a nadie es su secreto. Disfruten

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