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Mi tío

Mi tío

Soy Cecilia, tengo 23 años y vivo en Buenos Aires.

Soy bastante atractiva, no una modelo, pero soy bella, alta, delgada, de cabello castaño largo y lacio, ojos negros, una boca sensual y mi cuerpo es armónico, tengo pechos pequeños pero bien formados, una cintura pronunciada y una cola casi perfecta.

Ya desde muy chica mis padres me enviaban a pasar un mes de vacaciones a la casa de mis tíos en la playa.

Yo la pasaba bárbaro porque además de mis tíos estaban mis primos Luis y Hugo que tenían unos pocos años más que yo y un montón de amigos ya que ellos vivían allí todo el año.

Jugábamos en la playa, nos reíamos, charlábamos y ahora que éramos más grandes también íbamos a bailar.

Era una familia humilde pero vivían en una playa hermosa.

Mi tío se dedicaba a la construcción y mi tía a la limpieza de casas de familia.

Cuando crecieron mis primos le ayudaban a mi tío.

Era para mí común verlos con el torso desnudo, sus cuerpos bronceados y ese olor a transpiración que me era tan familiar.

Un día del verano en que yo ya tenía 17 años, mis tíos andaban por los 40 y mis primos 20 y 18 respectivamente, mi tía Tota, la hermana de mi mamá, tuvo que trasladarse a Buenos Aires por dos días a hacer unos trámites.

Me había invitado a acompañarla pero preferí quedarme porque el tiempo estaba espléndido y yo me divertía muchísimo con mis primos y ya me había hecho de amigas nuevas.

Después de comer, a la hora de la siesta, yo estaba acostada en la cama de la pieza que me habían destinado, desnuda pero tapada con una sábana, cuando sentí que entró alguien sin hacer ruido.

Era mi tío que se sentó en la cama al lado mío y comenzó a acariciarme el cabello.

Yo no me extrañé porque era muy cariñoso conmigo.

Cuando bajó su mano por mi espalda, aún encima de la sábana, me puse alerta y cuando la posó en mi cola, sobresaltada me di vuelta y le pregunté qué hacía, si se había vuelto loco.

Nada, me contestó él, quédate tranquila que yo sé que te gusta, te veo en la playa como vas casi desnuda con ese bikini que apenas te tapa haciendo calentar a los chicos.

Le dije que me dejara o se lo contaría a mi tía a su regreso.

Me tomó de la cara con fuerza y me tapó la boca para que no gritara.

No chiquita, me dijo, yo le voy a contar a tu tía que andas calentando a los chicos y que te has acostado ya con más de uno, todos lo saben.

Ella se lo contará a tus padres y ya sabes cómo reaccionarán ellos que son tan moralistas.

No, por favor tío, no le digas eso a mis padres, alcancé a suplicar, sabes que no es verdad, que soy virgen.

Pero no me oía o hacía que no me escuchaba.

Había deslizado la sábana y me acariciaba los pechos.

Yo volví a suplicarle y él me dio un cachetazo con fuerza y me advirtió: no le voy a decir nada si te portás bien, pero tenés que ser muy obediente ¿me entendiste?.

Como tardé en reaccionar me volvió a pegar en la mejilla con la mano abierta y no tuve más remedio que aceptar.

Así me gusta, me dijo, siéntate en el borde de la cama, mientras se bajaba los pantalones.

Me sobresalté ante el tamaño de su miembro y eso que aún estaba medio flojo.

Nunca había tenido uno tan cerca.

Había visto otros antes espiando a mis primos cuando se bañaban, pero tenerlo frente a mi cara nunca.

Como vio que yo no sabía qué hacer tomó una de mis manos y la apretó contra la base de su miembro y me indicó que la subiera y la bajara.

Yo observaba perpleja cómo iba creciendo de tamaño y se iba endureciendo mientras asomaba su cabeza por debajo de la piel.

Fue entonces que me la metió en la boca y me dijo: vas a comerla como se come un helado.

Yo me resistí y cerré la boca, pero me obligó a abrirla nuevamente con un tirón de pelos y otro cachetazo que me dolió.

Al principio me dio un poco de asco el olor a pis y a sudor, era un olor animal, pero al rato me acostumbré y empecé a disfrutar.

Sentía que salía un juguito agrio y no paraba de crecer.

Mi tío me tenía agarrada del pelo, igual pude ver como se le cerraban los ojos, echaba la cabeza hacia atrás y empezaba con un movimiento rítmico a metérmela más profundo en la boca hasta que estalló en un mar de leche dentro de mi boca.

Quise evitarlo pero el líquido me ahogaba y no tuve más remedio que tomármelo todo.

Mi tío con los ojos entreabiertos y con un hilo de voz me dijo: te gustó putita eh, tengo más para vos, ahora pásale la lengua hasta que no quede ni una gota y volvió a mostrarme su mano abierta amenazadora.

Pasé la lengua por su miembro desde la base hasta la punta con especial cuidado de su cabeza.

No me detuve hasta que no hubo rastros de semen.

Estaba excitada, me había mojado toda entre las piernas.

Ahora más tranquilo empezó a besarme y a acariciarme los pechos.

Al verme excitada pasó con fuerza su mano por mi raja que estaba mojada por mis líquidos y me metió un dedo hasta el fondo y lo hizo jugar adentro.

Yo jadeaba y me dejaba hacer.

Cuando su miembro estuvo otra vez erguido extendió su camiseta en la cama y me acostó encima de ella.

Se pasó saliva en su miembro y me la metió brutalmente de una vez toda hasta el fondo.

Yo ahogué mi grito pero no pude evitar el dolor.

Sentía el peso de su cuerpo encima de mí que me cabalgaba como un animal y me daba una mezcla de placer y dolor.

Acabó rápidamente otro torrente de esperma que inundó mi pequeña vagina.

No llegué a acabar pero sentí un enorme placer.

Cuando sacó su miembro vi que mezclado con el semen que bañaba mis muslos había un charco de sangre.

Casi me desmayo.

Se levantó, me ordenó que lavara la camiseta antes que volviera mi tía y que como me había portado bien no le diría nada a nadie.

Le obedecí y volví a acostarme.

Estuve toda la tarde tirada en la cama llorando.

Por la noche en la cena ninguno de los dos obviamente hizo mención de lo ocurrido, aunque mi tío me tiraba indirectas del tipo: se te ve más grande Cecilia, estás más crecida, eres toda una mujer y mis primos se reían a carcajadas.

En mi cuarto, después de cenar pensé que todo había pasado, que había sido una pesadilla y que al otro día iría a la playa como todos los días.

Me equivoqué.

Ya me estaba desvistiendo para dormir cuando entraron los tres.

Iba a gritar cuando me agarró mi tío y me dijo: eres una buena chica, vas a obedecer o todos se van a enterar.

Me quedé paralizada.

Mi tío se acercó y me tomó de un brazo y lo torció en mi espalda.

Me moría de dolor.

Me parece que no entendiste me dijo.

Alcancé a balbucear que si, que me iba a portar bien entre sollozos, entonces aflojó un poco la fuerza sin soltarme.

Así como estaba me hizo inclinar de modo de quedar con mi espalda paralela al piso, mientras me susurraba en el oído: ya eres una mujer, yo te hice mujer, y ahora vas a portarte como una mujer.

Las mujeres son todas unas putas y les gusta que las cojan con violencia, a lo macho, a lo animal.

Entrégate como la puta que eres y la vas a pasar muy bien.

Me calmé. No tenía escapatoria, además, cuando me susurraba en el oído me excitaba. Mientras mis primos se desnudaban él continuaba hablándome ahora más fuerte para que mis primos escucharan: le vas a chupar la pija a Hugo como te enseñé.

Hugo se paró delante de mí mostrándome su miembro.

Lo tomé y empecé a pasarle la lengua como había aprendido mientras lo estimulaba con mi mano.

Sentía como crecía y se endurecía en mi boca con ese olor y sabor de animal que reconocía.

Cuando comencé mi trabajo mi tío me soltó y se sentó al borde de la cama a pajearse mientras Luis se colocaba detrás de mí y me sacaba la bombacha, separaba mis piernas y me pasaba su lengua por mi raja.

Una vez que estuvo mojada comenzó a pasarme los dedos por la entrada de la vagina y por la cola.

Se me doblaban las piernas del placer que sentía.

Estaba toda mojada y gemía desenfrenadamente.

Nunca había sentido tanto hasta ahora y tuve mi primer orgasmo antes que Hugo acabara en mi boca.

Me tragué toda su leche y lamí su miembro como había aprendido. Mi tío tomó su lugar mientras Luis me tomó por la cintura y me la puso por la vagina de un solo golpe y comenzó a galoparme.

Su miembro no era tan grande como el de mi tío pero igual era de un tamaño importante y sentí que golpeaba las paredes de mi vagina con fuerza.

Mi tío que se había estado pajeando mientras observaba acabó casi al mismo tiempo que Luis.

Y alcancé mi segundo orgasmo.

Tenía la boca llena de leche al igual que mi vagina además del propio chorro que yo había lanzado.

Era el turno de Hugo que ya se había recuperado y me tiró violentamente sobre la cama boca abajo y me montó como a una yegua.

Eran animales que me estaban cogiendo y no cabía en mí de gozo.

Los otros dos se recuperaban disfrutando como Hugo me cabalgaba.

Alcancé el tercero de mis orgasmos al mismo tiempo que mi primo llenaba mi vagina con litros de semen hirviendo.

Estaba agotada y me costaba sostener el peso del cuerpo flojo de Hugo que no terminaba de eyacular.

Se ve que tenía acumulada esperma desde hacía rato.

Se corrió de mi lado cuando terminó y pensé que eso era todo, pero no.

Mi tío me tomó por el pelo y sin decir palabra me colocó al borde de la cama en cuatro patas como una perra.

Se ubicó por detrás de mí y me pasó saliva en el orificio de mi culo que estaba ya un poco mojado.

Le supliqué que no lo hiciera y el muy bruto me dio un golpe fuerte con la mano abierta en mi cola por toda respuesta.

Se mojó el dedo en mi vagina que estaba llena de jugos y esperma y me lo metió con fuerza en el culo.

Volvió a repetir la operación pero con dos dedos y la tercera vez ya era su miembro el que me estaba partiendo en dos.

El animal me lo puso de golpe y me hizo saltar del dolor. El miembro se salió.

Entonces me tomó con una mano de un hombro y con la otra se ayudó a metérmela despacio. Una vez que estuvo adentro pensé que no habría nada igual, que no podía ser que tuviera semejante pedazo de carne endurecida dentro de mi culito virgen.

Lo sacó y lo puso un par de veces hasta que entraba y salía con facilidad.

Entonces empezó la cabalgata. Me sentí una yegua que es cojida por un caballo.

El tipo me galopaba hasta que descargó todo su esperma en un chorro interminable que llenó mi culo.

Lo llenó de leche y placer. Me chorreaba semen por los muslos y el tipo no paraba de eyacular. Creí que me moría.

Me dolía todo y no paraba de gozar. Cuando la sacó y soltó mi hombro me desplomé en la cama. Era más que suficiente.

No pensaron lo mismo mis primos que ya estaban calientes otra vez y con sus miembros erguidos esperando por mi.

Hugo me empujó contra la pared, me hizo levantar una pierna y me la puso de parada.

Apoyada contra la pared me levantó la otra pierna y me la sostuvo con sus manos a la altura de su cadera mientras me la daba contra la pared.

Creí que me iba a reventar la cabeza y la espalda.

Antes de acabar me llevó así como estaba y se acostó en la cama y yo arriba. Putita, muévete vos me dijo.

Pasé mis piernas por sus costados y me moví con las pocas fuerzas que me quedaban. Antes que me desmayara Luis se sumó para ponérmela por el culo que estaba ardido.

No alcancé a decir nada que ya la tenía adentro.

Luis llevaba el ritmo y yo en el medio del sándwich.

Alcanzamos a terminar los tres casi al mismo tiempo.

Me acompañaron al baño y me ayudaron a higienizarme.

Después me depositaron en la cama.

Al otro día amanecí con fiebre y dolores por todo el cuerpo.

Cuando llegó mi tía por la noche me dijo que debía ser un resfrío de sol, que debía cuidarme más.

No pude hacerlo porque sin que ella supiera, todas las noches hasta que terminaron las vacaciones, alguno de mis primos o mi tío me visitaban a escondidas por mi habitación y algunas veces en la siesta también.

Fueron mis mejores vacaciones.

Ahora me explico porque me gusta tanto que me dominen y se aprovechen de mi.

Las cosas que me pasan no son por casualidad.

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