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Mi madre es veggie

Mi madre es veggie

Todo comenzó sin que nos propusiéramos nada, yo había cumplido mis trece años y regresé del colegio en horario normal, quizás si hubiese entrado como de consueto haciendo ruido, ella se hubiera percatado y no la hubiese sorprendida haciendo lo que estaba haciendo, desde la sala vi a mi madre que movía su cinturita como en un balancín, su ingle apoyada al ángulo de la mesa, sus piernas ligeramente entreabiertas, estrujando las blancas carnes de sus senos abundantes y apretando las rosadas aureolas de sus pezones que apuntaban hacia arriba, mi madre se masturbaba con sus ojos cerrados y gemía apagadamente, mi mandíbula inferior atraída por la fuerza de gravedad cedió y mi boca se abrió incrédula, casi en el mismo instante los bellos ojitos verdes de mamá se abrieron desmesuradamente y nuestras miradas se entrecruzaron en un nano segundo, mi cuerpo no me obedecía, estaba inmóvil como una estatua, el tiempo se detuvo para nosotros, todo fue muy rápido, muy repentino muy fugaz, giré con mi mochila del colegio y me fui a mi cuarto mientras mamá con pánico en sus ojos trataba de hacer desaparecer esas túrgidas carnes de las cuales me alimente por tanto tiempo.

Theresa es mi madre, tiene 31 años y luce como de muchos menos, es abogada y de aspirantes a papá he conocido varios, todos puertas afuera, ella sabía que me molestaba verla con sus prometidos, novios, parejas o como sea que se llamen, el complejo de Edipo, mi mamá es mi mamá y la quiero toda para mí, pero nunca había visto en ella a la mujer que vi esta tarde, mi madre autosatisfaciéndose, − ¿cómo es posible que esa mujer que me dio la vida tenga ganas de tener sexo? … ¡no puede ser posible! … ¡no es una puta! … ¿o sí? … − mi cabeza un torbellino con miles de cosas que a mi corta edad no podía entender, menos entendía la incipiente erección de mi pene − ¿qué relación tiene la excitación de mamá con mi propia excitación? –

Esa tarde me costó un mundo salir de mi cuarto para enfrentar a mi madre que desde la cocina me llamaba para decirme que la mesa estaba puesta y lista la cena, ella me estaba dando la espalda mientras servía los platos, mi ojos se clavaron en su culo y su estrecha cintura, mamá actuaba impertérrita como la mamá de todos los días, mientras cenábamos ella rompió el hielo y sin sacarle el bulto al problema me explicó todo y no escondió nada, cosas naturales de nuestros instintos y que suceden tanto a hombres como a mujeres, luego me preguntó si yo lo hacía y yo le confesé que aún cuando en el colegio nos habían explicado al respecto, no sabía cómo hacerlo y tampoco había sentido la necesidad de hacerlo, luego quiso saber que me había sucedido al verla en esa situación tan íntima e indecorosa, le dije que en un principio me había atemorizado y mi cuerpo había hecho que mi cosa se pusiera dura, mamá me aclaró que mi cosa se llama pene y la suya vagina, además que no había razón al mundo para no decir las cosas por su nombre, me dijo muchas cosas más y me pareció que desde ese instante crecí y maduré, la relación entre mamá y yo comenzaba a ser diferente.

Esa noche más tranquilo y sosegado experimenté la masturbación y me hice adicto inmediatamente, los procaces senos de mamá estaban siempre en primera línea y el modo en que ella agitaba sus caderas follando el ángulo de la mesa me llevaba rápidamente a la eyaculación, comencé a acecharla y a fisgonear tratando de ver sus esculturales formas, había comenzado a llenar de semen sus sostenes y calzoncitos, el objetivo era admirarla desnuda como una Venus, como una diosa griega.

Mi mente morbosa me mantenía en constante alerta, esa noche escuché che mamá se levantaba al baño y sin dudarlo yo también me levanté, la puerta estaba entreabierta, esta vez ella estaba con su camisón cortito, con sus glúteos desnudos y ese ya conocido movimiento a balancín de sus caderas, su chocho sobre el ángulo del mueble del lavamanos, mamá era una folladora de muebles, pensé divertido y excitado, ella levanto su camisón por sobres sus tetas y comenzó a torturar sus delicados pezones, las hormonas de ella y las mías estaban enloquecidas, me bajé mi pijama y comencé a masturbarme en la puerta del baño, estaba sintiendo un goce enorme y el hecho de hacerlo junto a ella que ignara de mi presencia, gemía y tremaba en su goce personal, lo hacía malditamente más divino, más surreal, más íntimo, eyaculé con potentísimos chorros y no me di cuenta que un par de ellos se infiltraron por la abertura de la puerta, rápida y silenciosamente regresé a mi cuarto, al fin había visto a mi madre casi desnuda, que bellísimo culo que tiene mamá y esas tetas son de ensueño.

Después de esa maravillosa paja contemplando los blanquecinos y redondos cachetes de mamá, me adormecí, pero no fue un sueño profundo, la pase en vigilia, mi joven madre era dueña de una libido que la forzaba al autoerotismo frecuente, ahora lo estaba entendiendo, porque a mi me sucedían cosas parecidas a ella, el sonido de sus gemidos todavía retumbaba en mis oídos y mi verga se erguía una y otra vez, teniendo que recurrir a incontables pajas que nunca me saciaban.

Me desperté con ruidos de mamá que giraba por la casa, me levanté porque ella en la mañana se desplaza vestida con su bata de chiffon transparente que la cubre a mitad de su muslo, así que toda vez que se inclina o se agacha, me da una espectacular visual de sus partes íntimas, prenda tan holgada que viene deformada por sus esplendidos senos y esos pezones casi invisibles que eran delatados por esos puntiagudos pezones imposibles de esconder, mamá sin sostén es fantástica.

No podía alejar de mis pensamientos toda la belleza que mamá desbordaba por doquier, pero jamás me veía follándola, ella era mi ángel y mi súcubo, todo mi erotismo giraba en torno a ella y su apariencia angelical y sagrada de madre, la prohibición de ese deseo negado era parte de mi propia excitación, lo que terminaba recurriendo a mí autosatisfacción.

Una tarde nos saludamos para dirigirnos luego a dormir, yo me coloqué mi pijama y me quedé en silencio a escuchar los movimientos de mamá, la sentí que entraba en baño y sigilosamente me acerqué a la chapa del baño para escrutar el interior, varias veces ya lo había hecho y me resultaba fácil encuclillarme y verla a ella de frente sentada en el inodoro y después pasar al bidet, el sonido líquido de su orina vertiéndose en el agua era como escuchar una cascada celestial paradisíaca, como me hubiese gustado estar arrodillado a sus pies con una mano recibiendo ese líquido tibio y dorado de mamá, después paso a lavar su chocho en el bidet, con sus piernas abiertas y esa minúscula ranura lampiña casi de niña, con labios regordetes y un color rosa pálido que hacía palpitar mi polla.

Estaba tan embelesado mirando las intimidades de mamá, con el pantalón de mi pijama bajado a mis talones y sobajeando mi pene deliciosamente, como tantas otras veces me apoyé en la puerta y … esta maldita se abrió y rodé con mi verga tiesa en la mano y enredado en mi pijama justo cuando estaba a punto de rociar con semen todo el vano … mi madre con sus piernas abiertas, su chocho y su culo enjabonados … hubo un momento estático de pánico … no me salía el habla, logré tartamudear − ¡umh! … lo siento … salgo … no pensé que estuvieras aquí … salgo … − mi madre muy tranquila, casi aguantando un ataque de risa y sin alterar su dulce vos me dijo − ¿adónde vas a ir cretino? … la cagá está hecha … quédate … siéntate en la taza y termina lo que tengas que hacer … − no se que cara de idiota tenía que mamá no expresó ninguna otra palabra, pero creo que no había otro modo de salir de la situación, ella muy relajada termino su enjuague, se secó, se puso una minúscula tanga roja y salió del baño con su chocho fresco y coqueto, el mismo calzoncito que yo tantas veces había llenado de lechita, el miedo había pasado, pero la calentura no, así que sentado en la taza del inodoro como dijo mi madre, me pajeé hasta explotar y rociar de esperma toda la taza, donde ella recién había depositado su única orina, deliciosa.

Sorprendí a mi madre más de una vez mirándome y sonriendo en manera enigmática, pero nunca hizo referencia al bochornoso espectáculo que di el día que resbalé dentro del baño, no sé si era orgullo de comprobar que su hijo varón se hacía hombre o quizás que otra cosa, no dimensionaba ni imaginaba los ribetes que podría tener nuestro futuro, no me imaginaba cogiéndola, ella para mi era una cosa superlativa y fuera de alcance, eróticamente hablando ella era algo sublime, sus movimientos de caderas, su sonrisa diáfana, casi de niña virgen e inocente, sus pechos túrgidos, sus nalgas albinas, redondas y duras, todo en ella me calentaba, pero no me veía metiendo mi pija en su concha.

Todo lo anterior fue sobrepasado de golpe la noche que sentí sus lamentos quejumbrosos y lánguidos gemidos, acompañados por sollozos y chillidos de niña, siempre alerta a los aconteceres de mamá, me levanté un tanto preocupado, jamás la había escuchado así, gemir y quejarse tan escandalosa, pensé que no estaba bien, que se hubiese sentido mal, la mala costumbre de mama de no cerrar nunca las puertas me permitió fisgonear el interior de su dormitorio.

Quedé pasmado cuando vi a mamá totalmente desnuda, arqueando su espalda con sus prepotentes tetas al aire, sus piernas plegadas juntando el palmar de sus pies y sus muslos abiertos de par en par, su chocho minuto forzado al máximo con un zapallito italiano, un cipote, un pepino, o como quieran llamarlo, su cuerpo estupendo cubierto por un ligero velo de sudor lo hacía aún más erótico, mi verga salto hacia adelante cómo un resorte, me comencé a pajear en su puerta imaginando de reemplazar mi polla enhiesta con el vegetal ese, le disparé los chorritos de lefa a su puerta y me fui a mi cuarto, un poco más tarde en la mañana, mamá salió de casa y yo me fui de cabeza a su dormitorio, bajo la almohada mi madre había conservado el pepino ese y también una suculenta zanahoria que iba de menos a más, delgadita en la punta y gruesecita en el otro extremo, tome el olor de ambas verduras, el pepino olía a pepino y también ese olor ocre del chocho de mamá, le pase gustoso mí lengua, la zanahoria olía solo a zanahoria, en ese momento ni se me ocurrió pensar cual era su función, pero mi verga casi explotaba, así que me pajeé ahí mismo embadurnando la tanga roja que estaba junto a los vegetales, luego agarré mi mochila y me fui al colegio.

Se acercaba el fin del año escolástico y tenía que preparar mis exámenes, así que anduve dejando de lado mi obsesivo voyerismo por mamá, pero cada vez que ella tenía que salir, me iba a oler sus vegetales, hasta que entendí por sus olor fuerte, donde mamá se insertaba la zanahoria, además que había comprado unas bolsitas zip y las guardaba por separado, me pajeé como seis veces ese día imaginando el dilatado culo de mi preciosa mamá.

Por fortuna mis calificaciones fueron optimas y el año escolásticos finalmente se cerró, mamá contentísima por mis rendimientos académicos, me prometió unas vacaciones a Bahía Inglesa, una hermosa y tranquila localidad del norte de Chile, aguas mansas y playas doradas, pocos días antes de fin de año, volamos al Aeropuerto del desierto de Atacama y de ahí mamá rentó un carro para irnos al domicilio que ella había rentado para las dos semanas de vacaciones programadas, después de ser recibidos por el propietario de la casa, no fuimos a deshacer nuestros equipajes, mi mente estaba ocupada solo en la diversión veraniega y en conocer nuevas chicas y amigos, ocupamos dos dormitorios de los tres a disposición y ella ocupó el que conectaba con el baño.

Para variar, partí pajeándome antes de salir por los alrededores, mamá se quedó en casa ordenando sus cosas y tomando posesión de la cocina, luego dijo que iba a comprar algunas cosas, cuando volví mamá dijo que había jugo fresco en el refrigerador, así que fui a servirme un vaso, el refrigerador estaba lleno y fornido de un cuanto hay y abajo en el cesto de la verdura, cuatro zapallitos italianos, unas berenjenas y varias zanahorias, mamá es veggi, pensé entre divertido y caliente.

Esa misma noche después de socializar con algunos chicos de Santiago que vacacionaban en el lugar, regresé a casa y mamá había preparado una torta ya que al día siguiente era mi cumpleaños número catorce, ella me dijo que saldríamos juntos a almorzar a algún local de Caldera o Copiapó, me dio un pedacito de bizcocho y me fui a dormir contento de tener una madre que se ocupaba así tanto de mí, me sentí ligeramente culpable de mi obsesión, pero nada me haría pasar esa calentura por mi madre, estaba con la verga tiesa y dura sobre la cama, miraba un video porno en mi celular, me divertía solo a mover mi pene con la fuerza de mis músculos, sin usar mis manos, quizás si esta costumbre de pajearme así de continuo no haya sido un factor heredado de los genes cachondos de mamá.

La casa estaba en silenció total, pero el sonido de algunos resortes envejecidos y cimbreantes llegaban a mis oídos alertas, no tuve que imaginar nada, salí disparado de mi cuarto a espiar a mama, no podía provenir de otra parte sino de su cama, estaba de espalda a la puerta entreabierta, para variar, ella desnuda totalmente con un almohadón entre sus piernas y estaba sentada sobre ese cojín, no se veía nada más, hasta cuando comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo, como saltando sobre el almohadón, el violeta oscuro de una gruesa berenjena, arrastraba hacia afuera los dilatados labios menores de su chocho rosadito, la desvencijada cama de mamá sonaba ruidosamente, haciendo que mamá se detuviera jadeante y probablemente un poco molesta por el ruido que ocasionaba, se dejó caer de lado y estiro una pierna mientras doblaba la otra hacia arriba, tomando el vegetal desde atrás, procedió a follar su concha con enérgicos golpes que la hacían quejarse lascivamente.

Lo mejor estaba por venir, un zapallito italiano no muy grueso apareció como por encanto y mamá estiro su culito hacía arriba y se insertó sin tantos protocolos el segundo vegetal, no se movía solo gemía y rotaba su trasero suavemente, haciendo que su culo se tragase el fruto que quizás mañana devoraríamos en una exquisita ensalada, su esfínter era todo un espectáculo, mamá se paralizó y miró derecho a la puerta, yo me quedé estático, tieso como una momia, mamá luego continuó en su ardua tarea y se incrustó casi totalmente el pepino, volvió a sentarse sobre el almohadón y reprendió sus saltos con sus nalgas que aplastaban el cojín y otra vez un poco ofuscada por los ruidos, se acostó de lado, pude apreciar que más de la mitad del zapallito estaba incrustado en su trasero, no hace falta decir que yo me deleitaba a pajearme con toda esa estimulación visual, estaba tan conectado con mi propio placer que no me di cuenta en que momento hice algún ruido.

Improvisamente mamá salió y me encontró en una posición inequívoca – no creas que soy estúpida … hace mucho tiempo que me percaté de que me espías cada vez que puedes … ¿me puedes decir que gusto le encuentras? – me dijo mamá algo enfadada, agaché mi cabeza en evidente incomodidad – mami … creo que siento el mismo morbo y placer que sientes tú que te haces mirar, solo que ahora que me descubriste, el placer ha terminado y me siento como un idiota … − le dije sin alzar mi mirada, ella se quedó pensativa por un instante − ¿qué raza de respuesta es esa? … − me dijo un tanto alterada, ¡Bingo! pensé y rápidamente presionándola – mami … inconscientemente mi placer era espiarte … pero ahora esa situación ya no existe … me has sorprendido … ¿porque no me lo dijiste antes, si sabías que yo te espiaba? … ¿por qué? … te gusto hacer la puta con esos calabacines y pepinos y zanahorias … ¿verdad? … a sabiendas que yo te miraba, tú me ofrecías ese espectáculo … ¿verdad? … también a ti te gustaba ,,, ¿verdad? – me di media vuelta y me fui, mamá se quedó triste y cabizbaja.

Para que decir, no hubo fiesta de cumpleaños, también se arruinaron las vacaciones, yo salía temprano en la mañana y no regresaba hasta la noche, al tercer día de habernos distanciado y con la intención de hacer las paces, fui a su pieza y ella me abrió con su bata cortita trasparente – mamá te traje un regalo – le dije pasándole una cajita color rojo fuego, me la recibió con sus ojos llorosos – pasa hijo … pasa – me invitó a sentarme en su cama, toda emocionada abrió el envoltorio y frunció el ceño cuando se encontró con un pequeño sostén, una tanga, unas medias y un portaligas, todo de color negro − ¿qué significa esto? – me dijo en su acostumbrado tono tranquilo – mamá la caja tiene un doble fondo … ¡ábrelo! – le dije, rápidamente ella comenzó a palpar el fondo de la caja hasta que encontró el modo de abrirlo, abrió de par en par sus hermosos ojos chispeantes, que casi iluminó toda la habitación.

Mamá miraba extasiada el grueso dildo rojo de silicona, parecía entusiasta como una niña, lo tomó y lo sostuvo con una mano, mientras con la otra probaba el grosor y se mordió su labio inferior, estaba como hipnotizada – mami … sigue buscando que hay más … − le dije, y ella puso el dildo sobre sus muslos y continuó a escarbar en la caja, sacó un grueso butt-plug (un tapón para el culo) de color negro de casi veinte centímetros de longitud y cerca de ocho de diámetro − ¡guau! hijo … ¿cómo lo hiciste? … ¿dónde los compraste? … − me dijo con su suave voz – un amigo que es mayor de edad me ayudo a comprarlos al sex-shop de Copiapó … los compré porque te quiero, mamá … − le dije muy nervioso, porque no sabía a ciencia cierta cual iba a ser su reacción, pero ella estaba totalmente emocionada y me abrazó sollozando − ¿sabes que no es correcto hacer lo que hemos hecho … verdad? – me dijo estrechándome a su cuerpo sinuoso y caliente – lo sé, mamá … pero no puedo renunciar a ti … es lo que siento, mamá … te quiero … − le dije, apretándola para sentir sus pechos que se hinchaban – ¿me quieres? …¿quieres verme, quieres mirarme? … ¿sí? … − me dijo separándose de mí – sí mamá … es lo que quiero … que volvamos a sentir esa excitación prohibida … − le dije admirando su belleza – pues bien … acomódate y espérame … − dijo mamá levantándose y dirigiéndose al baño.

A los pocos minutos, mamá salió vestida con el completo de lencería negro, se veía fabulosa, mejor que cualquiera foto de modelos que había visto por ahí, muy linda mi madre, en una mano tenía el consolador rojo y en la otra el negro, al parecer el completo era una medida más pequeña y sus tetas casi se salían por los bordes, su conchita lampiña se traslucía claramente bajo la tanga, su piernas parecían aún más largas con esas medias ajustadas a sus torneados muslos, era una imagen con una carga erótica increíble, mi erección no se hizo esperar, tenía algo de irreal ver a mamá envuelta en esas prendas tan delicadas envolviendo sus delicadas carnes − ¿quieres que nos masturbemos juntos, hijo? –

Creo que balbuceé algo inconscientemente, y mamá bamboleándose toda, se estiró como una pantera sobre la cubierta de su cama, tenía sus pies separados, pero sus muslos juntos como una virginal adolescente, sus pechos lucían más grandes apresados en el trasparente sujetador, mamá apoyada en la almohadones, se inclinó y corrió su tanga hacia un lado dejando en vista su chocho empapado, chorreante, radiante, con la punta del consolador estimuló su botoncito y se le puso la piel de gallina, abrió su boca y su lengua hizo una pirueta en el aire antes de posarse en sus carnosos labios resecos, mamá se estaba mordiendo su labio inferior y estaba en un nivel donde nada la detendría, me miró y yo comencé a bajarme los pantalones junto con mis boxers, mi pene quedó momentáneamente oculto por mi larga remera, pero el bulto era evidente.

− Tienes una linda pija, hijo … − me dijo una vez que mi mano se enrolló en torno a mi polla que palpitaba con fuerzas – quítate esa polera también … − me dijo haciendo un seño con la mano, me desnudé completamente y me arrodillé a los pies de la cama de mamá, no la quería tocar, no quería romper el encanto que se había formado entre ella y yo, había una especie de magia, su color de piel claro con esas marcas de su ropa interior que se notaban más con esas prendas negras que la hacían lucir como una estrella del porno.

Mientras me pajeaba bajo la atenta vista de mamá, ella comenzó a pasar el consolador grande por todo su cuerpo, lo metió entre sus tetas y me miro con ojos llenos de lujuria mientras se mordía los labios de su boca carnosa que había pintado de un rojo Ferrari, había agregado un tinte resplandeciente a sus parpados y estos brillaban con rayos que me atravesaban la piel y me hacían tiritar y gemir, ella sabía de tenerme hipnotizado, sabía de tenerme bajo el embrujo de su lascivia, sabía que cada movimiento, cada sonido me llegaba puro y nítido, mi verga palpitaba aceleradamente, copiando las pulsaciones de mi corazón, a punto de sufrir un infarto, vi que mi madre metía su mano bajo la tanga y acariciaba su chocho gimiendo y dibujando círculos en el extremo de su hendedura, después, elegantemente subió su mano para subir su sostén y su tetas descendieron libres, hermosas y armoniosas, empujando su pezón hacia arriba, lo alcanzó con su lengua y lo acarició por unos segundos, luego su mano tiro de su tanga hasta que esta se incrustó en su concha y comenzó a menearlo de lado a lado, luego mirándome fijamente dio palmaditas sobre su panochita haciéndola estremecer, recogió su dildo y lo colocó en medio a su estrecha ranura rosada, la punta de esa verga de goma presionó contra su chocho abriendo prepotentemente sus labios vaginales, mamá abrió sus muslos de par en par y empujo la punta de ese miembro de silicona dentro de su boquete, un chillido de niña escapó de sus labios y sus caderas empezaron a follar el artilugio con fuerza.

Mamá no hablaba, solo gemía y contorsionaba su cuerpo cogiendo con el dildo, era la primera vez que no usaba vegetales, estaba irradiando sensualidad y erotismo – sabes hijo … tenías razón me gusta que me mires … no lo había analizado hasta cuando me lo dijiste … me haces sentir más mujer … deseada … − me dijo mientras se calaba hondo el dildo, encorvaba la espalda y su bajo vientre se estremecía espasmódicamente – mira cómo me lo meto todo para ti, hijo … mírame … ooohhh … aaahhh … − mamá estaba gritando su orgasmo esplendido, yo no podía aguantar más, me levante pajeándome con rapidez, justo en ese momento mamá se arrodilló en la cama – mamá me corro por ti, mamá … − dije sintiendo esas cosquillitas antes de la eyaculación – espera hijo … yo te ayudo … ¡espera! – dijo mi madre tratando de agarrar mi pene − ¡no! mamá, no … abre la boca … − le dije y ella obedeció, abrió sus rosados y carnosos labios al momento que empecé a disparar chorros de lefa sobre su humanidad, unos dos chorros le entraron en su boquita, otro le cayo en su parpado derecho, su frente recibió otros disparos de semen y el resto en su pecho, cuello y tetas, jamás me había corrido con tantas fuerzas, mamá estaba bañada en esperma tibio y perlado, parecía una diosa del sexo.

La libertad de aprender, de descubrir y probar es un gran tesoro y creo que tanto yo como mamá estábamos aprendiendo a relacionarnos diferentemente, descubriendo cosas nuevas y también probando nuevas sensaciones, estábamos enriqueciendo nuestras vidas y reforzando nuestros lazos, nos hacíamos más íntimos, a mi encantaba tener toda esta libertad con ella y nunca antes me había sentido tan apegado a ella − ¿estas bien mamá? – le pregunté ayudándola con mi remera a limpiarse todo mi semen de su rostro y cuerpo – estoy magníficamente bien hijo … me gustan tu ojos sobre mí … me gusta ser deseada aunque seas mi hijo … − dijo mamá tomando mi remera para sacarse los restos de lefa de su parpado, cuando termino de limpiarse agregó – ¿no crees que necesitamos un buen baño tú y yo? … −

Nos fuimos a la ducha, mi mano se apoderándose de uno de sus firmes glúteos, ella me miraba con adoración y sonreía, nos acariciamos todos nuestros recovecos y pliegues mientras nos enjabonábamos, las forma perfectas de mamá, pronto me tuvieron con mi verga apuntando en alto y dura como palo, ella me lavo la verga con delicadez y estimulando mi glande entre sus suaves dedos, haciéndome tiritar con escalofríos lujuriosos, apretaba mis muslos mientras ella con destreza me hacía subir en esta espiral de excitación, nos secamos, mamá se arrodilló ante mi verga y me mamó por algunos minutos – pero que vergudo que has salido, hijo mío … seguro lo heredaste de tu padre … él era casi tan bien dotado como tú … − decía mi madre mientras se alzaba para besar mis labios y hacerme sentir el sabor de mi propia polla, nos secamos y nos fuimos al dormitorio.

Mamá no perdió tiempo en preámbulos, yo todavía no me convencía de estar así con ella, subió a su cama y se acostó boca arriba arreglándose sus tetas maravillosas, luego abrió sus piernas y su chocho se abrió como una rosa floreciente, el brillo y la humedad de sus rosadas carnes eran evidentes – ven hijo … ven … quiero sentir tu polla en mí … la quiero … ahora … ven – mi madre estiraba sus brazos invitantes y yo como hechizado, me coloque en medio a sus muslos y ellas agarrando mis hombros comenzó a tirarme sobre su vientre, sentí su mano que envolvía mi miembro y ella misma se introdujo la cabezota en sus apertura gimiendo en modo impúdico y lascivo, levantó sus piernas, puso sus manos en mis nalgas y mi verga se introdujo profundamente en ella.

− ¡Uy! hijo … que rico … no pares … dámela toda … ooohhh … despacio, que me duele un poco … aaahhh …ssiii … ¡que grande la tienes! … ¡dios mío! … − mi madre me apretaba contra sus pechos y se quejaba moviendo sus caderas en círculos, succionando mi polla con sus músculos vaginales, en un segundo ella se desencadenó moviendo sus caderas en modo demencial y se corrió chillando y gritando incoherencias incomprensibles, su vagina masajeaba mi pene como un ajustado guante, me estaba aguantando para no correrme yo también, el cuerpo de mamá era un torbellino de espasmos y convulsiones bajo mi cuerpo, sentí cuando enterró sus uñas en mi espalda y sus dientes mordieron mi hombro − ¡dios mío! que hermosa que es esta mujer … − pensé, reteniéndola entre mis brazos y acompañándola en ese viaje de lujuria en que se desplazaban sus sentidos, por más de un minuto mamá sollozó, gimió y se estremeció, luego comenzó a mordisquear mi lóbulo y a susurrar en mi oído − ¡ay! mi niño … que rico que me has hecho sentir … fóllame así rico mijito … fóllame … − sintiendo que mamá estaba lista para seguir, me despegué un poco de ella para mirar su rostro diáfano y de una belleza angelical, lucía inmaculada e inocente empalada en mi verga, gozaba como una adolescente y se abandonaba al placer incestuoso que nos unía.

Su excitación inoculó en mi el morbo de lo prohibido, follar a mi propia madre, sintiendo lo que su vagina ocasionada a mi pene, el aterciopelado masaje de sus carnes era irresistible, así que comencé a joderla con más vigor, arrancando de ellas nuevos gemidos y temblores de su vientre, una y otra vez le enterraba mi verga con más furia, ella había aprisionado mi cuerpo con sus piernas y brazos, gimiendo y jadeando, resoplando y casi gruñendo, para luego chillar agudamente como un ave herida, mis estocadas aumentaron de intensidad y ella como que se abandonó, sus muslos se abrieron y sus brazos cayeron a sus costados y su cuerpo entero se entregó a las sensaciones que mi polla ejercía a su canal vaginal, la punta de mi glande chocaba con su matriz y mi madre reaccionaba con ahogados quejidos, no resistí más y exploté con borbotones de esperma directamente en la entrada de su útero, a un cierto punto pensé que mi madre se había desmayado, porque solo se quejaba y sus manos estaban crispadas como garras, su ojos cerrados y respiraba con fatiga, la bese y sentí su lengua que rozó mis labios, sus espalda encorvada me indicaba que todavía gozaba, pero no lograba recuperarse de las delicias de sus sentidos.

Mi pene latía en su interior y mamá comenzó a reaccionar acariciando mis nalgas − ¡uy! hijo … que follada más increíble … casi me muero … ¿quieres deshacerte de tu madre? … − me dijo besándome las mejillas, poco a poco me deje caer a su lado y mire su coño henchido de semen que colaba entre sus labios inflamados de excitación, ya pensaba en cogerla otra vez, mamá es exquisita una hembra incomparable, ella aferró mi pene y lo estrujó haciendo salir las últimas gotas y espalmándola en toda la longitud de mi polla haciendo como un jaboncillo, luego envolvió mis huevos con sus manos y como que les tomaba el peso – se sienten livianitos ahora … te has quedado vacío … − decía presionado con delicadez mis bolas – son grandes como las de tu padre … − concluyó mientras se alzaba a besar mis labios – mamá, espera que no he terminado aún … no me cansaré jamás de amarte y sentir deseos de ti … eres fantástica, eres hermosa, eres una mujer deliciosa, mamá … − le dije abrazándola − ¡ese es mi niño! … ¿crees que soy mejor que tus jóvenes novias? … − me dijo interrogante – mamá tu eres la segunda mujer … hace unas semanas perdí mi virginidad con una chica mayor que yo … pero no lo disfruté porque soñaba contigo … eras mí sueño … ahora lo he hecho realidad y tengo muchas ganas de ti … − le dije besándola en su frente, adorándola como jamás nunca lo había hecho.

Nuestras vidas cambiaron abruptamente, habíamos aceptado nuestra realidad, ella de treinta y dos y yo de catorce, como joven adolescente mi vigor y fogosidad eran al máximo, mamá a su edad también estaba en la cúspide de su madurez, nos adaptábamos perfectamente con nuestro ardor y pasión, ella se masturbaba de vez en cuando para mí y yo rociaba sus esplendidos senos con mi juvenil semilla, hoy en día tengo veinte dos y mamá cumplirá cincuenta dentro de un mes, es todavía la mujer más bella de mi entorno, sus amigas no le dan más de cuarenta y cuando le preguntan cual es su secreto, ella dice que no lo revelará jamás porque corre el riesgo de que la persigan legalmente, todas rompen a carcajadas sin saber cuanto de realidad tiene la afirmación de mamá.

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